miércoles, marzo 31, 2010

Marcel Duchamp



Hache tiene que hacer un trabajo sobre Marcel Duchamp y su "L.H.O.O.Q." y yo le envío unas cuantas hojas que escribí en su momento, cuando tenía 22 años, estaba fascinado por el personaje y pasaba las mañanas en la biblioteca del Reina Sofía mientras Dani Pacios buscaba libros sobre Erik Satie. Ahora, cuando nos llamamos, solo hablamos de Cristiano Ronaldo. Pronto empezaremos a discutir si Lady Gaga tiene pene o no.

Por cierto, ¿me gusta Lady Gaga o no? No dejo de preguntármelo.

El caso es que Hache habla de Duchamp y yo recuerdo al hombre que imagino como Marcel: sentado, tranquilo, fumando lo que fuera, reinventando, definiéndose como egomaniaco, recordando los años de entreguerras en Suiza con los dadaístas y los de la II Guerra Mundial en Nueva York con Peggy Guggenheim. Así también transgredo yo. Una fascinación por la homosexualidad que le hacía bordear la homofobia estética en algunas ocasiones.

Pasión por el ajedrez. Duchamp, forrado y en Nueva York o en el sur de Francia, pasando casi toda su vida jugando al ajedrez, completamente callado y dejando que los demás interpretaran su obra. Una figura de culto que solo estuvo activo aproximadamente una década. Después, el silencio. Un silencio buscado y estético. Silencio de egomaníaco.

Si yo quisiera ser alguien, probablemente quisiera ser Duchamp, de ahí la fascinación. El hombre que se quedó con todo el mundo y que él mismo sabía que se había quedado con todo el mundo. You´re face to face with the man who sold the world. Marcel Duchamp se hizo muy amigo del joven compositor estadounidense John Cage y le enseñó algunas cosas sobre el silencio y el ajedrez, claro. Cage era homosexual, por cierto, y a veces se sentía escandalizado con algunos comentarios, pero era Marcel, al fin y al cabo. Un tipo que definió la I Guerra Mundial como "amusant". Ni siquiera "divertida", sino más bien "entretenida".

Le puso unos bigotes a La Gioconda y llamó a Leonardo maricón. El verdadero Código Da Vinci. Cage sorprendió al mundo con la desconcertante 4´33". Si quieren que les sea sincero, Duchamp era un egomaníaco pero Cage era un tipo que se tomaba a sí mismo demasiado en serio. Si no fuera por ese detalle, a mí aquello de 4´33" me hubiera hecho gracia. Vean el vídeo un momento, que estamos de vacaciones:



Pero había ahí demasiada pose presuntuosa y muy poco silencio verdadero. Siempre fue mi impresión, al menos, y yo me equivoco mucho. Duchamp pasaba. Él recordaba en las entrevistas una expresión francesa que viene a decir: "Eres tonto como un pintor". Y yo no quería ser tonto, contestaba. No le hubiera importado que Dani, años después, definiera su "Gran Vidrio" como "La Gran Birria".

Y ese sería un resumen perfecto de toda su obra, si tuviera que aconsejar a una estudiante de master.

martes, marzo 30, 2010

Mi vida como promotor de eventos


A las 11 me reúno con Juancho, de La Escalera de Jacob, en un bar de La Latina. Juancho es uno de los programadores de la sala y resulta que además fue compañero mío de facultad durante cinco años. Le explico mi proyecto, que bebe del Festival Acróbatas que organizan Les Nits de L´Art pero en recintos pequeños y con amigos: dos leemos y dos tocan. Una vez al mes. Por supuesto, los músicos cambiarían cada mes para no hacerlo aburrido, pero en principio los que leemos, salvo algún invitado puntual, seríamos Laura y yo.

Es una idea que tengo desde hace tiempo y que me serviría para poder dar a conocer muchos textos que tengo por ahí ocultos: poesías, relatos breves, diarios secretos, incluso aforismos... mezclándolo además con la música y a ser posible con mis mejores amigos músicos, que son unos cuantos. Yo lo entiendo como una explosión de talento en la que me incluyo con un par de huevos y una velada muy agradable. A ser posible, además, gratuita. Juancho está encantado con la idea, tiene que pensarla, por supuesto, pero le encanta y me quedo algo sorprendido, porque uno siempre tiende a pensar que sus locuras no le van a interesar a nadie.

Pero resulta que no solo le interesa a Juancho, y aquí es donde la cosa se pone un poco complicada: a las 6,3o nos reunimos Pedro y yo con Álvaro, de la Sala Costello, para cerrar la fecha de estreno oficial de "Do not disturb". No hay problemas ni para fecha ni para demás requisitos: el lunes 19 de abril a las 9,30 de la noche, pero ya iremos avisando con tiempo de esto. El asunto es que le explico a Álvaro la idea también y resulta que está encantado, que le parece fantástica y, es más, que lleva tiempo buscando así pero sin saber a quién preguntar.

Me descoloca, también. Todo el mundo te dice siempre que todo es tan difícil que te lo acabas creyendo. Escribo a los dos para decirles que hay otro -una cosa halagadora, quizá, pero terriblemente incómoda-, darles las gracias y prometerles que en una semana daré con una solución definitiva, porque, en principio, y para empezar, hacer dos sesiones en dos salas distintas dentro del mismo mes me parece un poco precipitado. Pero, ¿quién sabe?, si en septiembre los dos siguen interesados, quizás sí podríamos hacer doblete.

Y creo que sería algo precioso y que engancharía.

Justo después del Costello me voy al concierto de Emite Poqito y me encuentro con tantos buenos amigos que me emociona. Descolocado, de nuevo. No hablo ya de Conchita, Mai o Juan Diego que también y por qué no, sino de Hache, las dos Anas y casi toda la familia al completo. Con Antonio detrás de la barra o de la puerta, según le toque, y Antonio García de Diego ensimismado en la última fila, corrigiendo fallos con Sergio Castillo y asintiendo con la cabeza, entusiasmado, cuando algo le gustaba de verdad.

Un bar donde tienen mi libro aún colgado por ahí. Un sitio donde saben cuidar a la gente o al menos saben cuidarme a mí y eso me basta.

domingo, marzo 28, 2010

Zoo TV Tour



Me compré unas gafas de "La Mosca" y me dediqué a cantar "Lemon" en falsete y "Salome" durante meses. La versión con Frank Sinatra del "I´ve got you under my skin" -"don´t you know, blue eyes, you never can win?"-. En invierno, en la casa de la madre de A. escuchábamos vinilos antiguos: "War", "Under a blood red sky". Tarareábamos "Sunday bloody Sunday" o "New Year´s Day" mientras terminábamos trabajos de biología o latín. Cada uno en lo suyo.

El día del concierto quedamos con todo el mundo en la puerta equivocada. La puerta que no existía. Yo no digo que eso fuera un plan porque no lo era. Yo no sabía que esa puerta no existía, pero sí sabía que una vez en esa situación tampoco iba a hacer nada para solucionarlo: prefería acaparar a A. toda la noche a tener que compartirla con el resto de amigos y enemigos. Ella lo sabía, digamos que tuvo miedo un rato y luego sencillamente lo asumió con esa facilidad pasmosa que tenía para asumir cualquier tipo de cosa.

Una Chica Camaleón, el complemento perfecto de la Chica Langosta.

En fin, la Chica Camaleón y yo dábamos vueltas por el Calderón intentando encontrar a alguien. Recuerden que hablo de tiempos sin móvil. Mayo de 1993. Yo tenía dos entradas regaladas por mis padres, que andaban por entonces de luna de miel. Una la vendí y la otra se la regalé a su vez a la Chica Camaleón. Tampoco lo agradeció muy efusivamente. El caso es que acabamos ahí en una de las gradas, con ese empeño adolescente en hablar todo el rato sin medir las consecuencias.

Y es que uno no puede intentar hablar por encima de The Ramones y que no haya consecuencias muy evidentes: un punzante dolor de garganta y cabeza. Ahí estaba yo, con una chica imantada, a punto de ver el mayor espectáculo del mundo de mi grupo favorito y un dolor de cabeza insoportable. Si les soy sincero, recuerdo dos canciones: "Zoo Station" y "The fly". Recuerdo el bombardeo de imágenes y proclamas mientras Bono cantaba "Men will rise, men will fall, from the sheer face of love, like a fly on a wall... It´s no secret at all".

Siempre he pensado que Bono es un compositor genial. Pesadísimo, desde luego, pero genial.

Hubo algo más. Algo de un confesionario. Una parte acústica. Una versión con Lou Reed del "Satellite of love". Lo que pasa es que confundo casi todo eso con la versión televisada. Sucede a menudo y lo saben. En octubre, o noviembre -"October, and the streets are stripped bear of all they wear, do I care? October, and kingdoms rise, and kingdoms fall, but you still go on... and on"- pasaron en Canal Plus el concierto en directo desde Sidney. Fue mucho mejor porque a mí no me dolía la cabeza y porque incluían las canciones del "Zooropa". Si no fuera por el "Achtung Baby" yo tendría bien claro que "Zooropa" es el mejor disco de U2, aunque dudo que nadie se acuerde de aquella locura con Brian Eno.

Lo vimos en casa de la madre de la Chica Camaleón o Chica Inmantada o A. o como quieran llamarla. Como quiera llamarla yo, quiero decir. Era una casa muy divertida, en la Plaza de Santa Bárbara. Había que bajar una llave con un cordel para abrir el portal. No había porteros automáticos ni físicos. Fue una realización prodigiosa, el concepto de Zoo TV llevado al máximo. Vale, eran pretenciosos y excesivos, pero nosotros también lo éramos, así que nos entendíamos. Bono tiene esa extraña capacidad de empatía, sin importar si al otro lado está Patrick Bateman o Guille Ortiz o la chica del portal gigante.

La chica a la que le cantaba aquello de "You can´t even remember what I´m trying to forget", y desde luego era algo muy adolescente pero también era una verdad como un templo.

sábado, marzo 27, 2010

Infancia en el Moe

Ana y yo cogemos un taxi a las 3 y media de la mañana cerca del Eurobuilding, a la salida del Moe. Es curioso escribir "Ana y yo" pero no tanto como ser "Ana y yo" 19 años después de nuestros paseos por los parques de atracciones cogidos de la mano mientras llovía. Ahora, ella es una mujer felizmente casada y con dos hijos que necesita alguien que la acerque hasta su coche, en Nuevos Ministerios.

Un poco antes del Moe, cena en El Olvido. No solo Ana y yo, claro. Ana, Pilar, Susana, Ángel, Iván, Nieves, Mónica, María y yo. En cualquier caso, 19 años después. O incluso más. El primer día que vi a la mayoría fue algún 14 ó 15 de septiembre de 1985. El primer día que vi a Ángel debió de ser en 1981 ó 1982. Como pueden entender, no me acuerdo.

Hablamos de entonces. Del Willoughby. De cómo las vidas han cambiado desde entonces: carreras, matrimonios e hijos. En total, cinco niños. Hablamos de amores platónicos y discotecas de Palma de Mallorca. Recordamos números de teléfono. Yo recuerdo números de teléfono igual que recuerdo resultados de fútbol, una especie de Rain Man sonriente. Tenemos un aspecto excelente. Yo diría que ahora somos más guapos que entonces, claro que entonces teníamos 14 años y esa es una edad complicada para ser guapo.

