miércoles, diciembre 31, 2014

Yo sobreviví a 2014



La nochevieja será tranquila, como complemento perfecto a un año agotador. Mi mujer, mi hijo y yo en casa, comiendo gajos de mandarina porque no nos hemos preocupado ni de comprar uvas. Ahí fuera hay un mundo que espera el final del año cuando aquí dentro las cosas se viven de distinta manera, como se vive todo cuando no se duerme y cada instante se llena de urgencia. Se va 2014 y parece uno de esos partidos del Real Madrid o el Barcelona donde tienes la sensación de que no han jugado a nada y en el resumen te sacan diez jugadas de la leche.

Como yo vivo con un margen de entre dos o cuatro años de distancia -lo que tarda mi cerebro en asimilar las cosas- no me queda más remedio que dejar por escrito todo lo bueno que ha pasado para así poder creérmelo: en 2014 nació el Niño Bonito, colaboré en JotDown, la COPE, GQ, Gigantes del Basket, Cuadernos del Basket, ZoomNews, El Estado Mental y la revista Líbero. Publiqué tres libros que estuvieron en las estanterías de la FNAC, El Corte Inglés, La Casa del Libro... entraba a comprar cualquier cosa y me encontraba a mí, una sensación extrañísima. Hice una cobertura del Mundial de baloncesto para el Magazine de Martí Perarnau como para sentirse orgulloso y acabé el año con más de 4000 seguidores, eso sin pisar un plató de televisión ni hacer demasiado el ridículo.

En lo personal, tenemos una casa nueva, en mi barrio de toda la vida, es decir, en mi infancia, que lo mismo es la de Alvarito. Mi mujer sigue siendo preciosa y una profesional excelente y me quiere pese al cansancio como yo la quiero pese al insomnio. Viajamos juntos a Fuerteventura y pasamos una semana maravillosa, como maravilloso fue el fin de semana en Málaga, viendo la ciudad desde la azotea del AC Palacio mientras Montano le decía "poh" al Niño Bonito. Estuve en Medina un año más, soñé con ir a San Sebastián -me puse bastante pesado con el asunto, de hecho- y aunque ya no veo a mis amigos porque no tengo tiempo me dicen cosas preciosas cuando les mando una foto del chaval con cuernos del diablo.

Todo ha pasado tan rápido que pareció que no era para tanto, pero, vaya, con alguna cosa que no me queda más remedio que obviar y que ha acabado rematando el año en lo improbable, creo que es de esos años que cuentan por una vida entera.

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Hubo unos años de nocheviejas raras. Acabé 1998 en casa de una familia desconocida ante el enfado de mi novia de los noventa, a la que había prometido ir a visitar a Galicia en vez de quedarme en Madrid con la Chica Langosta, mirando embelesado cómo planchaba la ropa. Una cosa es el amor y otra es el síndrome de Stendhal y cuando se juntan ya es la hostia. En cualquier caso, acabar el año con la Chica Langosta no fue una gran idea: al año siguiente discutimos cuando fui a verla a Toulouse. De hecho, la Chica Langosta y yo conseguimos discutir en cada uno de los países en los que coincidimos que no fueron pocos para dos post-adolescentes.

Ese año, del 99 al 2000, T. se quedó en Madrid y fuimos a casa de una amiga suya de Diario 16 que ahora está de directora de "Sálvame". Hay veces que mi biografía me abruma. Fue una noche tediosa, cansada, que acabó en Huertas entre bares llenos de gente. Era la primera nochevieja que pasamos juntos y fue la última: en noviembre me dejó y no hizo falta discusión alguna. Todo muy civilizado. Cautivo y desarmado, me fui con los amigos de mi hermano a pasar la nochevieja a su casa-tótem de Ópera. Para mayo de ese mismo año ya no nos soportábamos.

Diría que ahí acabó el gafe, porque en 2002 estuve del comisario del muérdago con mi primo Guille y en 2003 repetí y en mi vida apareció L. y la costumbre inesperada pero preciosa de iniciar relaciones el 1 de enero, con la propia L. y luego con B., relaciones intermitentes y erráticas que a veces acabaron muy mal y a veces muy bien. La última nochevieja digna de ese nombre fue la de 2005 a 2006. El año siguiente lo pasé en casa con B. viendo "Sé lo que hicisteis..." y por supuesto a los tres meses lo dejamos. El resto, no sé, un triste vagar por bares y casas de conocidos. Fiestas de disfraces ochenteras. Taxis que llevan a casa.

martes, diciembre 30, 2014

Rape me



Se nos hace tarde y acabamos comiendo a las cuatro y pico, algo habitual con el niño de por medio. En la tele solo queda el final del parte del tiempo y el principio de una serie en la que Sara Rivero aparece todo el rato, así que suponemos que es la protagonista. Le pregunto por WhatsApp y resulta que sí, que es la protagonista desde junio. La Chica Diploma y yo nos alegramos: conocimos a Sara hace un par de años en Medina del Campo y desde el principio decidió ser un encanto, la típica persona que cuando habla contigo no anda mirando por encima del hombro a ver si ve un productor al que lanzarse.

Eso, el primer año, cuando acabamos cenando al lado de su casa y ella se bajó solo para darnos un beso de despedida. Al año siguiente, ya casados y con la Chica Diploma en casa con sus siete meses de embarazo, Sara Rivero convertida en Chica Velvet, compañera inseparable durante dos días de festival pese a todos sus compromisos, que eran muchos. Supo detectar al chico tímido y rescatarlo y eso siempre hace del mundo un lugar mejor. Lo que me gusta de Sara es ese gesto que tiene de estar siempre pensando en algo. Es un gesto entrañable, como si quisiera anticiparse al siguiente movimiento, pero a la vez inquietante: uno tiene miedo de que el presente no le interese demasiado.

En cualquier caso, son buenos tiempos para los "chicos de Medina": David Pinillos sigue nominado regularmente a Premios Goya, Marian Álvarez no deja de ganar cosas desde hace un año y pico, Andrea Trepat está en todas las paredes del metro de Madrid con su "Club de los incomprendidos" y a la única que realmente echo de menos es a la Chica Imán, allá por Buenos Aires buscándose la vida. Igual que Sara parece empeñada en adelantarse, la Chica Imán tiene cierto gusto por el retraso, por complicar las cosas para llegar un poco más tarde, demasiado fácil el camino si se hace recto. Lo curioso es que las dos fueran compañeras de piso tanto tiempo.

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Volver de la biblioteca a las nueve de la noche de un 29 de diciembre. El propio concepto de "29 de diciembre" como algo ajeno, algo que no se está viviendo con la intensidad y los nervios que siempre han acompañado al final de un año. Con el Niño Bonito los días pasan y cada uno es una aventura en sí mismo. Hace frío en Madrid. Sé que no es una gran noticia pero hace frío en Madrid y hay que decirlo. Bajo por Delicias con la mochila a la espalda y al girar por el Museo de Ferrocarril me encuentro con unos chicos sentados en un banco escuchando música.

La canción. El sonido lejano de la canción que ya dispara las alertas. Tienen unos veinte años y no deberían estar escuchando Nirvana pero sí, es Nirvana, y es "Rape me" y las guitarras vuelven a estallar cuando suena el "I´m not the only one, I´m not the only one". Otra generación de desarraigados, estamos listos. Luego caminar por Párroco Eusebio Cuenca con una cierta alegría estúpida, una alegría de continuidad generacional, como si efectivamente no fuera el único, no fuéramos los únicos.

29 de diciembre. Dos días para fin de año y cinco para la mudanza. No sé si es más extraña la sensación de que ya ningún día será nochevieja hasta que el Niño Bonito así lo quiera o la conciencia de que Arganzuela Planetario, ese improbable ecosistema, se acaba para empezar algo nuevo. Ein neues leben beginnen. Esta tarde se lo decía a la Chica Diploma con una sonrisa en la boca. Una sonrisa involuntaria, de las que delatan. Al igual que la Chica Imán yo soy de los que necesita de vez en cuando barajar y repartir de nuevo.

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Ahora mismo, en la portada digital de El Mundo, Keira Knightley se revela contra no sé qué del cuerpo femenino. Son las ocho y cuarto de la mañana, empieza el pico de las lecturas y ahí está la uve de la ira luciendo en medio de la página. El periodismo actual es eso: alguien que escribe a toda velocidad y se equivoca de palabra y nadie al otro lado para corregir, revisar o editar el texto que se publica. La posibilidad de que ese periodismo sea un negocio es obviamente absurda.

lunes, diciembre 29, 2014

Académica palanca



Navidad en Salamanca. Menos frío del habitual. La Chica Diploma y yo tenemos tiempo para dar, los dos solos, un par de paseos el mismo día, No nos arriesgamos demasiado y hacemos más o menos el recorrido, de día y de noche, parando incluso en la misma cafetería. La plaza mayor me parece menos impresionante de lo que recordaba, la catedral la vemos de perfil y no somos capaces de encontrar la rana ni la calavera.

De Salamanca recuerdo los primeros viajes, con cinco o seis años, puede que menos. Los partidos de fútbol en los soportales de la catedral, las actuaciones infantiles cantando "Cantinero de Cuba", un póster de Aristide Bruant desafiante, con rostro serio y bufanda roja, que Manuel tenía en su habitación. Recuerdo -mi ricordo, sì, io mi ricordo- la excitación de mis primeros Juegos Olímpicos, los de 1984, el patriarca de los Morán en el sillón viendo todo tipo de deportes e informándome de lo que había hecho la selección de baloncesto.

Recuerdo Alba de Tormes. No sé por qué. Estuvimos un día, dando un paseo. Yo llevaba un balón e intentaba botarlo pero siempre se me iba. Resultaba tremendamente frustrante porque los demás niños lo botaban perfectamente pero yo no, y cuando intentaba darle toques con el pie no pasaba de dos, como si pensara que las cosas no estaban hechas para que volvieran sino para que se fueran lo más lejos posible.

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Algo después, unos 20 años después, puede que más, la Chica Portada, B. y yo en un concierto de Sabina con mi tío Pancho. Un viaje entre la nieve que empezó en un McDonald´s y acabó en un auditorio, la gente de pie acercándose al escenario como una masa enfurecida. Yo lloraba pero no recuerdo por qué. Puede que fuera feliz. B. y yo acabábamos de empezar a salir juntos, de hecho la había conocido menos de dos meses antes, junto a todo un nuevo universo.

Para no hacer sentir a la Chica Portada demasiado incómoda, ellas dos compartieron cama y yo me fui a la supletoria. Eran preciosas pero yo también, así que en eso estábamos empate. Desayunamos en el NH, aún con el frío, los burdeles rojos sobre el blanco, las calles que llevan al río llenas de nieve y resbaladizas. Fotos con Pancho en medio del puente, un vaquero empapado de agua después de pisar un charco.

La puta manía de pisar charcos.

Ellas tenían 21 años y yo tenía 28. Pancho ni siquiera había cumplido los 50. Los cuatro intuíamos que la vida nos iba a cambiar, pero no teníamos ni idea de hasta qué punto.

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Por cierto, B. en Madrid. Quedamos en el VIPS de López de Hoyos y la espero mientras hojeo revistas que no sabían ni que existían. El delirio de los libros más vendidos en Navidad. Hace siete años que se fue a Barcelona a vivir como hace cinco años que se fue la Chica Portada a Nueva York, emocionalmente igual de lejos. Hablamos de lo extraño del tiempo, lo rápido que se han pasado estos últimos siete años y lo que nos cundieron los dos anteriores, cómo podemos revivir cada momento de 2005, 2006, incluso 2007 y considerarlo nuestro.

