domingo, abril 26, 2015

Javier Ruibal en Galileo



Galileo lleno pese a los cantos de sirena sabineros desde el Palacio de los Deportes. Puede que seamos los insurrectos y puede que seamos simplemente los que nos hemos quedado sin entrada. En nuestra mesa estamos cuatro pero en realidad podríamos dejarlo en dos y dos: la Chica Diploma y yo por un lado y un curioso y algo etílico matrimonio al otro. Ese empeño por aprovechar el espacio al máximo que hace que todos estemos algo apiñados pero las copas sigan costando lo mismo.

Curioso sitio, Galileo. Un sitio con encanto de décadas, con sus paredes llenas de trofeos, de "yo los vi primero" que se repiten a lo largo de metros y metros. Todo lo que yo he vivido ahí para que al final no me recuerde nadie. La vida debería ser algo parecido. A la media hora de espera sale Javier Ruibal y todo es maravilloso porque de repente no estamos en Chamberí, estamos en Cádiz, y miren que es difícil pasar de José Abascal al Puerto de Santa María, pero, sí, Ruibal lo consigue con esa voz que no admite "quejíos" ni gorgoritos, que llena la sala con sus polvos innumerables, su folleteo continuo y alegre, la sonrisa siempre en la cara, la picardía en la letra.

Hay algo incomprensible en la relativa falta de éxito de Ruibal ya al borde mismo de los sesenta. Hasta Kiko Veneno tuvo su oportunidad cuando ya parecía imposible. En cualquier caso, parece feliz y eso es lo que cuenta. Yo quiero ser como él, quiero ser feliz y hablar de conquistas imposibles pero divertidas. Espaldas con lunares y principios de madrugada. Ningún malditismo, ninguna condescendencia.

A la Chica Diploma le encanta. Lo dice así: "Me está encantando". Yo lo intuía porque la Chica Diploma es Cádiz resistiéndose a ser Cádiz, con un pánico horrible a darse cuenta de que es Cádiz y asumir las consecuencias. Yo voy dándole rodeos a ver si así se centra y le propongo ser Málaga o ser Fuerteventura, pero los dos sabemos que ella es Los Caños y es Zahara y es El Palmar y no debería resistirse.

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El ABC avisa: "El PP necesitará el apoyo de Ciudadanos para gobernar Madrid". Pórtense bien, chicos, y echen una mano. El uso de ese futuro es casi totalitario y asusta. Yo estoy convencido de que Ciudadanos no apoyará a Aguirre pero puede que apoye a Cifuentes. A una, porque es la corrupción personalizada y ya ven en Andalucía, a la otra porque no tiene demasiados cadáveres a sus espaldas. Ahora bien, este convencimiento es gratuito como gratuita es mi desconfianza en que el partido no se acabe convirtiendo en un montón de reinos de taifas, de pequeños Tamayos y Sáez ávidos de un buen soborno. En ese caso, quizá, lo mejor que puede hacer Rivera es abstenerse y que sea lo que dios quiera, es decir, que los demás se partan la cara lo mejor que sepan y ellos aprueben o rechacen las leyes según vayan saliendo.

Es un escenario madrileño pero a la vez es un escenario nacional: casi en toda España, con la salvedad lógica de Andalucía, Cataluña y País Vasco, parece que Ciudadanos y PP pueden ir formando mayorías. Un buen giro de guion sería que la formaran con el PSOE donde fuera preciso e incluso con Podemos donde los postulados de la gente de Pablo Iglesias no sean demasiado maximalistas. Eso se podría vender como política de estado y le vendría de maravillas a Rivera para su doble asalto de este otoño: elecciones catalanas -si Mas se anima- y generales.

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Cristina Gallego triunfa en Málaga y lo hace a su manera: sin armar ruido. "Todos tus secretos" ha ganado el premio Canal Plus y se emitirá en esa cadena en breve. Puede que así, incluso, consigan una distribuidora. El problema de la burbuja de Málaga es precisamente esa: durante ocho o nueve días todo el mundo grita a tu alrededor y la Costa del Sol es Santa Mónica. Al décimo, vuelve la realidad, las superproducciones, los cines en quiebra y la lucha constante para que al menos alguien vea tu película antes de decidir si es buena o mala.

En cualquier caso, Cristina Gallego triunfa en Málaga y el mundo es un poco mejor. Cuando triunfe Laura de Pedro, a la que auguro un éxito parecido en cuanto a compostura y silencio, podremos respirar todos tranquilos.

jueves, abril 23, 2015

Objetivo: asaltar los cielos



Jacobo Rivero me regala un ejemplar de su libro sobre Podemos, editado por Planeta. Estamos en una terraza de Santa Isabel, cerca del museo Reina Sofía, Él, sin demasiado disimulo, firma la primera página y yo me pongo a buscarme descaradamente de capítulo en capítulo hasta que se da cuenta y me explica dónde puedo encontrarme. Tiene pinta de ser un buen libro porque hablamos de un excelente escritor con las cosas bastante claras. Mi miedo es que Planeta se desentienda del proyecto, ahora que ha lanzado a Antena 3 a una ofensiva descarada contra el partido de Pablo Iglesias.