Supongo, además, que ahora eso no importa y por lo tanto es más fácil. Menos presión.

Me sorprende la cantidad de datos. Por supuesto, algunos los había borrado por completo y otros los había reinventado. Es lo que tiene ser escritor: en mi autobiografía pienso mentir como un bellaco. Suenan canciones de entonces. Canciones de "Las mejores baladas", tipo "Stop" de Sam Browne o "Perfect" de Fairground Attraction. Iván pone algo que debe de ser Kiss FM y en realidad es como si no hubiera pasado un minuto. Disculpen el topicazo.

Disculpen la literatura, también. No todo ha sido exactamente como se cuenta aquí. Esto no es "Los amigos de Peter". Hace dos años estuve con Susana en un Summercase, emborrachándonos junto a Fer Cabezas. Hace seis estuve con Pilar en la boda de Ana. Hace una semana me tomé un café con Nieves. Hace nueve años vi a María, a Ángel y a Mónica en la Vaca Argentina mientras tomaba algún tipo de filete. Los 19 años no han sido un abismo del que se sale reptando.

Pero no dejan de ser 19 años, claro, y no dejo de saberme sus teléfonos de memoria y me resulta muy curioso que las dos chicas que realmente me gustaban entonces sean las que están casadas y con dos hijos. Mi facilidad para que donde pongo el ojo otros pongan la bala. Una facilidad no mermada por los años: si mis informaciones no me fallan, dos ex novias se casarán este mismo año, lo que hará un total de tres, todo ello teniendo en cuenta que con dos no me hablo y es probable que ahora mismo sean madres.

A mí todo eso me parece bien. Me parece incluso divertido, aunque Hache suponga que mi salud se está quejando de eso también. El psiquismo, qué palabra hermosa.

En fin, Ana de vuelta de Australia cogiendo el coche en Nuevos Ministerios mientras yo sigo hasta Tribunal. Lo complicado no es aceptar el universo Ana ni el universo María o Ángel o Pilar. Lo complicado es aceptar que el de al lado sigo siendo yo. Aceptar la continuidad del nombre y el apellido. Guillermo Ortiz. Tú eres Guillermo Ortiz. López. Lo sigues siendo, aunque no te reconozcas. O no del todo. Y ellas allí, mírenlas, espléndidas en su treintena y sus tacones.

¿Ustedes me han mirado? Pedirles además que me quisieran, ¿no les parece que era pedirles demasiado?

viernes, marzo 26, 2010

Messi y Maradona


Preguntado hace tres años por el gol de Messi ante el Getafe y su indudable parecido con el que él mismo había marcado ante Inglaterra en el Mundial de 1986, Maradona se limitó a soltar un despreciativo: "El mío no fue ante el Getafe", y la verdad es que tenía toda la razón: comparar un gol en el partido de ida de las semifinales de la Copa del Rey -semifinales que, además, su equipo acabó perdiendo- con los cuartos de final de un Mundial era una chorrada.

Lo que no dijo Maradona -o si lo dijo, no se le escuchó- fue que él marcó ante Inglaterra en el apogeo de su carrera, cerca de los 26 años y con la experiencia de un Mundial y medio detrás -se quedó en el último momento fuera de la convocatoria de Menotti para el de 1978- mientras que Messi apenas contaba con 19 años y ni siquiera era titular habitual en el Barcelona. Un canterano, en pocas palabras.

El pique entre Maradona y Messi, por tanto, viene de lejos, casi desde el inicio de la carrera del de Rosario: los dos son zurdos, pequeños, veloces y con un punto genial. Messi añade a todo eso gol y contundencia. 72 goles en menos de dos años. Maradona añade carisma y un Mundial. Liderazgo, si quieren. Las comparaciones de palmarés son un poco absurdas: por supuesto, el de Messi es excelente: 3 Ligas, 2 Copas de Europa, 1 Copa del Rey, 1 Mundialito, 1 Mundial Sub-20 y medalla de oro en los Juegos Olímpicos, estos dos últimos logros con Argentina, para los quejicas. A eso hay que sumarle un balón de oro, otro de plata y otro de bronce con 22 años.

Bastante impresionante.

Santi Segurola, referente del periodismo deportivo español, dice que Messi es mejor que Maradona porque ni siquiera Maradona era Maradona todos los días. Cierto, ya lo he dicho antes, la contundencia es patrimonio de Messi. Y la regularidad, desde luego. El problema son los plazos y ese no es un problema cualquiera: Messi es mucho mejor que Maradona con 22 años. Lo que hay que saber es si Messi será el mejor jugador del mundo durante seis o siete años como lo fue Maradona. Eso es lo que distingue a los cuatro grandes del resto. Di Stefano no fue el mejor un par de años. Lo fue durante todos los 50. Pelé dominó los 60 de cabo a rabo. Cruyff revolucionó los 70 y ganó ligas fumando como un carretero y con 35 años en el Feyenoord, ya casi retirado.

Maradona apareció en Europa como el fichaje más caro de la historia en 1982 y todavía en 1990 estaba llevando a la selección argentina, prácticamente él solo, a la final del Mundial de Italia. Ese año, o el anterior, había ganado la liga con el Napoli. ¡El Napoli! Una especie de Getafe italiano, que nadie se sienta ofendido.

Ese es el reto de Messi para poder aguantar la comparación. Que es el mejor del mundo ahora mismo no cabe duda. No solo por sus goles y sus jugadas eléctricas sino por su sentido del juego colectivo: combinación, pase, táctica, posicionamiento en el campo... lo que hace con balón y sin balón. Pero si quiere ser mejor que Maradona tiene que ser igual de consistente el resto de su carrera. Tiene que deslumbrar en un Mundial, lo gane o no -la Holanda de Cruyff no ganó el Mundial del 74, pero ¿quién se acuerda de eso?- y seguir dominando Europa.

¿Lo conseguirá? Yo creo que sí, pero si me hubieran preguntado lo mismo sobre Ronaldinho hace cuatro años, mi respuesta también habría sido afirmativa. Hace tres meses tuve que ver goles hasta vomitar para establecer los diez mejores de la década. Y eso que yo ni siquiera pensaba que la década se acabara en 2009. Repasando me di cuenta de lo enorme que había sido Ronaldinho en esos cuatro años mágicos que fueron del Mundial de 2002 a la Champions de 2006.

Messi ya tiene dos referencias: la positiva y la negativa. Las dos muy cercanas. Dejemos que el tiempo decida.

El Escritor, de Roman Polanski

Siguiendo con la dinámica del refrito, tan eficaz en Nocheviejas, huelgas generales y cuadros de agotamiento, copio aquí mi reseña de "El escritor" que también encontrarán en este enlace de la revista Notodo.com

La teoría de la conspiración como forma de pensamiento político y social ha dado para muchas películas: la gran mayoría, mediocres y aceleradas. Alguna, como El escritor, absolutamente soberbia. Polanski da una auténtica lección de cómo hacer un thriller mezclando una supuesta ficción con política y realidad. Nada nuevo en el cineasta francés de origen polaco, de acuerdo, pero no deja de sorprendernos con cada nueva entrega. El escritor (The Ghost Writer en inglés, es decir, literalmente, “el negro”) empieza con algo sumamente banal: un escritor de autobiografías a sueldo es contratado para redactar el confuso manuscrito que resume la vida de un ex presidente británico. El anterior encargado ha aparecido muerto en un accidente. Quizás un suicidio. A partir de ahí se empiezan a complicar las cosas y uno se siente como el protagonista, preguntándose: “¿Dónde demonios me he metido?”

Las similitudes con la figura de Tony Blair y la guerra de Irak son inevitables pero por otro lado están insinuadas con bastante sutileza. Es decir, todos sabemos que ese ex primer ministro tan americanófilo solo puede ser Blair, pero por otro lado el personaje de un magnífico Pierce Brosnan es tan distinto en carácter y formas al original que la película en ningún caso roza el panfleto reivindicativo. Es cierto que las distintas vías investigadoras se acaban liando un poco al final, pero a ese final llegamos tan entusiasmados que realmente nos da igual. Es una película de las de disfrutar con la boca abierta y pegados al asiento. Otra buena noticia: Ewan McGregor, un actor que a veces deja dudas, está realmente soberbio aquí, más relajado, más tranquilo, más actor, en definitiva.

Tampoco se puede evitar un cierto morbo e ironía al ver una película de Polanski hablando sobre los Estados Unidos y sus tejemanejes, pero ya decimos, el morbo, la ironía, la reflexión política no dejan de ser una parte más en un engranaje muy completo. No están concebidos como fin sino como medio y eso se agradece mucho.

jueves, marzo 25, 2010

"Tesis" y "Tierra"




El cartel con la cara angustiada de Ana Torrent reflejada en una pantalla de tonos azul y blanco estuvo en el Metro durante meses. Era la primavera de 1996 y a mí eso de "Tesis" no podía sonarme más que a dialéctica hegeliana. Por supuesto, ni conocía al director ni había oído hablar de la película. Eso hasta los carteles y el llamado "boca a boca". Creo que ya he dicho antes que, con 19 años, nuestro gusto por el cine español era escaso. Donde estuviera una buena película serbocroata o algún ciclo de la filmoteca...

T. y yo fuimos a ver la película con ese punto irritante de superioridad moral adolescente, en plan "a nosotros no nos la dan con esto". No sabíamos ni de qué iba, pero, bueno, si el Fotogramas se empeñaba... Y vaya si nos la dieron. Nos la dieron en toda la cara. Al instante, como pasó con "El día de la bestia", nos dimos cuenta de que algo serio estaba cambiando. Algo que cambiaba a su vez nuestros propios esquemas, es decir, a nosotros. Una película española de suspense, aquel plano-contraplano maravilloso en el que Ana Torrent y Fele Martínez están escuchando cada uno una canción distinta mientras se miran, las apariciones de Eduardo Noriega cámara en mano en la habitación de la chica, esa pelea final en la que no sabes exactamente quién es el malo y quién no. Por último, el eslogan, magnífico: "Me llamo Ángela. Me van a matar", y la clásica parsimonia de los perversos en los momentos clave. En este caso la de Xavier Elorriaga, rescatado y luego de nuevo desaparecido.

A mí lo que más me sorprendió, he de reconocerlo, es la pelea final que comentaba antes. Yo era muy listo. Yo iba de listo. Y me impresionó que "el niño Amenábar" fuera más listo que yo. Que no tuviera ni idea de por dónde iba a ir el giro: si el chico del buen rollo en realidad sería un asesino en serie o si el chulito guaperas en realidad sería un galán salvador. A partir de ese momento, la fiebre: "Himenóptero" y demás cutreces de la Complutense. El resto es historia.

Un par de meses después, si llegó, vimos "Tierra", de Julio Medem. Es complicado que dos de las mejores películas del cine español se estrenen con meses de diferencia. "Tierra" era otra cosa, pero ya lo sabíamos porque habíamos visto "La ardilla roja" y "Vacas". "Tierra" era un derroche de complicidad y sutilezas. Pedantería, en ocasiones, pero una pedantería tan talentosa. Era Carmelo Gómez en cada plano y es complicado que alguien me convenza de que hay una actuación mejor, en cualquier película de cualquier nacionalidad, mejor que la de Carmelo Gómez en "Tierra". Quizás alguna cosa de Al Pacino o de Eduard Fernández.

