Hay algo especialmente irónico en la traducción al español del libro de May
Pang como "Adorable John". No solo el hecho de que tenga poco que ver
con el original "Loving John" ("Amando a John") sino que el
tal John (Lennon) aparece en las páginas como una persona de todo menos
adorable. Al igual que en las memorias de Cynthia Lennon, el ex miembro de los
Beatles se muestra como un hombre irascible, caprichoso, obsesivamente celoso y
tremendamente agresivo en cuanto se toma dos copas de más. Nada que no supiéramos
sobre el autor de "Woman is the niggar of the world".
En realidad, el libro no deja en buen lugar a nadie y ahí está buena parte
de su atractivo: de entrada, la propia May Pang resulta muy poco creíble. Como
narradora y como personaje. No hay en ella nada de iniciativa, de proyecto, de
voluntad. Todo parece pasarle como si fuera inevitable, un juguete del destino.
Pareciera que, al menos desde 1973 a 1977, todas las decisiones sobre su vida
las estuvieran tomando otras personas sin que a ella acabara de parecerle mal:
ahora vete con John, ahora vuélvete, ahora deja este apartamento, ahora ve a
vivir a este otro...
Yoko queda como la gran manipuladora, un papel en el que encaja como un
guante. Las diez-quince llamadas diarias, la organización desde la lejanía de
cada detalle de la vida de su marido, su obsesión por las apariencias, el
derroche constante y el empeño casi siempre frustrante de establecerse como
artista en solitario. En favor de Pang hay que decir que todas estas críticas
se hacen como de pasada, sin cebarse demasiado, mostrando sin explicar mucho,
lo que probablemente le dé una mayor impresión de verosimilitud.
Aparte, por supuesto, el "name-dropping": Mick Jagger, David
Bowie, Elton John, Keith Moon, Harry Nilsson... y los inevitables George, Paul,
Ringo y Julian Lennon, a quien se reservan las mayores muestras de cariño sano.
En una época bastante difícil de documentar, Pang relata dos momentos clave
para entender la relación entre John y dos de sus ex-compañeros, aunque no sé
si hay más fuentes que corroboren su versión: a George se le pinta como un tipo
rabioso, continuamente enfadado, reprochando a John que no le hubiera apoyado
nunca, gritándole como loco "quiero mirarte a los ojos" justo antes
de uno de sus conciertos en el Madison Square Garden durante la desastrosa gira
estadounidense de 1974.
Ahí, John ejerce inevitablemente de hermano mayor y contenido. Parece
tomarse en serio la necesidad de ayudar a George y en cierto modo se siente
cómodo en ese papel. Otra cosa es con Paul McCartney. Es cierto que sorprende
la cantidad de veces que Paul y Linda aparecen en el libro compartiendo tiempo
con Lennon, pero incluso en los enfoques más optimistas se palpa la tensión
constante. En el relato de Pang, da la sensación de que Paul nunca entendió a
John, de que seguía en su mundo de felicidad y no acababa de encontrar la
manera de conectar con su antiguo compañero.
Un antiguo compañero que, por otro
lado, no estuvo nunca dispuesto a ponérselo fácil. Nunca. Las reacciones de
Lennon a todo lo que hace McCartney son de cierto fastidio y una infinita
prudencia. Solo cuando parece dejarse llevar y acepta viajar a Nueva Orleans en
enero de 1975 para grabar juntos de nuevo después de seis años, aparece Yoko en
escena para llevárselo al Dakota y dejarlo ahí encerrado una buena temporada.
Si esa es la verdad o si hay que creer la versión oficial ("nos
reencontramos en el camerino de Elton John después del concierto de Acción de
Gracias de 1974 y fue como si no hubiera pasado un segundo") es algo que
me supera por completo. No tengo ni idea. Seguro que ya está Lewisohn por ahí
investigando.
*
Me choca, como a tantos, el empeño de determinados líderes socialistas en
explicarnos que el pacto exprés con Unidas Podemos era la única opción posible.
Me choca, por un lado, porque no solo estuvieron intentando convencerme de lo
contrario durante meses sino que además lo consiguieron. Yo fui de esos
millones de votantes socialistas que no fuimos a Ferraz a gritar "Con
Iglesias, no" pero que veíamos con cierto recelo tener a gente de Podemos
dentro del gobierno del país y premiamos a Sánchez con nuestro voto para que
reforzara su posición y pudiera gobernar en solitario como tanto se empeñó en
repetir.
Gobernar en solitario, además, tenía la ventaja de que facilitaba la
investidura. Es cierto que la posición del PP con VOX soplándole en la nuca es
complicada, pero sigo sospechando que, pese a todo, en una segunda investidura,
"in extremis", Casado se habría abstenido y habría dejado gobernar al
PSOE como el PSOE hizo con Rajoy en 2016 cuando Podemos les ponía a ellos en
apuros. La cosa cambia mucho ahora: no se trata ya de investir a Sánchez sino
de investir a Sánchez Y a Iglesias. Es tanto pedir que parece descartable, así
que hay que pensar que Redondo y compañía manejaban otra opción cuando se
lanzaron literalmente a los brazos de UP pese a sumar diez escaños menos que en
abril.
Por otro lado, no acabo de ver es cuál es esa posibilidad. Vivimos tiempos en los
que más que política lo que se hace es echar las cartas y repartir cuantas
veces sea necesario. La pregunta que ERC ha planteado a sus bases es una clara
invitación a mantenerse en el "No" que ya votaron en la anterior
investidura. Y si ERC vota "no", la única alternativa para Sánchez es
que Ciudadanos al menos se abstenga... y aun así podría no valer. Ha pasado de
estar en manos de Iglesias a estar en manos de Inés Arrimadas, con la
diferencia de que, en el mejor de los casos, a Iglesias se lo va a comer una legislatura
entera y sobre su sentido de lealtad a algo que no sea su propio proyecto tengo
serias dudas.
En fin, era eso o permanecer fiel a su petición electoral y a los que
entonces le apoyamos. Ya vemos cómo les ha salido a otros eso de saltarse sus
principios en busca de votos e ir dando bandazos. Ellos sabrán lo que hacen:
ynas terceras elecciones solo servirían para que la derecha arrasara hasta
llegar a la mayoría absoluta. Y entonces, nos íbamos a reír mucho con las mesas
y los cálculos.
*
Lo bueno de buscar colegio es que tienes excusa para no quedarte toda la
mañana en la cama: ausente, caliente, protegido. Lo malo es que es difícil
decidirse. La idea de que el Niño Bonito salga de una burbuja para meterle en
otra burbuja es apetecible, sobre todo porque nada te garantiza que fuera de
las burbujas se aprenda demasiado en un mundo tan individualista y tan
solitario como el que vivimos. Si yo me puedo aislar del mundo leyendo sobre
los Beatles día y noche, ¿por qué no va a poder mi hijo perderse en su rincón
de los abrazos y quedarse tan tranquilo?
Al final lo que queda es el miedo a equivocarse, que es algo que tiene mucho
que ver con la política, por cierto. El miedo a las consecuencias de tal
decisión o la contraria. Aquí no nos jugamos votos sino vidas. O al menos esa
parte de la vida ajena que depende de uno mismo. En ese sentido, de
equivocarnos, lo suyo sería equivocarnos con algo que realmente nos convenza,
porque ya entregados a la ludopatía al menos juguemos con nuestras cartas y no
cambiemos en el último momento porque Mayra nos haya convencido.
Eso no garantiza nada, pero al menos de ería hacernos sentir más tranquilos.