Hablamos de eso y hablamos de otras cosas, por ejemplo las distintas revistas y periódicos donde colaboramos. Los que lo hacen bien y los que no saben lo que es la vergüenza. Los que te echan una mano y los que ya han perdido la cuenta de a quién mienten y a quién no así que es imposible recordárselo. Él tiene una hija y yo tengo un hijo. Cuando necesita escribir, se pone discos de jazz, Charlie Parker o John Coltrane, por ejemplo. Yo cuando necesito escribir reclamo un silencio absoluto, pero casi siempre acabo con un bebé de diez meses delante o en una hamaca a mis pies.

Para volver a casa cojo el Circular justo enfrente de la biblioteca a la que iba tres mañanas a la semana mientras escribía un libro que saldrá pronto pero que aún no sé ni qué título tendrá. Hojeo el capítulo donde dice Jacobo que aparezco y, efectivamente, ahí estoy, en la primera página. El 15-M y Diego Salazar. La comisión de respeto. Escribí un libro de todo aquello pero no era el libro que yo quería escribir. El que quería escribir se quedó en algún cajón del despacho de Ymelda Navajo. No la culpo: ninguno de los libros que salieron de aquel fenómeno vendió lo más mínimo. Sin embargo, la nostalgia sigue, claro, más aún cuando leo el texto que ha seleccionado Jacobo y que, por un momento, me parece increíble que lo haya podido escribir yo.

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Se me ha estropeado el móvil. Puede que sea la batería o puede que sea el cargador. A la primera sensación de agobio y horror -la agenda, los contactos, los whatsapps perdidos, puede que alguna foto...- sigue un cierto alivio. Vivir sin móvil. Fuerteventura sin moverse de Madrid. Estar ilocalizable, aunque eso suponga no poder localizar a los demás. No tengo tiempo siquiera para ir a arreglarlo así que probablemente esta situación se prolongue algunos días. Sigo con algo de ansiedad, pero si la ansiedad consigue convertirse definitivamente en desintoxicación puede que lo deje, como esos enfermos que pasan un mes en el hospital y deciden no volver a fumar nunca más.

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A M. le gustaba mucho Javier Ruibal. Decía que tendríamos que ir juntos a algún concierto y yo me reía de ella con el mayor desinterés del mundo. Eso era, por supuesto, porque además de ser un estúpido arrogante nunca había escuchado a Javier Ruibal. No es que ahora sea un experto pero creo que "Pensión Triana" me vale. El sábado toca en Madrid y ahí estaremos la Chica Diploma y yo para verlo en directo. Mi primer directo de Javier Ruibal a estas alturas, cuando el nombre lleva sonando en casa desde los primeros 80, cuando Sabina participaba en certámenes de cantautores y venía a comer y explicárnoslo.

El primer directo de Javier Ruibal también para la Chica Diploma, que, como no es una estúpida arrogante, ni siquiera ha pedido más detalles, se ha limitado a confiar en mí y arreglar las cosas para que alguien se quede con el niño esa noche. Le va a encantar, estoy convencido. Uno de los motivos de ir al concierto es poder disfrutar yo, desde luego, pero también verla disfrutar a ella. La mágica sensación de que estás descubriéndole un universo a alguien, solo comparable a cuando alguien te lo descubre a ti.

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M., por cierto, me ha desagregado del Facebook. Tiene lógica, apenas interactuábamos. Fuimos novios durante dos meses hace doce años, no se puede decir que aquello fuera una experiencia que marque una vida. Sin embargo, me gustaba verla ahí, me tranquilizaba de alguna manera. Todo el pasado tiene para mí forma de tierra firme. Incluso el pasado pantanoso, o especialmente el pasado pantanoso. Facebook entendido como vía de redención.

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Me invitaron una vez a La Noche de los Libros. Fue un poco de rebote, pero me hizo mucha ilusión: en el Segundo Jazz tenían a alguien y se les cayó en el último momento y otro alguien les propuso mi nombre. Para hacerlo más interesante lo vestí de presentación de novela. Leí unos fragmentos de "La estética del francotirador" -inédita en 2011 e inédita aún en 2015- e invité a algunos músicos: Álvaro Vázquez, Pablo Ager y Emite Poqito, si no me equivoco. Al día siguiente me iba a Nueva York y no se puede decir que tuviera la cabeza donde debía. Me dio un ataque de pánico y tuve que agarrarme al micrófono para no caerme, como hacía siempre en el Fuera de Contexto.