"Tierra" tenía un final parecido: no había manera de saber con qué chica se quedaría al final. Yo creo que todos esperábamos que fuera Silke. Si lo piensas bien, Emma Suárez no dejaba de ser una pobre viuda con un niño y un abuelo a su cargo, así que igual le venía mejor un Carmelo Gómez. Pero nosotros nos enamoramos de Silke y de aquella fabulosa y torridísima escena de sexo donde ambos juegan a correrse sin tocarse.

Una vez una chica me dijo que eso era posible, pero esa chica decía unas chorradas enormes.

Silke. Esto me recuerda a que tendría que haber hablado de "Hola, ¿estás sola?" 1996, también, si no me equivoco. No voy a abrir otra ventana para mirarlo. Debería haber hablado de Álex Angulo y Candela Peña y de "Airbag", aunque fuera un año posterior, con su "tortilla rusa" y su Albert Pla haciendo de sacerdote con móvil -por entonces, entiéndalo, una excentricidad-, pero si me pusiera a eso, ¿dónde acabaría? En Alberto San Juan, en Paz Vega, en Maribel Verdú y Antonio Resines rescatados para "La buena estrella" o incluso, retrocediendo, en "Jamón, jamón" y ahí ya nos dan los Oscars y les aburro a todos ustedes.

No es plan.

miércoles, marzo 24, 2010

La agresión a Berzosa y la misión de la Universidad


El rector de la Universidad Complutense, Carlos Berzosa, se sorprende e indigna de la actitud de algunos de sus estudiantes matriculados. Realmente, es para indignarse: parte de la manifestación en protesta por algo convocada por algún alguien acabó en la agresión, zarandeo y escupitajo masivo al rector en cuestión. No creo que haya nada defendible en ello por mucho que los instigadores de la cosa hagan un inusual acto de contricción y digan cosas tan bonitas como "sólo fueron unos 30 estudiantes de los 350 que se manifestaban ayer los violentos, y que éstos no representan a la mayoría".

¡30 estudiantes! Me acuerdo cuando los actos aislados eran cosa de uno, dos o tres vándalos. Ahora "las minorías" se miden porcentualmente. Apenas un 10% de los convocados defienden el escupitajo y el zarandeo como modo de protesta.

No voy a entrar en el rollo cebolleta de decir que los jóvenes de ahora han perdido la cabeza y que en mis tiempos, bla, bla, bla... En mis tiempos también creíamos que todo se nos estaba permitido y éramos unos niños mimados y si había que insultar y tirar huevos y escupir a alguien por causas como, por ejemplo, que la calefacción estaba demasiado alta, lo hacíamos. Basta con ver "Desmadre a la americana" para comprobar que el trato a la autoridad universitaria nunca ha sido ejemplar.

Lo que me sorprende es la sorpresa de Berzosa. ¿En qué clase de burbuja vivía? Las universidades de todo el país se han convertido en las últimas décadas en semilleros del odio. Odio alentado por determinadas asociaciones y por determinados complacientes profesores que ven en el apoyo de la muchachada una plácida manera de ocultar sus carencias académicas. La universidad ya no tiene nada que ver con respeto ni con saber ni con pluralidad de ideas. Puede que a alguien le interese eso, pero básicamente es doctrina, doctrina y doctrina. Luego llega Ibarretxe y le llaman fascista, llega Rosa Díez y hay que suspender el acto "porque no se puede garantizar su seguridad", llega Aznar y acaba levantando el dedo y en mis tiempos llegaba Felipe González y de "asesino" la cosa no bajaba.

En fin, que a la universidad ya no se va a escuchar ni mucho menos a aprender. Se va a hablar, gritar y soltar adrenalina. A demostrar. ¿Qué me van a enseñar si ya tengo 18 años? Que me escuchen ellos a mí ahora. Por supuesto, eso ha sido tolerado y agitado por los Berzosa de turno. Ahora que estamos de aniversario les recomiendo que echen un vistazo a este post sobre las últimas elecciones a rector en la propia Complutense y la maravillosa invitación a la "calimochada-concierto" entendido como acto electoral.

Berzosa, a lo Martin Niemöller, se sorprende de que ahora vayan a por él y anuncia expulsiones. No las anunció antes. Antes hacía campaña por Zapatero -era miembro de la Plataforma de Apoyo a Zapatero famosa- y pedía talante y debate. Hasta que le escupen a uno, claro. Más gracia aún me hace la reacción de los estudiantes: piden perdón. Perdón al profe. Ay, si es que son como niños... Al menos, John Belushi ante ese tipo de amenazas tenía clara la solución: hacer otra fiesta-toga.

Cuatro años después


El primer post de este blog
se escribió el 24 de marzo de 2006, es decir, hace cuatro años. Caben aquí todos los tópicos del tipo "quién me iba a decir a mí...", "cómo pasa el tiempo, qué bárbaro" o "no somos nadie". Los tópicos son redundantes pero no casuales, siempre esconden algún tipo de verdad.

En fin, que estamos de cumpleaños feliz: cuatro años, 2114 entradas publicadas; 337.000 páginas vistas y 250.000 visitantes únicos.

A eso añádanle el tiempo y el dinero que me he ahorrado en psicólogos, así que muchas gracias por estar ahí y recuerden que siempre están a tiempo de repasar entradas antiguas, mucho más animadas que estas últimas, o incluso acudir directamente a la recopilación que hay en mi página web www.guilleortiz.com

Un saludo y a por otros cuatro años (otro tópico).

lunes, marzo 22, 2010

Despedidas, sueños y hospitales

Mi abuelo me recogía en Alfonso XIII y cogíamos la línea 4 hasta Argüelles. Tengo pocos recuerdos de aquello, solo frases sueltas. Por ejemplo, en 1986, el Real Madrid jugaba la final de la UEFA contra el Colonia, un equipo de la ciudad alemana. A mí lo de "colonia" me hacía mucha gracia y bromeaba con el abuelo como bromea un niño de nueve años, "Se llaman Colonia, abuelo, seguro que huelen todos muy bien". Yo no sé si esos chistes le hacían gracia. Sí sé que me quería mucho. Sé que me ha querido mucho todos estos años e incluso esta mañana, cuando me miraba con cara de resignación, como si quisiera decirme algo más y no pudiera.

Alguien me preguntó hace poco si me despedí de mi abuela y yo no supe qué contestar. Supongo que es complicado determinar la palabra "despedida". No le cogí la mano y le dije algo parecido a "adiós". No mientras ella estuvo consciente. Cuando estuvo inconsciente se lo dije mil veces, me despedía cada mañana. Y cada tarde. Y antes de la inconscencia, bueno, le cogía la mano también, pero no me atrevía a despedirme. Me parecía incluso insolente: matar a la gente antes de que se muriera.

En cualquier caso, a mi abuela me la he encontrado en sueños mil veces después, y creo que todo eso se ha arreglado y el que no crea que los sueños dicen la verdad se está perdiendo una parte importante de la vida.

Por ejemplo, yo con mi abuelo he soñado solo dos veces, creo: la primera fue hace dos semanas, él tenía algo parecido a un desmayo, estaba muy pálido, muy malito y nadie le hacía caso y yo llamaba a ambulancias y taxis y me agobiaba y no había manera. Al día siguiente mi padre me llamó y me dijo que le habían ingresado por unos dolores. Por supuesto, sabía que mi abuelo tenía algunos dolores, pero nada hospitalario, es decir, seguía una cierta rutina y al fin y al cabo me había visitado a mí al hospital apenas un mes antes.

Esta segunda vez el sueño era diferente. Era plácido. Caminábamos por una ciudad que era Madrid pero en desorden. Una cuesta enorme y el Puente de los Franceses, otra cuesta enorme y la cruz del Valle de los Caídos. Todo muy Dalí. En vez de que él me llevara a mí, como cuando era pequeño y bajábamos por las colinas del Clínico o visitábamos el Tribunal Constitucional, yo le llevaba a él, le ayudaba a subir escalones y sentía una paz enorme.

Naturalmente, a la hora de despertarme mi abuela llamó: las cosas habían empeorado.

No sé si me despediré de mi abuelo. No sé si me he despedido esta mañana, por ejemplo, cuando le he cogido la mano y le he mentido "ahora vuelvo, voy a comer, ahí, a aguantar, tú tranquilo". No sé si preferiré una despedida más dramática, también al borde del coma. Supongo que uno se despide cuando decide que su última frase es eso: la última.

Tengo miedo, si les soy sincero.

Pero creo que él lo entendía, y si no lo entendía hoy, esta mañana, mientras luchaba por atrapar el oxígeno, seguro que me viene a contar dentro de unos días en algún sueño que sí, que lo entiende y que está bien, que no me preocupe. Y luego nos iremos a dar una vuelta, claro que sí, como debe ser.

sábado, marzo 20, 2010

Cuando éramos reyes

Una capacidad infinita para la nostalgia. Ese es mi principal activo. Como el actor que rueda una escena y pasa inmediatamente al monitor a ver cómo ha quedado. Estamos en el bar Antorcha, calle Pez: B., Álida, Hache, Juan Diego Martín, un amigo suyo parisino y encantador, y Santiago de Lucas, aparición fugaz y eléctrica, como es habitual. Juan Diego me dice "te has vuelto muy nostálgico últimamente", refiriéndose al blog y luego le explica a su amigo de qué está hablando utilizando un montón de elogios.

No me sonrojo, no crean. Yo soy muy capaz de abrumar a su vez a Juan Diego: "Cómico bueno, cómico muerto", ese descubrimiento casual cortesía de Ana Boyero, se ha ido convirtiendo con el tiempo en una auténtica maravilla: un aluvión de risas incontroladas, incluso entre los que ya hemos visto la obra varias veces.

En fin, la melancolía, a eso iba. Las niñas hablan de sus cosas. Las niñas son terriblemente jóvenes y nosotros no sabemos lo que somos y lo que no. En el Sideral, tiempo más tarde, suena "Creep" y yo intento explicarles todo lo que explico en otros lados, pero supongo que sueno reiterativo. ¿Más explicaciones? "Yo recuerdo todo aquello (mi adolescencia) como una época feliz y divertida, pero cuando me pongo a pensar y escribir, realmente no entiendo por qué".

No hay que irse tan atrás. En la barra del Colonial, última etapa de una noche improbable -"una semana en la vida de Guille Ortiz", dijo Fer cuando le conté mi rutina enloquecida de lunes a jueves- nos ponemos a recordar otra vez todo lo que pasó hace cuatro años y medio. Ya he dicho que somos unos actores algo presuntuosos, así que, aquellos primeros meses, recordar en barras de bar el pasado era algo habitual. Incluso escribir libros al respecto.

Éramos tan felices, éramos tan felices...

Cuatro años y medio después, algunas cosas suenan directamente increíbles, suenan a canción de Lichis: "No sé quién soy, no sé quién fui, a veces pienso en los lugares donde dices que estuve, ¿llegamos alto?, ¿con las estrellas?, ¿me confundí entre ellas?" Solo que, por un momento, nos da la sensación -me da la sensación, no voy a extender gratuitamente mis ataques megalomaníacos- de que las estrellas éramos nosotros. Noches de Warhol´s y Honky. La sensación de que todo nos estaba permitido todo el rato y éramos nuestros propios iconos.

