miércoles, febrero 27, 2013

Barcelona 1- Real Madrid 3


Poco antes o poco después del 0-2, Michael Robinson protestaba por la continua gesticulación de Jordi Roura mientras repetía la necesidad de meter a Villa cuanto antes e intentar así cambiar el partido. "Deje de animar y tome decisiones, señor", decía el inglés al segundo entrenador del Barcelona, claramente superado por la situación. El problema es que Roura no está acostumbrado a tomar decisiones de este tipo y desde luego no en partidos de esta enjundia. No digo que sea un problema suyo, porque nunca ha sido su rol en el equipo, pero desde luego es un problema y muy grave para el Barcelona, que ahora más que nunca nota que no tiene entrenador.

Lo peor es que es un problema sin solución, porque los dos entrenadores de este lustro mágico están ahora mismo en Nueva York: Guardiola no quiso renovar "porque si no acabaríamos mal" y Tito Vilanova, que le sucedió con resultados admirables pese a un cierto bajón en el juego, se está recuperando de un cáncer. Ni siquiera "se está recuperando", que es un eufemismo, sino que se está peleando con él y por mucho que se hagan reportajes sobre cómo dirige vía whatsapp los partidos, lo cierto es que todos deseamos que Tito esté a lo que tiene que estar: curarse, punto.

A principios de temporada, mi buen amigo Pepe Albert de Paco me insistía en que a este Barcelona lo entrenaba cualquiera. Tenía razón pero solo en parte. Cualquier entrenador profesional debería poder coger un equipo de esta magnitud y no hacer el ridículo pero otra cosa es hacerle ganar títulos. Vilanova estaba preparado, Roura, no. Insisto: no tiene por qué estarlo. Los jugadores necesitan referencias e indicaciones, porque la autogestión es algo muy peligroso. Suena bien, pero es peligroso. El Barcelona, desde la marcha obligada de Vilanova coquetea con la desgracia en cada partido y supongo que lamentan oír esto en una época de culpables e inocentes pero tiene su lógica y me temo que es inevitable. Cuando a mitad de temporada, tu entrenador se tiene que ir a curarse de un cáncer, estás jodido. Aceptarlo es bueno.

Otra cosa es resignarse o insistir en la autocomplacencia. Sobre la autocomplacencia del Barcelona y sus seguidores he hablado muchas veces y me resulta molesta. Creo que parte de los problemas de "competitividad" que tiene el equipo ahora mismo tienen origen en declaraciones del tipo "deberían grabar nuestros entrenamientos". El Barcelona se enamoró de sí mismo y no voy a culparles porque yo también participé de ese rapto, pero seguir creyendo que se puede ganar sin jugar bien al fútbol, solo confiando en "el modelo" que todo lo salva, es un error tan grande como pensar que cualquier canterano puede jugar de central porque Piqué lo ha conseguido o que cualquier técnico es válido para el primerísimo nivel porque Pep y Tito lo han sido.

Narciso ante su reflejo en el río.

Hablemos en cualquier caso del "modelo", porque aquí hay un follón importante que, por lo que yo sé, solo Martí Perarnau intenta explicar en sus crónicas, con las lógicas dificultades al respecto. El Barcelona toca techo competitivo cuando, después de eliminar con comodidad al Real Madrid en semifinales, se pasea en la final de Wembley ante el Manchester United. Es el colofón de una temporada magnífica: el equipo vuelve a ser el menos goleado de la liga, su defensa es de hierro, la presión en todo el campo funciona de maravilla y arriba hay huecos simplemente porque el equipo contrario pierde nada más robar y generalmente descolocado.

El once inicial de gala de aquella temporada lo sabemos todo e incluye cuatro defensas claros, tres mediocampistas como Busquets, Xavi e Iniesta y tres delanteros en Messi, Villa y Pedro. Los dos últimos se pegan unas carreras tremendas y arrastran desde banda al medio en diagonales. Messi se limita a guiar la orquesta. Sin embargo, la propia figura de Messi acaba alterando el juego colectivo. El argentino es demasiado bueno para el "juego de posición" y Guardiola tiene que ceder. Como pidiendo perdón, lo reconoce en rueda de prensa: "El futuro de este club depende de Leo, hay que cuidar a Leo". Tiene razón, pero conforme crece Leo, de manera casi inevitable, decrece el resto del juego colectivo.

A eso hay que sumarle un último año de Guardiola tácticamente confuso. De entrada, sus fichajes son Cesc y Alexis. Lo de Cesc es pura cabezonería, pero también responde al perfil de centrocampista llegador, de los que "no están en el área sino que llegan al área". Alexis ha hecho un buen año en el Udinese, pero no se sabe muy bien qué es: ¿un extremo goleador al estilo de Pedro?, ¿un delantero reconvertido al estilo de Villa?, ¿una mezcla de las dos cosas? Aún no lo sabemos, pero lógicamente esos dos fichajes amenazaron el statu quo de la plantilla, desplazando a Villa y Pedro de su condición de indiscutibles antes incluso de que ambos se lesionaran de gravedad a mitad de temporada.

