jueves, marzo 31, 2011

La estética del francotirador

Diego deja la maleta sobre la cama y abre el libro por una página cualquiera. La 114, por ejemplo.  Relee:

“Cuando me encuentro de repente con el vídeo-clip de una canción ya pasada de moda pero más o menos reciente no puedo evitar pensar: ¿Era feliz la primera vez que lo vi?, ¿estaba enamorado?, ¿creía estar enamorado o al menos lo deseaba fervientemente? Ese vídeo… ¿me hacía bien o me hacía mal? Me refiero a… ¿me animaba y me hacía salir a la calle dispuesto a comerme el mundo o, al revés, me ponía delante de las narices todas las cosas que quería tener o sentir y de las que no me sentía capaz?, ¿lo vi antes de… o fue después, cuando ya…?

El grupo, la cantante, el solista… ¿me parecían más o menos felices que yo?, ¿eso me molestaba?, ¿me animaba a escribir relatos sobre la fama y su infelicidad inherente?, ¿soy ahora más feliz que entonces, más feliz que ellos, más feliz que cuando lo vea la próxima vez?

¿Alguna vez fui feliz, en definitiva? Creo que sí, pero… ¿cuál era mi banda sonora entonces?, ¿es verdad que la música sólo sirve para tapar la tristeza? En ese caso, ¿qué hacemos cuando la música nos pone tristes?”


Mete un par de camisas, no más. Sin percha ni historias. Llegarán arrugadas, pero alguien se encargará de plancharlas en el hotel . Abre la página 72: en el fondo le da un poco lo mismo.


“(…) La negativa a aceptar el mundo en ninguna de sus variantes. Vivir siempre en la pregunta “¿y si…?” y hacer de la respuesta la realidad, esto es, vivir “como si…”. Huir de las convenciones. No me gusta nada la gente que huye de las convenciones. Ayer lo pensaba en aquella de terraza de bar caro y clase alta: las convenciones son necesarias. Sin convenciones no hay sorpresas.

Hacer de la vida una continua sorpresa, una continua actuación, un continuo negar lo habitual para dirigirse a lo excéntrico resulta pesadísimo y muy previsible. Lo imprevisible es, precisamente, mezclar géneros. Sin aceptar las convenciones, resulta ridículo contemplar la idea de romperlas. Alguien que siempre anda en sentido contrario no es un despistado, es un kamikaze.

Es decir, los demás le importan lo justo.

Lo que cuenta es el mundo tal y como él lo ha concebido, como ha pensado que debería ser. Como “debería ser” y no como de hecho es. Alejarse de la realidad continuamente y obligar a los demás a compartir viaje. No, señores, hay algo que diferencia a un francotirador de un excéntrico, aunque sea algo estético.
El francotirador se limita a decirse: No soy como ellos. Ser especial consiste, de hecho, en no ser como ellos. Ni siquiera intentarlo.”


Se pregunta si hará falta que lleve unos pantalones de pinzas o si preferirán un rollo más informal, vaqueros y barba de cuatro días marca de la casa. Silvia pasea en bragas por la habitación y no pregunta nada, ni siquiera le mira. Diego cree que no sabe adónde va. ¿O se lo comentó en algún momento?

Se le está poniendo dura otra vez.

Vuelve a cerrar y abre. Página 24, de más a menos:


“Ah, no, pero yo no espero nada. Nada de nada. De ahí la ambigüedad, claro. Eso no quiere decir que me vaya a inmovilizar. Nunca. Pero no espero nada, ya digo. Así, en general.”


Silvia marca un número de teléfono y da unas direcciones y unas horas. Luego tapa el auricular con la mano, como si la otra persona no te fuera a oír solo porque pongas la mano en el auricular, hay veces que de verdad… y pregunta:

-          ¿Vas a estar aquí esta noche?
-          No, me voy a Fuerteventura, trabajo.
-          Genial- contesta, y sigue dando detalles, por si alguien se estuviera pensando perseguirla y no se acabara de convencer.

Diego mete la bolsa de baño en uno de los bolsillos exteriores. Desde que no le dejan ni meter colonia en la mochila sin facturarla antes su vida es un desastre.

Ese fue el momento, sí…

Página 212:


“Reducir: no esperar diez meses a lo que no puedes conseguir en diez horas. Olvidar todo lo que no pudiste conseguir en diez horas. Y lo que conseguiste. Afrontarlo de nuevo si vuelve a aparecer y darle tiempo.
Diez horas, exactamente.”


Mira el reloj. Son las dos de la tarde. ¿Quiere decir eso algo? Cree que no. Quizá no lo recuerde…

miércoles, marzo 30, 2011

Los sinsabores del verdadero policía, de Roberto Bolaño


Cuando Bolaño entra en sus universos incomprensibles, perderse es un placer inmenso para cualquier lector. Cuando entra a fondo, sin miedo, no retratando sin más escenas lumpen de barrios de extrarradio, bohemios drogados o niñas que sueñan con ser princesas y acaban siendo putas. Cuando entra al sinsentido, al caos narrativo, a la historia de muñecas rusas, una dentro de otra dentro de otra dentro de otra.

Hay en “Los sinsabores del verdadero policía” mucho de “Los detectives salvajes” y muchísimo de “2666”. La erudición improbable, que la hace divertida: cómo hablar de poetas y poetas y poetas, algunos de ellos desconocidos o inventados, y captar nuestra atención como insectos pegados a la luz. Cómo pasar de México a Barcelona y de Barcelona a Chile y repasar la historia contemporánea y acabar en algo tan sencillo como el sueño de un adolescente que juega en el Palau Sant Jordi ante Sabonis. Un Sabonis inmenso, dice Bolaño, como si eso no fuera una redundancia.

A mí me gustó mucho la coherencia narrativa de “El tercer reich”, esa especie de “planteamiento-nudo-desenlace” trufado de mil apartes y mil reflexiones internas. Era otro universo, un universo más real, pero me valía. Esto es otra historia: aquí, coherencia hay la justa y los toques de realismo mágico abundan por todos lados, a menudo de la manera más inopinada. Sinceramente, me parece un libro que va de más a menos. Al principio no puedes dejar de leer; al final todo tiene una especie de sensación de “ya leído”, en parte porque la edición, por muy revisada que dicen que está, sigue teniendo algunas repeticiones: fragmentos que salen en un capítulo y se repiten literalmente varios capítulos después.

Recordemos que estamos no solo ante una obra póstuma sino ante una obra fragmentada. Aunque Bolaño estuviera trabajando en extractos de la novela durante más de una década, lo cierto, nos pongamos como nos pongamos, es que no la acabó. Ni acabó la trama –por decir algo- ni acabó la estructura: los personajes quedan colgados, aparecen y desaparecen, algunas acciones tienen más sentido que otras…

Lo que nos queda en cualquier caso es el paisaje. El ambiente. El personaje por sí mismo. Tenemos de nuevo a Rosa, a Amalfitano y a Arcimboldi, aunque en otro contexto. La tristeza sigue siendo la misma, claro, porque los personajes de Bolaño podrán ser más o menos eruditos, más o menos valientes y vivirán en lugares más o menos exóticos, pero comparten tristeza. Una tristeza no necesariamente pesimista, pero que ahí está y que no consiguen quitársela de encima ni con lejía ni con mezcal.

“Los sinsabores del verdadero policía” puede dejar desencantados a muchos lectores que no sepan mucho del escritor chileno. No a los que sí sepan y tengan el contexto. Quedan unas situaciones maravillosas, un enésimo tratado de crítica literaria y un fascinante submundo de jóvenes poetas perdidos y asesinos a sueldo en ese remedo de Ciudad Juárez que es Santa Teresa.

De acuerdo, el libro no está terminado, pero tampoco lo estaba “2666”. Leer a Bolaño buscando un fin, un objetivo, es ridículo. Bolaño es el más grande porque cada página cuenta. Impresiona sin pretender impresionar, con una naturalidad pasmosa. En fin, qué voy a decir yo ahora del estilo de Bolaño que no se haya dicho mil veces. Aquí me paro. El libro no es perfecto, ya lo he dicho, pero comparado con la cantidad de libros imperfectos que van a encontrar en la librería, no pierdan el tiempo, vayan sobre seguro y cómprenlo. Cada queja valdrá por doscientas alegrías.

martes, marzo 29, 2011

Gracias por las flores


Iba a escribir sobre la enésima batallita entre La Sexta e Intereconomía aprovechando el excelente trabajo de mis amigos Manuel Burque y Eva Redondo, pero me he dado cuenta de que pienso lo mismo que hace dos años cuando la becaria y el gordito y ya lo expliqué entonces así que voy a contar una sensación extraña en la calle Almagro, casi enfrente de la comisaría de los DNI, pasado un bar con terraza, la 1 y pico de la mañana, Radio Futura en el iPod -La Ley del desierto/ La ley del mar- bastantes ganas de ir al baño y de repente el olor a flores que viene de una de esas tiendas preciosas llenas de nombres extrañísimos.

Magdalena de Proust que lleva hasta la calle Ramos Carrión. Yo viví en la calle Ramos Carrión durante 30 años y los tres años y medio que llevo sin vivir ahí la verdad es que muy buenos no han sido.

En la acera de mi portal, casi esquina con López de Hoyos había una tienda que apestaba a flores. Lo diré así porque incluso el buen olor, en exceso, aturde, basta con pasarse por una discoteca a primera hora. Era la tienda donde yo encargaba flores. Sí, encargaba flores. Ahora me parece algo ridículo e incluso impensable, pero ahora todo es mucho más inmediato, quiero decir, tu novia se va a Galicia y la llamas al móvil o la escribes por el Facebook o le twiteas algo ingenioso o incluso guarreáis un poco por Skype...