Recuerdo que empezamos tardísimo porque jugaban el Madrid y el Barça la semifinal de la Champions. Fue aquel partido de Guardiola y su "puto amo" y el de Mourinho y su "¿pur qué?". Algunos estaban muy enfadados y otros estábamos muy contentos, para qué engañarnos. No vino mucha gente pero estuvo bien, fue divertido. Meses después quise agradecer la confianza del dueño organizando una presentación de "Ganar es de Horteras" con Quequé y mi tío Pancho Varona. Tampoco vino mucha gente, pero era un sábado por la tarde y nadie pidió milagros.

Desde entonces, veo todos estos eventos con una mezcla de pereza y envidia, que es algo bastante insano. Pereza por el punto de estatus que conllevan y envidia por los que pueden disfrutarlos como los disfrutaba yo cuando no quería ser escritor o no tan rápido y podía ir de bar en bar, de charla en charla y acabar en los Diablos Azules con García Montero y compañía recitando partes de "Cuando las cosas dejaron de tener sentido" y declarándome a Magapola. Quizá la receta para evitar pereza y envidia sea precisamente volver a ser eso, es decir, un "no-escritor". Cualquier otra cosa. Un profesor, por ejemplo.

lunes, abril 20, 2015

Grounded


Si yo fuera un actor o un director o un guionista o incluso un productor y me tomara en serio mi oficio, probablemente detestaría el Festival de Málaga, su preocupación constante por el estatus, su condición de hoguera de vanidades, las groupies chillando a la puerta del AC Palacio a cualquiera que lleve una acreditación. Las fiestas para los que sí y las fiestas para los que no. El dominio completo de las cadenas de televisión sobre el mercado cinematográfico, la decisión de quién estrena y quién se queda en segunda fila. El reparto del pastel.

Sin embargo, no soy actor ni director ni por mucho que me empeñara durante un tiempo puedo considerarme guionista, así que solo puedo mirar Málaga y su festival desde una infinita envidia, la de la ciudad que me ha hecho tan feliz tantas veces pero al menos un par de ellas en abril: cafés y refrescos con Irene de Lucas mientras veíamos al Barcelona empatar con el Valencia, cambios inopinados de hotel, pases matutinos en condiciones discutibles, los chicos de "Freek!", las sorpresas de ZonaZine, el entusiasmo de todos los que están dentro de esa burbuja inmensa que desde fuera es tan difícil de entender.

Los que sienten que han llegado, porque el cine es, quizá, junto a la literatura la industria donde más gente está atenta a cuál es tu lugar en el escalafón y se ocupa de recordártelo mil veces. Si a eso le sumamos que es una industria de egos castigados, tenemos una combinación explosiva. Sea como fuere, ver ahí a Dani Pérez Prada, a Cristina Gallego, a Manuela Moreno, a tantos compañeros de noches madrileñas y estrenos en la plaza de Callao me resulta entrañable y solo deseo que sean felices, tremendamente felices, sin importarles si a las doce el coche se convierte en calabaza o no.

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De hecho, pensando en el tema, yo creo que lo que siempre me ha faltado para ser algo es el empeño. Falta de compromiso, si se quiere. Constancia, que diría Diego Salazar. La apuesta de decir "yo quiero ser esto" y asumir las consecuencias. Astucia. No supe ser periodista de verdad, no supe ser escritor, no supe ser guionista... nunca adopté las poses necesarias ni probablemente el tiempo, el sufrimiento, la agonía. Sí creo que tuve el talento, porque sin empeño ni talento es muy complicado haber hecho todo lo que yo he hecho, pero con eso, ay, no bastó.

Probablemente, en lo único en lo que sí me he dejado la vida es en las mujeres. Una pasión casi ludópata por la seducción propia y ajena. Una colección constante de historias y momentos que vienen a la memoria constantemente. En ese sentido, se puede decir que soy un triunfador y que mi esposa es mi estatus. El amor de mi esposa, su entrega en los bares de Malasaña, su manera de decirme que sin mí no sería nada, la misma canción que yo llevo tarareando todo el día pensando en ella. La Chica Diploma y el Niño Bonito. Lo dicho, no es casualidad, yo solo quise ser el mejor en una cosa y esa cosa era conseguir la mujer más preciosa y más inteligente. La que me acompañara toda la vida.

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En la presentación del libro de Luis Magrinyà, discutimos Alfonso Monteserín y yo sobre la diferencia entre torpeza y mezquindad en el trato humano. Es importante distinguirlas. Alfonso ve torpezas donde yo veo mezquindades porque Alfonso es mucho mejor persona que yo. Es, en cualquier caso, una presentación divertida de un libro que anuncia emociones fuertes. También es una constatación de la falta de empeño de la que hablaba antes: todo el mundo cita libros y autores que yo jamás leeré, para los que nunca encontraré el tiempo preciso. Me agobio, me deprimo, me agarro a la barra del bar y salgo de Tipos Infames con cuatro libros nuevos en una bolsa tapada por otra bolsa contra la lluvia. Se quedan en la estantería, junto a todos los demás.