El nuevo juego de Pep era un pequeño galimatías que no funcionó nada en Liga, sí lo hizo en Copa y a medias en la Champions, donde bien pudo repetir título por tercera vez en cuatro años. No fue un desastre pero se veían cosas: junto a partidos estelares como el del Santos en el Mundialito o la segunda parte en el Bernabéu se sucedían desastres, especialmente fuera de casa, en los que solo Messi era capaz de marcar y la defensa ya no funcionaba tan bien como antes precisamente porque el ataque era torpe, lento y desajustado. En un giro del destino, el equipo acabó jugando 3-4-3 con Tello y Cuenca en las bandas, es decir, nada de lo que se había pensado en verano había funcionado. Mourinho ganó la liga y Guardiola se fue a Estados Unidos a descansar. Algo no le había gustado nada y sus propias decisiones habían resultado en ocasiones más que discutibles.

La llegada de Vilanova apuntaba a continuidad pero fue desde el principio una continuidad muy matizable: el equipo empezó a jugar como el Madrid. La presión bajó de intensidad y el ataque se desmadejó, con una dependencia de Messi ya exagerada. Cuando el argentino, Iniesta o el Cesc de principios de temporada estaban bien, daba gusto. Cuando no estaban bien, no había soluciones: el equipo quedaba partido en dos y a merced de cualquier contra del equipo rival. A este respecto, el segundo gol de ayer del Madrid es un claro ejemplo: un despeje se convierte en un dos contra uno, Puyol acaba por los suelos y Cristiano empuja solito el rechace de Pinto.

La fragilidad del Barcelona no es cosa de este mes y desde luego no es cosa de Roura. Según Perarnau es una fragilidad buscada, es decir, una invitación al rival a golpearte para golpearle tú con más fuerza. Si esto de verdad es así, el caso es que no ha funcionado en absoluto: los equipos que se cierran -los equipos buenos que se cierran- son infranqueables para el Barça en ataque, mientras en defensa se le conceden una serie de oportunidades imperdonables. En sus últimas seis visitas al Camp Nou, el Madrid ha marcado trece goles y tengo la sensación de que todos iguales: contraataque de Cristiano Ronaldo o remate a la salida de un corner.

El año pasado, el Barcelona perdonó al Chelsea, de acuerdo, pero si se fue a casa fue porque concedió tres goles ante un equipo que decidió ni atacar. Tres goles en una eliminatoria europea es una barbaridad.

Y así estamos, con problemas estructurales y coyunturales. El coyuntural por excelencia es la enfermedad del entrenador y ese no tiene solución. No la busquen porque no hay. Los estructurales tienen que ver con una bajada clara de intensidad física, una confianza excesiva que permite creer que se puede ganar sin jugar bien al fútbol y un dibujo táctico caótico en el que no sabemos de qué juega nadie y eso, insisto, a veces es muy bonito pero otras se convierte en un partido de esos del FIFA en el que te coges a un jugador y que se ponga a regatear a todos. A veces, el jugador se llama Messi, a veces, Iniesta y así sucesivamente. El Barcelona no lee bien el fútbol de ataque no solo porque no haya espacios, que no los ha habido nunca, sino porque sus jugadores no están bien colocados y da la sensación de que han dejado de confiar el uno en el otro, que es algo que pasa en cualquier deporte de equipo cuando la fragilidad se palpa en el vestuario.

Este Barcelona no es un desastre. Decir eso es una tontería, con 68 puntos en 25 jornadas de liga. Sí es un equipo más caótico y dudo que eso sea siempre buscado. Ayer, Messi parecía el de los peores tiempos de la selección argentina. Tenía que hacerlo todo y se equivocaba al intentarlo. Le estaban esperando. Como en San Siro. Como en Stamford Bridge. El juego de combinación es lento y a menudo incomprensiblemente errático. En otras ocasiones no existe. Cesc solo aumenta el embudo y no da la sensación de que alguien le haya terminado de explicar exactamente cuál es su función en el equipo, qué se espera de él. Deambula 60 minutos hasta que le cambian.

En el horizonte queda el partido contra el Milan. ¿Qué perspectivas hay? Un equipo con tanta calidad puede meterle cuatro a cualquier otro equipo. Este comentario no debe confundirse con otro tan peligroso y tan escuchado incluso hoy de "cuando estos se ponen las pilas, son el mejor equipo del mundo". No, no lo son. No siempre. Nadie es siempre el mejor equipo del mundo. Pero sí, el Barcelona es un equipo que puede ganar 3-0 o 4-1 al Milan. Otra cosa es que yo crea que lo va a hacer. No lo creo. Tendría que recuperar algo que me parece que ha perdido: el objetivo. Con Guardiola, amante del fútbol italiano, el objetivo estaba claro: ganar. Se tocaba para abrir huecos cara a la portería, se corría para recuperar el balón y pillar descolocado al rival, se jugaba por las bandas para que los de dentro pudieran sorprender y así sucesivamente.