Eso no siempre pasa, muchas veces estás en sitios que no estás, que no te pertenecen. La vida te ha colocado ahí y tú no te has opuesto pero no lo sientes como algo propio. Los chicos del Colonial, en cambio, disfrutamos de cada día como una fiesta perpetua en la que conocíamos a todos los invitados. Le comento lo que escribí hace poco en este blog: la enorme diferencia entre los veintiún años y los treinta, cómo me llega a horrorizar pensar que empecé a salir con ella cuando acababa de dejar los veinte.

De los 28 a los 37, sin embargo, la cosa no me parece tan grave. Supongo que uno se acaba acostumbrando a sí mismo y a su continuidad y son los demás los que ven claro que nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Puede que de los 28 a los 37 yo haya cambiado tres veces más que B. de los 21 a los 30, pero quiero pensar que no, que hay algo que permanece, el Guille Ortiz de siempre solo que algo mayor, algo más maduro, algo más cansado. Me acuerdo de cuando se casó y yo fui encantado, incluso emocionado a Castelldefells. Era 2010 y mi fisioterapeuta no entendía nada: "¿Vas a ir a la boda de tu ex?, ¿en serio?". Ahora mi fisioterapeuta es mi mujer y cuando nos casamos, por supuesto, la invitamos.

No pudo venir.

martes, diciembre 23, 2014

Sympathy for the devil



Como última actividad del trimestre pongo a mis alumnos "Sympathy for the devil" y leemos juntos la letra en inglés. Para mí es la leche porque la canción me encanta, me sube el ánimo y además me permite dar alguna que otra lección de historia, incluso explicar qué demonios quiere decir eso de "blitzkrieg" o recordar que bastó con que Jagger gritara "¿Quién mató a Kennedy?" para que en medio de la grabación asesinaran al hermano. Reconozco que mi relación con los Rolling Stones nunca ha sido fácil, hasta el punto de que creo que nunca he llegado a escuchar un disco suyo entero. Es muy raro, si se piensa, porque tienen canciones que me encantan, pero la pose a veces te ayuda y a veces te limita y yo no puedo con los morritos de Jagger ni con el eterno cigarrillo colgando del labio de Keith Richards.

Los Rolling para mí son "You can´t always get what you want", "Angie" en el instituto, que es donde ese tipo de canciones tienen sentido y el "Start me up" en los vídeos de aquella actuación en el Calderón cuando el Mundial de 1982. Puede que también, crepusculares, el "Love is strong" y el "Anybody seen my baby?".

Es una pena, porque deberían ser mucho más, en eso estamos todos de acuerdo. Yo, que me emociono con cualquier chorrada de los Beatles excepto con la insufrible "Hey Jude", reconozco que no hay en la discografía de los de Liverpool un "Sympathy for the devil"; una línea que diga, claramente, "so if you meet me, have some courtesy, have some sympathy and some taste". Un canto a la elegancia de la maldad. Al Pacino haciendo de abogado mientras le destruye la vida a los guapísimos Keanu Reeves y Charlize Theron.

También es verdad que no se entiende que a Jagger y Richards se les escapara un "I am the walrus", pero ese sería otro tema y acabaríamos hablando de versiones de Oasis y no acabaríamos nunca.

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Hablando de los setenta, llega la muerte de Joe Cocker con cierta sordina. Cocker en Woodstock, la voz de Cocker arañando "With a little help from my friends" al principio de cada capítulo de "Aquellos maravillosos años". Cocker en bandas sonoras de películas y un Cocker más blues, con un aire Leonard Cohen, arrasando en ventas a finales de los ochenta con "Unchain my heart" o "When the night comes".

Kim Basinger en su esplendor dejándose el sombrero puesto.

La importancia de Joe Cocker, no solo musical sino en términos de cultura pop, choca con la poca repercusión que, en mi opinión, ha tenido su muerte, eclipsada quizá por Francisco Nicolás o la Pechotes o vaya usted a saber. Es complicado hacer un ranking de músicos y reservar hojas de obituarios según su posición en la lista, pero Cocker, ya digo, era más que un músico. Lo mismo se metía un tripi y le daba por mover las manos compulsivamente en los setenta que cantaba "Love lifts us up where we belong" o cualquier horterada comercial diez años más tarde.

Es cierto que llevaba un tiempo desaparecido. Las desapariciones a determinadas edades no suelen ser augurios de nada bueno. Hubo un momento en el que mi padre, fanático de Frank Zappa, tenía sus discos en casa mientras yo tenía sus canciones sueltas en algún Boom 4 grabado en cassette. Eso, sin duda, quiere decir algo.

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Me sorprende mi repentina erudición. Siempre me ha fascinado mi capacidad para olvidar datos, citas, fechas, incluso tramas enteras de novelas o argumentos que sé que me encandilaron... y de repente ahí estoy en un bar de la calle Ruiz recitando de memoria años y partidos y jugadores del Real Madrid de baloncesto de los 50, los 60, los 70... lo que me echen. En un momento dado, Paco, que ha venido de "abuelo cebolleta" como él mismo ha dicho al principio del programa, me mira asombrado y me dice: "Bueno, es que yo ni siquiera había nacido por entonces".

Los chicos de "Perspectivas del balón" me dan las gracias por ser tan accesible e ir a una tertulia que acabará en un podcast. Como si yo tuviera algo mejor que hacer que ser accesible aparte de cuidar a la Chica Diploma y al Niño Bonito. Es una gozada saber de lo que hablas y aunque solo sea por eso el libro habrá valido la pena: en qué año fichó Brabender, quiénes eran Borrás, Galíndez y Báez, recordar a Pinedo y Saporta, poner en su sitio a Iturriaga y a Ferrándiz... sin perder mi propia memoria noventera de Djordjevic rogándoles a Marciulionis y Sabonis que se olvidaran de los árbitros y salieran a terminar con aquella prodigiosa final del Europeo de 1995.

No veo demasiadas cosas buenas en convertirse en una enciclopedia pero también es verdad que, pensándolo bien, tampoco se ven muchas cosas malas. La verborrea, quizá.

lunes, diciembre 22, 2014

Clara del Rey, Prosperidad, Madrid



Lo primero que contesto a la propuesta de Pedro Torrijos es "¿Y cuánto pagáis?". A mí me parece una respuesta grosera, impropia del contexto de complicidad, un pub de la calle Barbieri en pleno 19 de diciembre, multitud de empresas celebrando sus cenas por todo el barrio de Chueca. Venimos de cenar en un gastropub japonés un poco más abajo, en Barquillo, y aunque todo apuntaba a una retirada a tiempo -mi mujer no duerme, mi hijo tampoco, me temo que una cosa tiene que ver con la otra- he conseguido hacerme convencer por Nacho Carretero, María Ramiro y Paula Corroto para complicarme un poco la vida

Ha sido una cena cuando menos curiosa porque lo que tiene la revista es que nadie conoce a nadie en persona y perdonen la exageración. Así, la llegada al restaurante se convierte un lento acercarse de colaboradores, parejas a lo sumo, tanteando para no meter la pata y buscando un rincón donde molestar lo menos posible.

Con el vino, acabamos todos hablando de Podemos, claro, incluso de liberalismo, y en la post-cena, el copeo, Kiko Llaneras confiesa aburrirse con la demoscopia, Álvaro Corazón Rural habla de Belgrado, Arlauckas y Biriukov, y Pedro Torrijos, ya digo, hace propuestas a las que yo contesto de manera torpe pero natural. Decía Jabois que pagar era una cosa de los noventa y que ahora cuando te ofrecen un trabajo lo primero que debes contestar es "¿Qué se debe?". Bueno, pues voy yo, y hago exactamente lo contrario. Ni escritor, ni periodista, recaudador.

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Sábado por la tarde en Clara del Rey. Medición oficial de salón, habitación del niño, dormitorio y despacho. Pequeños problemas con los cuartos de baño y sus váteres móviles. Lavabos encharcados. Por lo demás, un lugar tranquilo, silencioso, relativamente amplio. Un buen sitio para formar un hogar, diría yo, mientras la Chica Diploma saca el metro y me pide que me apoye para que no se mueva y soy tan torpe que acabo manchando la pared. Dos sofás mejor que un chaisse-longue. Armarios por todas partes. Una familia que escucha flamenco a lo lejos y el neón de Mahou visto de refilón desde la terraza del séptimo piso.

Al salir, un par de refrescos en una terraza y un paseo por el Carlin para comprar folios. Clara del Rey seguro que tiene sus problemas y sus defectos pero al menos parece vivo. Planetario, con esas calles enormes solo pobladas por carritos de bebé, a veces tiene un aspecto de escenario de "Walking dead" que asusta. Cinco bares y los cinco llenos. Solo una calle mínimamente comercial y a partir del cruce con Embajadores. Vamos a algo distinto y, para ser sinceros, me apetece una barbaridad.

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Reunión con la Chica Portada en Malasaña, cervecería Cabreira, patatas con ajo verde por encima y unos chorizos fritos. Junto a nosotros, Fer, Álida, Carlos y Sofía. Hablamos del Colonial, aquel sitio que en su momento fue conocido como "El Agujero Negro" y sin el cual nunca nos habríamos conocido. "Un Tínder en 3D", que dirían en Nueva York y que cumplirá quince años en cualquier momento. En la mesa, todos tenemos treinta o más menos Sofía, que los cumplirá el año que viene. Todo lo que vivimos nos resulta inaudito, por supuesto.

Hay dos cosas que me hacen especial gracia. Una, cuando Álida dice algo así como "en el Independance me sentí viejísima, estaba lleno de chicos que tenían nuestra edad cuando íbamos ahí". El problema es que entonces yo no tenía la edad de esos chicos sino exactamente la que tiene Álida ahora, la que le hace sentir tan vieja. Otra, cuando hablamos de la edad que tenía B. cuando me dejó definitivamente y se fue a vivir a Barcelona. Veintidós años. Habíamos estado saliendo durante un año y medio. Por un momento, la idea de salir con alguien que un día tuvo veintiún años recién cumplidos me parece atroz, antinatural. Supongo que es lo que pasa cuando te conviertes en padre.

Más que nada porque la madre de Alvarito solo tiene unos meses más que B., Inés siempre me afeó la fijación con determinados años.

miércoles, diciembre 17, 2014

Carta a todas tus catástrofes



Leo en la contra de "El Mundo" una sección que repasa los tuits más destacados del día anterior. No sé muy bien qué pensar en general sobre el hecho de que un periódico incluya tuits en sus páginas: me van a permitir que sea un poco conservador al respecto pero si quisiera leer tuits igual me bastaba con encender el ordenador y si quisiera leer una buena recopilación de tuits para no gastar demasiado tiempo, igual necesitaba algo más que siete párrafos. La función del periódico probablemente sea no ser Twitter; hasta cierto punto, incluso, competir contra Twitter y mostrar así su valor añadido, algo por lo que merezca la pena pagar 1,40 euros cada mañana incluso cuando no quieres utilizar el papel para envolver copas durante una mudanza.

Buena parte de la crisis del periodismo, especialmente el periodismo de papel y con esto no me refiero a cuestiones morales a lo Aaron Sorkin sino a despidos, EREs y cierres masivos de cabeceras, tiene que ver con su indefinición con respecto a las nuevas tecnologías. El "diario", como su propio nombre indica, te pone al día. El problema es que ahora, para cuando lo compras, el día ya ha pasado y lo que necesitas es que te expliquen, que te ordenen, todos los impactos que te han llegado por mil lados distintos. Un poco de cordura en el desbarajuste. Si quieren, una visión del mundo que tenga sentido.

Otra cosa es que Twitter, como fenómeno, merezca una sección diaria. Puede ser. Twitter es un bar de borrachos agresivos en demasiadas ocasiones y los bares de borrachos agresivos son magníficos para buscar noticias. Lo interesante de Twitter es su punto alternativo, es decir, lo que no aparece en los grandes medios. Las microcomunidades que se forman y los pequeños diamantes entre el estiércol. No me parece que tenga ningún sentido que los dos primeros tuits que aparecen en la sección sean de periodistas que ya tienen su sitio en la televisión. Si quisiera saber la opinión de Marta Rivera de la Cruz o de Manuel Marlasca sobre Willy Toledo lo normal sería que les encargara un artículo y se lo pagara .