Reyes. Éramos reyes. Fuimos reyes. Durante meses y años. Y resulta que se nos había olvidado, qué pena. Justo a nosotros que no conseguimos olvidar nunca nada. Somos impulsos de voluntad, agotadores impulsos de voluntad inocente: de la noche a la mañana, por ejemplo. decimos "Quiero hacer un cortometraje" y la siguiente copa de JB te la bebes como cortometrajista.

Toma buena.

Yo escribí hace tiempo un relato -el relato de la Chica Langosta, precisamente- que terminaba: "El rey estaba dolido, de acuerdo, pero seguía siendo el rey". Y así, entre canciones mexicanas y cambios de temperatura va avanzando el sábado.

viernes, marzo 19, 2010

Pedro Guerra- Peter Pan

Detestaba "Contamíname" con todas mis fuerzas, pero escuchaba una y otra vez "El marido de la peluquera" y "Peter Pan". Esta última canción me parecía claramente generacional, todos esos niños negándose a crecer y llenos de rabia y melancolía. Luego descubrí que era, sin más, un retrato de algo que podría ser Libertad, 8, lo supiera Pedro Guerra o no.

Eran tiempos de cantautores, después de muchos años. Cantautores comprometidos como Ismael Serrano, románticos como el propio Guerra, extraños como Javier Álvarez y una mezcla de todo al estilo Tontxu. Supongo que el éxito de Rosana y Manolo Tena, pocos años antes, tuvo que ver en todo esto. La industria funciona por empujones y muchas veces es complicado determinar la fuerza de partida.

En cualquier caso, a mí los cantautores no me gustaban nada. Ni me emocionaban las historias de grises y persecuciones antifranquistas ni el Risk me pareció nunca un motivo de nostalgia ni entendí nada de lo que hacía Javier Álvarez, salvo la evidencia de que no quería estar ahí bajo ningún concepto. Posiblemente, fuera el que mejor me caía de todos.

Musicalmente, ya digo, me quedaba con Pedro Guerra. Escuché "Golosinas" unas cuantas veces, la mayoría en Moralzarzal. Debutar con un disco en directo me pareció una idea prodigiosa. El chico cantaba bien y era feo y yo siempre he tenido un extraño sentimiento de pertenencia con la fealdad, aunque solo sea porque dentro de la fealdad uno se siente cómodo: nadie espera nada de un feo. Me tranquilizaba. Algo parecido a lo que me pasó con Antonio Vega años antes. Tenían un punto tristón, pero no agobiaban, se limitaban a hacer compañía.

El segundo disco tenía una canción prodigiosa: "Debajo del puente". El resto me aburrió solemnemente o quizás el aburrido e inapetente era yo. Pedro Guerra paseaba por la Feria del Libro y hacía campaña por IU, que no dejaba de ser mi partido. Había afinidades estéticas muy obvias. Yo, por entonces, no sabía nada de Libertades ni de Búhos Reales ni de Zanzíbares. Mi primer concierto de ese tipo fue en 2001, que una amiga me llevó a ver a Bebe antes de ser Bebe.


Hay que entenderme: los chicos de la guitarrita se llevaban a las chicas con las que yo soñaba en el instituto y en la universidad, ¿tenía además que comprar sus discos? Hice un par de intentos muy baldíos: mi hermano lo intentó pero los dos nos desesperábamos. No tengo dedos para cejillas. Aprendí "Line up", de Elástica, "Father to a sister in thought", de Pavement y el principio del bajo de "Come as you are", de Nirvana. Ni Pablo Milanés, ni Silvio Rodríguez ni Joan Manuel Serrat. Así era imposible.

Si las chicas acababan por irse conmigo, desde luego no sería por la música, así que me dediqué a otras cosas. A muchas otras cosas. Un francotirador apuntando en todas las direcciones.

miércoles, marzo 17, 2010

El fichaje de Alberto Herreros


Por supuesto, sabíamos que el dinero existía pero también algo parecido a "ideales" o "valores" o como lo quieran llamar. Éramos adolescentes y nos arrogábamos la exclusiva, además: lo que nosotros defendíamos, aquello en lo que nosotros creíamos era lo único que realmente era defendible. Fuera de nosotros solo había dioses y bárbaros.

Por ejemplo, éramos del Estudiantes, y aquí el verbo "ser" adquiere todo su protagonismo. No es que nos gustara que ganase el Estudiantes sino que vivíamos dentro del club: los fines de semana no quedábamos ni en la Avenida de Brasil ni en Green, ni en Moncloa ni en Argüelles ni en Malasaña. Quedábamos en el Palacio de Deportes y luego ya veríamos. Normalmente la procesión era Palacio-Malasaña, pero podía variar. Los partidos del Estudiantes se convirtieron en mucho más que partidos de baloncesto. Eran actos sociales. Éramos los mismos chicos del instituto justo antes de ser los chicos tristes de pantalones rotos y voz rasgada en bares oscuros con música de Stone Temple Pilots.

Los ritos de apareamiento empezaban ahí, mientras Alberto Herreros metía un triple tras otro en el entrenamiento y nosotros le cantábamos: "Alberto, un templo, para seguir tu ejemplo" o "Al-ber-to, uno-due-tre". Es lo más parecido que he tenido nunca a un ídolo deportivo. Y lo bueno es que le veías pasear al lado de las canchas de la Nevera, rumbo al gimnasio o al entrenamiento y se te quedaba mirando un rato, a ver qué tal los chavales.

Herreros formaba parte de nuestra escala de valores. En lo más alto. Era uno de los nuestros, un rebelde, un tipo capaz de irse a ver al Atleti a Zaragoza en aquella final de Copa con gol de Pantic en la prórroga. Herreros era la barrera frente al mal y el mal, como todo el mundo sabe, es el Real Madrid.

El Real Madrid de los miles de millones de pesetas y las peleas antes y después de los partidos. Los ultras y los Ojos del Tigre. Clifford Luyck y Sabonis y nosécuántas Copas de Europa. Nosotros rozamos la gloria en 1992, que nos fuimos a Estambul Chim-Pum y ganamos una Copa del Rey con John Pinone como MVP. Al día siguiente se suspendieron las clases. Fuimos todos al Magariños a recibir al equipo y celebrar con ellos. Todo por una Copa del Rey, así éramos nosotros.

Nosécuántas Copas de Europa frente a una Copa del Rey, esa era la comparación odiosa.

Pero nosotros éramos más felices. Como las familias a las que no les toca la lotería. Teníamos salud, juventud, alegría... y Alberto Herreros. El capitán. Eso hasta que el capitán se cansó. Los rumores fueron en dos direcciones: 1) no le pagan lo que le deben, 2) Azofra le ha levantado la novia. Este último rumor, como ven, es muy de instituto pero no saben hasta qué punto la Historia se puede mover por que alguien le ha quitado la novia a alguien. Desde Agamenón a nuestros días.. ¿Para qué quiere uno el dinero, el poder, etcétera si no es para echarse una buena novia, al fin y al cabo?

En fin, que Herreros dijo que cruzaba al lado oscuro. No se lo pusimos fácil. Tuvo que venir la Federación, la ACB, toda la prensa madrileña y el ínclito Lorenzo Sanz con un cheque obsceno para poder llevárselo. El primer partido que jugó fue en el Palacio contra el Estudiantes. Sus triples no tocaban aro, salió derrotado y medio llorando. No fue una tendencia, desde luego, pero aquella fue nuestra última victoria. Poética, si quieren. Estética.

Pero victoria.

martes, marzo 16, 2010

Roberto Bolaño- El Tercer Reich

Copio por su interés mi reseña de "El tercer reich", obra póstuma de Roberto Bolaño, publicada en este enlace de CulturaMás, la próxima gran referencia de la cultura en Internet.
Cuando un editor encuentra misteriosamente el manuscrito perdido –pero entero- de un escritor muerto siete años antes, es normal que surjan desconfianzas. Sobre todo si hablamos de un escritor como Roberto Bolaño, es decir, un escritor profesional con una larga y doliente trayectoria de rechazos editoriales durante gran parte de los años 80 y un éxito arrollador de 1997 en adelante.

Es raro que ni el propio Bolaño ni su familia ni ninguno de sus editores recordaran durante esos años felices que había un gran libro escrito desde 1989 y que nadie había publicado aún. El libro debe de ser muy malo, piensa el crítico cuando oye la noticia. Si Bolaño hubiera escrito una gran novela en 1989, alguien se la hubiera publicado en vida. No digo en aquel momento, caído en desgracia de manera incomprensible, pero sí en alguna ocasión posterior. Tampoco es que todo lo publicado por el chileno durante sus últimos años fueran obras maestras, precisamente.

El primer objetivo de esta crítica es disipar la duda: El Tercer Reich es una novela maravillosa. Compite con las mejores obras de Bolaño y resiste las comparaciones. Una novela intensa, misteriosa… la historia de un derrumbamiento personal en medio de un escenario de hoteles, bungalows, campings y playas de la Costa Brava. Udo Berger, el protagonista, es un personaje impulsivo, lejano, obsesivo, enloquecido. Un hombre que empieza la novela como un turista en busca de su infancia y acaba envuelto en ese universo lumpen que tanto agradaba a Bolaño: bares de mala muerte, personajes de reputación dudosa, madrugadas imposibles…

Ya en 1989, el chileno era un narrador excelso. Su estilo es tremendamente inquietante y directo. Sin concesiones. Dos frases, punto. Dos frases, punto. La atmósfera recuerda por momentos al mismísimo Faulkner: esa prodigiosa manera de ocultar, de conseguir que el lector siempre intuya que está pasando algo terrible pero nunca sepa el qué. Sientes la amenaza. Si el protagonista enloquece, a la fuerza tú enloqueces con él, ni antes ni después. No ves venir ningún golpe.

Las novelas de Bolaño son angustiosas y crueles. Tremendamente adictivas. Pocos escritores tienen esa capacidad para meter al lector en la historia sin forzarle en ningún momento, solo con una bajada de gafas y un gesto tranquilo que parece querer decir “ven”. El Tercer Reich no es una excepción. Durante más de 300 páginas, el lector es Udo Berger, con sus manías, sus recelos, su paranoia, su juventud demacrada, sus jugueteos de turista alemán hastiado, su Tercer Reich –así se llama el juego de rol que da nombre al libro, una especie de “Risk” con reglas improbables- desplegado en la habitación sobre una mesa gigante.

Obviamente, el derrumbamiento de Berger y el del ejército alemán forman un símil, pero lo bueno es que en ningún momento se hace explícito. Bolaño tiene siempre la delicadeza de no tratarnos como idiotas.

En definitiva, tenemos que aceptar el misterio. El misterio que rodea ese hotel sórdido de algún punto de Girona o Barcelona y el misterio editorial: ya nos hemos acostumbrado a que los libros no se publiquen cuando deben, es decir, no choca que Bolaño no consiguiera publicar en 1989 su novela por muchos merecimientos que ésta tuviera. Sí sigue llamando la atención que la novela, la excelente novela, permaneciera oculta durante 21 años, como si alguien se avergonzara de ella.