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Debate, mi editorial, publica un libro sobre Podemos. Se llama "Asaltar los cielos". Jacobo Rivero, mi buen amigo, publica un libro sobre Podemos con Planeta. Se llama "Objetivo: asaltar los cielos". Hay ahí una metáfora de cómo funciona la industria literaria en nuestro país pero no tengo muy claro cómo formularla. En cualquier caso da la sensación de que llegan tarde: el libro del momento lo tendría que escribir, con su crudeza habitual, como uno de sus "fisking classics" de Factual, José María Albert de Paco sobre Ciudadanos.

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Cumpleaños de Rocío y Carol en Ayllón. Pequeña guardería de distintas edades. Mi hijo pegando a los hijos de los demás, algo que empieza a preocuparme seriamente. Por lo demás, una velada magnífica, con su chubasco de primavera y su paseo junto al río incluidos. Álvaro habla del Hay Festival y yo hablo de Medina y siento que echo de menos algo que se puede calificar de "bohemia" pero yo prefiero llamarlo "sensibilidad" cuando hablo con la Chica Diploma, aunque le dejo claro que no tengo ni idea de cómo definir ese término.

En la ida y en la vuelta, bajo un aguacero descomunal, pasamos por Pajares de Fresno. Al verlo, le digo que ese era el pueblo de la Chica del Nombre Langosta, pero el nombre en sí no le dice nada, precisamente por su condición voraz, así que tengo que especificar: la Chica Langosta, sí, la de siempre. En Pajares de Fresno pasé una noche extraña hace unos años, en torno a veinte: mi hermano y sus amigos tocaban en un pueblo de Ávila. Tomamos allí las copas y nos dividimos en coches para ir a su casa y acabar la borrachera.

Por supuesto, yo debería haberme vuelto a Madrid, de haber tenido la oportunidad, pero quise apurar el desencanto hasta la última gota y me fui a aquel témpano en mitad de la nada donde dormí tapado por dos mantas en su cama, solo para decir que había dormido en su cama, porque ella eligió cualquier otro lugar. Cuando le explico a mi esposa que la Chica Langosta y yo discutimos en cuatro países distintos me dice: "Eso es muy tuyo, te gustaba porque te metía caña", pero la realidad era mucho más triste: si discutíamos era precisamente por su indiferencia, o más bien por mi dificultad para aceptar su indiferencia.

martes, abril 14, 2015

Vision of love



Yo también me enamoré de Mariah Carey como antes lo había hecho de Paula Abdul, esa chica cuyo mayor éxito llegó cuando dejó de lado a las cheerleaders de los Lakers y se puso a hacer vídeo-clips con gatos de animación. La extraña fascinación ochentera por los animales deslenguados. Tiempos locos en Los Ángeles. A Abdul se la vendió como la destinada a derrocar a Madonna pero de repente Madonna se pasó a las discotecas y a la ambigüedad y a Abdul todo aquello le pilló un poco mayor, ya pasados los treinta, así que se casó con Emilio Estévez y pasó a un segundo plano hasta que la televisión la rescató por todo lo alto como jurado de talent shows.

La siguiente en aparecer, como decía, y aquí no puedo contar a Martika porque lo de Martika fue casi una broma, fue Mariah Carey, pero no la exuberante Mariah Carey que conoceríamos después, con sus vestidos ceñidos y sus mofletes siempre hinchados, sino una Mariah Carey más entrañable, apoyada en el quicio de la mancebía, cantando con su vozarrón aquello de "I had a vision of love and that is all that you´ve given to me", amenazando con sus rizos y su color indeterminado de piel tanto a la reina del pop como a la reina del soul, la inmensa Whitney Houston, que estaba a punto de reclamar su trono junto a Kevin Costner y la canción más empalagosa de todos los tiempos.

Tenía Mariah Carey un encanto adolescente que después perdió por crecer deprisa, esa fea manía hollywoodiense. Mi primera noche en la cama con una chica estuvo acompañada de la escucha casi forzosa de su versión del "Without you", una razón como cualquier otra para desenamorarse, aunque estuviéramos en Atenas, aunque los fuegos artificiales y los cohetes celebraran el aniversario de la independencia. Veinticinco años después de todo eso, de la visión de amor, queda Carey como un mito de algo que no sé qué es, que siempre me pilló lejos. Algo pomposo, excesivo, como el Photoshop de su última portada.

Envejecer rápido y envejecer mal, otra fea costumbre.