Pero no hay dinero, claro.

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Me llama Pancho para invitarme al concierto que da junto a Julián Saldarriaga y Santi Balmes, de Love of Lesbian, esta noche en la Joy. No me queda más remedio que decirle que no: tengo un hijo, mi mujer estará con sus padres hasta las 21,30 y a esa hora tenemos que firmar nuestro nuevo contrato de inquilinos en la calle Clara del Rey. Es una negativa dolorosísima: le tenía echado el ojo al concierto desde hace semanas, me parecía una excusa ideal para conocer a Santi y a Julián y para que la Chica Diploma disfrutara de uno de sus grupos favoritos.

Sin embargo, la vida es así y Pancho lo entiende: "Es lo que tienen los hijos", dice, y yo asiento mientras corro para dar otra clase de inglés, esta vez en Nike, porque el piso, además de firmarlo hay que pagarlo.

Pienso en Love of Lesbian, en los años que nos separan de su "Carta a todas tus catástrofes" y todo lo que ha sucedido en medio, que no ha sido poco. En la crónica del periódico hablan del éxito de "1999" y cómo les consiguió su primer disco de oro. Efectivamente, "1999" fue un fenómeno inesperado que les llevó de gira por toda España durante algo así como dos años y creó un extraño vínculo sentimental con sus fans, entre los que me incluyo. Un efecto John Boy, por llamarlo de alguna manera.

Otra cosa es que un disco de oro sea sinónimo de algo ahora mismo, que creo que lo dan con 20.000 unidades vendidas; muchísimo, dados los tiempos, pero prácticamente nada si se compara con los años 80 o 90. La depauperación de todo. Lo comento con la Chica Diploma y a los dos nos inunda una profunda melancolía. La única solución que se nos ocurre es que Santi nos firme un autógrafo y, como nos da algo de vergüenza, que se lo dedique a nuestro hijo. Así se lo ponemos junto al de Roger Federer.

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El Estado Mental me pidió que hablara de los 25 años de los Simpson y yo acabé escribiendo sobre David Letterman, el paso de los 80 a los 90, Smashing Pumpkins, Hole, la generación X y Seth MacFarlane. Para no resultar repetitivo, más que nada.

martes, diciembre 16, 2014

Borges, el hacedor



De repente, me dio por devorar todo lo que encontrara de Borges. Rachas compulsivas: antes me había pasado con Cortázar -como ven, fui un cliché andante- y después me pasaría con Nietzsche y Ortega. Cuando a uno le dan estos arrebatos lo normal es que acabe desencantado pero no fue el caso. Lo bueno de Borges es que pone tanta distancia que tampoco tienes muchas posibilidades de enfadarte, siempre da la sensación de que él no está ahí y desde luego no va a contestarte, ni siquiera por gentileza..

Creo que lo primero que leí fue El Alelph y luego toda la colección de Alianza de bolsillo, aquellos libros azules y delgados que te podías llevar a cualquier lado y que hoy estarán cogiendo polvo en el chalet familiar. Leí las Ficciones y el Bestiario y me llevé la Historia Universal de la Infamia para leerla en el vuelo que me llevaba a Toulouse para ver a la Chica Langosta; aquel vuelo en el que las turbulencias y el sueño hicieron toda lectura imposible. La impresión de los Pirineos tan cercanos, entre la niebla, acechantes como buitres.

El libro que más me marcó, sin embargo, fue "El hacedor". Supongo que es el típico libro que le hace sentir  especial a todo el mundo: todos nos fijamos en él y cada uno cree que es el único. Siempre le tuve un especial cariño a la poesía de Borges porque me gustan los tipos con fisuras. Los tipos duros, irónicos, distantes, que viven en un siglo que no es el suyo y lo tratan con un profundo desdén... pero que en el fondo saben que podrían haber sido más felices y de vez en cuando incluso se lamentan. 

En 1999, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, fui a un seminario que daba Savater en la Casa de América. Para entonces, yo era todo un experto: había leído biografías, entrevistas, prólogos de prólogos... De aquellos días no recuerdo mucho, solo una cierta sensación de que a Savater no le gustaban las preguntas, como si le dieran miedo. Un hombre al que le han preguntado muchas tonterías es un hombre que se acaba acostumbrando a responder obviedades. El resto lo olvidé, como olvidé los tigres, los espejos, el oro, la casa de Argentino Daneri o el imposible relato que escribí mezclando mis dos pasiones de aquel momento y que se llamaba "Martin Kölnsberg, continuador de Böll". No olvidé nunca a Matilde Urbach, sin embargo. De hecho, sigo pensando que Matilde Urbach es un excelente resumen de mi vida.

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Como una cosa lleva a la otra, recuerdo ahora el día que me dio por defender en clase a Savater por salir en "Compañeros". Madre mía, la que le estaba cayendo. Creo que en toda la carrera di la nota tres o cuatro veces, no más, y casi todas en el último año. Una vez negué el principio de identidad y a Romerales casi le da un mareo. Otra, ya lo conté aquí, negué el marxismo como única salvación posible del ser humano... y su derrota como hundimiento definitivo de la especie. La tercera fue esta de Savater -ya, lanzado, me decidí a defender también "El libro de Sofía", estupendismo a la inversa- y la cuarta se dio cuando el nieto de Unamuno se puso a meterse con Ortega a propósito de una exposición que habíamos hecho en clase de Historia del Pensamiento Español.

El nieto de Unamuno contra el bisnieto del general Berenguer, aquello tenía tintes tremendistas.

Luego lo arreglamos en el Cercanías, pero para aquel hombre todo Ortega se reducía a la visión de Gregorio Morán, ese gran agitador. A mí no me parece mal Morán pero un mundo visto solo desde su perspectiva es sin duda un mundo excesivo. Lo que me fastidiaba era que aquella fuera la única clase de una carrera de cuatro años en la que se estudiaba a Ortega y se le quisiera ventilar como un colaboracionista del franquismo, igual que a Heidegger lo machacaban una y otra vez por su discurso de Friburgo. La única asignatura, ya digo, y el profesor titular ni se presenta a la exposición. El nivel era ese. Y ahora, si quieren, hablamos de Errejón.

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Charlie Skinner. Esto es, hasta cierto punto, un spoiler sobre el final de The Newsroom así que no sigan leyendo si no están seguros. Charlie Skinner y lágrimas como ríos. Esta estúpida sensibilidad de reconocerse en cada Don Quijote. La lucha por lo imposible cuando lo imposible merece la pena. Nunca en exceso pero sí a veces; sí, desde luego, en el periodismo. 

La pregunta obvia: ¿Cómo criaría Don Quijote a su hijo?, ¿por qué clase de mundo le guiaría? Mi modelo de padre es el de "La carretera", de McCarthy, que también podría haberse traducido como "El camino" y no habría pasado nada. Todas las preguntas acerca de la moral contestadas con un sobrio "Porque nosotros llevamos el fuego". Ojalá una realidad en la que esa respuesta sirviera para cualquier pregunta y se entendiera. "Llevar el fuego", esa sensación de que toda la redacción de la serie llevaba el fuego y en el fondo se lo tomaban tan en serio que acababan pareciendo unos gilipollas. Salvo precisamente Charlie y Will McAvoy. Quizá Sloan Sabbath, pero igual no soy muy objetivo al respecto.

El riesgo, evidente, de convertirse en un padre gilipollas. Quijotescamente gilipollas. Rodear al Niño Bonito de molinos para que cuando vea gigantes se asombre por sí mismo.

lunes, diciembre 15, 2014

Palabras para Álvaro



Cuando me despierto por la mañana, a eso de las ocho y cuarto, la Chica Diploma y el Niño Bonito duermen en el salón. Son la imagen misma de la ternura: ella, agotada, en el sofá, hecha un ovillo. Él, en su hamaca, descansa como descansan los bebés, abriendo brazos y piernas, abarcando toda la felicidad del sueño. Más tarde, cuando le tengo abrazado a mí, sus uñas clavadas en mi jersey y la mirada atenta a cada rincón del universo, la Chica Diploma me pregunta: "¿No te da pena, saber que ya no es tan pequeño?"

No, no es tan pequeño. Creció, como era de esperar, y si algo me da pena es pensar que estos son los mejores momentos, los de la complicidad y a la vez la inocencia absoluta. Descubrir el mundo poco a poco, por instantes. Para cenar, lo hemos puesto en su silla por primera vez y se lanzaba como loco a por los plátanos. Es una personita ya, con sus modales y todo. Cuando nació, Irene me escribió algo así como "¿No te parece maravilloso, algo que nunca podrías explicar con palabras?" En el momento, no, no me lo pareció. Aquello era poco más que un fetín que no dejaba de llorar y con que sobreviviera, que no se ahogara por las noches, que no se sacara un ojo con las uñas tenía más que suficiente.

Ahora, sin embargo, mi respuesta sería afirmativa. Verlo crecer, empatizar, sentir el desgarro del llanto continuo por el dolor de dientes y la alegría infinita cuando relame la cuchara porque se ha dejado algo de medicina dentro. Ponerlo boca abajo, justo encima de mí y dejar que me coma la nariz muerto de risa.

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Albert Rivera se presenta en El País como la tercera vía entre Podemos, PP y PSOE. No sé a ustedes, pero a mí me salen cuatro vías ya. Matemáticas aparte, estoy convencido de que los resultados de Ciudadanos serán buenos, tanto en municipales como en generales y serían excelentes de adelantarse por fin las elecciones catalanas. Por encima de UPyD, probablemente. Otra cosa es cómo les trate la ley electoral a las cuartas vías. Puede que mejor que a las terceras si el voto se dispersa mucho. Sé que es algo inevitable pero este punto de tener que ser estadístico además de ciudadano a veces agota.

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Hace aproximadamente un año y medio, discutían en Radio Nacional de España unas supuestas acusaciones de Barkero a sus compañeros del Levante, dentro del vestuario. El Levante iba perdiendo 0-3 al descanso contra el Deportivo y el veterano jugador vio cosas raras, tan raras que las propias casas de apuestas estuvieron investigando aquello sin llegar a ninguna conclusión fiable. Recuerdo al conductor del programa, Chema Abad, completamente fuera de sí, cargando contra Barkero. ¿Quién es Barkero para poner en duda la profesionalidad de los compañeros?, ¿cómo les puede mirar ahora a los ojos?

Algunos contertulios le intentaron calmar pero no hubo manera. Barkero, como prometió, dejó el equipo a final de temporada.

El Levante ha estado jugando con fuego tantos años que al final parece que se va a quemar. Tampoco parece casualidad que su compañero de hoguera sea el Zaragoza de Agapito. Esta mañana el juez ha oficializado la imputación de 42 personas relacionadas con el partido que jugaron los dos equipos en 2011 y que certificó la salvación del Zaragoza. Entre los imputados están jugadores como Gabi o Ander Herrera, por parte del Zaragoza, y Juanfran o Ballesteros por la del Levante, de los primeros en poner el grito en el cielo cuando Barkero abrió la boca.

Ya saben que yo llevo años luchando contra el dopaje e investigando sobre el tema. Me parece imposible que el deporte profesional se mueva en casi todas las disciplinas a la misma velocidad de crucero y solo unos necesiten doparse para conseguirlo. Con todo, estoy convencido, y esto es algo completamente personal, que la corrupción ligada a las apuestas y la compra de partidos, goles o incluso saques de esquina es mucho mayor. Lo que tienen en común ambas lacras son la "omertá" y los periodistas empeñados en mirar a otro lado.

domingo, diciembre 14, 2014

¡Eh, Sabina, así no se termina!