Como si fuera mejor dejar cerrados algunos cajones, quién sabe por qué.

Yo, desde luego, no.

Interino en Barajas

Suena el timbre y a las ocho décimas se abre la puerta y se oye el griterío. Tras la ventana, dos chicos con equipación verde y negra juegan a algo parecido al baloncesto. Esto es el IES Alameda de Osuna, donde se aloja la extensión de la EOI Ciudad Lineal. Es divertido, volver al instituto y que la gente se cuele en el aula a "buscar su estuche". Los chicos de secundaria tienen Junta de Evaluación, se acercan las vacaciones.

Sucesión de coincidencias: nos llamaron a ocho para todo Madrid y dos de ellos éramos M. y yo. M. fue mi novia un tiempo. Nosotros nos llamábamos novios aunque visto desde una distancia los dos estábamos de acuerdo en que tampoco fue para tanto. Nuestro último encuentro romántico tuvo lugar a unos metros de aquí, en casa de sus padres. Paso por delante con el 115 cada ida y cada vuelta. El video-club donde alquilamos "El club de la lucha" sigue ahí, indemne.

Sustituyo a una chica que se llama igual que la Chica Langosta. Mismo nombre, mismo apellido. No tiene ningún mérito. Mérito tendría llamarse exactamente igual que M., por ejemplo, pero las langostas es lo que tienen, que están por todas partes.

Mi aula tiene un ordenador personal y un cañón para poner vídeos de Nadal hablando inglés. Nadal es mi mayor activo pedagógico, una fuente sin fin de errores en inglés. Lo ideal para la autoestima de un estudiante. Nadal está reflejado en la pizarra y fuera se juega un partido entre chicos de verde -sospecho que son los locales- y chicos de naranja. El entrenador de los chicos de naranja se desespera y esgrime una pizarra con rotulador. Los niños tienen 11 años, aproximadamente. No lo hacen mal. De hecho, el equipo de verde mete su primera canasta avanzado el tercer cuarto.

Pero el entrenador... ah, el entrenador sigue pidiendo tiempos muertos y agitando su pizarra. No sé si le hacen caso. Los alumnos son encantadores, como casi siempre. Me gusta dar clase a gente así, lo reconozco. Hablan y bromean entre ellos y me miran como se mira al nuevo hasta que se les pasa y ya me miran como se mira a un profesor que te cae bien. O eso quiero pensar.

Luego, a las 9 pasadas, cojo el 115 de nuevo y atravieso un barrio y una carretera nacional y una infinita nostalgia. En Sol, cantan Pablo Ager y VaiVencida, la chica que se parece a Russian Red y canta como Zahara. Si cierras los ojos, es Zahara, y esto pretende ser un piropo. Algunos reencuentros y un gran cansancio, como es lógico. La mañana la pasé, casi entera, en la oficina del INEM, recopilando papeles de la letra A y la C, por si acaso.

INEM + Portal del Escritor + Reseña de Jordi Carrión + Barajas + Nostalgias y Casualidades + Chica que se parece a Zahara + Excelentes Noticias = Cansancio Extremo, entiéndanme.

Y al día siguiente, como suele suceder, la cosa no ha mejorado.

El día siguiente, como suele suceder, es hoy.

"Do not disturb", seleccionado en Medina del Campo

Si lo que pone aquí no resulta ser una errata -y rezo por que no lo sea-, mi primer corto, co-dirigido junto a Pedro Rodrigo estará en Medina del Campo en la sección de vídeo dentro de los proyectos de Castilla y León -Pedro es salmantino y la productora está ubicada también en Salamanca-. No tengo muchas fuerzas para elaborar al respecto pero me parece casi un sueño, trabajar tanto y que al menos esté ahí, proyectado, junto a tantos nombres enormes del mundo del cortometraje... Una gran responsabilidad pero una gran alegría, la verdad. Gracias a todos los que lo hicisteis posible.

sábado, marzo 13, 2010

Dani Flaco y Sarita


No siempre tengo tiempo para ser brillante y entretenido, eso ya lo saben. A veces, uno se conforma con poder informar un poco y sugerir cosas. Por ejemplo, aquí va este par de recomendaciones:

- Dani Flaco ha sacado su tercer disco.- Hace tiempo que no se habla de Dani aquí, al menos no como músico. Si no me equivoco, ha tardado aproximadamente dos años en sacar disco y tampoco iba a estar haciendo una crónica de cada concierto suyo en el Búho Real. Sería agotador. El tercer disco se llama "Secretos de sumario" y por lo que he oído tiene una pinta estupenda. Dani, desde luego, está eufórico, convencido de que es algo completamente distinto a lo que ha hecho antes.

Bueno, "completamente distinto" es exagerar, digamos que es más "heterogéneo".

Las canciones tienen un punto más duro, más rockero, más valiente. Ahí se nota la producción de Pepo López, el huracán de Gavá, que acompañó a Dani en la presentación de Madrid del pasado jueves, conjuntivitis incluida, y que aparte de ser un fabuloso guitarrista y productor, tiene también su propio disco en el mercado, grabado, cómo no, en el mítico Hotel Lichis. De hecho, hubo tiempo para que cantara una de sus canciones con Conchita. En directo, el disco sonó muy bien, con dos guitarras y percusión; el Búho estaba bastante lleno -en torno a las 75 personas, diría- y supuso una excelente oportunidad para volver a ver a Mai después de mucho tiempo. Es muy complicado ser más mona que Mai Meneses. Muy complicado. Inténtenlo, jóvenes, supérense.

También estuvo Hanna. Madrid y sus contrastes, ya saben.

- "Strange Days" presenta "Sarita" el próximo miércoles.- Fíjense si soy cultureta y bohemio -¡que no podría yo ser menos bohemio!- que hasta me sé la programación de los grupos universitarios de teatro. A veces, me detesto, y lo digo en serio. El caso es que la compañía Strange Days, formada por alumnos y miembros del Departamento de Literatura Inglesa de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid (vaya hartada de mayúsculas), estrenará por fin el próximo miércoles a las 6 de la tarde en el Paraninfo de la citada facultad la obra "Sarita", de Maria Irene Fornès.

Ayer estuve en el ensayo general porque el estreno me pillará currando y la verdad es que me encantó. Me parece increíble que la gente pueda dejarse los nervios y el tiempo libre en proyectos tan apasionantes y a la vez tan aparentemente futiles como una obra de teatro. Dirigida por Ana Fernández-Caparrós y David Yagüe, "Sarita" nos cuenta los problemas y caprichos de una adolescente latina en el Bronx. Los actores, especialmente Natalie Gómez, están soberbios y la puesta en escena no deja nada que desear a las de compañías con intención profesional.

De hecho, me quedé sorprendido. Como tampoco me parece justo engañar a nadie, diré que la obra está en inglés. En cualquier caso, es un excelente plan si les gusta el teatro o si quieren impresionar a ese chico/chica al que quedaron en "llamar si eso" cuando hicieran algo interesante. Aquí tienen algo interesante, aprovéchenlo.

viernes, marzo 12, 2010

You only get what you give



Además de las canciones rencorosas, me gustaban las canciones entusiastas. Como decía en el anterior post, los finales de los 90 se llenaron de canciones entusiastas y presidentes de los Estados Unidos bailando en las gradas. Don´t give up, you´ve got the music in you cantaban los New Radicals, y yo, con mi tendencia a rendirme e inmediatamente decir "No, para adelante" me veía perfectamente reflejado y buscaba ese ritmo que estaba dentro de mí e imaginaba en qué podía consistir el cambio de edad, de situación.

Los post-adolescentes, ya universitarios, tiraban hacia Huertas o La Latina. A mí, sinceramente, no me gustaban esos sitios porque me hacían sentir demasiado mayor. Incluso con 21 años, uno se podía sentir demasiado mayor bailando pachanga en Huertas. Normalmente, me quedaba en casa con T. o íbamos a cenar y al cine. No era divertido. Para ninguno de los dos. Yo, por ejemplo, fantaseaba con noches de fiesta y baile y copas y nuevos amigos y universitarias y charlas sobre Hegel y el principio de identidad, y vagaba por Cantoblanco con Dani y Agustín, escribiendo pequeños relatos sobre chicas con ojos verdes.

Pero, luego, cena y cine, o ni siquiera eso. Queríamos pensar que nos valía.

El problema era la música, como siempre. Si lo piensan bien, se darán cuenta de que el problema siempre es la música. El infinito abanico de posibilidades de cuatro minutos que te abren las canciones y desbarata cualquier conformismo rutinario. Don´t give up, you´ve got the music in you. Esa era la promesa, entonces. Nosotros, con 16 años, ya cerrábamos bares en Malasaña, ¿qué nos quedaba ahora? Volver a ser los tipos que algún día fuimos.

La canción era contagiosa, rítmica, llena de energía. Por casa ya paseaban las cintas de Sebadoh y Guided by Voices. A mí me gustaban una que decía "Sometimes I get the feeling that you don´t want me around" y otra llamada "As we go up, we go down" y que, con una alegría casi McCartneyana, empezaba: I can terrorise, I see terror in your eyes. Para mí, todo eso era la voluntad de poder. Perdonen que me ponga pedante, pero yo por entonces estudiaba a Nietzsche y a Schopenhauer en largos seminarios de tarde. La posibilidad de aterrorizar, igual que la posibilidad de seguir adelante, no rendirse, sentir el ritmo, eran embriagadoras.

Eso y Ricky Martin. No sé por qué no he hablado aquí antes de Ricky Martin, sus vídeos eróticos y sus bailes de cadera, coros de fondo casi tribales y gritos de "Allez, allez, allez".

Si se fijan, todo es parecido: entusiasmo de fin de siglo. Llámenlo "vida loca" o como quieran. Cuando recuerdo esos años, aparte de sentir una profunda melancolía insatisfecha y seguramente injustificable, me viene a la mente la canción de The New Radicals. Un "one-hit wonder", sin duda. No he vuelto a saber nada de ellos.

Lo dijo Prince quince años antes: "Tonight we´re gonna party like it´s 1999". Y eso era, 1999. Solo quedaba saber si estaríamos a la altura.

jueves, marzo 11, 2010

Cuando la derrota se convierte en una vergüenza



Por supuesto, la eliminación del Real Madrid ante el Olympique de Lyon es un fracaso. Eso sería imposible obviarlo. Uno no hace una revolución para perder ante el tercer equipo de Francia, un club en reconstrucción, a las primeras de cambio. Otra cosa es que algunas reacciones sean un poco exageradas, a mi entender.

La más clásica: el "vergonzoso" de los titulares. Yo vi el partido y no me pareció ninguna vergüenza. Vi limitaciones, por supuesto. Inaceptables, si quieren, pero inevitables también en el deporte: dos juegan y los dos no pueden ganar. Hay ratos que domina uno y ratos que domina otro. El Madrid tuvo un 66% de posesión y oportunidades claras. El Lyon cambió la táctica en la segunda parte y ahogó por completo a los centrocampistas del Madrid. Explotó todas las debilidades de Lass y Granero y maniató a Guti, que nunca pudo darse la vuelta con comodidad y planear el pase.