Abandonen por un momento sus prejuicios y vean el vídeo de nuevo. La cara terriblemente perfecta de esa chica a contraluz y lo que el amor prometía a cualquier adolescente: poco más que canciones de Paul McCartney y conejos de animación con gafas de sol, a lo Poochie en Los Simpsons.

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Recuerdo las noches en casa de mis abuelos. El orden perfecto de las madrugadas al ritmo del reloj de pared. La mesa perfectamente dispuesta para el desayuno del día siguiente, ritual del que se encargaba mi bisabuela cada noche, antes de acostarse en su pequeño cuarto del fondo del pasillo a la izquierda, justo donde yo decidí colocar mi imaginaria canasta de baloncesto, carreras hacia un lado, carreras hacia otro botando una pelota de tenis.

Recuerdo los días también, las comidas de Navidad y las cenas de Nochevieja con mi padre. De nuevo la bisabuela preparando escrupulosamente el té y las tostadas de su nieto predilecto. A mí me gustaba estar con ella y escucharla, aunque no tuviera ni idea de qué me estaba contando: las plantaciones perdidas de su familia en la Cuba del 98, la revolución mexicana de Pancho Villa y Emiliano Zapata vivida en primera persona, la tristeza infinita de la Guerra Civil, los muchos años de viudedad arrastrados desde entonces por Asturias, San Sebastián, Madrid, Tetuán...

De alguna manera, la bisabuela era un dique al miedo a la muerte. Mientras ella siguiera viva, los demás podíamos estar seguros. Como todo niño, yo me sentía inmortal pero me preocupaba muchísimo la idea de que alguien se fuera: mi abuela Gloria, mi abuelo José Luis, mi abuela Angelines. Cada noche le pedía a Dios que les dejara vivir al menos ochenta años sin recordar ahora mismo qué ofrecía a cambio.

No sé tampoco por qué elegí esa cifra, supongo que a todos les pillaba lejos y a mí me daba tiempo para ir haciéndome a la idea.

Solo que a la bisabuela se le fue la mano y pasó de los ochenta, de los noventa y hasta de los cien. Para el centenario, la familia alquiló un salón en una residencia militar y a ella la pusieron presidiendo todo el evento, en parte orgullosa y en parte ya algo confusa. Con el tiempo, pasó a ser una figura paralela al resto de la familia: comía por su cuenta y aparecía solo a los postres, sentada en el sofá mirándose las manos, con un insoportable aire de tristeza. Yo corría para acabar el arroz de tomate y ponerme al lado suyo. No era ningún niño ya, había cumplido los veinte y me sentía casi tan extraño como ella. Así quedábamos los dos, mis manos en las suyas, arrugadísimas, hablándole al oído pero hablándole poco porque tampoco había mucho que decir, incapaz siquiera de convencerla de que el Estudiantes era en realidad la selección española y por eso había que animarles.

Murió a los 103 pero el dique tardó unos años más en romperse. Diez, exactamente. En 2007 murió mi abuela Gloria, a los 88; en 2010, mi abuelo José Luis, a los 93, y en 2013, mi padre, a los 58. Si se saca la media, se puede decir que Dios fue generoso conmigo.

Lo extraño de todo esto es que yo nunca he creído en Dios.

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De nuevo el libro de Gonzalo Vázquez. Se podrá decir que escribir de la NBA es muy fácil, que está de moda y que si Pau Gasol y si Michael Jordan. Puede ser, pero Jordan no sale hasta la página 234 y de Gasol no se sabe nada hasta la 574. No es solo erudición y datos, sino pasión. Uno lee las historias de Vázquez, esas 101 historias sobre conocidos y desconocidos, adictos a la cocaína, padres suicidas, carreras frustradas y carreras sorprendentemente exitosas, y se sorprende por el cariño, la empatía con la que es capaz de hablar de cada uno de sus personajes, como si de alguna manera le pertenecieran, como si él los hubiera creado.

No sé si Gonzalo es consciente del libro que ha escrito, un libro condenado a los laterales de las librerías por ser "de género", por hablar de baloncesto y estar publicado en una editorial de baloncesto cuando no deja de ser un tratado sobre el hombre estadounidense del siglo XX. Hay más Estados Unidos, más sociología, más política y más comprensión en su libro que en "Canadá", por poner un ejemplo reciente.