Pero antes, no. Antes, irse a Galicia era desaparecer. Salvo que estuviera en su casa, al lado del fijo, de acuerdo, pero ni un mísero email podías mandar, así que para demostrar que la echabas de menos le mandabas flores. Que yo recuerde, a mi novia de los 90 -que por cierto hoy cumple años, así que la felicito de nuevo-, la envié flores dos veces y las dos fueron un desastre. Una, obviamente, fue a Galicia, y fue en su cumpleaños, pero el tipo de Interflora se equivocó de día y en vez del 29 aparecieron el 31 de marzo. Imagínense mi desazón, llamando todo el rato a su casa, ya sin saber qué excusa poner, felicitándola cinco veces en un mismo día todo para ver si por fin me decía "Me han encantado las flores", que supongo que serían margaritas, pero vaya usted a saber.

En fin, yo mismo desvelé mi sorpresa y recibir las flores, así, un lunes, pues debió de ser como cuando te mandan una postal de Roma, que sí, te hace ilusión, pero...

La otra vez no fue mejor. Ella estrenaba casa. Su familia estrenaba casa, quiero decir. Esto fue antes que lo del cumpleaños, un par de años antes. Yo fui muy decidido a la tienda y pregunté qué tipo de flores se regalaban cuando se inauguraba una casa. No sé, el lenguaje de las plantas y toda esa historia. El tipo me miró un poco descolocado. "Depende de la casa", dijo. "Un piso, un piso nuevo". "No sé, ¿qué flores le gustan?" Todo eso para eso. ¿Qué flores le gustan? Hasta ahí ya habia llegado yo solo. Supongo que margaritas, de nuevo, puede que rosas.

Tampoco llegaron.

Falso, llegaron, pero al día siguiente justo con toda la familia delante. Un poco embarazoso, aunque era una chica acostumbrada a las situaciones embarazosas: en su anterior cumpleaños, un amigo le regaló un peluche. Nada sensacional, salvo que el peluche era un elefante del tamaño de un ser humano y se lo llevó a clase. Pasó el día sentado en la última fila.

En fin, aquel amigo tenía el valor de comprar elefantes y yo el valor de comprar flores. Son cosas que se echan de menos, más allá de los olores. El valor de hacer cosas ridículas que llegan tarde. Creo que a la Chica Langosta le envié también un ramo cuando vivía en Francia, pero también puede que ese sea un recuerdo inventado, como tantos otros. Yo quería hablar solo del valor y de lo triste que es cuando en la calle Almagro, una y pico de la tarde, sol, terraza, vejiga llena, la sola idea de ser valiente te parece algo absurdo y trasnochado.

lunes, marzo 28, 2011

El Becks: A season in the sun


Entre mis muchas excentricidades está la de ser un mal lector. Un mal lector para lo que se espera de un buen escritor, al menos, si es que a estas alturas se espera algo de un escritor, que estaría por ver. Soporto regularmente dos preguntas incómodas: la primera es "¿A qué te dedicas?", que me provoca un inmediato ataque de ansiedad y pánico y hace que me vaya a una esquina a acurrucarme y echarme a llorar. La otra es "Ah, ¿y has leído a...?" Esta normalmente la provoco yo cuando respondo a la primera pregunta con un soberbio "Soy escritor", así que me la tengo merecida.

Y no, casi nunca he leído al autor en cuestión, con la lógica decepción propia y ajena.

Pero he leído otras cosas. Podría citar las autobiografías de Sampras, Agassi y Ballesteros, o los anuarios -en francés- de las temporadas de tenis de 1979, 1984, 1988 o 1993 -el primer año de Bruguera en Roland Garros-. Creo que el primer libro de deportes que realmente me cautivó fue el magnífico "The Jordan Rules", de Sam Smith, periodista del Chicago Tribune, que Gure me consiguió en un viaje a Estados Unidos, allá por 1992, y leí con avidez. Varias veces, de hecho.

Desde entonces, mi interés por la literatura deportiva en lengua extranjera me ha llevado a descubrir varias joyas. Por ejemplo, casi todo lo que se comenta ahora del dopaje en España ya lo leí en el "Tour de Vices" de Bruno Roussel, edición francesa de 2001, libro que no se tradujo jamás, claro. Todo lo que se habla de Guardiola y el juego combinativo se lo explicaba Phil Jackson a Charley Rosen en "More than a game", justo después de ganar su séptimo anillo de la NBA. Luego vendrían otros cuatro.

Pero la mayor frikada de todas fue un libro que compré en Dublín, verano de 2004, el verano que me refugié en una pensión inmunda para creerme más escritor y cuando pisé una librería lo primero que me llamó la atención fue un color rojo intenso, portada de "El Becks. A season in the sun". El libro era un recorrido por la primera temporada de David Beckham en el Real Madrid y estaba escrito por un corresponsal inglés. Era soberbio. No solo porque narrara casi paso por paso cada partido del Madrid de esa temporada, la gran temporada de los "galácticos": Ronaldo, Zidane, Figo, Beckham, Raúl..., una temporada, además, muy literaria, pues en marzo el Madrid lideraba la liga, estaba en la final de Copa y con un pie en semifinales de la Champions y luego llegó un cataclismo de proporciones brutales, sino porque Alex Leith acompañaba al equipo campo por campo, ciudad por ciudad, en plena resaca del 11-M y hacía un retrato bastante aproximado de lo que era el país.

Con la clásica exaltación británica al respecto, pero bastante aproximado.

Uno de mis momentos favoritos es cuando Leith avisa: "Cuando estás perdido en una ciudad española, tienes que tener mucho cuidado a la hora de preguntar. El español, por regla general, se siente obligado a ayudarte aunque no sepa la respuesta y en realidad te va a dar mil indicaciones aunque probablemente no sepa dónde demonios vas... Así que al menos pregunta dos veces".

"El Becks. A season in the sun" es la obra maestra de mi biblioteca. La pena es que nadie me pregunte, nunca: "Ah, ¿eres escritor?, ¿has leído ese libro de Alex Leith sobre la temporada 2003/2004 del Madrid? No, todo el mundo me pregunta por el puto Murakami de los cojones.

sábado, marzo 26, 2011

Thru the eyes of Ruby



El problema llegó cuando decidimos que el amor -la vida, en general- tenía que ser algo muy parecido o igual a esto:            

Your strength is my weakness, your weakness my hate

My love for you just can't explain
 

Why we're forever frozen, forever beautiful,
 

Forever lost inside ourselves 

Lo que nos dejaba con pocas opciones para el entusiasmo en el futuro, perdidos en nosotros mismos, por no entrar en todo ese rollo paternalista, casi humbertiano, de: " Wrap me up in always and drag me in with maybes/ Your innocence is treasure, your innocence is death / Your innocence is all I have", que es en el que quién más, quién menos nos hemos movido en los últimos diez años.

O, como diría Homer Simpson:



The night has come to hold us young 

viernes, marzo 25, 2011

El Mundo de Sofía


Yo quería estudiar psicología o publicidad
. Ya había descartado el periodismo, no sentí nunca que esa carrera fuera a aportarme algo que no supiera. Apenas leía pero ya me habí decidido a ser escritor. Un día, bajaba las escaleras del Palacio de los Deportes junto a Dani Pacios, mi mejor amigo. Él quería hacer matemáticas puras, quizá física. No nos decidíamos. Él estudiaba ciencias, yo letras. "¿Sabes lo que de verdad me gusta?", me dijo, casi como una confesión vergonzosa, "Filosofía".

A mí también me flipaba filosofía. La historia de la filosofía al menos. Teníamos la misma profesora de COU y seguro que eso tuvo algo que ver. Pero, ¿quién iba a estudiar filosofía? ¿De qué servía? ¿Qué salidas tenía? ¿Qué sentido se le podía dar a sacar matrícula de honor y más de un 8 en la Selectividad para acabar estudiando una carrera en la que no pedían más de un 5? Nadie se atrevería a algo así. Nadie se atrevería a hacerlo solo, me refiero. Pero los dos sí podíamos, claro. Le miré y se lo dije, sin más: "¿Con dos cojones?" y él dijo "Con dos cojones" y los siguientes cinco años fueron historia en Cantoblanco.

Recuerdo una asignatura del cuarto curso: "Historia del pensamiento español". Como Historia se quedaba cortísima porque todo era Ilustración y siglo XIX y un poco de Unamuno, pero, por ejemplo, a Ortega, ni mencionarlo y el "aquí y ahora" -la circunstancia- completamente de lado. El día anterior, Savater había aparecido en un capítulo de "Compañeros", hablando de civismo y ética. ¡Qué escándalo! El templo de la sabiduría clamaba contra el renegado populista. ¡Aparecer en televisión, en una serie para adolescentes! Hasta ahí podíamos llegar.

Se montó un pequeño debate. Por entonces, en los debates, yo participaba. Ahora, me da mucha pereza significarme, que diría Jorge Díaz. Dije lo que pensaba, que había que acercar la filosofía a la gente, que creía firmemente en la divulgación y que sin la divulgación cada vez menos gente se acercaría a aprender lo que de verdad se enseñaba en las facultades y sí, nosotros seríamos muy listos y muy profundos, pero nadie sabría de qué estábamos hablando y eso nos convertiría en unos inadaptados.

Puse otro ejemplo, el ejemplo que nadie se atrevía a mencionar: "El mundo de Sofía", de Jostein Gaarder. Era un libro horroroso, pero explicaba bien las cosas. Un libro pedagógico. Incompleto, por supuesto,  pero pedagógico. En la facultad lo odiaban todos los profesores. Ellos malviviendo con sus sueldos y ese hombre haciéndose millonario recurriendo a su especialidad. El profesor me paró los pies: "Es un libro terrible, me da miedo pensar que los jóvenes aprenden filosofía leyendo eso". Tenía parte de razón, pero insistí: "De acuerdo, eso lo sé ahora que he estudiado la carrera, entonces no lo sabía, y si no hubiera sido por ese libro, probablemente no me hubiera matriculado".