Demasiadas veces parece que el Barça da los mismos pases, corre los mismos kilómetros e incluso, de media, es probable que tire las mismas veces a puerta... pero da la sensación de ser un automatismo. Algo que hay que hacer porque hay que hacerlo, pero sin fe, sin confianza. Ese es el problema. Si es coyuntural o estructural, lo desconozco. En cualquier caso, insisto, tal y como se ha dado el año, si al final se gana la liga, consideraré la temporada como un éxito... siempre que a la vez se trabaje en un futuro sin embudos, calzadores ni inercias.

lunes, febrero 25, 2013

De Jerez a Jerez


La Chica Diploma habla de no volver. Es un tema recurrente en todo regreso de vacaciones incluso cuando las vacaciones han durado solo dos días. Quiere quedarse mientras yo hojeo El Mundo en busca de cotilleos y me paro en un artículo sobre el hijo de Stalin. No contesto porque estoy nervioso. Sonrío, eso sí, que es mi manera de decir "estoy ahí" pero no contesto. De un tiempo a esta parte, volar me da miedo, o, más bien, despegar me da miedo. Sé que suena extraño pero es así: tengo verdadero pánico a cómo reaccionará mi cuerpo cuando el avión despegue, ese momento en que la cabeza se echa hacia atrás, el corazón se te sube a la garganta, el estómago al corazón y así sucesivamente...

El horror dura dos segundos. Son solo dos segundos de sensación de que vas a perder el control. Si lo cuentas no es nada. Uno. Dos. Luego ya mi confianza en el piloto es ciega: no temo turbulencias, colisiones ni motores ardiendo. Ayer, un niño pequeño aseguraba, aún en pista, que había un monstruo sobre una de las alas, que podía ver su sombra. ¿Desde cuándo los niños nacidos en 2005, 2006 tienen recuerdos de "The Twilight Zone" o "La Hora de Alfred Hitchcock"? No, mis miedos no son ajenos, no son los de un niño de cinco años sino los de un señor de 70. Son miedos a la reacción del propio cuerpo, a un desmayo, un infarto... Miedos de un hipocondríaco.

Aeropuerto de Jerez. Aquí empezó todo y aquí tiene que acabar todo. Llegada de viernes por la tarde, coche hasta Cádiz, tarde paseando junto al mar contra un viento impresionante, paseo por el centro de la ciudad, con sus tiendas viejas y sus tiendas nuevas, esa mezcla tan de pueblo español convertido en capital de provincia. Monumentos a Constituciones. En el bar donde cenamos nos ponen un medley de los Beatles, un bucle sin fin que incluye "All you need is love" y "Here comes the sun". Albóndigas y patatas bravas, como si aquello fuera Prosperidad o la Calle Churruca.

Una enorme habitación de hotel que dejar a la mañana siguiente, coche rumbo a Conil, luego a El Palmar, luego a Vejer, parada en Los Caños para observar un mar sin playa y una sucesión de locales hippies cerrados en febrero. A la Chica Diploma le da un poco de pena que esté todo vacío, frío y con un punto desangelado. A mí me encanta porque me da un aire al otoño de "Muerte en Venecia", al otoño de "El Tercer Reich", la fascinación por los lugares fuera de temporada que se completa en Zahara de los Atunes, con su hotel El Sol y sus cuatro estrellas esperando aún una semana más para abrir sus puertas.

Nos prometieron viento y lluvia, ¿y qué tenemos este sábado por la tarde? Algo parecido al calor, sol por todas partes, reflejos en las olas de un mar muy cabreado, un mar de pateras volcadas. Desde Zahara hacemos el viaje más largo, el que nos lleva a Arcos de la Frontera, un pueblo bonito pero extraño y difícil de manejar para el urbanita porque por sus calles no caben los coches pero ellos se empeñan en decir que sí y los chavales bajan con sus motos a toda velocidad, desafiando al destino. Nuestro hotel es una casa rural casi en lo más alto de una cuesta empinadísima. Yo pienso en etapas de Vueltas a España, ella piensa en descansar, ver la tele y dormir y eso es exactamente lo que hace mientras le mato uno a uno los mosquitos para que no la acribillen por las noches.

Una chica dulce, eso es lo que es.