A veces, todo hay que decirlo, se percibe un cierto descontrol gramatical, algo que todo escritor conoce, y mucho más el escritor de crónicas nostálgicas, el que empieza en pasado y de repente pasa a presente y luego vuelve a pasado y ni siquiera se da cuenta de ello. Casi mejor. Un libro así no puede ser un libro pulcro y aseado, que diría aquél. Tiene que ser un libro humano, como sus protagonistas, que se deje llevar y se arroje a la madrugada, en busca de la próxima historia que ser contada.

viernes, abril 10, 2015

El hombre que huyó como Mungo Park y volvió como Zaratustra



Leí "La metamorfosis" en un balcón frente al Océano Atlántico. Cada mañana, en lo que se despertaban mis compañeros de piso -habíamos ido a ver a una amiga común, su padre había muerto apenas unos días antes-, yo salía al balcón con un vaso de leche y me ponía a leer el libro con mis aires de adolescente salido de película de Rohmer. Era 1995 y por lo tanto acababa de cumplir dieciocho años, una edad en la que los criterios estéticos son a menudo confusos y discutibles.

No recuerdo si me gustó o no me gustó el libro. Es algo que me pasa con las novelas de Kafka y no con los relatos, que me apasionan. Supongo que me gustaría porque lo leí hasta el final, cosa que no pude hacer con el otro que llevaba en la maleta, "El lobo estepario", de Herman Hesse. Eran los tiempos de Nirvana y de "La náusea". Soñamos con rodar una película existencialista en plenos años noventa. Por las noches, a escondidas casi, íbamos de discoteca en discoteca a ver si alguna chica nos tocaba el culo. A veces, lo lográbamos.

El viaje, con lecturas y sin ellas, fue maravilloso. El pueblo era Malpica de Bergantiños, una deliciosa combinación de puerto, playa y monte. Un día, mis amigos se vistieron de galos y se perdieron por la montaña. A mí me pareció que se lo tenían bien merecido pero cundió un cierto pánico alrededor porque las montañas gallegas son cosa seria. No sé, yo me quedé mirando el mar, sentado. Creo recordar que a mi lado estaba T. Entre tanta metamorfosis y tanto lobo estepario, la verdad es que me había convertido en alguien quizá no arisco pero sí con tendencia a parecer ausente. A T. no le gustaba y tenía razón. Habíamos ido a verla y si habíamos ido a verla era porque lo necesitaba, o al menos nosotros pensábamos que lo necesitaba; si no, ¿a qué tanto viaje con el "Wowee Zowee" de Pavement a todo volumen?

A la hora o así aparecieron, puede que borrachos aunque también puede que no y que esté confundiendo este episodio con cuando Bruno se perdió en El Escorial al grito de "Soy Mungo Park" y  volvió convencido de que era Zaratustra. Fueron unos días maravillosos. Supongo que para T. no, Para T. serían horribles. Creo que en los cuatro años que estuvimos saliendo juntos no llegamos a hablar del tema, y con "el tema" me refiero a esos días en concreto. Puede que sí, que habláramos todo el rato y los dos, como las personas educadas que somos, lo hayamos olvidado. Ya saben que mi memoria no es ni mucho menos lo que era.

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Leo en la portada de La Razón los vínculos del independentismo catalán con el yihadismo islámico. Se ve que como el "todo es ETA" no ha funcionado demasiado bien, vamos a pasar a un "todo es ISIS" a ver si así conseguimos conservar alguna mayoría absoluta. La táctica es abyecta y mezquina: igual que pasaba con ETA, si todo es ISIS, ISIS no es nada. La frivolización del horror para lanzarlo a la cara de los enemigos.

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Me dice la Chica Diploma que en Onda Cero ya hablan abiertamente de los pactos entre Ciudadanos y el PP. Me hace gracia. Durante meses, los medios estuvieron diciéndole a UPyD que tenía que pactar con Ciudadanos. Cuando vieron que no era posible se dedicaron a apostar sin más por Albert Rivera y encumbrarle, cosa que me parece muy bien y muy loable. Ahora que Rivera se ha convertido en un peligro -¿será de verdad "controlable", no pretenderá tener un discurso propio que le aleje del PP o del PSOE?- es bueno que se insista en su necesidad de llegar a acuerdos con los populares, acuerdos "patrióticos", ya saben.

Rivera, al menos, ya sabe lo que hay: si no le hacen caso, igual su partido acaba desapareciendo también en favor de otra muñeca rusa creada al efecto. Solo que esta vez quedan dos meses para las municipales y siete para las generales. Ya pueden ir dándose prisa.

miércoles, abril 08, 2015

Irene Lozano al rescate



Mi hijo y el de Miguel Aguilar se llevan muy poco tiempo. El suyo ha debido de cumplir ya el año y el mío va por los diez meses, una diferencia casi inapreciable en principio pero que tiene su importancia: yo escribo entusiasmado que el niño ya gatea y se pone de pie, Miguel responde que echa de menos los tiempos en los que el suyo no hacía ninguna de las dos cosas.