Si a eso le unimos el autismo de Kaká, la ansiedad de Higuain y la incapacidad de Cristiano Ronaldo de hacerlo absolutamente todo -aunque lo intentó y estuvo cerca de conseguirlo- nos encontramos con un empate, es decir, una decepción, una desilusión, un fracaso, lo que quieran.

Pero, ¿por qué esa necesidad de apelar a "la vergüenza? No sé si es algo solamente madridista o pasa en todos los equipos. Recientemente, el Barcelona cayó eliminado de la Copa del Rey y no creo que ningún culé lo celebrara pero... ¿vergüenza? El hecho de que el madridismo perciba la derrota como algo vergonzoso, humillante, una afrenta de jugadores y entrenador a sus aficionados me parece preocupante. Es imposible trabajar así. Cualquiera que haya visto el partido, sabrá que los jugadores fueron incapaces, especialmente en la segunda mitad, pero no indolentes.

A mí me gusta como juega el Real Madrid. Me gusta como juega a pesar de que la plantilla es un desastre, muy fácil de ahogar en el medio del campo. Que Pellegrini haya conseguido encontrar una fórmula de combinaciones y juego de ataque sin limitarse a las contras con los jugadores que tiene me parece asombroso. Sus resultados en Liga -una Liga, insisto, muy devaluada- así lo atestiguan.

Otra cosa es que esté de acuerdo con el concepto de equipo que tienen Florentino y Valdano. Los dos. La idea de fichar cracks de los demás equipos en vez de crearlos es absurdo y genera un bucle sin fin: el Manchester "crea" a Beckham y el Madrid lo ficha por una millonada, inmediatamente se sacan de la chistera a Cristiano Ronaldo y el Madrid vuelve a gastarse otra millonada. Ahora están Valencia, Rooney y Nani, ¿qué va a hacer el Madrid, volver a llegar tarde?

Hay muchos jugadores muy buenos en el mundo, más de lo que se cree. La diferencia entre un crack "mediático" y otro menos conocido es su capacidad de conexión con el público, es decir, no solo su carisma y abdominales, sino su juego y sus títulos. ¿Cuánto se devalúan las marcas CR9, Kaká o Benzema con la eliminación del Madrid? Incalculable. ¿Cuánto se promociona la marca Rooney por el hecho de tener un buen equipo alrededor? Lo mismo.

El problema del Madrid es que no tiene equipo ni voluntad de tenerlo. El entrenador lo intenta pero no le dejan. Ni desde dentro ni desde fuera. Es un espectáculo que roza el bochorno. Mientras se parta de que la victoria es obligatoria, una cuestión de honor, orgullo y Juanito, y la derrota algo inconcebible, humillante y personal, el sufrimiento está garantizado.

Y no creo que merezca la pena, honestamente.

Dani Mateo y el apocalipsis


El cómico descansa en la cocina del Hotel Senator, dando sorbos de una lata de Red Bull. A veces todo es tan glamouroso como eso: el público pide sus raciones y sus copas, ríe en medio de una música de jazz en un teatro enorme y supone que el actor está en un camerino maravilloso rodeado de luces y representantes.

Pero no.

Dani se sienta en una encimera metálica y cuando llego me sonríe y me abraza. Está contento. Eso es algo obvio y desde luego no tiene ninguna razón para no estarlo. La primera parte del monólogo, una mezcla entre su anterior espectáculo, "Tiempos modernos" y el que está en gestación, "El apocalipsis", ha enganchado a la gente y por la Chocita hay un ambiente de buen rollo generalizado, con parejas entrecruzando manos y sonrisas en la cara.

"La segunda parte te va a encantar", me dice, sobrio, como siempre, esa voz distintiva. El problema es que yo no me quedo a la segunda parte y se lo digo. Le digo que estoy cansado y que tengo que madrugar al día siguiente -es cierto, al día siguiente toca INEM y todo lo que eso conlleva-. Le digo también que ha mejorado muchísimo desde la última vez que le vi en directo, allá por 2007 en Galileo.

Es verdad.

Por entonces, Dani ya era gracioso, por supuesto, pero quizás un poco encorsetado en aquello del "humor inteligente". De madrugada, la gente se perdía en tanto giro y tanta referencia cruzada. A él se le notaba tenso, como si tuviera que defender algo en lo que creyera demasiado y se pusiera nervioso. Ahora no. Ahora, Dani mezcla juego y sabe aprovechar las ventajas. Los tres años en directo en una televisión nacional. La influencia de otro tipo de humor más directo, más de sketch, más, por así decirlo, Miki Nadal.

Si hay que decir "polla", se dice "polla" y dejamos a Bergman para más tarde. Aparte, ya lo he dicho, está contento y eso se transmite. Donde yo digo "contento" pongan ustedes "confiado" porque supongo que se puede estar terriblemente triste y aun así ser un excelente cómico. De hecho, abundan los tópicos al respecto. Pero cuando uno está confiado, haga lo que haga, ya ha recorrido la mitad del camino y Dani sabe que vale, que no es un tipo minoritario y que no tiene por qué tener miedo a ser ambicioso.

Lo sabe, bebe más Red Bull, un tipo esquiva al pinche y le dice: "Dani, dos minutos" y yo me despido con una entrevista bajo el brazo y un chiste dedicado. "De todo se aprende", dijo él, o algo parecido. Soy muy bueno tergiversando declaraciones.

martes, marzo 09, 2010

Laura no está



La Chica Langosta se llamaba Laura. Era divertido. Yo llamaba a su casa y su hermano me decía "Laura no está" y no advertía mi sonrisa. Recuerdo los últimos años de los 90 como una época divertida y hasta cierto punto vitalista. Tiempos buenrollistas, con su puntito Estopa, inicios del chill-out, Moby, Weezer, Supergrass, Mambo Number Five, algo menos de gravedad en las formas... Tampoco puedo darles demasiada información al respecto porque siempre he tenido la sensación de que a mí la segunda mitad de la década me pilló en otro lado, no sabría decir dónde.

I didn´t belong there.

Me hizo gracia lo de NEK, para qué engañar a nadie. Incluso me gustaba la canción porque era rencorosa y a mí me encantan las canciones rencorosas incluso las traducidas del italiano con peinado a lo Sting en los 70 y que son capaces de incluir frases tan maravillosas como "lo mucho que me duele este dolor". Que, puestos a ser cursis, y nadie se lo hubiera echado en cara, podrían haber traducido "lo mucho que me duele el corazón", por ejemplo.

Yo me aprendí la letra en italiano. Desubicado, puede, pero pedante, siempre. En italiano era más rencorosa y tenía todo sentido. Me enamoré de la última frase, ya dicha con un cabreo mayúsculo -yo le pido a un cantante que se cabree, se lo exijo, una canción rencorosa debe estar acompañada por un cabreo notorio, algo así como Alanis Morrissette en "You oughtta know"-, aquel "... mi dispiace, mà non posso... Laura c´è, Laura c´è". Comparen esa rotundidad del "Lo siento, pero no puedo, Laura está, Laura está" con la flojeza casi insoportable de "los besos que Laura me robó". ¡Cómo que te los robó si estabas encantado de dárselos, muchacho!

Yo siempre quise besar a una Laura y me pasé años hasta que lo conseguí. Un nombre que me estuvo persiguiendo como una plaga de langostas durante demasiado tiempo, arrasando con todo el pasado. Miraba hacia atrás un momento y no veía nada, no quedaba nada, sólo Laura. La chica del nombre langosta. La Chica Langosta. Si hay un hombre en este mundo que entiende a NEK, señores, ese hombre soy yo. Debe de ser como enamorarse de una Matilde y ser lector de Borges.

En fin, a lo que iba, yo llamaba y Laura no estaba y fantaseaba con vidas paralelas llenas de rencor y algo de esperanza. Siempre, en cualquier situación, se me puede reconocer porque soy el que está buscando una salida. Luego llegó Tiziano Ferro, pero dudo mucho que se tratara de la misma década. Tiziano Ferro era más guapo pero considerablemente más blando. Sí es posible que fueran los tiempos de Lunapop y "Qualcosa di grande". El pop italiano molaba. Macarrillas horteras con Vespas. Estaba bien. Ellos sabían, al menos, que componer consiste básicamente en ajustar cuentas.

domingo, marzo 07, 2010

Quiniela de los Oscars


No tengo Canal Plus, así que me temo que este año no veré los Oscars. En realidad, hace bastantes años que no veo los Oscars, aunque en mi juventud fuera una tradición arraigada, aún no sé por qué: la mayoría de las películas o no las habíamos visto o no nos gustaban. En fin, me lanzo al terreno de la intuición y mañana por la mañana, cuando me levante, comprobaré si efectivamente sigo sin tener ni idea de esto:

- Mejor película: "Avatar"

- Mejor director: James Cameron por "Avatar"

- Mejor actor: Jeff Bridges por "Crazy Heart"

- Mejor actriz: Sandra Bullock por "The blind side"

- Mejor actor de reparto: Christophe Waltz por "Inglorious basterds"

- Mejor actriz de reparto: Mo´Nique por "Precious"

- Mejor guión original: Quentin Tarantino, por "Inglorious basterds"

- Mejor guión adaptado: Jason Reitman, por "Up in the air"

- Mejor película en lengua no inglesa: Haneke por "La cinta blanca"

Supongo que todos los de efectos serán para "Avatar", un desastre de película, y puede que el corto de animación se lo lleve el español, que desde luego está a la altura. Mañana comprobamos.

sábado, marzo 06, 2010

Pepu Hernández y el DKV Joventut


Entrevisté a Pepu Hernández hace cuatro años y medio. Por entonces, él no había ganado un Campeonato del Mundo y yo ni siquiera tenía este blog. Comparen la trayectoria de cada uno desde entonces.

El caso es que "inventé" una entrevista a Pepu para poder conocerle. Convencí a mis jefes de El Semanal Digital de que estaría bien contar con las declaraciones del nuevo seleccionador de baloncesto y quedamos en un bar al lado del Ramiro de Maeztu, uno de esos bares de la plaza de la República Argentina que se ponían hasta arriba cuando nos íbamos de pellas.

Estuvimos charlando dos o tres horas. Baloncesto, baloncesto, baloncesto... Sabonis, Arlauckas, Herreros, Pinone, Winslow, Sergio Rodríguez, Carlos Suárez, Pau Gasol -por entonces sólo había un Gasol digno de ese apellido, recuerden-, Navarro, la Demencia, la directiva de Adecco y la nueva directiva de Bermúdez, el traspaso de Felipe Reyes, el frustrado de Carlos Jiménez... La condición fue que yo no publicara nada de lo que habláramos así que cerré la libreta y me puse a escuchar.

Luego hice ocho o nueve preguntas amables, copié las respuestas típicas y eso fue lo que salió en el medio en cuestión.

Desde entonces, he coincidido con él pocas veces. En partidos del Estudiantes, a los que él siguió yendo pese a ser seleccionador y desde luego cuando ya era ex-seleccionador. No al palco ni a una grada VIP: a su asiento de socio, al lado del de mis tíos. Nos saludábamos y yo le daba la enhorabuena por algo, normalmente siempre encontraba algún motivo. Nos quejábamos de la defensa del equipo y poco más.

