sábado, noviembre 26, 2011

La narrativa mourinhista


Twitter cambió mi vida. Voy a ser así de sincero. Acostumbrarte a discutir con cientos de personas cada semana le hacen a uno mejor persona: la crispación llega hasta tal punto que desaparece, que cualquier comentario en realidad lo puedes ver como una broma. Contra lo que se pueda pensar, las redes sociales relajan. Cualquier idea es un estereotipo, un tópico, un piñón fijo.

Fue en Twitter donde conocí el “mourinhismo”. Por supuesto, a Mourinho lo conocía desde mucho antes porque yo era un fanático futbolero ya de niño y siempre me ha gustado darme aires de experto en las tertulias de sobremesa analizando cómo juega el Oporto de turno. Lo que no conocía era la narrativa, me parecía difusa, desafiante, llena de demasiados silencios que pretendían exégesis a menudo disparatadas.

En realidad el “mourinhismo” es una reacción narrativa. Solamente eso. No tiene nada que ver con el entrenador, ni con el juego ni con los resultados. Es una forma de vida que consiste en narrarlo todo de una manera hostil. “El infierno son los otros” en su forma más pura. Todos nos persiguen. ¿A quiénes? Aún no lo sabemos, pero nos persiguen y Mourinho, el gran perseguido, nos salvará.

Por supuesto, esta narrativa acorralada, una narrativa de guerra de guerrillas, sin palabrería valdanista ni señoríos ni conceptos burgueses, solo puede existir porque existe la contraria: la narrativa “guardolista” con ese punto de beatificación constante, el fútbol convertido en una especie de plan quinquenal donde todo se hace por una razón y además una razón estética. El alejamiento de la realidad. Buena parte de la prensa barcelonista y el entorno más cercano al club han desbarrado definitivamente desde aquel triplete de 2009.

Quiero dejar una cosa clara: yo soy aficionado del Barça, disfruto con su juego, Guardiola me parece un entrenador sensacional que ha llevado el fútbol a otro nivel: el ataque constante mediante la defensa constante, ubicación de espacios, presión organizada. Ha mezclado a Sacchi y a Cruyff y en el camino se ha llevado 12 títulos en 3 años.

Pero yo no estoy hablando ni del Barcelona ni de Guardiola. Yo hablo de la narrativa.

Esa narrativa de Banco Sabadell, frases categóricas, “somos tan buenos”, que rodea al entrenador del Barcelona sin que él participe del todo, porque siempre avisa: “No soy el mejor, no somos nada sin trabajo, a veces leo cosas sobre mí que me levantan los colores”. Guardiola como faro no ya de un equipo sino de la humanidad. La narrativa UNICEF pese a que el entrenador sea un defensor a ultranza de Catar. La mística de la posesión, del toque, no ya como táctica sino casi como religión. EL MODELO, así en mayúsculas. “Deberían grabar nuestros entrenamientos, son un espectáculo”, insisten Xavi y Cesc. La incapacidad de comprender que alguien puede ser mejor que tú y merecérselo.

En el fondo ahí están los dos. Mourinhistas y guardiolistas, convencidos de que el otro es el mal. Incapaces de disfrutar el juego porque el juego les importa lo justo, les importa la literatura, la estética. A mí me parece bien. Hacemos literatura de nuestra vida anodina, ¿cómo no la vamos a hacer de un negocio de miles de millones de euros?

Lo que más me gusta es cuando alguien sale y defiende a cualquiera de los dos entrenadores: “Pues en su vida normal no es así”. Obvio. Nadie es un estereotipo cuando sale a pasear con los niños. El mourinhismo enturbia pero se enorgullece de eso. El guardiolismo lo limpia todo con su bondad absoluta. ¿Qué tienen que ver en esto los dos protagonistas? Poco. Son necesidades, carencias afectivas. La narración de un éxito o un desastre.

La ficción que se resiste a mirar ninguna tabla clasificatoria.

Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial dentro de la sección "La zona sucia"