Por la mañana, efectivamente, los daños son casi inapreciables y nos liamos a comer distintas tortillas en distintos lugares: un bar en mitad de una cuesta, un mirador en lo alto del pueblo, cortesía del Parador Nacional. Los domingos de viaje son tristes porque son días de despedida. Yo aspiro a una vida en la que pueda desafiar al domingo y vencerlo (Jakob wrestled the angel and the angel was overcome) pero eso aún no me ha sido dado. Volvemos a Jerez, volvemos al periódico, la terraza, las albóndigas y las patatas bravas, los cantaores callejeros de flamenco y boleros. Luego, lo previsible: apurar cada segundo antes de llegar al aeropuerto, facturar, pasar controles, enseñar pasaportes, verse arrastrado por una marea de jubilados alemanes, luego verse arrastrado por una marea de adolescentes británicos.

Así hasta el momento en el que estamos en el bar de la terminal y la Chica Diploma insiste en quedarse y yo no le hago caso porque tengo miedo, vale, pero también porque sé que algún día lo haré y que si elijo justo ese momento a ella la meto en un lío enorme. Sé que algún día diré "no vuelvo" y me quedaré allá donde esté y confío en que ella se quede conmigo y nuestros sueños se hagan realidad o sean un puto desastre pero al menos sean algo. Coger las maletas de nuevo, salirse de la terminal con una sonrisa enorme, coger el tren y pillar un hotel en cualquier lado hasta que llegue la pobreza. Sentirse vivo. Muy vivo. Entonces, quizás, volver a Los Caños y hacer pulseras. No sé, no creo que sea tan complicado: un escritor y una fisioterapeuta pueden asentarse en cualquier sitio.

Solo tienen que creérselo.

jueves, febrero 21, 2013

Yo fui ese hombre, yo tuve a esa mujer


Yo creo que lo que nos gusta de Emmanuel Carrère es que no haga concesiones. Estamos aburridos de concesiones y seductores. Estamos cansados de la poesía de la vida cuando la vida no tiene ninguna poesía, ninguna literatura. Carrère es un hombre como usted y como yo, o al menos lo parece, un hombre que va a lo suyo y que cuando ve un árbol dice "árbol", esa magnífica sobriedad, ese ahorro de palabras y de sentimientos. Si lo que nos conmueve es la narración de la realidad y no la realidad misma tenemos un problema. Carrère lo sabe. Carrère sabe también que esa enfermedad aún no está del todo extendida y que la realidad sigue mandando, por eso nos la presenta, sin más, sin edulcorantes. El adjetivo es la EPO de la literatura.

De las primeras 125 páginas del libro, me quedo con este pasaje:

"Existe una foto en que se le ve de pie, con el pelo largo, triunfal, vestido con lo que él llama su chaqueta de héroe nacional (...) y a sus pies, Elena, desnuda, deslumbrante, grácil, con los pechos firmes y livianos que a él le enloquecían. Ha conservado esa foto toda su vida, la ha transportado a todas partes, la ha colgado de la pared, como un icono, en cada uno de sus paraderos. Es su amuleto. Dice que pase lo que pase, por bajo que caiga, hubo un día en que él fue este hombre. Tuvo a esta mujer."

Creo que puedo entender a Eduard Limónov porque la gran aspiración de mi vida siempre ha sido poder decir en algún momento: "yo fui ese hombre", aunque por pudor jamás enseñaría una fotografía ni mucho menos la colgaría de una pared. También coincido en que ese sentimiento de plenitud tiene que ver con mi necesidad de poseer la belleza. No la belleza poética, no la belleza artística. La belleza. Pechos firmes y livianos incluidos.

Es la una de la tarde y llevo trabajando desde las ocho. Ha sido una semana terrible, sin matices, y no ha terminado. De hecho, al día de hoy le quedan cuatro horas de clase de inglés, una reunión para la revista digital que dirijo y una colaboración nocturna en la Cadena COPE para hablar del positivo de Ben Johnson en Seúl 88. Eso será dentro de catorce horas. Ayer le comentaba a mi psicólogo que no me acababa de gustar el mundo en el que vivo. No me refiero a "mi" mundo, sea eso lo que sea, sino a "el" mundo, de difícil concreción. "Desde fuera no se te ve tan mal", dijo, y por supuesto tenía razón, porque el hecho de que yo piense que la vida es una selva no quiere decir que no sepa vivir en esa selva. Otra cosa, insisto, es que me guste, que no me gusta un pelo.

A la Chica Diploma no le hacen gracia esas cosas y las puedo entender. Piensa que acabaré suicidándome con una sobredosis de algo. Miento, no lo piensa porque me conoce y sabe que yo no hago esas cosas pero supongo que sí puede tener miedo a que algún día desaparezca, no de la vida pero sí del famoso "mundo" y trate de empezar una vida de guanche en Fuerteventura. El deseo del suicidio es el deseo de la desaparición, decían en un reportaje de TVE que pude ver ayer por la noche, al volver del trabajo. Si soy sincero, nunca he entendido el suicidio. Veo a los padres de ese niño caminar por el Parque de Ordesa, al parecer su lugar favorito, y pienso que bastaría con desaparecer ahí para ser feliz, que no hace falta arrojarse a las vías de ningún tren.