Era cierto. Influyó COU e influyó Dani Pacios, por supuesto, pero sin Jostein Gaarder, con todos sus defectos, yo no habría estudiado filosofía. El libro se escribió en 1991 pero pegó el petardazo en España en 1995, el año en el que prácticamente toda la clase se había matriculado y poco a poco empezaron a levantarse manos para darme la razón, como en aquellos anuncios de preservativos: "Yo también me matriculé por ese libro", venían a decir, y es que la novela -o lo que fuera- estaba muy mal escrita y tenía un hilo narrativo pésimo pero aportaba lo que todo estudiante de filosofía necesita para dar el paso: entusiasmo.

Gaarder o Knox o como quieran hablaba de la filosofía y sus autores con verdadero entusiasmo y cariño. Creyéndoselo. Puede que fuera más o menos agudo y estuviera más o menos acertado, pero aquello le volvía loco y nosotros teníamos 18 años y necesitábamos que algo nos volviera locos. La portada era amarilla y el tono, pedante, pero era nuestro libro, le pesara a quien le pesara. Luego ya sí, "La fenomenología del espíritu" hasta en la sopa, "El mundo como voluntad y representación", "La fundamentación de la metafísica de las costumbres" y algunos pasajes del "Tractatus Logico-Philosophicus".

Pero al principio del todo, la semillita. Sin la semillita no hay flor. Ni capullo.

jueves, marzo 24, 2011

Medina 2012. El día más perro


José Luis, el jefe de recepción, me dice muy claramente: "Guillermo, ésta es tu casa" y me permite marcharme, volver, dejar la maleta, salir a las 2 si quiero... y yo, que me tomo las cosas muy al pie de la letra, pues hago de la habitación 401 mi casa, en efecto, y me paso la mañana acabando un trabajo de la UNED, escuchando una canción a la que le tengo que poner letra, perdiendo el tiempo en general y, si bien consigo salir para comer un pollo al ajillo en el Restaurante Gloria, el caso es que cuando vuelvo me echo una siesta de tres horas y decido que tampoco iré al pase de las 8, que me da pereza, que me quedaré aquí perdiendo aún más el tiempo y viendo baloncesto hasta que sea hora de salir a cenar y quizás entonces tomar una última copa, o algo parecido.

Ayer, en el Pichi, había una fiesta salvaje. Me pregunto por qué.

Son los efectos de querer desaparecer y no saber de qué, probablemente de las expectativas. Las de los demás y las mías. Si me quedo aquí, en la cama tumbado, tecleando, no me van a encontrar y me parece un escondite fantástico. El otro día se lo dije a David: "Me estoy portando muy bien, no me siento culpable de no hacer nada". Si es una obligación, no es divertido. Ojalá no fuera una obligación, pero ver "Incendies", por muy buena que sea, solo porque HAY que verla, no me conviene en estos momentos.

Se me escurre el festival entre los dedos. Se escurre el propio festival, así, en general, a dos días de la clausura. La verdad es que no sé nada del palmarés. Nunca pregunto y aquí la gente no es de dar muchas respuestas, en general. Hace algo más de frío y lluvia intermitente. Nada grave. La plaza mayor estaba preciosa a las 3,30 de la tarde. Preciosa y castellana, como debe ser.

2007 fue el año del descubrimiento, con Lolita Peliculitas: el año de "Dolly", es decir, de David Pinillos y Xenia Tostado, y el año de Pedro Collantes, que meses después me "cedería" su piso en Malasaña. Borja Cobeaga. 2008 fue el año de Marian Álvarez y María Valverde, Ángela Armero y Fran Perea. 2009 tuvo muchas cosas, muchísimas, pero recuerdo a Óscar de Julián, a Manuel Burque, a Manuela Moreno presentando agitada, como siempre, su "Dolores", Álvaro explicándome cómo rodó "Otro día en el Mundo", de Vetusta Morla... aquella edición, por ejemplo, mereció 16 posts. Esta se va a quedar en torno a 10 como mucho.

El año pasado fue todo fugaz y en dos partes: fin de semana con Álex Montoya, Sergio Barrejón, Javi San Román, derby Madrid-Barça con Macarena Gómez... y presentación de mi propio corto unos días después, un jueves imposible, en el Balneario: Pedro, Pablo y yo aplaudiéndonos a nosotros mismos ante la falta de público. Leticia Dolera, con su sombrero, en la recepción del hotel. Una chica estupenda.

¿Y 2011? 2011 no será un año de nombres, o al menos no de demasiados nombres. David Pinillos, por supuesto, Roser Aguilar, siempre dispuesta a una buena conversación, Manuela Vellés que se acerca y te dice "Hola, Guille", cuando tú ni siquiera la has reconocido y se te pone una sonrisa enorme, Jose Esteban Alenda y su pequeña Lucía... Javier Veiga desde una distancia. Andrea y María en una terraza de bar. Tampoco será un año de películas, porque 2009 sí que fue la hostia y estos días la cosa ha flojeado más. En parte por la programación y en parte, claro, porque yo me quedo durmiendo siestas y no veo las películas... A cada uno lo suyo.

Recuerdo el encanto de ver "Julio César", de Mankiewicz, solo tres personas en la sala.

Será por tanto un año de consolidación y de cariño. El año que tuve que desaparecer e irme a Medina porque en Madrid no podía más, y paseaba por la ciudad un poco sin rumbo y sin intenciones. El año en el que todo daba un poco igual, tanto en lo bueno como en lo malo, pero las hamburguesas de la Comic seguían estando riquísimas. Un año especialmente perro, sí, pero si el año que viene vuelvo habrá sido una excelente señal.

Medina 2012. Ciudadano Negrín, V de Vendetta y cortos de la ESCAC


En el hotel me dan una nueva habitación porque el martes me había ido para un Fuera de Contexto fugaz y madrileño, acompañado por Teresa Soria Ruano, Antonio Ferrer y Mario Rodríguez. Estuvo divertido. Poca gente, muy poca gente, pero divertido. En fin, soy tan friki que el miércoles vuelvo a Medina. Dejé todo aquí: desde cepillo de dientes a desodorante pasando por ordenador y libros, lo que me hizo sentir un absoluto extraño en mi casa.

La recepcionista me coloca un piso más arriba -habitación 401-, que es igual de grande pero tiene una cama supletoria -"no la podemos quitar", me dice- y el agua del baño sabe un poco más a cloro o a lejía, no sabría decir.

Una nueva euforia. La habitual de cuando cambias de escenario. Soy como el café caliente que hay que ir cambiándolo de taza hasta que al final se enfría.

Pienso en dormir siesta y descansar pero me voy al Auditorio a hacer una sesión triple de las mías. Resumo paso a paso:

- Ciudadano Negrín.- Es una interesante reivindicación de la figura de Juan Negrín, presidente del gobierno republicano de 1937 a 1939 y en el exilio hasta 1945. Uno de sus directores, Sigfrid Monleón, sale a presentar la película y califica a Negrín como "el gran estadista español del siglo XX". El cine español y sus exageraciones. Tengo una gran simpatía estética y legalista por la República. No exactamente por el Frente Popular o sus políticos, pero sí por el concepto republicano de 1931 y su lucha hasta la extenuación contra el fascismo rancio y totalitario. Esa misma simpatía hace que me duela la propaganda. La propaganda sí que acaba matando los ideales. Negrín no es el gran estadista español del siglo XX, ni siquiera fue un gran estadista, más bien mediocre. El propio documental lo deja claro, con ese punto melodramático, llorón, que parece darle más razón a quien más lágrimas derrama.

Negrín era un médico con talento, de muy buena familia, con ideas socialistas claras, dentro de lo que eran los años 30, que se vio de repente en la política más por su entusiasmo que por su capacidad, llevó el oro del Banco de España a Moscú, a las manos de Stalin, ni más ni menos -decisión que, por supuesto, se justifica en el documental, no fuera a habérselos dejado a Francia-, se dejó comer todo el terreno del mundo por el PCUS, luchó sin pies ni cabeza movido por un sentido heroico de la vida que en realidad no respondía a la lógica ni mucho menos a la razón de estado y acabó siendo traicionado por sus propios compañeros en el exilio.

Cualquier cosa menos un estadista, en definitiva. Simpatía, toda la que quieran los directores. Empeño y valentía, probablemente. Capacidad de análisis y decisión lógica, ninguna. Discursos, no se le recuerdan. En fin, no insistamos.

- V de Vendetta.- Una de las ventajas de Medina es que puedes ver gratis, en lo que llaman la "sala de cámara", que es poco más que un pequeño sótano frío, películas fantásticas que no has visto en su momento. "V de Vendetta" es un ejemplo. De acuerdo, la película es tramposa, en ocasiones algo disparatada, tiene un mensaje político difuso y a menudo contradictorio... pero se ve muy bien, y permítanme que disfrute de ser espectador de vez en cuando. Son dos horas y poco de película y se me pasó volando. Buen ritmo, buenos actores y Natalie Portman más guapa que nunca. Cine de entretenimiento, probablemente, porque si me pongo a pensar en lo que me quieren contar de verdad que se me cae el mito. Así que no pienso, disfruto, y me tomo una hamburguesa en el Comic, en una situación algo surrealista que tampoco me apetece pensar mucho por lo mismo que decía antes de los mitos.

- Cortos de la ESCAC.- Los que leen este blog saben de mi fascinación por el cine catalán y la formación que reciben en la ESCAC. Motivo de sobra para volver al sótano -cinco personas en esta sesión- y verme los seis cortos que proyectaban, mucho más después de haber visto a concurso "La huída", ya comentado aquí, y que me encantó.

Pequeña decepción. La verdad es que ningún corto realmente me acabó de decir mucho: ni en términos de originalidad, ni de riesgo, ni de historia. Correctos, por supuesto, pero poco más. Lo único, quizá, la aparición de Chete Lera junto a Alejandro Cano, dos de mis debilidades, en un corto juguetón pero demasiado fácil.