Como entrenador siempre me ha parecido una maravilla. Pepu tiene el mismo problema que Del Bosque: como es un tipo tranquilo, didáctico, que sabe manejar grupos, la gente cree que no tiene recursos técnicos y lo fía todo al buen rollo. Los recursos técnicos de Pepu son tremendos. Lo demostró durante años en el Estudiantes, consiguiendo que un club casi en quiebra ganara Copas del Rey y jugara Euroligas, y lo demostró en el Mundial de Japón de 2006, especialmente en la final contra Grecia.

Mucha gente le culpó de la derrota en la final contra Rusia en el Europeo de 2007. Aquel partido fue un desastre. No sé qué responsabilidad tuvo el entrenador en ese instante concreto. Sí sé que, títulos al margen, España no ha vuelto a jugar tan bien como en esos dos años mágicos. Ha sido finalista olímpica y campeona de Europa, pero si uno hace memoria apenas le salen cuatro o cinco grandes partidos. Quizás es que al principio todo nos emocionaba más, también es posible.

El caso es que, un año y medio después de ser cesado vergonzosamente por la FEB, Pepu vuelve a los banquillos de la ACB. Recuerden la excusa de la FEB: "Pepu no puede seguir en el puesto porque ha fichado ya por el Unicaja". Excusa repetida mil veces por el diario Marca para desestabilizar primero y justificar después. ¿Qué hizo entonces José Luis Sáez? Fichar a Aíto García Reneses, quien, por cierto, había fichado ya por el Unicaja, y dejar a Pepu en el paro.

No sé qué esperar de su vuelta. De entrada, que todo le vaya bien. La cantera del Joventut tiene ahora mismo un potencial enorme. Vuelve a funcionar como en sus mejores años. Si algo ha demostrado Pepu es que sabe trabajar con los jóvenes, no solo dándoles minutos sino enseñándoles conceptos y actitudes. Honestamente, creo que se ha sido injusto con Sito Alonso, el anterior técnico de la Penya. Sito colocó a ese equipo en la Copa del Rey, está empatado con los puestos de play-offs y sigue vivo en la Eurocup. Todo eso después de que en los últimos cuatro años el Joventut haya perdido a Ricky Rubio, Rudy Fernández, Marcelinho Huertas, Lubos Barton, Jerome Moiso, Pau Ribas...

Pepu se encuentra con un equipo lleno de jóvenes y una sola estrella, Clay Tucker. Tiene que recuperar a los veteranos desmotivados -Sonseca, Bueno, Bogdanovic- y encauzar la carrera de los prometedores Tripkovic, Valters o Mario Fernández. El resto, es decir, los Norel, Franch, Tomás, Eyenga y canteranos restantes, serán los que determinen si el futuro del Joventut -y de Pepu- será más parecido a su pasado reciente o al pasado reciente del Estudiantes.

Toda la suerte del mundo para él.

viernes, marzo 05, 2010

Cuando Aznar encontró a González

Nos interesaba la política, claro que nos interesaba la política. Todo el mundo decía que no, que éramos una generación vaga y sin ideales y sin voluntad de lucha ni cambio, pero yo creo que era mentira. Lo que pasa es que quizá no nos la tomábamos tan en serio como debíamos o que llegó un momento en el que se inculcó -también en eso- la idea de que en realidad no podíamos cambiar nada o de que no sabíamos cómo demonios cambiarlo ni con quién.

Pero, vamos, nosotros secundábamos las huelgas generales, escuchábamos a Juan Diego Botto en el Ramiro de Maeztu hablar de exactamente lo mismo de lo que sigue hablando ahora -pero entonces el malo era Leguina- y si había que faltar a clase reivindicando una calefacción de calidad, ahí que faltábamos y nos íbamos a jugar al baloncesto. En la Autónoma, íbamos a las asambleas del Sindicato de Estudiantes y éramos de lo más educado: nunca les interrumpíamos. Tampoco es que dieran mucho margen para ello.

En fin, que éramos de izquierdas. No sólo eso: yo diría que muy de izquierdas. Entrañablemente. Recuerdo cuando la Cámara de los Lores decidió continuar con el proceso de extradición de Pinochet y mis lágrimas al teléfono con T. "Qué bonito es ser de izquierdas", repetía, "qué bonito". Compraba El Jueves y odiaba a EEUU, Israel, la banca y los empresarios. Es decir, en el fondo, igual podía haber sido Ricardo Sáenz de Ynestrillas, pero por aquella época los chicos de Ynestrillas no advertían muchos matices y cada fin de semana en Moncloa era una lucha por la supervivencia.

Aunque nosotros no íbamos mucho por Moncloa, la verdad.

Eran tiempos parecidos a estos: crisis económica brutal, falta de ideas por parte del PSOE, una oposición muy dura y escándalos de corrupción diarios hasta un punto ya casi cómico. No le tenía ningún cariño a Felipe González, desde luego. Para parte de nuestra generación, Felipe González era el enemigo a batir. El jefe cansino y repetitivo. Siempre había sido nuestro presidente. Desde los 5 años hasta los 19. Toda una vida. Queríamos superarle por la izquierda al coste que fuera. Echarle de ahí y que llegara la revolución. ¡Acción directa!

No recuerdo ningún amigo que votara al PP, aunque estadísticamente tenía que haberlos. Los seguía habiendo muy PSOE pero la gran mayoría simpatizábamos con Anguita e IU. Era una época de agravios, como siempre: Anguita odiaba a González, González odiaba a Aznar, Aznar odiaba a González y despreciaba con cierta condescendencia a Anguita. Todos se reprochaban todo. En 1994, el PP ganaba sus primeras elecciones nacionales: las Europeas. ¡Y de qué manera! Aquello fue una sangría en plena era Roldán. En 1995, Gallardón logró mayoría absoluta en Madrid y Vázquez Montalbán preparaba un libro maravilloso titulado "Un polaco en la corte del rey Juan Carlos" y que consistía básicamente en analizar la retirada a los cuarteles de la élite socialista y la "llegada de los bárbaros".

Mis primeras elecciones fueron las de 1996. Por supuesto voté a IU. Por supuesto, estaba convencido de que el PP ganaría y Aznar sería presidente. Su campaña era "La nueva mayoría", la del PSOE puede que insistiera en lo del "cambio sobre el cambio" y esas metafísicas de político pasado de vueltas. Teníamos sentimientos ambiguos. Pasa en el fútbol y en la política: aquí tampoco sabíamos con quién ir, es decir, no queríamos a Aznar, pero tampoco queríamos a González. Por convicción, por estética, tendríamos que apostar por un presidente de izquierdas, pero para nosotros González era un peligroso fascista, igual que Ibarretxe lo es ahora para los jóvenes independentistas catalanes.

¡Ibarretxe!

No hubo debates pre-electorales y si los hubo yo no los recuerdo. Recuerdo los de 1993, cuando las cosas aún eran de otra manera. GAL, pero menos.

El recuento fue agónico. Por un momento pareció que el PSOE volvía a ganar, luego el PP consiguió una mínima ventaja y la mantuvo hasta el final. Menos de un punto, no voy a consultar ahora la diferencia exacta. Unos cien mil votos o algo así. Nos entusiasmó el resultado. En el fondo, no habían ganado ninguno de los dos. Nosotros tampoco, pero estábamos acostumbrados. Salimos a la calle al grito de "¿Dónde está la nueva mayoría?" y aquello de "Por consiguiente, Felipe presidente", un eslogan bastante logrado. Bajo los balcones de Génova, la gente gritaba "Tongo, tongo" y "Pujol, enano, aprende castellano".

Cuando a Rubalcaba -sí, Rubalcaba- le pidieron su valoración del resultado como ministro saliente sonrió unos segundos y preguntó con cierta sorna "¿Saliente? ¿Está seguro de eso?". A nosotros no nos entraba la idea de ver a Aznar de presidente. Era un chiste. Años después me pareció un chiste que lo fuera Zapatero, pero al final te acostumbras a todo.

Yo no creo en ninguna superioridad moral de la izquierda. Estoy muy lejos de creerlo. Sí creo que cuando era de izquierdas era más feliz, pero esa es otra historia y no conviene confundir ambas cosas.

jueves, marzo 04, 2010

Julián López: un corazón al ritmo de Michael Bolton

Hay días que las publicaciones se acumulan. Eso es bueno, supongo que me recuerda que en el fondo no soy un tío tan aburrido. A continuación, la entrevista con Julián López para la revista "Freek!", que también podéis consultar aquí con más foticos de Marian Laorden.

Acostumbrado a la sombra de Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla o incluso Carlos Areces, Julián López por fin ha decidido emanciparse de la familia Chanante y probar suerte por su cuenta. En "Que se mueran los feos" interpreta a un joven de pueblo con pocas luces, con la inocencia de Vicentín y el sentido del humor propio de alguien que ha popularizado el término "pataliebre". Después de demostrar en "Pagafantas" que podía cambiar la televisión por el cine, Julián se mete de lleno en esta nueva etapa con la tranquilidad, la modestia y la ironía que le caracterizan.

Guapos y feos, ¿es esa la verdadera lucha de clases?

Pues la verdad es que ya era hora de que se hiciera un homenaje a los feos. Esta es una comedia en la que se hace justicia, los feos tenemos nuestro minuto de gloria, porque siempre se había asociado a los guapos con los ganadores y a los feos con los perdedores, pero aquí cambia. Los personajes además son de una fealdad muy dura, no solo exterior sino también interior, con muchos sueños rotos y expectativas frustradas.

"Que se mueran los feos" es una película española, con ambiente rural, tonto del pueblo y chistes absurdos... que sin embargo huele a éxito. ¿Ha salido por fin el cine español de su famosa crisis?

Sí es verdad que hay mucha expectación por la película pero es que la mayoría de la gente ha vivido el ambiente rural de una manera u otra. Sea porque se ha criado ahí o por la familia, saben que ahí es todo muy natural, muy humano. Es normal que te sientas identificado con los personajes y el ambiente. Ahora es fácil hablar después de lo de la ceremonia de los Goya, que fue un exitazo, pero ya desde hace tiempo se ve que la salud del cine español es muy buena, que se empieza a pensar en el cine como industria y se entiende que se tiene que hacer "Pagafantas" para que se pueda hacer "La vergüenza", por ponerte un ejemplo, o que es necesaria una "Spanish Movie" además de "Tres días con la familia". Hay que ofrecer muchas cosas distintas y no quedarse sólo con una cosa.

¿Qué influencia ha tenido la televisión en ese cambio?

Pues bastante. A lo mejor es oportunista que lo diga yo, que vengo de la televisión, pero me parece apropiado, porque no hay que ceñirse a un campo, en plan "el actor de teatro que haga teatro, el de cine que haga cine...". Llevamos años viendo a actores de televisión pasar al cine con éxito en Estados Unidos. Es algo que siempre ha pasado allí y que les ha funcionado, desde los primeros "Saturday Night Live", por ejemplo, así que no es una sorpresa que funcione aquí también

Estudiaste magisterio musical en Cuenca, ¿cómo acabaste de cómico de Paramount Comedy?