¿Qué hay después del tren? Nada. ¿Qué hay después de la desaparición? Si se trata de Ordesa, tampoco me parece tan grave.

Salieron unas imágenes del suicidio de Kurt Cobain. Mi generación nació de un suicidio. Sin embargo, no, nunca me lo he planteado. Intento pensar en la gente que conozco que sí lo ha intentado sin conseguirlo, pero hay un abismo de incomprensión. Jamás podré entender qué te lleva a la nada, cuál es su atractivo, igual que ellas probablemente no vean atractivo alguno en esta vida angustiosa en la que el mejor momento del día, con diferencia, es cuando me levanto y veo el pijama y las gafas de la Chica Diploma en el baño, tirados de cualquier manera para no despertarme, y el recuerdo inmediato de que me quiere, cada día, con fotos o sin fotos, y que, pase lo que pase, por bajo que caiga, hubo un día en el que yo fui ese hombre y me quiso esa mujer.

miércoles, febrero 20, 2013

Incendios de nieve y calor


De las pocas cosas que no olvidaré nunca es aquella vez que la Chica Selectiva apareció a las cinco de la madrugada simplemente porque yo no podía más, en medio de un horrible ataque de angustia, en plena bancarrota económica y emocional, vueltas en la cama que acaban en miedo, pánico a lo que serías capaz de hacer si fueras más autodestructivo, y llamadas medio desesperadas que solo la encuentran a ella en Tribunal, a pocos metros de mi casa, esperando un búho.

La Chica Selectiva subió los tres pisos sin ascensor, se sentó en el sofá y me escuchó pacientemente durante una hora. Luego amagó con quedarse dormida y se fue para casa. Probablemente, nadie ha hecho nunca algo tan bonito por mí. Aparecer de la nada y quedarse. Una hora. Luego correr hacia la resaca. Era el verano de 2011, finales de verano de 2011, es decir, septiembre, y todo giraba en torno a canciones de Love of Lesbian -"ya ves, soy un loco y son más de las tres", le debería haber dicho nada más descolgar el teléfono-con los efectos previsibles, es decir, deprimentes.

Mi primer concierto de Love of Lesbian fue hace ya cuatro años. Fui con una chica a la que quería bastante y que a su vez me quería bastante a mí. Cada uno a su manera, que no era ni mucho menos la misma. Coincidimos con Irene, con Álex y con los amigos de Luis Ramiro. Eran otros tiempos. Debió de ser un gran concierto pero nosotros no hicimos mucho caso porque teníamos que reconciliarnos por algo. He estado a punto de escribir, automáticamente, "por algún malentendido", pero lo prodigioso de nuestra relación era que nunca había malentendidos, es decir, siempre éramos descarnadamente encantadores o crueles, sin matices.

Un año más tarde, aproximadamente, también de madrugada, también coqueteando con la tristeza, le mandé un mensaje de texto que decía: "¿A que no sabes dónde he vuelto hoy? Donde solíamos gritar". Ella contestó con un frustrante "¿?".

Estaba loco y volvían a ser más de las tres.

El episodio de la Chica Selectiva llegó un mes después de que viera a Santi Balmes y compañía en Benidorm, aquel viaje redentor, planificado únicamente para oír a OK Go insistir en que "this too shall pass" y que "you can´t keep letting it get you down". Cosas que pasan. Desde entonces no he vuelto a verles en directo y me parecería precioso poder repetir este verano con la Chica Diploma, la chica que cambió mi vida y que me recogió del vacío un poco de la misma manera que yo la recogí a ella. Escuchar a Love of Lesbian siendo feliz debe de ser la hostia.

En fin, que hablaba de la Chica Selectiva y me dejaba al pequeño Fer Cabezas. Que te visiten de madrugada es bonito, que quieran sacrificar la hora de comer para comprarle calzoncillos a tu padre porque no tiene limpios y está solo en una habitación de hospital, cuarta planta, morfina y agotamiento, es sencillamente espectacular, que diría él. No, tampoco olvidaré a Fer, eso está claro, como no olvidaré tantas otras cosas de tanta otra gente. La enfermedad, la muerte, tiene la virtud de separar el trigo de la paja y eso siempre es bueno, al menos de vez en cuando.