Y qué quieren que les cuente. Eso es todo. Medina volvió a parecer Trujillo. David Pinillos seguía colgado de las farolas. El frío de 2011 recordó por un momento al de 2009 y al llegar a la habitación descubrí que ya no había voces, no, pero que ahora el enemigo estaba dentro: un zumbido insoportable en el oído derecho que no sé cuándo ha llegado pero puede llegar a ser realmente irritante. Como si a cada minuto acabara de salir de un concierto de Arcade Fire.

martes, marzo 22, 2011

Medina 2012. David Pinillos


Volvemos andando del Pichi, David Pinillos, Emiliano Allende y yo, recordando aquella noche mágica de 2008, los tres metidos en un coche con Xenia Tostado y Marián Álvarez, escuchando cintas de los setenta, versiones imposibles de canciones de Brassens. Éramos tan felices, éramos tan felices. Pini lleva solo una chaqueta y está muerto de sueño y de frío. En la mano, su roel de honor, el premio que el festival le ha otorgado como "Director del Siglo XXI".

Pienso que ser Director del Siglo XXI en 2011 es algo redundante y ser Director del Siglo XXII sería una extravagancia. Como mucho, se me ocurriría plantear un premio a Director del Siglo XX pero con toda la mala hostia del mundo, para los realizadores más rancios. Obviamente, no lo planteo, soy un tipo educado.

Este paseo al coche y al hotel es el final. El principio podría situarse en muchos momentos pero vamos a elegir la terraza del Restaurante Gloria, dos y media de la tarde, mucho sol en la nuca pero una sensación agradable. David está con Andrea Trepat, un apellido literario donde los haya aunque ella no lo sepa, y María, tomando algo, y la conversación deriva sorprendentemente en una comida llena de psicoanálisis infantil, conceptos pagafantiles, relaciones hombre-mujer... el tipo de cosas de las que no sueles hablar con gente que no conoces de nada. Cuatro niños prodigio contándose sus traumas y los de sus generaciones y la camarera cambiando las mesas de sitio todo el rato.

Ellas se van, tienen el tren a las cinco menos veinte e intentan apurar todo lo que pueden. A David y a mí nos da una envidia enorme su entusiasmo, su actitud de esponja. Nosotros éramos esponjas cuando nos conocimos, en 2007, estreno de "Dolly". Si no hubiéramos sido esponjas, de hecho, no nos hubiéramos conocido nunca. Habríamos cumplido con un par de sonrisas a los conocidos y nos hubiéramos ido al hotel en seguida. Poco más o menos lo que hacemos ahora. La crisis de los 30. A mí me encanta su edad, 36 años. Creo que tener 36 años es maravilloso porque eres un tío maduro pero joven. Me explico: con 33 me siento un joven viejo, con 36 podría sentirme un viejo joven. La barrera de los 35. Lo más probable es que sea la misma persona pero sonará mejor.

"A ver cómo suenas sin palabras", retó Kika a alguien en diciembre de 2007 y ese alguien no era yo.

Jornada del certamen internacional. Irregular. No quiero centrarme en lo malo, insisto, lo malo queda para los cuchicheos de barra de bar. Nos vamos con lo bueno: Luis Zahera en "De balas y gatillos", los prodigiosos "The Gloaming" y "Pixels" y algunas cosas de "Shark bite".

Lo que más me impresionó del día fue "La Huída", de Víctor Carrey, nuevo producto de esa fábrica de churros del talento que es la ESCAC de Barcelona: mezcla de anuncio prolongado y vídeo-clip recortado pero tremendamente eficaz. Me sorprende la intuicíón del cine catalán, aun con sus tintes pretenciosos en ocasiones: saber colocar la cámara, elegir el plano justo, el ritmo necesario, la innovación, el riesgo. Aparte, me quedo con algunas cosas de "Hidden soldier", en especial Víctor Clavijo, ese actor tremendamente infravalorado.

Pero no voy a contar milongas, la mayor parte de la actividad del día se celebra fuera del Auditorio porque, bueno, pasan los cortos internacionales, a David le dan su premio, su entrañable familia se emociona y no nos quedamos a ver "Bon Appetit" otra vez ni nos atrevemos con el pase nocturno de "La llave de Sarah". Comemos hamburguesas en la Comic y tomamos una copa -solo una, moderación ante todo- en el Pichi. Libia y la Unión Europea. Twitter y sus efectos perversos. Películas corales. Discusiones de madrugada con sueño.

La sensación de que en el fondo, cinco ediciones después, nadie sabe muy bien quién soy, pero ya tienen que saber que me entero de casi todo, y que aun así se me puede coger en plena sonrisa y estrujar los mofletes. Soy esa clase de chico. En la comida con María y Andrea reconocí ser un pagafantas. Luego advertí que en realidad iba más de pagafantas de lo que realmente era. Quién sabe. Lobo con piel de cordero o cordero con piel de lobo. Discusiones de 2005. El asunto es que nadie me pueda descifrar nunca. Figure me out. Me siento cómodo en los abismos. A veces. Otras veces necesito algo de seguridad, una cama bien hecha y una conexión a Internet.

David me pide que no deje de intentarlo, que no lo deje nunca, que no se sabe. David pasea Goyas y Roeles y yo malvivo en MSN. Creo que me quiere igual. Cuando sale a recibir el premio aplaudo un rato, luego lo dejo. No me gustan los aplausos largos. Me limito a pensar: "No necesito aplaudirte mucho para quererte mucho". Lo importante, y eso también quedó claro en la comida, no es que tus amigos salgan mucho en la tele y sean muy famosos o muy listos o muy guapos o muy brillantes. Lo importante es que tus amigos te quieran.

Eso es lo importante. En serio.

Foto: F. Jiménez. El Norte de Castilla

domingo, marzo 20, 2011

Medina 2012. Bicicleta, cuchara, manzana



Pienso en hablarle a la voz, preguntarle si ella también me escucha a mí. No tiene por qué ser así: puede que mis preguntas se escuchen en el piso de abajo en vez de en el de arriba o cualquier otra combinación. Puede que no se escuchen. Pienso en hacer ruido, sin más, demostrarle a quien sea que yo también soy capaz de hacer ruido más allá de este teclear continuo y bastante silencioso. En ocasiones, pongo a César Millán y combato ataques de ansiedad, pero la voz no se entera, desaparece sin más y luego, inopinadamente, horas más tarde, ríe a carcajadas y de nuevo no sé con quién o de quién.

Tarde de domingo en Medina del Campo. Calles peatonales. Botellas de agua a 45 céntimos. Una envidiable sensación de libertad. Recuerdo Trujillo. Me recuerdo a mí y a B. en Trujillo, navidades de 2006. Llevábamos una vida muy tranquila porque yo soy un chico muy tranquilo, de paseo y hotel, y Trujillo, no nos engañemos, se presta mucho a ello. En la plaza ponían villancicos todo el día, era agotador. Cenábamos hamburguesas y resolvíamos sudokus. En ocasiones, hacíamos el amor y luego ella leía su libro y yo el mío -"Error humano", Chuck Palahniuk, la historia del hombre que se construyó su propio cohete, "Rocket man"-.

Paseábamos de noche, completamente a oscuras, retorciendo calles hacia el castillo y sacándonos fotos de novios. Ella ponía su mejor cara de alegría porque sabía que tenía que alegrarme. Eran malos tiempos. Era el principio de los malos tiempos. Exageraba muecas de tristeza o de entusiasmo según conviniera a la foto, no sé si me sentía querido pero desde luego, y pese a sus 22 años -yo tendría, por lo tanto, 29- me sentía cuidado.

Salgo de ver "Bicicleta, cuchara, manzana", el documental sobre Pasqual Maragall y su lucha contra el Alzheimer de 2007 a 2009. Suena lejanísimo, pero es formidable. Quizás un poco largo, solo quizás. Arcadi Espada sin duda habrá sacado grandes teorías políticas al respecto del reportaje y de la situación del propio Maragall, pero ahí no se ve en ningún momento a un político sino a una persona. Arcadi ve a los políticos mejor que yo pero intuyo que yo tengo más facilidad para las personas.

Maragall, completamente desvalido. Completamente perdido. "Desinhibido", según el eufemismo. Algo de niño con cambios bruscos de humor.

¿Qué habrá pasado de 2009 a 2011? Es imposible no preguntárselo. Del final de la película al día de hoy, o al día en el que Maragall subía al escenario del Teatro Real para agradecer el Goya mientras su móvil se llenaba de mensajes ha pasado más de un año y medio. Eso, en una enfermedad tan devastadora y tan rápida. El deterioro. Veo a Maragall en cada partido del Barça, su lugar reservado en el palco. Supongo que eso me tranquiliza. Supongo que me intranquilizará dejar de verle, el día que deje de verlo, que, según el reportaje, debería de ser pronto.

Tranquiliza también ver a los médicos. En rigor, el mundo de Maragall es un mundo que no existe: ni para él ni para nadie. Un mundo sin recuerdos cercanos, ni continuidades y con médicos que te escuchan, te explican, se preocupan y te atienden. Estoy por preguntarle a la voz qué opina de los médicos, pero es una pregunta muy compleja sin dominar su idioma. Sin estar seguro de cuál es su idioma. Igual en Bélmez hay caras y en La Mota hay voces y no hay que darle más vueltas. Choca de la película la cantidad de veces que Maragall habla en inglés. Le hacía un hombre de catalán y francés. Sofisticado. Castellano, con el servicio, como hace el niño Sostres.

Pero no. En inglés. Cuando quieres que te entiendan, quieres que te entiendan.

Medina 2012. Pa Negre


Todos tenemos juicios y prejuicios y hacemos lo que podemos con ellos. Yo soy uno de tantos españoles que, con razón o sin ella, sienten escalofríos ante las películas de niños en la guerra civil o su posguerra. Además, vi la película doblada al castellano, y estoy convencido de que me perdí cosas, porque por lo general los doblajes del catalán al castellano pierden y en cualquier caso el catalán es un idioma precioso y con una sonoridad que suele ayudar mucho en el cine. Otra debilidad.