Los códigos de entonces eran distintos, más macarras, diría. Más de "Mucha, mucha policía" en la plaza de toros de Santander mientras los agentes miraban a la masa con un odio infinito. Cuando sonaba la última canción y la banda se iba, la gente gritaba "¡Eh, Sabina, así no se termina!" y Sabina volvía a salir, generalmente con un chaleco y unos pantalones de cuero negros, y tocaba tres o cuatro canciones más mientras pegaba botes como un loco.

Los camerinos eran poco más que roulottes en la parte de atrás del escenario. Una sola roulotte para todos con repaso incluido de cada uno de los errores del concierto. Toallas, sudor y adrenalina. Para mí, como niño, era incomprensible: todos los conciertos siempre eran maravillosos y sin fallos, así que, si la cosa se salía un poco de tono, me limitaba a decir: "Pero si la gente no se ha dado cuenta" y nadie me hacía mucho caso, como si un músico no supiera cuándo hace bien y cuándo hace mal su trabajo y tuviera que venir su sobrino a decírselo.

Ahora, obviamente, las cosas han cambiado. Sabina tiene 65 años tirando para 66. Una de las últimas veces que le vi, en Salamanca, allá por 2006, ya parecía resignado a auditorios pequeños, íntimos, donde sentarse y dar bastonazos al suelo si era preciso. Emociones fuertes, buscadlas en otra canción. Sin embargo, imprevisible, volvió a los estadios. Con Serrat y sin Serrat. En América y en España. Ayer, con un lleno en Madrid de los que hacen época -todo vendido en un abrir y cerrar de ojos- terminó el concierto a la hora y media de empezarlo, pidiendo disculpas y hablando de los nervios, que se le habían cruzado.

Por lo que sé, es verdad y no veo el escándalo. Un músico de 65 años que pese a los vómitos y las náuseas sale durante 93 minutos y disimula todo hasta que ya no puede más es como mínimo un músico honrado. Sin embargo, se ha dicho de todo: que faltó el respeto a Pastora Soler, que le dio un vahído, que tuvo que suspender... los peores debates son los que se generan a partir de premisas falsas. Pastora Soler salió como ejemplo de gran artista a la que le vencen los nervios y nunca como motivo de burla. Hay pocas cosas en las que pueda entender a Sabina porque nuestras vidas siempre han sido muy diferentes, a veces por razones obvias y a veces no tanto, pero aquí sí que le comprendo perfectamente: casi 40 años de exposición constante son muchos años y cuando llega el tembleque, el sudor, el ataque de pánico, no hay nada que hacer. Estés donde estés y tengas los planes que tengas.

Lo peor es que, normalmente, te sientes culpable: si te rompes una pierna te ven con la escayola. Si estás muerto de miedo, ¿qué ven los demás? Nada.

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Me escribe Pablo Martínez: voy bien con el libro. Lo dice él y lo dice su amigo Manuel. Con matices pero pocos. Es una buena noticia porque yo no tengo la sensación de ir bien con el libro. Voy rápido, vale, eso siempre, pero, ¿bien? No estoy seguro. Quizá yo quiero escribir una cosa y a la vez soy consciente de que la gente quiere leer otra y ni renuncio a lo primero ni me olvido de lo segundo. No voy a volver a escribir "Ganar es de horteras", sería absurdo. Quiero contar la historia de mi equipo y del gran rival de mi equipo: resaltar las diferencias y los parecidos, que son muchísimos. De alguna manera, tender puentes.

También quiero rescatar nombres, partidos, momentos de baloncesto que han quedado demasiado atrás y que nadie ha querido volver a rescatar. Que el adolescente que anima hoy a Sergio Rodríguez o a Jaime Fernández sepan quiénes fueron sus antecesores.

El problema es que luego al adolescente igual no le interesa lo más mínimo todo eso y lo que quiere es acción, chicas, partidos vividos como aficionado y no como experto. Que no quiera tender puentes y no tenga ningún interés por los Ramos ni los Sagi-Vela ni los Martínez Arroyo. Pienso en eso todo el rato y me sorprende que no me paralice. Lo peor es que cuando me convenzo de que estoy haciendo otro libro, para otro público, más interesado en los detalles, me da la sensación de que tampoco voy a llegar a ese nivel, que siempre me voy a acabar dejando algo.

Da igual. Sigo y sigo y sigo, como el conejito aquel. Y, ya digo, Pablo dice que voy bien así que es buena señal. El libro tiene una pinta estupenda y mi obsesión, más que escribirlo, es no estropearlo.

sábado, diciembre 13, 2014

Macarena Gómez, más allá de "La que se avecina"



Macarena Gómez en la portada de "Yo, Dona" llena de transparencias. Un éxito inesperado: jamás pensé que Macarena se acabaría haciendo popular con la comedia. Recuerdos de la actriz antes de "La que se avecina": una entrevista para Tendencias, su mirada de súcubo hipnotizando al periodista y un partido Real Madrid-Barcelona con Aldo, Aldito, en el "Coco´s" de Medina del Campo, donde ya la gente la paraba y le preguntaba: "¿Qué haces tú aquí?" en medio de un festival de cine, como si fuera una cebra.

Un poco más tarde, ya cerca de algo parecido a la fama, Macarena en la plaza del 2 de mayo explicándome cómo quería que le hiciera la bío para la web y hablando del inicio de mi romance con la Chica Diploma. Macarena y la Chica Diploma, las dos, en el Matadero, entradas gratis para ver "Orquesta Club Virginia", con el chico de Los Serrano haciendo de seductor y ella, con su disimulado acento andaluz, arrastrando la pierna, ligamentos de rodilla destrozados tras una mala caída.

Y ahora, Macarena en las portadas. "Quiere que la valoren también por sus papeles dramáticos". Lógico. Macarena es mucho más que Lola aunque no niego que Lola sea un personaje que le venga como anillo al dedo. Macarena, musa del corto español de mediados de los 2000, maniquí de Eduardo Chapero-Jackson, yonqui de tantos directores noveles, asesina en serie al ritmo de "Barbie girl" y ahora, de nuevo, protagonista de una película de terror. El cine de género, punto de unión con su ex pareja Jaume Balagueró. Una vez le pregunté si no tenía un poco de celos de no haber sido la protagonista de REC. "No", dijo con una media sonrisa, "para ese papel necesitaban una reportera, yo soy una actriz".

Y de las mejores.

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El partido del Barcelona en Getafe resumido en un intento de salida con el balón jugado que acaba en seis pases entre jugadores apenas separados entre sí y un despeje del central al otro campo. La falta absoluta de fe en uno mismo y en una manera de jugar. El Barcelona ha pasado de ser una máquina que podía ganar seis títulos poniendo a Jeffren y a Pedro en las bandas a ser un equipo de enorme talento que se apoya tanto en las individualidades que en cuanto falta Neymar, todos a temblar. La sensación de que los jugadores no saben en qué equipo están jugando: ese Bravo lanzando contraataques al voleón como si arriba tuviera a Cristiano Ronaldo o a Gareth Bale en plena carrera.

Una vez, Florentino Pérez dijo que el modelo del Madrid "es ganar" y se le cayó la prensa encima. La parte de la prensa que no tiene atada en el sótano, quiero decir. Tenía toda la razón del mundo: el Madrid gana y gana y gana y nunca se pregunta cómo. Es un mecanismo sencillo: pones a los mejores en el campo y que hagan lo que les dé la gana, que diría Floro con otras palabras. Desde Barcelona y desde muchos otros lados se ha criticado mucho esta manera de concebir el fútbol porque parece poco trabajada, pero ahorra mucho en psicólogos.

Desde la marcha de Guardiola, el Barcelona pasa tanto tiempo en el diván que luego le cuesta ponerse de pie sin que le pesen las piernas. Leo Messi y diez más, Luis Suárez en la versión más vulgar que le hemos visto nunca, poco más que un Larsson voluntarioso. Los que entienden el fútbol por los kilómetros recorridos deben de estar encantados con él. Detrás de eso, un problema que se repite: el "Tata" Martino al menos parecía un hombre atormentado, todo el rato pidiendo disculpas por todo, incluso ya como seleccionador argentino, flagelándose por lo que pudo ser y no fue. Luis Enrique, ni sabe, ni contesta. Su equipo juega a tirones e impulsos. Eso puede ser un modelo, como lo es en el Bernabéu, y no pasa nada, pero al menos sal a la rueda de prensa y juégate la burla.

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Lara Moreno escribe sobre su llegada a Madrid, sus primeros años en el barrio de Malasaña, calle de San Mateo, y yo la recuerdo así, bellísima, completamente sevillana, con su antología de relatos que incluía uno mío sobre la Universidad Autónoma, coincidencia improbable. Tomábamos cafés y vinos en aquel precioso bar-librería llamado "El bandido doblemente armado" de la calle Apodaca, que tuvo la imprudencia de abrir años antes de que el fenómeno se pusiera de moda. Lara invitándome a conciertos en el Búho Real y yo diciendo todo el rato que sí para acabar quedándome en casa. Me pregunto si nuestra relación en el fondo no ha sido sino eso: un continuo desencuentro, dos líneas absurdamente paralelas que solo se cruzan cada tres o cuatro años. Una desgracia, en definitiva. Para mí, que la quiero tanto, una desgracia.

viernes, diciembre 12, 2014

Violet



Es una mañana Hole y no sé por qué. Una mañana de adrenalina, de un cierto buen rollo canturreando "When I went to school... in Olympiaaaaa" y recordando que yo mismo estuve en Olympia, estado de Washington, a pocos kilómetros de Seattle. Fue la última etapa del viaje con Inés y acabamos en un motel al lado de un casino indio. Cuando encontramos el valor para entrar bastó con ver las caras de los que estaban dentro para que el valor se fuera por donde había venido y nosotros saliéramos por la puerta del fondo sin llegar a pararnos ni en la ruleta francesa.

Olympia y Aberdeen, nombres grunges por excelencia. Cuando acaban los recuerdos de Olympia, retumba el "Violet" en la cabeza. Hay algo muy sórdido en las canciones de Hole, algo sórdido en la mente de Courtney Love que iba mucho más allá de películas de Hollywood y piel de celebridad. Algo como repetir "Go on, take everything, take everything, I want you to; go on, take everything, take everything, I dare you to". Y ese enigmático final: "I told you from the start just how this would end: when I get what I want then I never want it again".

Son canciones agresivas, por supuesto, sobre todo femeninamente agresivas y con eso me refiero simplemente a que es la agresividad vista desde la óptica de la mujer. Siempre me ha sorprendido lo poco que se reivindica a Love desde esos ámbitos, casi menos que a Yoko Ono, que se limitaba a sentarse ahí y no abrir la boca, Love nos escupía desde el escenario y nos llenaba la cabeza de canciones turbias de un minuto y medio, como un "True Detective" pasado por la termomix. Los trozos del cuerpo de Jennifer embadurnando toda la casa.

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En el semáforo de la Ronda de Valencia, caminando hacia el Reina Sofía, una pareja se dice adiós con la mano, es decir, se dice adiós con una distancia buscada. A lo mejor es un gesto de complicidad y a lo mejor es un "no pudo ser" en toda regla o, por no ponernos tan negativas, un "quizá, más adelante...". Me gusta quedarme con esta versión, con la del chico y la chica que comparten las noches y se despiden adormilados en un cruce de Atocha pero sin la decisión suficiente para que el saludo público pase del que se haría a un niño pequeño: dedos hacia abajo golpeando la mano que se mueve.