En efecto, la movilidad de los bebés agota, especialmente a la gente sedentaria, tranquila, con tendencia al agotamiento ya de por sí... pero a la vez es con diferencia lo más emocionante que me ha pasado en estos meses de aprendizaje paternal. Podría pasarme la mañana entera viendo al Niño Bonito sonreír y gatear y luchar por ponerse de pie y luego abrazar a Mickey -"Mi" en su lenguaje- y volverse loco cuando ve el iPad y fantasea con dibujos animados del Baby TV -"BiBi", de nuevo en su idioma-. El Niño Bonito tiene vida propia, ya es algo irreversible, pero a la vez nos necesita tanto que uno se estremece.

A veces, la Chica Diploma se viene un poco abajo. Yo la entiendo perfectamente porque una vida llena de imprevistos, de cambios de humor de un día para otro es complicada para alguien que quiere ordenarlo todo para que todo salga bien. El Niño Bonito a veces la vacila a ella y a veces me vacila a mí, pero nos quiere con locura. No siempre será así. No siempre nos vacilará y no siempre nos querrá con locura y echaremos de menos estos tiempos en los que todo el problema es que se desvela a las dos de la mañana y se pone a dar cabezazos contra la pared muerto de risa.

Algún día, ese niño nos echará en cara todo lo que faltó igual que nosotros nos maravillaremos de todo lo que fuimos capaces de hacer por él. Y ninguno entenderá nada, claro.

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Irene Lozano se ofrece para renovar UPyD. Es curioso porque Irene Lozano, a la que entrevisté para UNFOLLOW por su excelente libro "El saqueo de la imaginación", es una de las grandes responsables del desmembramiento y el lento suicidio del partido. Cuando se habla de "los errores de la cúpula" para explicar que hace menos de un año, UPyD consiguiera cuatro eurodiputados y hoy no sea capaz de llegar al 2% en las encuestas, normalmente los críticos se refieren a dos cuestiones: no haber pactado con Ciudadanos y no haber sabido aceptar la disensión interna con respecto a ese posible pacto.

El primero no me parece un error. Creo que hubo un empeño mediático algo enloquecido por unir a la "tercera España" y meter a Ciudadanos y UPyD en un mismo saco, incluso colar a VOX si hubiera hecho falta, especialmente tras el toque de atención de Podemos. También sé que muchos votantes y afiliados de UPyD hubieran visto con buenos ojos esa fusión, pero digamos que es razonable que un partido tome sus propias decisiones y crea que va por el buen camino. Yo me fiaba de UPyD y no me fío de Ciudadanos, entiendo que hubiera gente a la que le pasara lo mismo.

Sin embargo, el segundo error es el que ha echado abajo el castillo de naipes y en eso Lozano tiene más culpa que nadie. La llamada al orden de Rosa Díez a Wagner Sosa cuando el eurodiputado manifestó en público su apoyo al posible pacto de marras era hasta cierto punto de esperar, igual que los insultos -las coces, que dice Montano- de Gorriarán fuera y dentro de Twitter, pero la gota que colmó el vaso fue aquel ignominioso y estalinista artículo de Lozano llamando traidor a Wagner por desviarse de la línea marcada por los líderes.

Bien, esa mujer, menos de un año después, es la que va a regenerar la democracia interna del partido. Hace falta tener mucho cuajo, pero mucho, para ir así por la vida.

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Termino "Canadá" y empiezo las historias de baloncesto de Gonzalo Vázquez. Son maravillosas. Por supuesto, te tiene que gustar el baloncesto estadounidense, pero aparte de eso, la manera de escribir de Gonzalo, ese gusto por la claridad y a la vez el mimo al lector desde la primera línea. Su capacidad para que el dato quede maquillado dentro de una historia y no entorpezca el relato... Todo eso hace de él uno de los grandes periodistas de este país. Aunque, por supuesto, muy pocos se lo reconozcan y él siga penando en esa doble vida de madrugadas eternas y días anodinos.

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Salimos del Da Nicola rumbo a la tienda de New Balance de la Gran Vía. El Niño Bonito mira al suelo desde su carrito ya completamente vertical mientras unos policías montados a caballo suben por Montera y deciden meterse en el carril bus, cortando toda la circulación de la Gran Vía a las cuatro y media de la tarde de un lunes laborable. No se intuye en los jinetes el más mínimo azoro. Cabalgan gallardos entre los coches. Caballos en Madrid. Si tuvieran que perseguir a alguien, probablemente los dos resbalarían y caerían al suelo estrepitosamente.

No solo eso: a los pocos metros, empiezan a cagar. Un reguero de mierda de caballo que llena la Gran Vía, con su olor, con su amarillo llenando las ruedas de los taxis que no pueden evitarla. Los turistas mirando atónitos y tapándose la nariz con la mano. ¿Todo eso para qué? Para nada. Así, Madrid, ese otro gran simulacro.