El asunto es que me metí a ver "Pà Negre" con la esperanza de que fuera verdad lo que decían: no es una película más sobre la guerra civil, no hay tópicos, es el retrato de una Cataluña rural en un momento histórico determinado, sin más, los niños actúan de maravilla, hay un componente mágico que se impone al político... pero no vi que fuera así. Por supuesto, la factura de la película es impecable, las actuaciones -especialmente la de la niña, ahí hay un filón- son portentosas, hay una historia que se narra bien y con coherencia... pero sí que hay tópicos, vaya si los hay.

De entrada, la dialéctica "vencedores-vencidos" está desde el principio. Los vencedores son altivos y prepotentes, sin excepción, destacando el alcalde del pueblo, interpretado por Sergi López con su falta habitual de naturalidad. Los vencidos son pobres, humildes, pero con un gran corazón -"un corazón, hijo, que nadie nos podrá quitar jamás, recuérdalo"-, payeses trabajadores a las órdenes de los caudillitos de la zona -franquistas, por supuesto- y que además de la persecución política tienen que lidiar con el desprecio y la falsa moral de los curas, gordos y crueles, y sin un ápice de verdadera caridad cristiana.

Los curas de verdad, ya saben, solo aparecen en películas de Icíar Bollaín y Fernando León de Aranoa.

Lo siento, pero me cuesta. No voy a entrar en historia ni en política, simplemente en fatiga de la narración: todo eso ya lo aprendí con seis años cuando leía el magnífico "Paracuellos", de Carlos Giménez. Más de 25 años después me da una pereza horrible tener que ver a ese alcalde cabreado y serio todo el rato o a esos curas y frailes golosos y despiadados o a esos ex-milicianos refugiados. No me interesa como espectador, eso es todo. No me resulta creíble la ausencia total de matices. Salvo que hablemos de cine bélico, claro, esa es otra cosa. Pero intentar retratar una época y un lugar con brochazos estereotipados me agota.

La película se salva, ya digo, por su indudable calidad cinematográfica, la mano de alguien que sabe perfectamente lo que hace y un grupo de actores en estado de gracia, como el cine catalán en general. Supongo que verla en su idioma original y sin prejuicios me habría ayudado, pero si usted comparte alguno de esos prejuicios conmigo o le pasa exactamente al contrario, probablemente esta mini-reseña le habrá ayudado para algo.

Medina 2012. El presente y el futuro del cine español


En mi baño se oyen voces y no sé de dónde vienen. Es alguien extranjero, no inglés. Suena metalizado y en un idioma que parece nórdico pero no puedo distinguir. A veces canta y a veces parece hablar con alguien. A veces, incluso, oigo la voz de ese otro alguien o me parece oírla, sin saber si hay dos personas con voces muy parecidas compartiendo la habitación -pero, ¿qué habitación?, ¿la de al lado, la de arriba?- o si es una sola persona con visitas. Oí los ronquidos, ya de madrugada, mientras estaba con los estiramientos, y unos gemidos, casi al amanecer, pero eso debe de venir de otra habitación.

Eran gemidos de mujer.

El sábado empezó en el Balneario de Las Salinas. La discusión era sobre el presente y el futuro del cine español, que al fin y al cabo era hacia donde acababan derivando todas las charlas de los otros años. A Javier Veiga se le ocurrió decir que había que pensar en el espectador, hacer más cine comercial sin que necesariamente sea malo, utilizar las nuevas tecnologías, no abusar de lo que llamó "papá Estado", cambiar el modelo de subvenciones y llevarlo de la ayuda a la producción a la ayuda a la promoción y distribución, y se preguntó por qué había que hacer 160 películas al año si solo funcionaban en taquilla 10 y casi 100 ni se estrenaban o se estrenaban una semana.

Imaginen el incendio. Inmediatamente, surgió la defensa del cine como arte: la crítica al fenómeno Torrente, la necesidad de mantener las subvenciones, el "derecho" a hacer cine de todos los artistas, lo bien que vendría llevar el cine a la escuela, y al instituto, y a la universidad... Escuchando todas las respuestas a Veiga, como no me cansé de repetirle a Manuela Vellés -la pobre eligió sentarse a mi lado, no se puede ser más dulce y encantadora- daba la sensación de que el problema no era que al público no le gustara el cine español sino que al cine español no le gustaba su público: iban a ver las películas equivocadas, no aplaudían como los franceses, se empeñaban en ver audiovisual en sus ordenadores, ¡o incluso sus iPhones!, no tenían ni idea de lo que era un plano, necesitaban ser "reeducados", los jóvenes eran una panda de desubicados sociales...

Tampoco fue una sorpresa. El cine español -sea eso lo que sea- se ha mostrado últimamente muy dispuesto a decirle a su público cómo tiene que ser, lo que tiene que ver e incluso lo que tiene que votar. Y todo, mientras, con una inmensa mueca de desagrado, de cordón sanitario. Veiga, que no creo que sea un tipo sospechoso de partidismo, se limitó a proponer una vuelta al origen: comunicación implica pensar en el espectador. No lo idealicemos, simplemente busquémoslo e intentemos adaptarnos. No siempre. A veces. Las suficientes como para que aparte de un despilfarro artístico podamos hablar de una industria que potencie por sí misma su talento.

Sus dos frases definitivas fueron "estáis diciendo de los jóvenes lo que mis abuelos decían de mis padres" y "es imposible que salgan nueve Medems cada año". Me encantó. Tanto su argumentación como la indignación difícilmente contenida de buena parte del auditorio.

El resto del día trascurrió con placidez y buen tiempo. Comidas y meriendas en terrazas, con los chicos de Lolita Peliculitas, con Jose Esteban Alenda, su mujer y su pequeñísima Lucía, con Roser Aguilar, aunque no consigamos ponernos de acuerdo en nuestros gustos cinéfilos... El pase de los cortos de las 5 fue decepcionante, muy decepcionante, pero vamos a ser positivos y reconocer que "Dicen (they say)" merece mucho la pena y "Vicenta" está muy divertido y muy bien hecho.

El Barça le ganó al Getafe -la camarera del Coco´s volvió a reconocerme, un año más- y el Madrid le ganó al Atleti. Nada fuera de lo esperado. En esas, ya a las 11, me metí de nuevo en el Auditorio a ver "Meine Liebe", un corto muy logrado, y la esperada "Pà Negre", que merece un post aparte.

viernes, marzo 18, 2011

Medina 2012. La última secuencia


Medina es una ciudad de pastelerías. Eso no lo descubre uno hasta que no se prohibe el dulce. Una represión como otra cualquiera, por otro lado, ahora que, oficialmente, estoy completamente sano. Una ciudad de pastelerías y paseos de viernes por la tarde. Entrañable todo. Estoy aquí buscando algo parecido a la desaparición. Una desaparición acechante, por supuesto, en cualquier momento puedo aparecer en cualquier lado, pero el asunto es que sé que nadie me está esperando y desde luego eso me encanta.

Otro castigo que me impongo es el de llevar una maleta hasta arriba -incluido este portátil, incluido este "pincho" Movistar que me da la conexión- y tener que transportarla a pulso en vez de con ruedines. Mi vida sería mucho más sencilla con un trolley, pero, ¿quién quiere una vida sencilla? El Hotel La Mota y su entrañable recepcionista Nieves. No me acordaba del nombre pero sí de la cara. Ella recordaba la cara también y tenía delante el nombre en la reserva, así, que, ¿qué quieren?

Estoy guapo. Delgado y guapo, cosas de los dulces. Miro hacia atrás al salir y le pregunto: "Perdona, ¿tú cómo te llamabas?", en plan seductor, una especie de Juan Luis Galiardo muy cutre; tanto, que lo digo muy bajito y lo tengo que repetir y pierde eficacia.

Da igual. Salgo al sol de las cuatro y media de la tarde y entro en los primeros pases de cortos de las cinco. ¿Saben? Me voy a quedar aquí una semana. Es una excentricidad absoluta, lo sé: un pueblo pequeño, encantador, donde alguna gente reconoce mi cara y puedo conectarme a Internet, trabajar y ver cortos y películas todo el rato. Para algunos, esto es la definición del aburrimiento pero siempre acaba apareciendo algo, estén atentos.

El pase de las 5 es excelente. En Medina tienen la costumbre de echar todos los cortos en cuatro pases y "todos los cortos" suelen ser muchos, así que se acaba haciendo un poco agotador y el nivel es irregular. Ya conocía "Qué divertido", de Natalia Mateo, y ya me había entregado a Teo Planell. No sabía nada del excelente corto de los Esteban Alenda, "Matar a un niño", el desconcertante -en el mejor sentido- "Entrevista", de Ángela Armero y sobre todo "El último plano" de Arturo Ruiz, un cineasta descomunal que ha hecho un ejercicio de cine, que probablemente no sea apreciado por todo el mundo pero que es brutal.

Arturo Ruiz, en serio, qué talento.

Y la escena de sexo de "Ventura" funciona. Hasta ahí puedo leer sin entrar en detalles escabrosos.

¿Qué nos cabe esperar? Bueno, voy a la inauguración, que será brillante y original, luego veré la peli danesa que ha ganado el Oscar y nos iremos a la recepción oficial con vino y canapés, donde espero reencontrarme con conocidos de otros festivales que espero que anden por aquí: Jose Esteban Alenda, David Pinillos, Manuela Vellés, Roser Aguilar... Si no están hoy estarán algún otro día y tendrán que vérselas conmigo.

Pienso esperarles, agazapado.

Como buen francotirador.

jueves, marzo 17, 2011

Faceboook es un bar de borrachos autocompasivos, Twitter es un bar de borrachos indignados


Sinceramente, no me acuerdo de dónde lo dejé. Uno intenta mantener una coherencia y una secuencia más o menos semanal y de repente las programaciones le alejan un mes de sus objetivos, así que pierde su nostalgia adolescente y todas las chicas que nunca tuvo y los recuerdos en puertos lejanos y se sienta delante del ordenador recordando un sueño precioso, el de esta noche: un piso compartido con amigos, en primera línea del mar. Desde la terraza se sentía la arena y yo hacía estiramientos y jugaba al fútbol. Jugaba muy bien al fútbol, solo que más bien era fútbol sala, esa variedad en la que la pelota no se golpea sino que se pisa y que requiere movimientos que mi pelvis y mi nula coordinación siempre han impedido.