Hay dos libros que asocio a la muerte de mi abuela, aunque en rigor los leí muchos meses antes, cuando estaba en el hospital, antes siquiera de ingresar en la residencia donde pasaría sus últimos días. Eran "Amsterdam", de Ian McEwan y "62, modelo para armar", de Cortázar. Yo llegaba al San Francisco de Asís a las ocho de la mañana y rezaba por que mi abuela siguiera durmiendo el mayor tiempo posible porque cuando despertaba se me rompía el alma y no podía manejar la situación por muchos 30 años que tuviera ya. Ahora, lo que hago es llegar a la Ruber, abrir "Limónov", de Emmanuel Carrère y confiar en que mi padre siga roncando y roncando y no llegue el momento del cansancio, el arrastrarse por la habitación con los pantalones sucios hasta que alguien venga con una muda nueva.

martes, febrero 05, 2013

Una explicación ¿improbable? de los Papeles de Bárcenas


Escribir libros sobre dopaje -"El rastro de la mentira" ya va sexto entre los más vendidos en Amazon en la categoría de Biografías y Autobiografías, y me parece un gran éxito teniendo en cuenta que no es ninguna de las dos cosas- y estar todo el rato con que si "Rsoc" o si "Milan" o si la jueza ha dicho esto o lo contrario hace que uno se vuelva un poco loco. Paranoico. En un país donde la mentira está tan bien vista creo que tampoco se me puede acusar de nada extraño.

En los últimos días no se ha hablado en política de otra cosa que no fueran "los papeles de Bárcenas" publicados por El País y donde se detallaban cifra a cifra y nombre a nombre los pagos en dinero negro a altos cargos del PP. En esos papeles hay algo extraño, una especie de "es demasiado bonito para ser cierto", porque están todos los demonios habituales de El País: desde Aznar a Cascos pasando incluso por Jiménez Losantos, Intereconomía y la asociación Basta Ya! a la que perteneció Rosa Díez, aunque fuera fundada por Fernando Savater, colaborador habitual del periódico desde hace décadas y que se puso del lado de Zapatero durante la negociación con ETA de la primera legislatura. ¡Ya podemos incluso meter a UPyD en el saco!

Esos papeles marcaban un antes y un después dentro de una línea de escándalos. Lo primero que supimos fue que Bárcenas tenía una cuenta en Suiza con 22 millones y que se había acogido a la amnistía fiscal. Por supuesto, la filtración vino de Bárcenas y sus abogados, que estuvieron jugando al gato y al ratón con el ministro Montoro, probablemente el tipo más odiado dentro de su propio partido, hasta que Hacienda tuvo que reconocer que sí, que se la habían jugado y ahora amenaza con irregularizar el proceso. A ver cómo se las apañan.

El siguiente paso lo dio El Mundo dando la noticia de que casi todos los altos cargos -y no solo- del PP cobraban sobresueldos en B mediante sobres que se repartían en el despacho de Bárcenas en la calle Génova. Cuando era gerente y cuando pasó a ser tesorero. Veinte años de sobres. Si eso eran sobresueldos o qué eran no lo podíamos saber porque el dinero negro es lo que tiene, que no deja ver el otro lado. Al PP y al Gobierno les pilló con el paso cambiado. Nadie lo negó. Nadie amenazó con querellas. Lo más que oímos fue aquello de Cospedal de "Cada palo que aguante su vela", como viniendo a decir "pues mire, sí, pero a mí no me venga con esto ahora".

La falta de contundencia del PP pudo provocar un entusiasmo exagerado en la prensa. Digo "pudo" porque recordemos que esta es solo una teoría paranoica. Imaginen que una vez dado el toque a su partido con los datos filtrados a El Mundo, Bárcenas decide que se la va a jugar a El País para congraciarse. Con una baraja, te demuestro lo poderoso que soy. Con la otra, te hundo a tu máximo rival mediático y encima, después de todo, me tienes que estar agradecido. Hablamos de un Gobierno que sabe ser agradecido y ahí están los indultos a kamikazes para comprobarlo, así que tampoco es tan descabellado.

Bárcenas, o alguien relacionado, pasa unos papeles falsos a El País. Les dice que está harto de la gente de El Mundo, que no han sido generosos con él y que va a cambiar de proveedor. El País viene de hacer el ridículo con la foto del falso Chávez así que necesita un buen lavado de imagen. Por supuesto, le piden pruebas de que esa información es fiable. Lo es. Bárcenas da tres o cuatro datos clave que El País verifica... y rápidamente acepta publicar lo que, parece que se ha demostrado, no son sino copias de los cuadernos originales, que no sabemos dónde están ni si están ni nada.

Cuando ya se ha publicado todo y ha ardido Troya, Bárcenas coge y dice "Esa no es mi letra, cualquiera lo puede ver, y me voy a querellar contra ustedes". Detrás de él, todo el partido, claro. Ahora pongámonos en que lo que dice Bárcenas es cierto: le ha colado a "El País" unos documentos falsos con el gancho de unos cuantos datos verdaderos y "El País" a lo Wikileaks, en vez de investigar el contexto, averiguar el origen, el destino, hacer periodismo en una palabra, los publica en cuanto puede. Todos. En Internet, por si alguien se los pierde. Luego resulta que sí, que ha habido falsa contabilidad, que ha habido sobres, que Génova es un pozo sin fondo -en Ferraz pagaban 3000 euros por artículo a la mujer de un tipo que dirigía una Fundación, así que háganse a una idea de cómo está el percal-... pero esa información en concreto es falsa.