El encanto de las mañanas después de dormir fuera. El encanto, especialmente, cuando te da la impresión de que ese dormir fuera empieza algo o al menos te ha cambiado de alguna manera. En "La estética del francotirador" uno de los chicos consigue por fin acostarse con la chica de sus sueños. Realmente era el único que no lo había conseguido hasta el momento y al día siguiente se va de la casa avergonzado y deja una nota pidiendo disculpas. "No estoy en mi mejor momento". La adrenalina de jugar fuera de casa y el bajón del día siguiente, primera luz de la mañana.

Que yo recuerde, salí así de Ópera, salí así de casa de Hache en Fuencarral y salí así de Campamento, solo que ahí el bajón era mayor que la adrenalina. La mágica sensación de "nada volverá a ser como antes" que acompaña a las noches de incendio.

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Dice Paco Marhuenda que los votantes de derechas volverán a votar al PP porque no les queda otra opción. Qué hombre, Marhuenda, empeñado en ver votantes de izquierdas y de derechas por todos lados cuando en realidad no debería haber sino votantes, sin más, ciudadanos. Esa obsesión por dejar claro quién es de los míos y quién es de los otros; una obsesión, entiendo meramente profesional, para poder cerrar la tribu en torno a unos mensajes de odio al otro, tal y como expliqué el otro día en mi artículo de JotDown sobre el fútbol y la violencia.

Una obsesión profesional, digo, porque Marhuenda no parece que se mueva con tantos remilgos en lo personal. El nivel de demagogia ha crecido tanto que hasta el director de La Razón puede llegar a caer simpático. Nunca he conseguido creerme nada de lo que dice, esto es, nunca he conseguido creerme que él se crea lo que dice, que no es exactamente lo mismo. Ni siquiera me parece que ponga demasiado empeño. Es curioso, justo cuando ahora la izquierda parece alejarse de esa frase tan idiota de "los que no saben si son de derechas o de izquierdas es que son de derechas" llega Marhuenda y dice lo mismo al revés: "los que no saben si son del PP es que no son de derechas".

Un mundo sin matices a tanto la tertulia. Un mundo feliz donde no solo Podemos sube en las encuestas sino que su polo opuesto es el único que arrasa en el OJD.

jueves, diciembre 11, 2014

Guatemala contra Podemos



En Espejo Público sacan a dos expertas para desmontar a Podemos. Llevan en el asunto unas tres semanas y no parece que vayan a parar hasta por lo menos las municipales. La primera experta es Esperanza Aguirre, hablando entre masas de "becas black" y "facturas en B" como si no presidiera el partido de la operación Gürtel, la corrupción urbanística masiva y Francisco Nicolás campando a sus anchas por las sedes de Nuevas Generaciones, lo que, insisto, no es un chiste, es exactamente como funciona el PP de Madrid con Aguirre al mando.

La otra experta es una politóloga guatemalteca que ha puesto un vídeo en YouTube y según Susanna Griso lleva un millón y medio de visitas, lo que deja a las claras que no puede estar equivocada. En ese momento, a Charlie le vuelve a dar un infarto en The Newsroom. Lo de la politóloga no se queda en anécdota: ponen un minuto de su vídeo y luego un Skype en el que dice que el populismo mal, que Venezuela mal y que Podemos va en la línea. Ni un solo dato más sobre Gloria Álvarez, ni un análisis sobre la validez de sus opiniones.

A mí no me parece mal que se desmonte a Podemos, yo lo hago aquí a menudo, ni que se busquen politólogos críticos con Pablo Iglesias. Lo que me parece un signo de desesperación es irse a Guatemala a buscar a alguien que subió un vídeo a YouTube. Mucha desesperación y esas cosas los tiburones las huelen como la sangre. El empeño en tratar al ciudadano como subnormal es lo que está detrás de todo esto y es lo que se sigue alimentando. Yo no digo que el ciudadano no sea subnormal, que igual lo es, pero, coño, no se lo estés repitiendo todo el rato.

Los tertulianos estaban muy enfadados. No porque su cadena viniera a decir que un vídeo de YouTube tenía la misma validez que sus argumentos, entiendo que eso ya lo tienen asumido a estas alturas, sino por esa incómoda sensación que transmiten todos -menos quizá Raúl del Pozo, que está de vuelta de todo y dice sus propias barbaridades sin atender a intereses- de que el chollo se va a acabar muy pronto y no saben si seguir las órdenes actuales o las futuras. Si yo no estuviera convencido de no votar a Podemos, igual hasta les votaba. Exactamente lo que están pensando ahora mismo millones de españoles y puede que algún guatemalteco perdido.

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De la ley de transparencia, o, más bien, de ese efecto especial que es la página web que ha abierto el gobierno para que, salvando mil obstáculos, puedas ver cuánto se gasta el ejército en gabardinas, ha transcendido especialmente el sueldo de los políticos para escándalo general. Mi gran problema con los políticos actuales es precisamente que creo en la política. En torno a esto ha habido muchos equívocos: hay una generación, o parte de una generación, desencantada con el sistema, pero no porque el sistema sea malo sino precisamente porque algunos lo han pervertido.

A mí me parecería estupendo que los políticos cobraran el doble. Todos. Y no solo, como insinúan algunos, porque así serían más difíciles de corromper y las famosas "puertas giratorias" se harían menos deseables, sino porque su labor es inmensa. Son la pieza clave de la convivencia social, ahí es nada. Precisamente por eso su dejadez de funciones, su apatía, su corrupción constante... no solo deja un titular en los periódicos y una mueca de desencanto: deja a una sociedad civil desarticulada y sin referentes.

Para mí, el "no nos representan" es eso. Para otros, lo sé, es algo completamente distinto. No representáis los valores democráticos en los que yo creo y que vosotros habéis jurado y por los que mereceríais cobrar todo el dinero del mundo. Difícil explicarlo cuando se ponen dignos, se cubren con la toga y vienen a soltarnos aquello de "el sistema soy yo" convirtiendo cualquier crítica al abuso en una intolerable crítica al uso y haciendo creer a un montón de ciudadanos que o son de los suyos -Carbonero y Sol, pásalo- o son revolucionarios, cuando, en rigor, la mayoría no son sino conservadores reaccionarios que quieren impedir esta decadencia sin fin.

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El presidente de la UCI dice que los vínculos del Astana con Michele Ferrari son "serios". Bueno, su manager era cliente, entrenan en su santuario del Teide y su rendimiento como equipo recuerda mucho al de anteriores equipos llevados desde la Toscana, así que motivos para la duda los hay. Cuando escribí algo parecido a esto en JotDown -es cierto que, por entonces, aún no se conocían los cinco positivos pero cuando uno sabe cómo trabaja la mafia tampoco espera a que aparezca el siguiente cadáver- me cayeron hostias de todos lados. De un lado porque "acusaba sin pruebas" como si la duda, la misma duda que ahora extiende Cookson, fuera en sí misma una acusación o como si el ciclismo profesional no hubiera dado motivos de sospecha en los últimos 30 años.

Las más duras, sin embargo, fueron las del otro lado, las furibundas hordas de Ciclismo2005, que me acusaban de plagiarle. Sin entrar en detalles como que todo lo que venía en mi artículo ya lo había escrito yo en Twitter e incluso lo había comentado por email con el propio Sergio, lo que me dolió fue la indiferencia ante que se cuente la verdad y el profundo interés en que esa verdad no salga de la secta. Yo creí que luchábamos todos contra lo mismo y en realidad lo único que hacíamos era cultivar el ego.

Una lucha, en cualquier caso, absurda. Horas después de reconocer los vínculos con Ferrari, sancionado de por vida dos veces en una misma vida, que ya tiene mérito, y con los cinco positivos -de momento- sobre la mesa, el propio Cookson les renovaba la licencia a los uzbecos con un "os estamos vigilando" que sonaba a "cerrad la barra libre y por lo menos tened la decencia de ir vendiendo copa por copa".

miércoles, diciembre 10, 2014

Advertising space



Llevo a Rafa Latorre al Malaspina, o más bien al remedo del Malaspina que han abierto en la calle Barcelona para cuando el original está hasta arriba. "Un poco turista, ¿no?", dice Rafa al ver toda la zona de Huertas, una zona inventada para que camareros argentinos den de comer paella a ingleses y alemanes mientras se emborrachan con sangría. El Magaluf de la Puerta del Sol pero en aburrido, un Magaluf con Ketama y los Gipsy Kings sonando por los altavoces.

Rafa y yo nos hemos conocido demasiado tarde, o al menos esa es mi sensación. Compartimos huevos rotos y una tosta cada uno. Hablamos del mundo de las colaboraciones con cierta pesadumbre, todo lo que ha cambiado y todo lo que va a cambiar. A veces nos sentimos como el Marqués de Leguineche y su hijo, fin de una saga. ¿Cuántos se sienten así cada día? Imposible saberlo. Rafa tiene tan buen corazón que le da pena Fonsi Laoiza o al menos, lo comprende, le gustaría alejarlo de las fieras con mangueras a presión, como a aquellos leones del zoo de Barcelona.

Normalmente, cuando hablabas del futuro con alguien te podías permitir decir aquello de "no lo veo muy claro". Ahora la cosa se acelera al presente. "Estoy un poco perdido", que es la manera de decir "estoy dando unos palos de ciego que no veas", pero con la esperanza siempre de acabar dándole a la piñata, claro. Nos interrumpimos varias veces -los dos, me da la impresión, somos voraces conversadores, puede, incluso que los dos seamos tímidos- y al final nos peleamos por pagar, como si viviéramos en los noventa.

El sitio está vacío. Nos comemos la cabeza con diagnósticos y soluciones y en medio queda esto: un país en quiebra, incluso la parte del país que ya había decidido venderse al mejor postor.

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Una de las preguntas de Rafa tiene que ver con la Chica Diploma. Más que con la Chica Diploma con la convivencia de la Chica Diploma con todas las demás chicas de este blog. La convivencia del presente con el pasado, ese Laocoonte luchando contra las serpientes. La verdad es que, si se piensa, la paciencia de mi esposa con mis recuerdos es encomiable. Una paciencia a prueba de bombas. Tiene sentido si nos vamos a los años previos al romance, los años en los que yo ya le hablaba de esas chicas tumbado en su camilla y ella era mi confidente. De alguna manera, yo me descubría así y así era y no tiene sentido ahora ir pidiendo el ticket para devolverme.

Por otro lado, me casé con ella, me fui a vivir con ella, vi morir a mi padre con ella, tuve un hijo con ella... ¿ponerse celosa por un apodo, una tarde en Valladolid allá por 2003?

Sabe algo más, supongo, porque la Chica Diploma se caracteriza por proyectar: sabe que si algún día ella no estuviera, si me dejara con mis melancolías y mis adolescencias, no podría escribir aquí una sola línea que no fuera sobre ella. En parte, eso es un alivio. Escribir sobre otras chicas, escribir con cariño, mientras amas perdidamente a la mujer con la que estás. Me recuerda a la canción "Antes", de Jorge Drexler, en la que, en vez de recurrir al manido "mi vida era un desastre hasta que llegaste tú" prefiere el mucho más sano "mi vida era maravillosa y aun así te preferí a ti".

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No sé por qué, a punto de coger el cercanías en Delicias por primera vez en los dos años y pico que vivo en Delicias me acuerdo de "Advertising Space" y de cómo me ponía a llorar cada vez que la escuchaba. Luego intento recordar por qué me ponía a llorar y llego hasta la muerte de mi padre, sin encontrar ahora el nexo entre mi padre y Robbie Williams, más allá, supongo, de escribirle canciones a un muerto y la incapacidad, o el miedo a la incapacidad, para aprender de errores ajenos.