Desgracias del cuerpo humano: en el instituto nos examinaban de flexibilidad y el método era sencillo. Colocabas las piernas a los lados de un banquillo y tocabas la madera con las manos, intentando llegar lo más lejos posible: medían todo con una cinta y te daban la puntuación correspondiente.

Yo nunca llegué siquiera al banco.

Nunca llegué al cero.


¡Cómo quieren que no sueñe con niñas en bikini y partidos de fútbol donde hago la ruleta, me voy y la pongo en profundidad!

Conocí a Manuel Jabois hace relativamente poco. Estoy empezando a conocer a gente a la que ya conocía antes pero mi atención dispersa me impedía ubicar. Manuel Jabois es un escritor y periodista maravilloso que escribió recientemente un artículo sobre sus gatillazos que incluía este párrafo glorioso: “(…) Fue, ya digo, a una edad inconcreta que coincidió en una etapa de inseguridades y miedos, casi frustrante; combinaba actuaciones antológicas –una vez una chica se paró en medio del polvo y rompió a aplaudir- con hoscos fracasos –otra también aplaudió, pero para meter prisa”.

Espero que este párrafo salve esta columna.

Jabois y yo hablábamos esta mañana de Twitter y Facebook. Él utilizó la metáfora “Facebook vendría a ser el cóctel de una boda, con mucho postureo. En Twitter se abre la barra y pasamos de los novios” y yo contesté con la mía, porque aquí estamos para ser corrosivos e ingeniosos y al que no le guste que se vaya del pueblo: “Facebook es un bar de borrachos autocompasivos y Twitter es un bar de borrachos indignados, esa es otra diferencia”. Mi dependencia total de las redes sociales, con sus inconvenientes y sus ventajas -nadie ha podido controlar nunca a tantas ex novias en tan poco tiempo- hace que tenga mis días de borracho autocomplaciente y borracho de puñetazo en la barra de bar, “porque yo lo digo”.

Lo que me da miedo es dejar de ser un borracho simpático y convertirme en un borracho pesado. Eso sería terrible. Un borracho de canción de Billy Joel, dejando mi último hilo de baba sobre una copa pedida a 12 euros en el Toni 2. No, no, esperemos que eso no llegue nunca, que no haya llegado. Eso sí sería el apocalipsis, que se lo expliquen al comisario de la Unión Europea de turno.

En el sueño, Zubizarreta sacaba de puerta y colaba el balón justo por la abertura de nuestra ventana. Ni siquiera sé quiénes éramos “nosotros” pero éramos felices. Cuando llegó a mis pies, se había convertido en una pelota de ping-pong y yo intenté devolvérsela con una raqueta. Alguien, probablemente mi inconsciente, que tiene mucho más sentido común que yo, prefirió que me despertara.

miércoles, marzo 16, 2011

Lola Baldrich


Lola Baldrich ya era inquietante a finales de los 80 cuando cantaba aquello de "Los amigos de mis amigas son mis amigos", un hermoso tratado de promiscuidad que nos llegaba incluso a los pre-adolescentes ya motivados enforma de remake de Objetivo Birmania. Una manera como cualquier otra de despedir la década. Llegó, vio, triunfó y se dedicó a lo suyo: la actuación. No tenía siquiera 20 años por entonces.

Baldrich llegó a mi vida con nombre y apellidos en aquella maravilla ya olvidada que se llamaba "Colegio Mayor". ¿No se acuerdan de esa serie? La protagonizaba Jorge Sanz, haciendo de eterno estudiante, y aparecían al menos Quique San Francisco, como refinado residente vitalicio, Antonio Resines, el díscolo Achero Mañas, Eva Isanta -qué guapa es Eva Isanta-, como novia despechada, Ángeles Martín y el entrañable Vicente Haro. Estoy hablando de memoria, pero Baldrich era la guapa a la que se quería ligar Jorge Sanz a veces con éxito y a veces sin él, porque, claro está, el protagonista era un caradura pero en el fondo un buen tipo.

Yo la vi en Telemadrid, es posible que luego la pasaran también por La 2. Es una auténtica referencia generacional, ya saben, "El Baroja siempre moja".

Asumo que no todos son tan frikis como yo, así que concedo que ustedes conozcan a Baldrich como la enfermera con mini-bata de "Médico de Familia", la asistente pibón de Emilio Aragón. ¡Qué piernas, señora! Allí que iba ella, poniendo malos al abuelo de Chechu y a sus amigos jubilados con aquel escote y aquella bata minúscula, por encima de las rodillas y sin pantalones ni medias ni nada. Luego iba uno a un ambulatorio y lo mismo no era, claro.

Gertru pasó a ser un icono sexual pero de una manera muy natural, nada explosiva. Un rollo emilioaragonesco, de insinuación y coquetería incluso a veces ñoña más que de chica chin-chin. El éxito estaba en su rollo "vecinita de al lado", su función de "pibón en la sombra" y su encanto combinado con sus curvas.

Luego su carrera languideció. Es lógico: "Médico de familia" fue, junto a "Farmacia de guardia", la gran serie de los 90 y ella era casi co-protagonista con Lydia Bosch y la inefable Ana Duato. De ahí solo se baja, pero incluso eso lo hizo con elegancia: en 2000 se pasó a "Compañeros", participó en "7 vidas" y por lo que dicen ahora tiene un papel en "El internado", no sabría decir si relevante o no, porque ya no veo series de chicas guapas. Lo paso muy mal.

Al menos, creo que le ha servido para una portada de Interviu a sus 39 años, que muchos lo firmaríamos.

En cualquier caso, para mí siempre será la chica de trajes chillones de aquel vídeo de voces chillonas y la coqueteadora oficial del Colegio Mayor Baroja. A ver cuando algún canal de TDT se anima a reponer esa serie. Y una suiza o belga o francesa que se llamaba "Besos robados". Telemadrid era muy casposa pero cumplió su función, créanme.

martes, marzo 15, 2011

La entrevista Ana Pastor-Ahmedineyad



La vi en diferido y la comenté por Twitter. Para no repetirme, dejo aquí un resumen, con comentarios algo más ampliados:

-Llevo 11 minutos de la entrevista de Ana Pastor, a la cual adoro, con Ahmedineyad y todavía no ha pasado de una pregunta, mal planteada además (la pregunta en cuestión, muy difusa, era "¿Qué hay que hacer para ayudar al pueblo contra Gadafi?" que caía en el lirismo del "un pueblo es, un pueblo es, un pueblo es..." y dejaba abierta la respuesta insistente del interlocutor, que fue:)

- "El pueblo quiere libertad, presidente" "Ya, pero los americanos apoyaron a Gadafi" "Ya, pero es que quieren libertad" "Ya, pero los americanos..." (y así durante 12 minutos, no exagero, no sé si era un intento de marcar posiciones desde el principio pero el principio se hizo largo, desde luego)

- Min.16: el mal rollo se empieza a respirar, ahora sí va al grano, aunque Ahmedineyad tiene razón: "Usted tiene que preguntar...y escuchar mi respuesta" (y decía algo más: "Usted está esperando que conteste lo que usted piensa y no me escucha y no deja que el público me escuche y saque sus conclusiones", Ana Pastor sabe que le ha sacado de sus casillas, pero también sabe que es verdad lo que le está diciendo, a partir de entonces, escucha más, se discute menos sobre metafísica y Ahmedineyad queda más retratado)

- Ojo, que solo el hecho de ir a Teherán a enfrentarse a este loco ya le da un mérito a Ana Pastor de la hostia,solo comento la entrevista en sí (porque hasta este momento la entrevista estaba siendo regular, pero extremadamente valiente. La concepción de una entrevista no mamporrera a Ahmedineyad en el mismísimo Teherán y luego tener que salir de ahí como entraron ya es prodigiosamente valiente y una de las virtudes del periodista, aparte de elegir bien las preguntas y los tiempos, que ahí discrepamos, es ser valiente)

- Min. 18 la pregunta por los opositores, AHÍ LE HAS DADO, si hubiéramos empezado antes por ahí!!! (Pues si hubiéramos empezado antes por ahí, igual el tío se habría levantado y se habría ido y por eso eran necesarios los 12 minutos de pelea por Gadafi donde se sabía que no había nada que rascar. Esa pregunta realmente le incomoda y el discurso se acerca a lo cómico sobre las injerencias de Europa y EEUU en el mundo árabe)

-Min. 22, pregunta sobre homosexuales y lapidaciones, con un par de huevos, sí señora, en el mismo Teherán... Ahmedineyad se cabrea un huevo (sí, se cabrea y se acoge al famoso "relativismo cultural", que, por otro lado es un invento occidental, miren si no, como "bonus track", este enlace de elmundo.es, patética manera de no enterarse de nada, digna de los mejores tiempos de El País. Por lo demás, no sale del "mejor no nos metamos en los asuntos ajenos, porque ustedes..." y vuelve a citar a los americanos)

-Min. 24, a Ana se le cae el yihab definitivamente y hace una pregunta-cebo buenísima sobre Israel, ahí sí q deja hablar a Ahmedineyad porque es su tumba (la pregunta en cuestión: "Simón Peres dijo en esta cadena que usted iba a ser el siguiente en cadena, queremos que utilizando el mismo canal usted le responda". La pregunta es brillante desde un punto de vista periodístico porque por fin deja toda la responsabilidad en el entrevistado y sabe que va a caer... pero curiosamente Ahmedineyad se zafa y dice algo así como "Por mí puede decir lo que quiera" y por un momento nos recuerda a Guardiola)

- Los  primeros 10 minutos de la entrevista son muy prescindibles, los últimos 20 son brillantes,valientes y conoces por fin al entrevistado, ¡bravo! (Twitter tiene estas cosas: hay que aclararlo todo mil veces porque muchos lectores solo leen lo último, perdonen la insistencia, sé que ustedes ya lo saben)

- ¡Joder, uno se queda con ganas de que @ entreviste a Mourinho y luego escuchar la rueda de prensa!