(Pone cara muy seria) Sucedió una noche... De repente, mi habitación se iluminó con un toque dorado y le dije a mi padre: "Quiero ser cómico". (Quita la cara seria y me mira para que capte la ironía, luego sigue ya en serio) A mí me encanta la música y quería estudiar algo que tuviera que ver, por eso me metí en magisterio musical mientras acababa en el Conservatorio. Lo que pasa es que la comedia siempre me había tirado, yo era el típico que siempre estaba haciendo tonterías en el grupo. La música está ahí y la sigo amando, pero he tenido la suerte de estar en el sitio adecuado en el momento adecuado para dedicarme a la comedia y además he intentado aprender. Yo siempre he sido un autodidacta, pero intento transmitir algo. En eso, la actuación es como la música, intento explicárselo a los actores con los que trabajo, cuando me explican su formación. Digo: "Yo estudié música en el Conservatorio", para que se me quite un poco el miedo y demostrar que al fin y al cabo en ambos campos se trata de expresar sensaciones, es algo parecido.

Y de cómico entre amigos a actor a pecho descubierto. ¡En el tráiler sales más que el propio Javier Cámara!

Ya, me sacan todo el rato... Pues es un punto de inflexión porque por primera vez un director contaba conmigo desde fuera y me ofrecía un papel a ver si encajaba o no. Siempre le agradeceré a Borja (Cobeaga) que me llamara para "Pagafantas", pero con él ya había hecho varias cosas en "Muchachada Nui" y nos conocíamos. Cuando me llamó Nacho (Velilla) y vi todo el reparto que había alrededor: Carmen Machi, Javier Cámara, Juan Diego... Aquello fue distinto. Sabía que tenía mis limitaciones, pero que iba a poder aprender mucho.

¿Cuánto hay en Bertín, tu personaje en la película, del mítico Vicentín de "La Hora Chanante"?

La inocencia, la blancura. Vicentín era un tipo muy tierno a pesar de que se movía en un ambiente así de noche y de drogas, pero los dos son muy cariñosos y tienen a sus ídolos que no puede tocar nadie. Vicentín adoraba a Chimo Bayo y Bertín adora a Eliseo (Javier Cámara). Le vacila y se mete con él pero en el fondo le adora, es un ejemplo para él. También se parecen en el aspecto físico, porque el peinado es muy Vicentín, así, repeinado... (Risas)

Todavía hay gente que se acerca y me llama Vicentín. O Vicente. Se creen que mi nombre es Vicente y que al personaje le pusimos el diminutivo, así que por respeto me llaman Vicente.

El paso de chanantes a muchachada, ¿ha sido un coñazo en términos de fama? ¿Le has pedido algún consejo a Hugo Silva?

Trabajando con Hugo Silva he visto cosas increíbles, como veinte o treinta chicas esperándole dentro del hotel, preguntando por su habitación. Puede llegar a ser algo peligroso, porque no lo controlan y en una de éstas le pueden tirar al suelo o hacerle daño aunque sea sin querer. El paso de una cadena de pago como Paramount -aunque tuviéramos internet- a una nacional se nota, claro, pero es que no hay manera de saber cómo tomárselo. Sabes que hay más gente que te conoce, pero no puedes evitarlo, así que yo intento seguir con mi vida. Hay momentos incómodos, sobre todo por la noche, que la gente va más alegre y te suelta cosas. A veces les sigo el juego y a veces, no. Entonces me dicen "joder, qué soso eres", o "pues no eres tan gracioso" y es algo que me puede llegar a fastidiar porque me conocen sólo de tres frases y ya me están catalogando. Tengo 31 años, tú me conoces desde hace dos minutos ¿y ya crees que sabes algo de mí?

Al final, sí que echas un poco de menos el anonimato, te cortas más, haces menos el imbécil. Todo era más normal cuando estábamos en Paramount, aunque tampoco quiero que parezca que me creo una estrella o algo así.

¿Cuál es el truco para conseguir trabajar juntos durante ocho años seguidos y no acabar odiándoos los unos a los otros?

(Cara seria, otra vez...) Cada vez que les veo, miro el reloj para saber cuánto me falta para perderles de vista (... y otra sonrisa irónica). A un amigo se le quiere y se le odia a la vez. El secreto es la empatía, la complicidad. Que fluya la comedia en el día a día.

El vocabulario "chanante" ya se ha extendido por todos lados. ¿Tienes miedo de acabar resultando previsibles?

Pues sí que lo he pensado muchas veces. El miedo a dejar de sorprender. Nosotros hacemos un humor que se basa por completo en la sorpresa: en inventar palabras nuevas o reciclarlas de nuestros padres y nuestros abuelos. Si se pierde esa sorpresa, te puedes reír igual, pero no es lo mismo. Nuestros puntos fuertes son el costumbrismo mezclado con el surrealismo y si no se evoluciona la gente se puede cansar, así que es una continua lucha. Algo parecido le pasó a Chiquito, pero en cierto modo nosotros hemos reciclado también a Chiquito, que creó un lenguaje propio.

Cuando llegue el final, ¿quién estará detrás para tomar el testigo?

Bueno, como te decía antes, me preocupa, pero creo que todavía nos queda mucha cuerda, así que no lo pienso en esos términos. De lo que he visto por ahí, me gusta mucho Venga Monjas. Saben utilizar muy bien internet y ojalá puedan hacer algún día lo mismo en televisión, si es que les interesa... que no lo sé. Hacen algo muy potente. Si nosotros somos raros, ellos son tres veces más raros, y no sé si eso va a ser fácil de asimilar.

Sé honesto, ¿qué cara pusiste cuando te dijeron: "Tengo un papel ideal para ti, es un tipo muy tonto y muy feo"?

Pues les dije: "Habéis dado con el idóneo. Gracias por llamarme". Era la primera vez que tenía que prepararme en serio, estuve seis meses trabajando en el papel, porque yo nunca había hecho de tío de pueblo, soy muy urbanita y todos mis papeles anteriores habían sido de divorciados con problemas y en crisis. (Ahí me doy cuenta de nuevo de que está de coña) Me tuve que ir a pueblos y tal, para ver cómo eran las cosas ahí. Mucho trabajo, pero lo encajé bien. (Risas)

Para terminar, imagina que soy Kira Miró e intenta convencerme de que lo importante es el interior...

Julián se emociona, se concentra y empieza a dictar palabra por palabra, de vez en cuando me pide que le lea, para ver por dónde va y sonríe y sigue con el discurso. Este discurso:

"Kira, ¿no te das cuenta de que la belleza exterior no deja de ser una carcasa que nos condiciona para actividades superficiales y que cuando llegas a casa y te quitas la careta, lo que realmente añoras es el calor que emana de dentro en forma de sentimiento, cariño, poesía...? Esa es la verdadera belleza. Un tío puede ser feo pero con un corazón por dentro latiendo al ritmo de una canción de Michael Bolton... Si ves a ese tío, no hay dios que se le resista".

Y se descojona, claro.

Amélie Nothomb- Ordeno y mando

La siguiente reseña puede -y debe ;-)- consultarse en su sitio original, es decir, la página web de CulturaMás, una excelente revista cultural en la que tengo el inmenso honor de colaborar. Os dejo aquí el enlace para que vayáis allí, que está todo más bonico y además podréis descubrir un montón de cosas interesantes. Mucho más interesantes que si yo tengo una amiga con un escape de gas en casa, por poner un ejemplo: Reseña en CulturaMás.


A estas alturas, el talento de Amélie Nothomb como narradora está fuera de toda duda. Lo mismo se puede decir de su inconsistencia, sea buscada o no. Ordeno y mando, su última novela, es un claro ejemplo: parte de una idea potente, la desarrolla con brillantez, dibuja un personaje fantástico desde una distancia que viene a ser una mezcla entre Highsmith y Camus –pongamos un Ripley apático o un Meursault ligeramente entusiasta-, crea unos diálogos sensacionales, capta la atención del lector con una trama bien formada… y de repente, da la sensación de que se aburre de escribir y el libro se acaba.

Hasta cierto punto, estamos ante una novela negra. Una muerte presuntamente accidental –la sombra de la sospecha se extenderá durante páginas y páginas- sirve como detonante para que Baptiste Bordave, anodino oficinista parisiense, decida cambiar su vida por completo. Abandonarla, para ser más precisos. Obviamente, a partir de ese instante, el muerto deja de interesarnos y la novela se convierte en un retrato psicológico de primera clase acerca de Bordave, la clase media y su tedio de siglo XXI.

Es un placer leer a Nothomb sabiendo que no va a haber explicaciones. En parte, una buena escritora es aquella que no se detiene en explicaciones, que sabe que cuenta con la confianza del lector y no tiene que detallar cada cosa que hacen sus personajes. Narrador, personaje y lector viven en una misma penumbra en la que es imposible distinguir dos metros más allá. Las cosas van pasando y hay que aceptarlas así: la maravilla del tedio, la despreocupación, el absurdo.


La libertad absoluta concebida por defecto: un mundo sin responsabilidades ni expectativas.


Luego hay otros momentos en los que sí se echa de menos algo de coherencia. Dejarse llevar está bien, pero uno se puede dejar llevar durante un determinado número finito de páginas. A partir de ahí, se inquieta. Si Bordave es un personaje que se define por su indefinición –no sabemos nada de él salvo que quiere dejar de ser él-, esa técnica no funciona con la bella Sigrid, cuya entidad en la novela no desvelaremos por atención al lector pero que, como resumen, acaba resultando único personaje digno de ese nombre que acompaña a Bordave.


Sigrid vive también en el tedio y la resignación y una especie de melancolía anoréxica. Cuando Bordave ordena, Sigrid obedece. Todo sin estridencias, con una naturalidad asombrosa. El personaje de Sigrid es muy dudoso: su manera de hablar, de comportarse, todo lo que Nothomb nos muestra de ella -contraviniendo a Fitzgerald- es lo contrario de lo que nos ha explicado antes sobre su pasado y formación. De acuerdo que los personajes, como las personas, son a menudo contradictorios y evolucionan, pero de ex yonqui abandonada y compradora compulsiva a erudita en arte y literatura digamos que hay un paso que hace falta dar en algún momento y que se nos oculta.


En el fondo, eso son detalles para críticos, por supuesto. Uno puede sumergirse en “Ordeno y mando”, obviar si los diálogos son demasiado pretenciosos y simplemente disfrutarlos precisamente porque son brillantes y entretenidos. Puede aceptar la torpeza y pasividad de policía y otros perseguidores, solamente porque lo que queda dentro de la casa donde Bordave se refugia es más interesante que lo que pueda pasar fuera. Durante 130 páginas, esa levedad es perfectamente aceptable y el lector la disfruta con la ansiedad del “¿qué vendrá después?”.


El problema es que después no viene nada. Las 25 últimas páginas son una especie de aceleración hacia el punto final donde ni hay rigor ni se le espera y en las que queda claro que Nothomb ya ha contado lo que quería, lo ha contado muy bien y considera que es momento de ponerse a otra cosa.


No es ningún drama. El placer, como el dolor, no se borra fácilmente, y durante mucho tiempo, ya digo, leer “Ordeno y mando” es un auténtico disfrute. Una lección, también: se puede escribir una novela ambientada en el siglo XXI sin querer ser post-nada, es decir, dentro de un tono elevado, como es habitual en Nothomb y con unos personajes que rozan la pedantería en sus discusiones, se puede introducir con total normalidad a Muse o Smashing Pumpkins, si es que procede y tiene sentido.


No hace falta anunciarlos en la contraportada, quiero decir.


Ni redactar un manifiesto.