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Andrés Barba me escribe desde Buenos Aires. Dice que 37 años son pocos para decidir si uno debe seguir escribiendo o no. Él no tiene 37 sino 39 así que ha pasado por ello. Yo supongo que 37 años es la edad en la que uno se plantea dejar de hacer muchas cosas y cuando se convence de que debe seguir haciéndolas ya no se lo vuelve a plantear más. Me dice que soy un valiente por exponerme a pecho descubierto cuando él empezó el juego: metí a mi mujer y a mi hijo en el coche solo para poder llevarle in extremis un ejemplar del manuscrito de mi novela, él lo leyó en el avión y al llegar a Buenos Aires lo despellejó en un email.

A ver, no lo despellejó, pero no le gustó, vaya.

Una cosa que nunca he entendido de los creadores es ese afán por gustar a todo el mundo. Nadie le gusta a todo el mundo y desde luego nadie está en la obligación de admirar lo que haces, por mucho empeño que pongas. Se sorprende de que le haya contestado su email. Solo faltaría: le das un libro a alguien, le pides que se lo lea y luego le castigas por leérselo. Debe de pasar más de lo que yo creo pero sigo sin concebirlo.

lunes, diciembre 08, 2014

A woman of the world



A la Seminci solo fui un año y creo que, en parte, para poder decir "he estado en la Seminci". Fueron cinco días angustiosos llenos de sueño en medio de una ciudad fría y hostil donde en ocasiones nevaba. Compartía pensión con P., una pensión en medio de una plaza que se llamaba Buenos Aires y tenía unos radiadores como toda calefacción. Además, el olor rancio, inclasificable, mientras leía en la cama "Entre visillos", de Carmen Martín Gaite. No se podía salir a pasear, o al menos yo no tenía fuerzas para salir a pasear y lo más que hacía era ir al pase de la mañana -Brad Pitt, dicen, se enamoró locamente en Valladolid, yo me limité a ver por primera vez a Scarlett Johansson- y amagar con ir al de la tarde, en unos cines más modestos, casi siempre vacíos.

No había nada en la ciudad que indicara que ahí estaba teniendo lugar un festival internacional de cine. Algún cartel desganado colgado de alguna farola. Buscaba cabinas de teléfono para llamar a M. y pedirle que me rescatara pero M. estaba acatarrada y no tenía muchas ganas de salvar a nadie. Un día, P. se apiadó de mí y me sacó a tomar algo. Compartíamos pensión y acreditación pero no mucho más, ritmos completamente distintos. Fuimos a un bar y nos tomamos una copa, puede incluso que cenáramos juntos antes. Me contó una historia preciosa, luego yo la conté en un libro y ella se enfadó, o eso creo. Nunca tengo claro cuando alguien se enfada conmigo ni cuando soy yo el que está enfadado con alguien.

Valladolid, por lo demás, era el recuerdo del Tryp Sofía Parquesol, pepitos de ternera nada más llegar, casi de madrugada, y cenas elegantes en hoteles de lujo provinciano junto a clínicas veterinarias de guardia. El perro se moría y la Chica Ratón lloraba porque pensaba que ese perro podría ser algún día su perro mientras yo la abrazaba en un banco, casi el mismo frío, casi la misma distancia. Yo la quise, a veces ella también me quiso. Y al revés, claro. Llamaba a M. para que me rescatara, sí, pero en realidad lo hacía por no llamar a la Chica Ratón y ponerle en ese apuro, no fuera que, en un ataque de nostalgia, le diera por pagar la fianza y yo volviera a salir corriendo.

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Le envío a Carlos Moyá un mensaje pidiéndole un autógrafo de Roger Federer para mi hijo. Es un mensaje algo absurdo: no tengo tanta confianza con Carlos, más allá de felicitarle cada vez que su mujer se queda embarazada, no sé siquiera si está en Dehli con Federer, no creo que a Federer le sobre tiempo para este tipo de compromisos y mi hijo no ha cumplido aún seis meses, así que no tiene ninguna necesidad de autógrafos ni historias. Como mucho, de un sonajero; eso sí, un sonajero firmado por Roger Federer le podría servir hasta que lo rompiera.

Sin embargo, envío el mensaje, que no recibe respuesta. Supongo que es como la historia del globo en la Plaza Mayor que contaba ayer: algo que le puede hacer ilusión a tu hijo o que puede pasar completamente desapercibido. Cuando se lo cuento a la Chica Diploma me mira como si estuviera loco y tiene parte de razón: "Piénsalo", le digo, "piensa en Álvaro con cinco o seis años y una foto dedicada por el mejor jugador de tenis de la historia, al que, por supuesto, ni siquiera conoce. Piensa en lo loco que es todo eso: como si en mi habitación mi padre hubiera puesto una foto dedicada de Pelé. Pelé deseándole una feliz infancia a Guillermo Ortiz, algo así".

Y, mientras, la vida de Planetario, de Prosperidad, de familia de clase media muerta de miedo porque en cualquier momento dejará de serlo.

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Podemos aparte, el hecho de que el mismo día un periódico publique una encuesta en la que el PSOE le saca siete puntos al PP y una cadena emita otra encuesta en la que es el PP el que le saca esos mismos puntos al PSOE, da idea de lo perdidos que estamos todos, empezando por los expertos. Luego está lo que Montano llama "segunda división" y las luchas por el ascenso o la permanencia: me da que todo el mundo está menospreciando a Ciudadanos, pero esto es solo una impresión ni siquiera un deseo.

domingo, diciembre 07, 2014

¡Somos el primer equipo de Madrid!



La última vez que le ganamos al Real Madrid fue un 11 de diciembre de 2011 y lo recuerdo tan bien porque la noche anterior fue la primera que la Chica Diploma durmió en mi casa. Aquella mañana de leche de soja y zumo de naranja y canciones, muchas canciones, para desayunar. Todas las canciones de los años de soledad. Fue un partido que iba para paliza madridista y acabó en naufragio, un poco como lo de hoy. La gente se volvió loca pero a final de temporada descendimos y celebramos nuestro descenso, que fue algo precioso, y cuando nos lo quitaron en los despachos algunos nos sentimos incluso robados. Se había abierto la gozosa posibilidad de empezar de cero y nos la quitaron de las manos.

Desde entonces, mi relación con el Estudiantes ha sido intermitente. Yo creía en el "buenismo" hasta que vi cosas muy feas; entonces, sin narrativa, sin estética, la competición se me hizo más complicada. Tantas deudas, tan pocos canteranos... y todo para luchar por ser decimoquintos en la clasificación. Para eso, mejor Los Barrios o Lleida o Burgos con los chavales y quedarnos ahí, viéndoles crecer para que se vayan luego al lado oscuro, qué remedio queda. Lo que aún me emociona, más cuando le ganamos al Madrid, son esas imágenes de la grada, de los chavales de 15 años abrazándose eufóricos, ya sabedores de que ese partido es el más importante del año, como lo era en los 50, en los 60, en los 70... Estoy escribiendo un libro para esos chavales, pero me temo que no lo comprarán nunca o les aburrirá soberanamente: no hay buenos ni malos, solo dos equipos que se necesitan de maneras muy distintas.

Intentar mantener el pique, la euforia... sin caer en maniqueísmos. Una receta perfecta para el fracaso comercial.

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Luis Enrique sale en rueda de prensa y dice que si se van a echar a los aficionados que insulten, los jugadores se van a quedar solos en los estadios. Es una verdad como un templo. Políticamente incorrecta porque de una semana a otra se ha decidido que no se puede ni faltar al respeto al contrario, pero verdad al fin y al cabo. Lo que el mundo es y lo que yo quiero que sea. La falacia naturalista, que nos explicaban en la carrera de filosofía. En otra sociedad, en otra tradición, quizás eso fuera posible: aficionados que van al campo de fútbol y no insultan al rival ni al árbitro sino que hacen crítica constructiva, eso que tanto le gusta a mi esposa. Desgraciadamente, es demasiado tarde. Cuando uno busca "Luis Enrique", sin ir más lejos, en Google, el primer nombre que aparece es el de Amunike.

En el fútbol hay insultos. Todo el rato. Los insultos suelen empezar hacia el equipo contrario, luego se dirigen al árbitro y si la cosa va mal terminan con el propio equipo, que siempre está formado por peseteros, mangantes, vagos y borrachos cuando pierden.

En la Copa Colegial, que es una competición pequeñita, de colegios privados y pabellones controlables, estamos intentando hacer algo parecido y nos parece utópico. Para todos es muy importante, y cuando un insulto se oye muy alto, tan alto que llegamos a oírlo en el parqué, paramos el partido directamente. Ahora bien, el deporte profesional es otra cosa: un mundo sucio, asqueroso, lleno de trampas, de odios, de competitividad malsana y con un montón de buitres alrededor jaleando cada disputa. ¿Vamos a pedirle ahora al aficionado que olvide todo eso y homenajee a Messi en el Bernabéu, a Cristiano en el Camp Nou? ¿Un aplauso cerrado cada vez que el marcador del Pizjuán anuncie una victoria del Betis; bien jugado, chicos?

La lucha contra la violencia es larga y hay que tomársela en serio. Pensar en medidas así, que no durarán más de una semana, es precisamente la mejor manera de demostrar que van a por el "lo intentamos" más que por el "lo conseguimos".

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Un globo. Eso es lo que recuerdo. Un globo violeta, brillante pero no muy brillante. Un globo que yo defendía subido a los hombros de alguien, puede que fuera mi padre, puede que fuera mi madre, o mi tío Pancho o, más improbable, mi abuela. Un globo de aquellos de gas, que volaban en cuanto los soltabas y ya no los volvías a ver. La mayoría de los niños cuando compran un globo así lo que quieren es precisamente verlo volar, quedarse fascinados ante aquel objeto que sube y sube hasta que se pierde de vista. Yo, al contrario, quería retenerlo, hacerlo mío, combatir los choques y empujones de la Plaza Mayor en el previo de Navidad, un puente como este. Un globo que para mí lo era todo cuando no podía tener más de cinco o seis años, puede que incluso menos.

Algún día ese globo lo tendrá mi hijo en sus manos y no sabemos cómo reaccionará: puede que lo recuerde treinta años más tarde y puede que lo olvide al instante y el infierno del centro en pleno puente de la Constitución acabe en una excursión completamente baldía. Hasta ahora, Álvaro se ha mostrado bastante imprevisible. Con todo, si hoy han estado ahí o van a estar mañana y les ha parecido horroroso, piensen que al menos lo intentaron y que quizá solo eso mereció la pena: su hijo agarrado a cualquier tontería que ustedes ya conocen y les parece eso, una tontería.

Pero que para él, que no conoce nada, es lo más hermoso del mundo.

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Mi artículo de ayer sobre Pablo Iglesias gustó mucho. Especialmente entre los votantes de Pablo Iglesias. Este rollo raro que tengo yo con Podemos me va a acabar volviendo loco. Sin embargo, este artículo de Juan Manuel del Álamo es mucho mejor.

sábado, diciembre 06, 2014

Pablo Iglesias en el Canal 24 Horas



La encuesta de Metroscopia para El País: en mi opinión, sorprendente. Un 27,5% para el PSOE, un 25% para Podemos y un 20% para el PP. La parte del PP difícil de creer, la del PSOE casi más. El titular me resulta algo cómico, ese "Podemos pierde fuelle" con los resultados tan impresionantes que sigue cosechando. Si después de "exponer líderes y planes" está en esas cifras, el bipartidismo tiene un serio problema, como ya se está viendo en este "bueno, la Constitución, en fin, si nos ponemos de acuerdo y depende de para qué...". La agenda en manos ajenas, vaya.

Sinceramente, tras el mes que los medios privados le llevan dando a la coalición de Pablo Iglesias -sin entrar a juzgar si ese trato se lo han ganado o no- y sus propias torpezas, el resultado me parece excelente. El otro día le anunciaba de nuevo a Daniel Arjona el fin de Podemos y la realidad se empeña en golpearme, como a Lars Von Trier en "Muchachada Nui". Lo curioso de la encuesta, además, es que todos los demás partidos suman un 27,5% de los votos. Es un escenario nunca visto, acostumbrados a que PP y PSOE sumen un 80% o más en cada convocatoria. Esta vez se quedarían, como ya les pasó en las europeas, por debajo del 50%.

