Junto demasiados nombres conocidos, como si de esa manera yo mismo lograra darme a conocer. El reconocimiento entendido como una epidemia vírica. Otras veces, sin avisar, cambio el juego y reúno fotos y hagiografías de personas a las que nadie oyó nombrar nunca pero que serán parte del futuro.
Pueden estar seguros.
Luego están las pequeñas cosas, los pequeños objetivos, las reuniones con Ron, Sofía y Ajito -nombres totalmente anónimos- para hablar de asociaciones culturales, cuentacuentos, cantautores, monólogos, cortometrajes, pequeñas presentaciones de libros, mecenas, cazatalentos, rincones donde escondernos cuando nos cierren los bares y se nos cansen las ideas...
Pero hasta los objetivos más pequeños requieren un estudio y una fianza de tres meses y nos miramos apesadumbrados, yo jugando al poli malo y recordando todos los puntos en contra.
Irónico, puesto que llevo años queriendo formar parte de algo así y en realidad deseo con todas mis fuerzas que se la jueguen, que arriesguen, que hagan algo que merece la pena, que se sientan orgullosos, que les den igual todas las voces -sobre todo la mía- que les augura pérdidas de dinero, de tiempo, de energía...
Que lo hagan. Y luego ya lo vemos. Porque se puede. Lo hemos demostrado tantas veces que la frase parece un anuncio de Nike.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
Hace 4 horas