Y resulta que el PP es víctima.. Y Rajoy más víctima aún. Y que Bárcenas, al final, les ha sacado del atolladero y se merece el premio que lleva años pidiendo. Sería terrible, por supuesto, y es muy improbable, pero, ¿a que estaría bien como novela? A ver si alguien se anima, antes de que el Juez vaya y nos dé una sorpresa.

sábado, febrero 02, 2013

Love, actually



Y como no hay Canarias, queda el cine -"Inés nunca olvida que el cine le cura, que aquí no hay engaño... y la gran mentira todos estos años ha sido su vida, que está a la salida para hacerle daño"-. Esta semana estoy poniendo en clase "Love, actually". Como la película es más bien larga la divido en dos sesiones de una hora y aun así me falta tiempo. La vi por primera vez en 2004, con Lucía. Le cogí manía. Uno no puede ir a ver una película así con una ex novia por muy educado y civilizado que quiera ser.

Sin embargo, le he acabado cogiendo cariño: me gusta, por ejemplo, el viejo rockero que llega al número uno. No me gusta que llegue al número uno porque lo estropea todo: ese personaje no puede de verdad querer ganar o no puede considerar que "ganar" es vender más discos que no sé qué grupo adolescente. Los finales felices a veces son de una infelicidad atroz. En lo que a mí respecta y una vez mandado al mundo el mensaje de que todo apesta y él el primero la cosa debería quedarse en un "A ninguno de los anteriores" y un fracaso bien aceptado, un fracaso que no sea fracaso, que no se convierta en abismo. El daño que ha hecho la estética del perdedor a dos o tres generaciones al menos es la renuncia a la mediocridad como algo positivo.

La mediocridad buscada me parece el concepto más infravalorado del mundo.

Hay otras cosas en la película: me enamoro con frecuencia de Keira Knightley. Keira Knightley me hace sentir que el mundo es un poquito mejor y cuando suena el "All you need is love" al final de la boda yo echo unas pequeñas lagrimitas que ninguno de mis alumnos ve porque sé colocarme muy bien en las esquinas. Espero que ellos aprecien que hay más inglés, que hay más vida en cualquier verso de la canción que en la explicación en tres sesiones del presente continuo.

Aparte de las películas dentro de las academias están las películas dentro de los cines. El domingo pasado la Chica Diploma y yo desafiamos la gripe y la lluvia para acabar viendo "Argo". Nuestra propuesta inicial era "Django Unchained" pero no quedaban entradas en ninguna de las tres salas a las que fuimos con una hora de antelación. Cuesta de enero. Finales de mes. La película nos gustó, al menos la parte en la que no estaba fuera de la sala tosiendo como loco porque me ahogaba y con los ojos llorosos. El resto, ya digo, bien, muy dinámica y con Ben Affleck sin molestar, calladito, serio, sin cambiar el gesto en toda la película ni falta que hace porque la película no son los actores, es el guion.

El jueves tocó "Lincoln", con la entrañable Annie Hall.en sesión de las diez. A mi no me importaba, al revés, porque los jueves por la madrugada, deberían saberlo, tengo sección en la COPE y tenía que hablar del karaoke, así que mejor ir animado. No me imagino a Lincoln en un karaoke, quiero decir, no me lo imagino subiendo al karaoke aunque quizá sí abajo, con un comentario ingenioso y piadoso a la vez sobre cada uno de los borrachos que suben a cantar. Me lo imagino como el sobrio-los-cojones que se dedica a repartir ternura y conversación adulta a una hora y en un lugar donde eso es imposible. La película de Spielberg le deja a uno la sensación de que Abe era algo así como el Don Pimpón de los presidentes americanos y juro que si yo hubiera sido Jefferson Davis me habría rendido mucho antes con tal de no tener que escuchar una anécdota más.

Hoy el turno es de "Mapa". Hace tiempo que no iba al cine solo y eso que ir al cine solo es una de las cosas más sanas del mundo. El dolor no ha menguado. Un dolor por lo que es mi país y a la vez mi futuro, imposibles de separar. Periódicos que deciden pagarte con seis meses de retraso, ofertas que nunca llegan, la conciencia de que no hay futuro y que eso ha dejado de ser divertido, porque en los 70 no tener futuro era la hostia: hacías un grupo punk, te ibas a Nueva York y acababas matando a tu novia en una habitación de hotel, pero afortunadamente los valores han cambiado. Ayer, al volver de Tres Cantos, esa ciudad donde te despistas y te atrapa una pulmonía, hablaba con la Chica Diploma sobre la capacidad de tumbar un gobierno así, de cambiar un país podrido.