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Noche agitada en las redes sociales tras la entrevista a Pablo Iglesias en La Noche en 24 Horas, que supongo que debió de batir todos los records del canal, incluso en un viernes de puente a las 22,30. Es un programa al que estoy habituado y no me sorprende el disparate intelectual al que asistimos. Este mismo espacio lo dirigía Vicente Vallés en los tiempos de Fran Llorente y después pusieron a Ana Ibáñez, que no lo hacía nada mal hasta que la echaron y decidieron que presentara el mismo director de la cadena, Sergio Martín.

Hasta ahora, no había apreciado un sesgo brutalmente ideológico en el programa y lo de ayer tampoco fue ideología, fue la típica caza torpe de la derecha cuando se pone farruca. No solo rodearon a Iglesias de tres contertulios y un torpísimo presentador sino que se sacaron de la manga a un experto que tardó como un minuto y medio en explicar que lo que dice Podemos en economía no se puede hacer y punto, que no hay más que hablar. Un minuto y medio sin una explicación medianamente sosegada detrás, que seguro que la hay, pero que la dejarán supongo para otro programa.

Añadan al que elegía los tuits. Madre mía, el que elegía los tuits.

Por lo demás, Pablo Iglesias se defendió con su habitual destreza. Se mueve en la superficialidad como un maestro y su capacidad dialéctica está fuera de toda duda. También es cierto que la encerrona era digna de los malos de las películas de Van Damme: Alfonso Rojo y Graciano Palomo. Puestos a convertir la televisión pública en un coto privado, ¿no tenían nada mejor, en serio? Y, para culminar, el director del canal dándole la enhorabuena porque han liberado a Santi Potros. Antología del disparate.

Con todo, lo que más me disgusta es el tonito. Ese "tú, ese "vosotros". Creo que fue Verónica Puertollano la que dijo que Adolfo Suárez le había devuelto el "usted" al pueblo español frente al paternalista tuteo del franquismo. Algo así contó Arcadi Espada en un artículo, puede que me equivoque . La vuelta de ese tuteo hacia el secretario general de una fuerza política que parece aglutinar al 25% de los votantes es la vuelta a un ninguneo que molesta. Impensable no ya en el debate con Pedro Sánchez o Mariano Rajoy sino con el más incompetente de los concejales de distrito de PP o PSOE. No me imagino un mejor ejemplo para definir lo que es "la casta" y lo raro es que no lo utilicen nunca. Supongo que en parte ellos mismos se sienten cómodos en el paternalismo.

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Después de afeitarme en la barbería de la calle Sagasta bajo por la calle Ruiz hacia la plaza del 2 de mayo. Es jueves, no han dado las ocho de la tarde pero el Colonial está cerrado. Me parece raro. En mis tiempos, en mis buenos tiempos, ese bar siempre estaba abierto, a todas horas. Íbamos los domingos si hacía falta a poner copas junto a Fede, a repasar la semana jugada a jugada como si aquello fuera Estudio Estadio.

Es increíble que aquel chico fuera yo y que a la vez fuera tan feliz. El Colonial como condición de posibilidad de cualquier cosa. Copas en Nochebuena, corriendo después de la cena familiar, como un yonqui. Ahí nos criamos y ahí crecimos y fuera de ahí nos ahogamos como peces sin agua. Tengo poca tendencia al arrepentimiento pero si tuviera que volver a vivir todo lo que viví en ese lugar lo haría mil veces, de pocas cosas estoy más seguro.

Los mejores años, el "acmé", que decían los griegos. Aquello no era ética, era estética, y nosotros éramos tan jodidamente hermosos...

viernes, diciembre 05, 2014

Hay un hombre en España que lo hace todo



La LFP despide a Augusto César Lendoiro por asistir al entierro de "Jimmy", el miembro de Riazor Blues asesinado el pasado domingo en Madrid. El despido fulminante tiene que ver con una cuestión de imagen: haz lo que quieras pero que no te vean. Si la relación de Lendoiro es con la familia de "Jimmy" o con los amigos de "Jimmy" es irrelevante: la Liga lleva tiempo intentando vender que su muerte no tiene nada que ver con el fútbol y que es una cuestión social, casi política: bandas de extrema izquierda contra bandas de extrema derecha, sea eso lo que sea.

El problema con Lendoiro es que él, de extrema izquierda, no es. Eterno candidato del PP a quedar segundo en las elecciones de A Coruña por detrás de Paco Vázquez, Lendoiro fue senador y diputado nacional antes de convertirse en el presidente de la diputación durante el período de 1995 a 1999. Así, de entrada, muy radical no parece. Es curioso esto de las etiquetas y supongo que también peligroso: si Riazor Blues son tan de izquierdas, ¿qué demonios hacen acogiendo a Lendoiro como uno di noi? Si el fútbol no tiene nada que ver con la violencia, ¿qué hace Lendoiro jugándose su puesto para dar apoyo a un ultra?

Hay algo que no me gusta en mi propia argumentación y es que parece que uno no pueda ir al entierro de quien le dé la gana. Es un entierro, uno no va a divertirse. No hay confeti ni payasos. Sin embargo, hay algo raro que va más allá del Deportivo y que ha pasado desapercibido: ¿Qué hace el ex presidente de la diputación yendo a entierros de ultras?, ¿qué relación tenía con ellos cuando presidía la institución? Núñez Feijoo en yates de narcotraficantes y Lendoiro rodeado de Riazor Blues. El empeño del PP gallego por emular al madrileño o al valenciano es encomiable.

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Yendo en el metro, veo que Saida Benzal ha cambiado su foto de perfil. A Saida la conocí una noche de José Alfredo con Dani Pérez Prada. Los tres vivíamos en cien metros a la redonda. Luego nos hemos encontrado un par de veces, la última hace unos tres años, cuando la Chica Diploma no era ni siquiera mi novia. Lo primero que pienso cuando veo el cambio de foto es precisamente lo mucho que hace que no nos vemos y en cómo sería, qué diría, si nos encontráramos de nuevo. Tres horas más tarde, caminando por Espíritu Santo nos cruzamos, los dos con prisa: ella va a entregar el premio del Festival Italiano de Cine y yo voy a la presentación del libro de Andrés Barba.

Estoy tan asombrado que lo único que soy capaz de decirle es precisamente que estoy asombrado y le cuento toda la historia. Ella solo recuerda habernos visto una vez, la de Dani supongo, y yo no quiero sacarla del error porque esas cosas siempre me ponen violento. Es el primero de una racha de malentendidos: cuando llego a Tipos Infames, Andrés me presenta como el director de la revista Mercurio en España y yo me callo hasta que se hace evidente que no soy el director de nada y que no está claro siquiera que haya una revista Mercurio en España. Después se me acerca Nere Basabe pero soy yo el que no la reconozco y para cuando lo hago, vagamente, es demasiado tarde y ya se ha presentado ella.

A partir de ahí, lo habitual en este tipo de encuentros: uno se siente como un personaje de Bret Easton Ellis en esas fiestas en las que todo el mundo es igual y a Bateman le confunden con McDermott o con Allen o con cualquiera de los idénticos rubios guapísimos con bronceado y músculos de gimnasio. Todo el mundo te conoce de algo pero no está seguro de que seas tú. Cuando creo reconocer a Georgina León -aunque no entienda que hace Georgina León ahí-, Andrés me advierte de que no, que es su ex novia de hace diez años.

Por lo demás, la novela, como todas, tiene buena pinta. Tanta que hasta salgo yo en la contraportada. Nere y Daniel Arjona están encantadores y Elisabet está pero no me saluda o soy yo el que no la saluda a ella o simplemente puede ser que los dos seamos muy tímidos, aunque no nos recuerdo así.

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Conversación camino de La Realidad, recién salidos del Lozano, donde a Dani y a mí nos han destrozado la adolescencia anunciando su cierre a fin de año- "Ya era hora", ha comentado Dani y yo he puesto cara de "me gustaría quedarme un rato más"-. Un chico que se llama Alejandro nos dice que han prohibido el orgasmo femenino en la televisión británica. La representación del orgasmo femenino, claro está. Pienso inmediatamente en un montón de actrices teniendo que fingir el no-orgasmo, bajo pena de expulsión. Actrices disfrutando como locas, corriéndose a lo salvaje y teniendo que mirar al techo con cara de pan seco, melancólicas, ausentes...

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Por la mañana pongo a Astrud mientras me ducho. Lo que me gusta de Astrud es que se ríen de todo el mundo y lo que me gusta menos es que ese "todo el mundo" probablemente me incluya a mí. Una vez fui a un concierto suyo, con la Chica Portada y Hache. Era 2007, el Summercase, y a la misma hora tocaba Arcade Fire. Yo en realidad no conocía a ninguno de los grupos, así de enorme era mi ignorancia, así que preferí ir con ellas donde ellas dijeran, es decir, no fui a ver a Astrud con la Chica Portada y Hache, fui a ver a Hache y a la Chica Portada mientras Astrud sonaba de fondo.

En algún momento esa decisión me pareció ridícula, un error como otro cualquiera. Hoy me parece que fue un gesto precioso de amistad: renuncio a Arcade Fire por vosotras, hasta ahí llega mi incondicionalidad. No sé si fue entendido así, pero creo que ese era exactamente el mensaje.

jueves, diciembre 04, 2014

Here comes the sun



La Chica Diploma contesta que la canción para inaugurar la nueva casa debería ser "Here comes the sun", que tiene todo el sentido del mundo si realmente queremos empezar algo nuevo. Intuyo que el Niño Bonito preferiría la de "Charlie and the Numbers" o en su defecto el "Hokey Pokey", pero el pobre tiene poco que decir en esto.

Y lo que le queda.

"Here comes the sun" fue la canción de nuestra boda, pero, a la vez, si la cantaron en nuestra boda posiblemente fuera por ese maravilloso vídeo en el que un grupo de músicos y una cantante de aire frágil la interpretan por sorpresa en una oficina del INEM. Un vídeo que, lo reconozco, me sigue emocionando como emociona toda tregua:la posibilidad de introducir algo de alegría en uno de esos purgatorios como el que yo visitaba con asiduidad en Goya, mañanas enteras esperando solamente que te atendieran, que te sellaran una petición, funcionarios entumecidos ante tanta miseria, tanto proyecto truncado repitiéndose cada día. Ni una sonrisa ni un comentario esperanzador. Algo peor que el "vuelva usted mañana".

Por supuesto, su situación es mejor: ellos tienen trabajo. No es lo mismo ser enfermo de cáncer que ser oncólogo, pero reconocerán que para ser oncólogo también hay que servir y me gusta ver cómo ellos también se juntan y canturrean y se quedan a cuadros. Little darling, it´s been a long, cold, lonely winter. Little darling, it seems like years since it´s been here. Así, el invierno. Así, la crisis.

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Una de las historias de amor más bonitas que he vivido no llegó a ser nunca una historia de amor. De ahí, quizá, su atractivo. Ni siquiera sé muy bien lo que fue: yo iba a pedir mi prestación de desempleo a un triste edificio de Moratalaz cuando delante de mí se apuntó una chica preciosa que decía ser licenciada en filología inglesa igual que yo dije ser profesor interino de la Escuela Oficial de Idiomas. Supongo que todo el proceso del paro es tan angustioso, tan feo, que cualquier encuentro de este tipo te produce curiosidad. No recuerdo cómo empecé a hablar con ella -mi táctica es mirarte, aprender como sos...- pero compartimos juntos las tres horas de espera: le gustaba el indie español, el extranjero -Joan As A Police Woman, creo recordar- y estaba escribiendo una tesis sobre Sam Shepard, uno de mis actores y directores teatrales favoritos.