Cierto, casi lo mejor de la entrevista es el cierre de la entrevista: ese Ahmedineyad perorando y perorando y Ana Pastor mirándolo, escuchándolo, sabiendo que está quedando como un loco -ya lo sabíamos, ahora lo confirmamos, por si había dudas- y su lacónico "No tenemos tiempo, aquí lo dejamos" y el fundido en negro, con todo lo que sugiere: el probable cabreo de Ahmedineyad con sus asesores, con los productores de TVE, las amenazas y la carrera al aeropuerto antes de que sea demasiado tarde.

Bonus-track: mi Ahmadineyad favorito siempre ha sido este, insuperable:

lunes, marzo 14, 2011

Sevilla 1-Barcelona 1


El Barça empezó su etapa reina con cinco puntos de ventaja sobre el Madrid y llega a la mitad del recorrido con la misma ventaja. No es mal negocio. Ganó en Mallorca, ganó en Valencia y ha empatado en Sevilla. Le quedan Villarreal y Bernabéu y muy poco más en el horizonte, quizás Anoeta, pero la Real Sociedad se jugará muy poco en ese partido. Ganando lo que le queda en casa y asumiendo, por una cuestión de calidad, que ganará en la cancha del Levante y el Málaga, al Barcelona le faltarían cuatro puntos en esos tres partidos para ganar matemáticamente la liga aunque el Madrid lo gane todo, incluyendo el derby.

Por supuesto, nada de eso va a pasar. O no es probable. El Madrid no va a ganar todos los partidos, incluyendo su etapa reina que empieza ahora: Calderón, San Mamés, derby, Valencia, Sevilla y Villarreal, con la Copa del Rey de por medio y las eliminatorias de Champions League. También es muy posible que el cansancio que ya es evidente en el Barcelona se traduzca en algún pinchazo inesperado, pero en principio la ventaja de cinco puntos es mucho mayor si se mira el calendario que si se analiza por sí misma.

Volvamos a Sevilla, un gran partido pero extraño. El Barcelona tiró dos balones a los postes, vio cómo Medel le sacaba un balón a Iniesta sobre la línea de gol en el descuento y protesta un gol anulado y varios penaltis. Creo que no se puede objetar nada al equipo: hizo una primera parte sólida y arrolladora, en su estilo, y se defendió como pudo del empuje local en la segunda mitad sacando fuerzas de donde no las había. Se habían quedado en la remontada de Champions.

En esas condiciones, el empate es un gran resultado, más que nada porque el Sevilla jugó un excelente encuentro. No en la primera parte, desde luego, donde se limitó a mirar al rival y estorbarle lo justo sino en la segunda. La clave fue la entrada de Kanouté, que tiró al equipo varios metros para arriba y le dio la opción del contraataque. Manzano decidió partir al equipo en dos y fue una decisión acertada: ese tipo de partidos enloquecidos el Barcelona no los controla. Los puede ganar –incluso golear- por calidad, pero ya se entra en una ruleta en la que los dos están en alerta y no solo uno.

Para que esa táctica funcionara hacía falta un jugador como Gary Medel en el medio centro. Su partido fue extraordinario, el mejor de largo de su equipo. Con 0-1 y el Sevilla entregado, Medel y Kanouté tiraron de garra y perdieron el miedo. Falta hacía. Posiblemente, el Barcelona salió del vestuario en la segunda parte pensando en la accidentada rodilla de Messi en una desafortunada jugada justo al acabar el primer tiempo. Nunca lo sabremos. Lo que sabemos es que un despiste defensivo bien aprovechado por Negredo derivó en el gol de Navas cuando nadie lo esperaba.

El partido estaba siendo un monólogo y de repente volvía a ser un combate.

A partir de ahí fue una cuestión de entrega y de fuerza. Probablemente a los dos les venía suficientemente bien el empate, pero jugaron como si no hubiera mañana. Por momentos, parecía que el físico desnivelaba la balanza a favor del Sevilla, especialmente viendo a Perotti dejar en evidencia a Piqué una y otra vez, aunque a favor del catalán hay que decir que Dani Alves estuvo terrible en ese segundo período: no creó peligro en ataque y en defensa ni estaba ni se le esperaba.

Justo cuando el 2-1 parecía una opción clara –Valdés le sacó una pierna prodigiosa a Navas, Kanouté y Negredo fallaron remates sencillos llegando desde atrás…- sacó el Barcelona su último aliento de rabia: Messi hizo un par de diagonales mágicas, Iniesta tiró al poste y luego, sin portero, se encontró con Medel, Bojan pidió un penalti bastante claro que se fue al limbo como muchas otras jugadas en las dos áreas.

Y es que lo único que ensombreció este partido fue el arbitraje. No porque perjudicara o beneficiara a un equipo, sino por lo aleatorio de cada decisión. Anuló un gol incomprensible a Messi en el lanzamiento de una falta, no pitó un penalti a Zokora, luego se comió un par de ellos en el área contraria, dejó seguir jugadas tras faltas claras y cortó otras en las que el defensa se llevaba claramente el balón… 

Lo que te benefician un día te perjudican otro, a veces incluso dentro del mismo partido: es lo que hay que entender de todo juego con reglas. El problema con Pérez Lasa fue esa sensación de que realmente podía pitar cualquier cosa. Absolutamente cualquiera. Por un lado le añadió épica al partido. Por otro, convendría que de una vez se revisara la aptitud de este colegiado, que no le hace bien al fútbol, más allá de resultados concretos. 

En cualquier caso, el Barça haría bien en dedicar estas dos semanas de descanso a recuperar a Pedro y a Villa y no a quejarse de arbitrajes. Sin su efectividad, el equipo ya no parece imbatible.

sábado, marzo 12, 2011

El calendario


Florentino Pérez hace muy bien en reivindicar que su entrenador se queje de los calendarios y de todo aquello que perjudique al Madrid. Eso también es "señorío", dice, readaptando la frase original de su entrenador que poco más o menos era "el señorío me lo paso yo por...". Desde luego, lo que se está haciendo con el Madrid es de difícil comprensión y una clara adulteración del torneo: no solo le hacen jugar contra el Hércules en el Bernabéu solo cuatro días antes de tener que jugar contra el Lyon en el Bernabéu sino que luego le colocan un partido tres días después en el Calderón.

¡Pero ustedes saben los atascos que se forman en esta ciudad! Es para indignarse y tirar la liga: tres partidos en ocho días y al menos dos en barrios distintos. Agotador.

Una hazaña de este tipo deja en nada aquella historieta de cuando el Barcelona tuvo que jugar un sábado contra el Espanyol, coger un autobús y viajar 24 horas a Milán porque todos los aeropuertos estaban cerrados. Los tiempos del volcán islandés cuyo nombre no voy a googlear. El partido se jugaba en martes. Unas semifinales de Champions. Por supuesto, moverlo al miércoles era imposible: la televisión pagaba y lo había programado un martes y con la pasta que cobran los clubes, bien hacen en obedecer a las cadenas.

El Barça cogió aquel bus, llegó a Milán y perdió el partido en la segunda parte, agotado y con un gol en fuera de juego por un metro. Al entrenador del Inter no le pareció mal: ni el viaje, ni los tres días entre partido y partido, ni la obligación de jugar un martes porque así lo había decidido la televisión. Ni el arbitraje, por supuesto.

Si les soy sincero, a mí tampoco me lo pareció: los árbitros se equivocan, a veces de manera garrafal, y los partidos se juegan cuando están programados salvo que sea imposible, y eso le pasa a todos los equipos.

A todos.

El fútbol es asín.

Eso sí, bien hace el presidente del Real Madrid en quejarse porque esto pasa de castaño oscuro. Si les parece que estoy siendo irónico es que no conocen la M-30.

viernes, marzo 11, 2011

Madrid y sus contrastes, siete años después del 11-M


A continuación reproduzco el artículo que escribí para la revista Almiar con motivo del 11-M. Era el último de una serie de reportajes-cuentos-historias que tenían que ver con Madrid y cuya primera entrega, paradójicamente, y como se apunta a continuación, se publicó el 10 de marzo. En este enlace tienen la serie completa. Fotos: Pedro Martínez Corada

MADRID Y SU SANGRE

Aunque parezca increíble entregué el primer reportaje de esta serie el 10 de marzo. Entonces me prometí que me ceñiría a la idea original y no dejaría que el miedo, el odio, la tristeza se colaran en mi Madrid más de lo imprescindible. Pero, desgraciadamente, hay un Madrid que llora y que tiembla, que repasa con la mirada cada mochila del metro, del autobús, del tren de cercanías... y no creo que sea justo no hablar de ello. Cerrar los ojos como los niños. Imaginar que nunca pasó.

     Pero pasó, y aunque hay testimonios sobrados de ello en Santa Eugenia, en El Pozo, en Alcalá, Vallecas, Entrevías... prefiero quedarme de momento con el más obvio: el llamado "santuario" de la estación de Atocha. Que nadie se lo imagine monumental y grandioso como el sustantivo parece indicar; recordemos que Madrid es poco dada al espectáculo, como si prescindiendo de la ostentación ganara en intensidad. El "santuario" consiste a estas alturas -más de dos meses después- en un cartel de la Asociación de Víctimas del Terrorismo y un rincón del vestíbulo lleno de flores y cirios.

     Las paredes y las columnas están llenas de dedicatorias, poemas, insultos, propaganda política, dibujos de niños, banderas de equipos de fútbol, fotos de los muertos para que dejen de ser una cifra... Hay algo en todo ello que en principio no me emociona: como buen madrileño no soy dado al melodrama y los poemas me parecen petulantes, los insultos viciosos, la propaganda miserable... Pero no puedo dejar de mirarlo. No sé si es el olor a incienso lo que me obliga a quedarme ahí junto a la valla. En silencio. De repente, uno se da cuenta de que no está solo, que ahí hay al menos diez personas más alrededor: callados, impresionados, con un punto de emoción en el gesto. Ecuatorianos, búlgaros, rumanos, marroquíes, argentinos, dominicanos... madrileños.