Ella era optimista y yo no. Ella cree que el mundo está lleno de gente deseosa de hacer cosas todo el rato y yo creo que el mundo está lleno de gente que lo que quiere es desaparecer de una vez. Gente que va al cine y camina por Sol con un nudo en la garganta. Esa gente.

viernes, febrero 01, 2013

Cómo desaparecer completamente


Hace unos años, ya tuve una crisis existencial que estuvo a punto de llevarme a Canarias. Cuando digo "a punto", exagero, como siempre, lo más que hice fue añadir Gran Canaria y Tenerife a mis destinos preferidos en las alertas de trabajo de Infojobs. Eso sí, créanme, si en ese momento, mediados de 2004, hubiera surgido cualquier cosa en Lanzarote, Fuerteventura, Santa Cruz, Las Palmas... donde fuera, me habría ido.

¿Por qué las Canarias? Supongo que en parte porque soy un cobarde. Me explico: soy tan español que doy asco, no creo que deje nunca este país salvo para irme a Nueva York, que es un poco una ciudad de todos, pero más española quizá que cualquier otra cosa. Incluso Londres me da pavor, con su comida espantosa y su lluvia constante. En las Islas Canarias el tiempo existe, seguro, pero no lo notas. Las angustias están ahí pero no rebotan contra las paredes sino que se pierden en los volcanes. Lo más importante: puede que a ti te siga preocupando el mundo, pero al mundo le das igual. La sensación que tienes cuando vas allí es que a nadie le importa lo que hagas, que es completamente trivial, y eso para un obsesivo-compulsivo es una bendición, desde luego.

La situación se repite años más tarde, aunque quizá nunca se haya ido. En 2011 tenía preparada la escritura de una novela llamada "Fuerteventura" sobre un escritor cuyo padre muere -yo entonces no sabía nada, lo juro- y decide irse a la isla a escribir su siguiente libro. Allí se enamora de una adolescente a la que da clases de inglés, un rollo más "La rodilla de Clara" que "Lolita", la verdad, y formaría parte de una trama que empezaría ahí y no sé muy bien dónde acabaría porque pasó 2011, pasó 2012, entramos en 2013 y la novela sigue sin empezar.

De hecho, la idea en su momento fue empezarla en la propia Fuerteventura. Teníamos los billetes comprados, el hotel reservado y una guía detallada de Mariam Hernández con lo más interesante de la isla porque la Chica Diploma no se creía que lo más interesante de la isla fuera el vacío. La realidad se impuso a la literatura: nos equivocamos de fechas, lo cruzamos todo, al final acabamos en San Vicente de la Barquera y, quién sabe, de no haber pasado todo eso, a lo mejor ahora tenía una novela maravillosa escrita... y ninguna boda programada para septiembre.

De la necesidad de huir ya hablaba precisamente mi anterior novela, la impublicada "El Pingüino". Como además de cobarde, soy torpe, mis novelas no se publican. Podría decir que soy un mal escritor de ficción pero no lo creo así que les ahorro mi falsa modestia. Es una muy buena novela cuyo único eje no es ya Iratxe Añorga sino el concepto de rendirse y desaparecer. Desaparecer completamente. Hay veces que me dan ganas de hacer de madre de John Kennedy Toole y pasearme editorial a editorial, desgarrado, pidiendo a gritos la publicación de mi libro. Creo que Diego e Iratxe se lo merecen. Y Viggo, por encima de todos Viggo, que, en parte, también es mi padre, claro. Físicamente, al menos.

Entre la novela en que mi padre mata y la novela en que mi padre muere quedan los libros deportivos de no ficción, que son divertidos y dan algo de dinero y eso está muy bien. El lunes creo que sale el de Debate, que explica la resolución USADA y aprovecha para vincularla con el sumario de la Operación Puerto. "Ganar es de horteras" sigue vendiéndose a un muy buen nivel, sobre todo para tratarse de una apuesta totalmente ajena a la industria literaria. Tengo 2550 seguidores en Twitter y mi novia es la chica más guapa e inteligente del mundo. Al menos del mundo occidental, en el oriental ella siente que tiene problemas.

Y, sin embargo, yo sueño con las Canarias todavía. Sueño que en las Canarias no habrá juicios farsa ni tesoreros rencorosos ni periodistas vendidos ni clases insufribles con alumnos nada motivados ni me dolerá España aunque siga en España -a la Chica Diploma le encanta eso de "Me duele España", a mí también, por eso se lo digo todo el rato- porque "España", lo que es la "España" de verdad, la de la EPO y los sobres quedará muy lejos y puede que allí no tengamos trabajo ni expectativas, pero, ¿qué importa? Nadie nos mirará raro. Nadie nos mirará, de hecho. El encanto del anonimato. Cómo desaparecer completamente sin necesidad de flotar por el Liffey.