En un momento dado tuvo que irse a comprar algo de comer y yo prometí avisarle si los números se ponían a correr demasiado deprisa, cosa muy improbable pero que me sirvió para quedarme con su número de teléfono. Todos tenemos un Francisco Nicolás en nuestro interior. Cuando fue a dármelo de verdad, al despedirnos en el metro, me miró con cara de "qué tío, qué granuja". Esa cara con la que todos soñamos que nos miren las chicas guapas.

En realidad, la historia quedó ahí. Yo creo que nos gustamos -a mí ella me gustó, desde luego, o más bien estar con ella me gustó, que es algo que infravaloramos demasiado- pero la vida quiso que otro chico con mi mismo nombre se cruzara en su camino un día antes de nuestra primera cita. No me pareció bien pero tampoco me pareció mal. La chica era un encanto y se merecía ser feliz con quien ella eligiera. Quedamos un par de veces, probablemente para ver listas de interinos en Vitrubio, y fui al pre-estreno de la obra de teatro que dirigió en la Complutense, una adaptación de "Sarita", de Maria Antonia Fornès.

Hace años que no nos vemos, nos limitamos a seguirnos por Facebook y mandarnos mensajes de cariño en forma de "Me gusta" o felicitaciones de cumpleaños. En rigor, no llegamos a conocernos nunca más allá del día que nos conocimos. Pero aquel día bastó.

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Denuncia Raúl del Pozo una conjura contra Podemos por parte del bipartidismo y los medios afines. De paso mete en el cazo a la monarquía y los "poderes fácticos", que probablemente sean la monarquía con otro nombre, como la Guardia Civil y la Secreta de "Amanece, que no es poco". Yo no voy a negar el nerviosismo y una cierta inquina. Han encontrado una beca dudosa y una productora que pagaba facturas en B. ¡Facturas en B! Permítanme que me sonría: todo ese entramado de enchufismos universitarios, endogamias y dinero negro no lo han creado ellos ni siquiera parecen esforzarse en perfeccionarlo. Mal está que se aprovechen, pero en esto son el dedo que apunta a la luna.

Todo este empeño en intentar negarle la superioridad moral a Podemos me preocupa, viene a ser una manera de reconocer que, sin becas ni productoras, la "justicia", efectivamente, serían ellos. Por lo demás, lo que está pasando con Pablo Iglesias, ya lo he dicho hace poco, es lo que le pasa a cualquiera en una sociedad tan mediatizada: te encumbran y te derriban. Con el mismo empeño, con la misma saña. "Imagínate cuando gobiernen" como excusa para seguir apoyando a los que ya han arrasado con todo. Lo malo conocido y tal. Televisión de refranes, cuñados y porteras.

miércoles, diciembre 03, 2014

Autocrítica



La Casa de Aragón está llena así que me voy al Arturo a ver si hay sitio, consciente de que al menos, en el peor de los casos, me podré tomar algo en la barra. Si la cosa sale mal ahí también, estoy por mandarle un mensaje a Pablo y decirle que nos vayamos a la cantina del Ramiro. Sin embargo, el Arturo está bien, efectivamente hay sitio en la barra e incluso una mesa para dos -posiblemente la misma mesa en la que Pepu Hernández y yo estuvimos charlando durante horas en 2005- con menú del día, vino y café.

La comida está bien porque no tenemos agenda. Ni él ni yo. Hemos quedado por quedar y eso es maravilloso, puedes sacar temas sin obligación alguna, aunque todos tienen que ver irremediablemente con el baloncesto. Hasta cierto punto, a mí me sigue resultando extraño lo de compartir menú con un ídolo de adolescencia, pero yo tenía 14 y él no pasaba de los 20, así que es normal que con 37 y 43 las diferencias apenas se noten. Al principio, lo reconozco, me era más difícil: hablar con Pablo Martínez era hablar con el chico de los triples al Maccabi y la semifinal de copa contra el Joventut, el base que me acompañó en los cuatro años de instituto.

Ser adolescente es algo terrible, un continuo ponerse límites y saltarlos y volver a ponerlos. En el Ramiro, el gran límite era el Estudiantes. Veías a Cvjeticanin caminando cerca de la Nevera y se acababan las Chicas Langosta. Por un lado, me parece ridículo. Por el otro, si lo pienso con menos sensatez, la verdad es que es la leche que vayas al colegio, acabes la clase de historia y en el patio te cruces con un tío que fue dos veces campeón de Europa jugando en la Cibona de Drazen Petrovic. Dos grados de separación. La ventaja de Pablo es que fue consciente de que era un ídolo y a la vez es consciente de que aquello no tenía ningún sentido. Eso facilita mucho las cosas: un hombre que ha comido a gusto y no tiene ninguna necesidad de saciarse.

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Le pregunto a la Chica Diploma qué canción vamos a poner en nuestra nueva casa. Cuál será nuestra primera canción. Es importante, le digo. A LC al menos le parecía importante en una época en la que a mí me parecía importante cualquier cosa que LC dijera. Mi primera canción en aquel piso interior diminuto de la calle Churruca fue "Autocrítica", de Vetusta Morla. Estábamos en septiembre de 2008, en plena fiebre de su primer disco, y tenía sentido que fuera así. Además, el título de la canción no me negarán que da mucho juego.

Aquellos primeros días en general fueron maravillosos. Los días previos a la mudanza, cuando había poco más que una mesa  y una silla que había dejado Pedro, la cama sin sábanas ni mantas y una televisión que acabó en casa de Álida. La sensación de enorme libertad de estar en tu casa vacía, todo para ti. Hice un par de fiestecillas de inauguración con patatas y cerveza del chino. Viernes y sábado, para cuadrar a todo el mundo. La del sábado coincidió además con la Noche en Blanco y acabamos todos viendo a un funambulista que iba a cruzar la calle Alcalá desde la cúpula del Círculo de Bellas Artes hasta la azotea del edificio de enfrente.

La chica con la que estaba saliendo por entonces estaba convencida de que se iba a matar. Lo repetía muchas veces, casi con gusto. Yo creo que en realidad se sentía extraña y pensó que de esa manera podría pertenecer un poco más al grupo de su chico, que siempre, por definición, es un grupo extraño. Como cuando los adolescentes sin gracia nos dedicábamos a imitar a Chiquito cada cinco minutos para ver si así alguien nos reía el chiste. Al final, el hombre no salió, hacía demasiado viento. Me pareció una excusa muy pobre y desde luego para la chica, llamémosla Iratxe, fue una decepción enorme. Caminamos tristes el resto de la noche. El plan era acabar en mi casa vacía y lo más que conseguimos fue esperar juntos un búho en la plaza de Neptuno. Un búho al que, aún desencantada, se subió ella sola.

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Me dice que habría sido perfectamente capaz de enrollarme con esa chica solo por tener el mismo nombre de la Chica Langosta. A falta del significante, poseer el significado. Yo le respondo que por supuesto. Dentro de unos mínimos, claro, pero por supuesto.

martes, diciembre 02, 2014

A cara o cruz



Los datos del paro. La frase me pone nervioso, como si el problema del trabajo en España fuera un problema aritmético, de sumas y restas. Puede que mi experiencia no sea representativa pero yo no he tenido muchos problemas nunca para encontrar trabajo, otra cosa es que haya encontrado trabajo bien pagado, donde se me respetaran determinados derechos y tuviera la oportunidad de contar con un contrato que fuera más allá del año de duración. Eso, sinceramente, no me ha pasado nunca. Lo más cerca que he estado, quizás, fue en la Escuela Oficial de Idiomas, cuando me pagaban bastante bien por trabajar relativamente poco. Poquísimo, según Aguirre y Figar.

El problema ahí es que era interino, te llamaban de un día para otro y te despedían de un día para otro. Como suena. Y de repente llegó 2010 y dejaron de llamar, sin más. Para cuando volvieron a hacerlo en 2011, esperando que yo estuviera ahí esperándoles con un ramo de flores en la mano, había encontrado otro trabajo: también dando clases, ganando mucho menos dinero, con horarios enloquecidos y con un contrato que no iba más allá de junio sin vacaciones ni historias. Ahora bien, era un trabajo y según los economistas, una señal de salud en el país.

Si destruyes tres millones de empleos no debería de ser tan complicado volver a crearlos. Basta con decirles a los que has echado que vuelvan cobrando la mitad. En serio, con el tiempo y las desgracias la gente se ablanda mucho. El día que economistas y periodistas se pregunten por el cómo en vez de por el cuánto puede que todas estas ruedas de prensa y vítores generalizados tengan algún sentido. El problema es que te explican el cuánto porque el cuánto no lo sabemos. El cómo lo sabemos de sobra.

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No hablé demasiado de la reunión del taller y dio para más que para mi reivindicación de tipo incomprendido. Incluso Marina me ha escrito preocupada y pidiendo perdón. Por ejemplo, la cena sirvió para conocer a Pedro y a Almudena y hablar largo y tendido sobre cine y cortometrajistas. Aquellos tiempos de Guacamolo y el Notodo. A mí siempre me pareció un mundo divertido, la verdad. La generación del "ron-cola", que decía Arturo Ruiz. A Pedro no tanto, pero yo creo que es porque él se dedica a ello y el grado de implicación siempre es mayor. La cosa pierde color cuando la piensas dos veces, ya saben...

Sin embargo, comparado con el mundo de la música o de la literatura, me sigue pareciendo el mundo más "sano" y con eso me refiero a que la gente más entusiasmada por hacer cosas, les dé fama o no, les dé dinero o no, es la del cine, al menos los que están empezando en el cine. En la música todo lo que importa es cuánto follas, a quién te follas, a quién te vas a follar y variaciones sobre el tema. Cuando te encuentras con alguien que te habla con pasión sobre un disco, alguien como Jorge Marazu, por ejemplo, te enamoras inmediatamente.

Y en cuanto a la literatura, la verdad es que nunca he encajado. Demasiados egos, incluido el mío. La sensación de que solo importa a quién conoces y que cualquier conversación va a acabar en el momento en el que se cruce un editor y acapare todas las miradas. Relaciones de poder algo insanas. Ahora bien, insisto, puede que a Pedro le parezca el mejor de los mundos posibles y sea yo, el que me dedico a ello, quien le pone pegas absurdas.

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Parece que Podemos sigue empeñado en medirse el pene.

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A la hora de comer, un poco antes quizá, suena una explosión y el suelo de la casa tiembla. En seguida salimos a la terraza. Nosotros y los demás vecinos. Alrededor del metro hay policía y alguna gente corriendo. Nos asustamos y pensamos en lo peor, pero la respuesta llega en Twitter casi al momento: una explosión controlada para derribar una torre de agua.

El problema es el concepto de "explosión controlada". ¿Controlada por quién? Junto a la torre hay una playa de cristales rotos y ventanas destrozadas. Los bomberos hacen lo que pueden porque la que se ha liado es importante. Ninguno de los que "controlaban" les ha avisado ni ha avisado a los vecinos que se han quedado sin cristales ni a los viandantes asustados ni a la policía municipal que tiene la sede justo en la calle Bolívar, a juzgar por las carreras que se metían nada más oír el ruido.

En Prosperidad este tipo de cosas pasaban a menudo. Despertarte con una explosión, quiero decir, y luego ver la explosión repetida en los telediarios durante días. En el barrio llegamos a convivir con ETA con una naturalidad pasmosa, paradójicamente antinatural, diría. A veces era López de Hoyos, a veces era Corazón de María. Oías la detonación, cruzabas los dedos y salías a comprobar que todo estaba más o menos en orden.

Al menos, por decir algo positivo del barrio, los ultras no se citaban en Clara del Rey para matarse a batazos.