     No hay mil cosas que contar sobre Atocha, básicamente es la misma sensación repetida en mil panfletos. Lo he comentado antes: tengo dificultad para la emoción. Pero hay un peto verde con una frase garabateada a rotulador: "Sólo lamento no haber salvado más vidas". Y entonces me acuerdo de la otra sangre. No es la de los muertos, es la que hirvió en el corazón de todos los que se jugaron la vida. La que entregamos en masa aquella mañana en los centros de salud... la sangre de Madrid corriendo por las venas de la red de Cercanías. No sé lo que es un héroe, y, si digo la verdad, le tengo algo de miedo a esa palabra. Pero, aún concediendo que fuera una exageración ¿para cuándo guardamos las exageraciones si no es para estos momentos? Para los policías, bomberos, SAMUR, vecinos, ciudadanos en definitiva que lo dieron todo por los demás.

     Lo curioso es que la estación de Atocha, pese a todo, permanece erguida, con la dignidad de una vejez orgullosa, como si la cosa no fuera con ella. ¿Recuerdan lo que decíamos de la Cibeles en el primer capítulo? Así es Madrid: debió nacer en mayo porque es terca como un Tauro. Quizás por eso genera tantos odios. Dentro de poco este santuario venido a menos quedará en nada. Las últimas velas se apagarán, los poemas serán cubiertos por graffiti y la gente olvidará. Es inevitable: Madrid necesita olvidar. Pero de momento lo que queda es una enorme herida. La miseria erosiona. Hay algo que hace recordar la masacre cada día y es la tristeza, y detrás de la tristeza, el miedo. Y detrás del miedo, otra vez, el orgullo.

jueves, marzo 10, 2011

Entrevista a Alejo Moreno en la revista Freek!


Firma habitual en los créditos del programa "Días de cine", el sevillano Alejo Moreno se inspiró en una vieja leyenda granadina para insuflar un halo mágico a un cortometraje de corte clásico y honda presencia, para el que ha contado con colaboraciones de lujo como las del maestro en f/x Colin Arthur o el músico Julio de la Rosa. Trepamos a "La higuera" de la mano de su autor.


"La higuera" está basado en una vieja leyenda arraigada en la ciudad de Granada, ¿hasta qué punto hemos olvidado el mundo de los sueños, la imaginación y el cuento en la narración cinematográfica?

Existe un gran número de producciones de cine fantástico hoy día pero creo que la mayoría ha perdido su esencia: la capacidad de evocación. Esto ocurre porque no es un fin que persigan. Están tan preocupados en hacer creíbles las imágenes (y de hecho lo consiguen) que no resultan interesantes, falta magia. Es todo tan concreto, ruidoso y apabullante que no hay espacio para la abstracción, ni tampoco para la imaginación del espectador.

Si por algo destaca el corto es por un impecable cuidado de las formas: ningún plano sin sentido, recreación en la fotografía, ritmo adecuado y sin prisas... ¿Supone un contraste con la gran mayoría de los cortos actuales del circuito?

Pienso que sí. He tratado de introducir al espectador en un universo visual y sonoro misterioso. Creo que el cine debería intentar ser toda una experiencia, da igual con qué fórmula. No me preocupé tanto por elaborar un guión complejo como en construir formas hipnóticas que hablaran por sí mismas. Creo que por eso el corto gusta tanto a los niños, son espectadores atentos y abiertos de mente.

Vienes de la televisión, aunque fuera en un programa de calidad como "Días de cine", con Antonio Gasset, ¿qué influencia -positiva o negativa- ves del "sketch" o "gag" televisivo en el panorama del corto actual?

Total y preocupante, de hecho creo que se nota en muchos de los jóvenes cineastas españoles que pasan del corto al largo; ruedan con criterios televisivos, lo más importante para ellos es ser efectista y veloz, pecar de burdo no es un problema. Quizás tenga éxito comercial inmediato pero no es una apuesta de futuro. Resulta paradójico que ocurra en un momento en que Estados Unidos hace justo lo contrario: acercar los formatos televisivos a las estructuras cinematográficas. Una película requiere algo más que un redoble de tambor para ser cine.

¿Cuáles han sido tus referencias a la hora de afrontar un reto tan ambicioso y a la vez tan aparentemente sencillo como "La higuera"?

El cine de David Lean sobre todo. Creo que sus películas tienen esa valía.  Parecen sencillas pero cuando uno las observa con detenimiento se da cuenta de que contienen una pericia narrativa, técnica e intelectual de un calibre inalcanzable.

¿Por dónde te gustaría tirar en tu siguiente proyecto? ¿Tienes algo ya en marcha?

Si, ahora me voy a Nueva York, donde nos han seleccionado en el Festival de Cine Sefardí, a rodar un videoclip, pero amenazo con varios cortometrajes y un largometraje. Todos ellos relacionados con leyendas; mundos que ya no existen pero que tienen mucho que decirnos al oído si somos capaces de abstraernos por un momento del tumulto diario.

miércoles, marzo 09, 2011

Barcelona 3-Arsenal 1



Arsène Wenger salió a la cancha con dos jugadores recién salidos de una lesión y la presunción de entrenador que apuesta por el espectáculo y “no sabe defender un resultado”. De hecho, en las dos primeras jugadas del Barcelona, el Arsenal metió hasta seis jugadores en campo ajeno para presionar y recuperar, en lo que parecía una declaración de intenciones que invitaba al buen fútbol.

No fue así en absoluto. El Arsenal recordó a la Holanda de la final del Mundial: jugadores de gran calidad haciendo lo que no saben, es decir, correr tras el balón, abusar del juego físico y caminar perdidos por el campo. Sabemos que Cesc jugó porque regaló el primer gol a Iniesta, poco más. Van Persie estuvo sembrado: no tocó el balón en ataque, no dispuso de ninguna oportunidad de gol, pisó el tobillo de Messi en una acción deplorable, se peleó con Busquets, luego con Alves y acabó su festival pegándole una patada al balón para perder tiempo, en el minuto 55, y con una amarilla ya en su haber.

Se podrá criticar lo que se quiera a Bussaka, cuyo arbitraje fue mediocre, incluyendo un penalti a Messi justo en su cara, pero la verdad es que lo del holandés es de juzgado de guardia.

Por supuesto, Wenger se refugiará en la expulsión para explicar el resultado. ¿Quién no lo hace en estos días? Todo menos fútbol, esa fue la propuesta del Arsenal, que se encontró con una versión tensa y agarrotada del Barcelona. En la primera parte, el balón fue monopolio de los azulgranas, pero sin demasiada profundidad. Es cierto que mantuvo a raya por completo a los “gunners” –no es que no tiraran a puerta en la primera parte, es que no tiraron a puerta en todo el partido-, tiró una vez al poste por mediación de Adriano y vio cómo a Messi no le pitaban un penalti, fallaba un gol cantado y por fin, en el descuento, y en una maniobra genial, marcaba el 1-0.

Ahora mismo, Messi es el máximo goleador, empatado o en solitario, de Liga (27 goles), Copa del Rey (7) y Champions (8). Si le suman los tres de la Supercopa, tienen 45 a falta de dos meses de competición.

El gol invitaba a pensar en un Arsenal más ofensivo para la segunda parte. Nunca lo sabremos. Busquets anotó en su propia portería, en lo que fue la única jugada de peligro en todo el partido, epítome de la mediocridad. Después del gol, que colocó las cosas casi igual que al principio, llegó la expulsión de Van Persie y ahí sí que fue ya el descontrol. Si se criticó a Mourinho el año pasado por su planteamiento en el Camp Nou tras la expulsión de Motta, lo de Wenger fue de escándalo: el Arsenal siguió sin atacar y defendió como una verbena.

Durante 25 minutos solo vimos a jugadores del Barcelona plantarse en cadena solos delante de Almunia. El portero español estuvo sembrado, con unas intervenciones de gran mérito. Falló Messi, falló sobre todo Villa, falló incluso un gran Dani Alves… pero no había para más. La cantidad de las llegadas era comparable a su sencillez: llegaban solos, tiraban solos, pasaban solos. Aquello era cómico: ver al Arsenal defender como un pelele y al Barcelona incapaz de marcar.

Guardiola movió fichas y acertó: Alves y Adriano quedaron como extremos y Mascherano cambió posición con Busquets, agilizando la circulación. Así hasta que llegó Iniesta, como casi siempre, se regateó a dos o tres, tiró una pared y habilitó el gol de Xavi. Minutos después, Koscielny, que ya pudo haberse ido antes a la calle, tumbó a Pedro dentro del área y Messi marcó el 3-1. Debió haber sentenciado entonces el Barcelona, pero la presión era enorme. Noto esa tensión en el entorno culé casi desde el sorteo. Había pavor al Arsenal y lo siguió habiendo incluso con 3-1 y un jugador más. Por supuesto las oportunidades siguieron llegando porque la defensa visitante era una feria, pero igual que en Londres, el Barça optó por un peligroso término medio: controlo, me la paso, que discurran los minutos, arriesgo lo justo… y en una de esas, a cinco minutos del final, calamitoso error de Adriano que solo Mascherano pudo solucionar cuando Bendtner se disponía a marcar el 3-2 y certificar la eliminación culé.

En definitiva, habrá lloros, claro que sí. Se dirá que Van Persie no debió haber sido expulsado, se obviarán sus errores, los de su entrenador, los de sus compañeros y el hecho de que el Arsenal, insisto, no tiró a puerta en todo el partido. Ni contra once ni contra diez. La diferencia, eso sí, es que, con diez en el campo, solo le llegaron cinco veces con claridad y con diez le llegaron cada tres minutos. Muy pobre bagaje para un equipo que quiere ser grande y quiere serlo además defendiendo una idea de fútbol que este martes no se vio por ningún lado.