Alonso cae mal. Es un hecho. Todos queremos que gane, pero en el fondo a todos nos cae mal. La culpa, dicen, es de la prensa, o de su equipo, o de las exigencias comerciales. Un deportista no tiene que sonreír, sino ser el mejor. En eso tienen toda la razón del mundo.
Precisamente por su afán competitivo, por su empeño en demostrar en cada carrera que es el mejor piloto -lo es, que nadie lo dude, llevaba el mismo coche que Fisichella- enganchó en seguida con la audiencia, siempre fascinada ante el triunfo y la juventud.
Sólo que el triunfo y la juventud cansan. Creamos mitos y héroes para que acaben dependiendo ellos de nosotros y no nos gusta cuando se rebelan y muestran arrogancia. Alonso se ha rebelado tantas veces que es difícil sentir simpatía. Trabaja mucho pero en silencio, su novia es una de las chicas más guapas del país pero no hay ni una sola foto en la que aparezcan juntos...
Cuando gana, es mérito suyo. Cuando pierde, el rosario de culpables es absurdo: su compañero de equipo, sus mecánicos, su director, el director de carrera, los jueces, la FIA... Como si la derrota, la injusticia, la mala suerte, el error en la apreciación fueran algo que sólo mereciera una palabra: conspiración.
Alonso y sus acólitos nos han tenido meses en el alambre de la conspiración. De alguna manera, eso le ha hecho más simpático -sólo hay una fascinación mayor que la fascinación del triunfo y es la del triunfo del débil ante el poderoso- pero también ha evidenciado su carácter con tendencia a la pataleta.
Como se ve, Fernando Alonso, persona y personaje a su pesar, televisado cada dos semanas ante cinco o seis millones de españoles que no tienen ni idea de lo que es la Fórmula Uno y como mucho les suena el nombre de Fittipaldi, es difícil de encuadrar. Creo que se equivoca quien se ofende cuando se dice de él que es un tipo antipático: como personaje público, desde luego, es tremendamente antipático.
Creo, también, que se equivocan los que se empeñan en no valorar sus éxitos debido a su carácter: es el mejor piloto que ha aparecido en muchos años. Doble campeón del mundo a los 25 y en ambas ocasiones con un coche inferior. En 2005, por debajo de McLaren. En 2006, muy por debajo de Ferrari.
Creo, por cierto, que él mismo se equivoca al enfadarse con los que se enfadan y seguirles el juego para luego repetir que no les piensa seguir el juego. Laissez faire. O estamos a las carreras o estamos a lo otro. Lo otro se le da tan mal que mejor que siga a las carreras y el que quiera criticar, que critique. Pero sin más conspiraciones, por favor...
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
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