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"Y la vi de lejos, caminar por la arena. Los zapatos en la mano y en la cara una pena. Y una lágrima suya, como dijo Peret, en la arena cayó... ", así desde los doce años. Y luego no quieren que sea romántico, sino un cínico costumbrista más. Complicado.

martes, abril 07, 2015

Sondeos elecciones municipales y autonómicas 2015



El diario El Mundo viene publicando desde el sábado una tanda de sondeos relativos a las elecciones municipales del 24 de mayo. La encuestadora, Sigma Dos, merece suficiente confianza como para pensar que sus resultados son cuando menos orientativos, de hecho, fue de las que más cerca se quedó de acertar de pleno en las pasadas elecciones andaluzas. Vamos a hacer un breve repaso y ver las constantes que presentan todos estos sondeos:

Madrid (cap) PP 34% (20-22), Ahora Madrid 21% (12-13), PSOE 18% (11), C´s 15% (9), IU 6,4% (3-4) Mayoría absoluta: 29

Ni con el rescate a última hora de Esperanza Aguirre, supuestamente uno de los grandes activos electorales del PP madrileño y con mayor tirón entre el votante conservador de toda la vida conseguirían repetir los populares las mayorías absolutas de los últimos 24 años, desde Álvarez del Manzano en 1991. El PP baja un 15,2% y se complica mucho la alcaldía, en manos de lo que Ciudadanos decida. Entre PP y PSOE sumarían poco más del 52% de los votos y los resultados de Carmona dejarían a los socialistas en tercera posición, en la encrucijada de apoyar un gobierno con Ahora Madrid, Ciudadanos e IU o echarse a un lado y dejar que Aguirre sea alcaldesa en minoría. Es de suponer que elegirán la primera opción. Queda por ver qué elegirá Ciudadanos. Apoyar a Aguirre, presidenta del PP de Madrid durante los doce años más convulsos y corruptos de su existencia, no es una gran carta de presentación cara a las generales de noviembre, y no creo que Rivera quiera ponerse piedras en el camino. ¿Carmena, alcaldesa? Puede ser.

Madrid (aut.) PP 32,8% (44-45), PSOE 20,7% (28), Podemos 19,2% (25-26), Ciudadanos 16,6% (22-23), IU 6,5% (8-9). Mayoría absoluta: 65

Aquí no hay Esperanza a la que agarrarse: Cifuentes va a perder la Comunidad y probablemente lo haga a manos de Ángel Gabilondo. Gabilondo es un hombre afable, carismático a su manera, y que probablemente aglutine suficiente voto de izquierdas moderado como para conseguir la segunda plaza. No tendría, además, problema alguno para pactar con Podemos, cuyos líderes vienen también de la universidad, aunque sea la Complutense, ni con Ciudadanos. Solo un improbable apoyo de la formación de Rivera al PP evitaría que la izquierda se hiciera con Madrid por primera vez desde aquellos locos tiempos de Joaquín Leguina. Por cierto, la caída del PP, de casi veinte puntos, es descomunal. El PSOE cae un 5,5% pero, ya decimos, podría valerle.

Barcelona (cap) Barcelona en Comù 22,3% (10), CiU 21,4% (9), Ciutadans 14,6% (6-7), PSC 13,2% (5), ERC 12,5% (5), PP 10,3% (4) Mayoría absoluta: 22

El derrumbe del PSC vuelve a ser histórico. De partido tradicionalmente hegemónico en Barcelona pasa a cuarta fuerza política casi empatada con la quinta. De hecho, con una caída conjunta de un 16%, PP y PSC se convierten en partidos casi residuales en una de las pocas plazas propicias para ellos en Cataluña, presagio de lo que se puede venir en las autonómicas de otoño y sobre todo en las generales. La coalición encabezada por Ada Colau ganaría este apretado sprint de seis partidos en el que echo a faltar a las CUP, que yo creo que probablemente acaben teniendo representación.

Sus posibilidades de gobernar dependerán, una vez más, de ganarse a Ciutadans. Pensar en un tripartito con PSC y ERC no me parece descabellado. Si eso no saliera adelante, no hay más opciones que repetir elecciones, porque a CiU solo podría apoyarle -manda huevos- el PP o incluso ERC en clave muy nacionalista, pero ni aun así conseguirían mayoría absoluta. No es para mí una sorpresa: Barcelona es una ciudad con unas cifras de abstención en las municipales fuera de lo normal. En cuanto ha aparecido alguien que ha sabido captar ese voto más resignado, más antisistema en muchas ocasiones sin que esto pretenda ser peyorativo, el voto de "Ciutat Morta", por así decirlo, se ha disparado en las encuestas.

Valencia (cap) PP 31,8% (11-13), Ciudadanos 16,7% (6), Valencia en Comù 15,8% (5-6), PSOE 14,6% (5-6), Compromís 12% (4) Mayoría absoluta: 17

El "caloret faller" no ayuda a Rita Barberá, que pierde más de 20 puntos porcentuales con respecto a 2011, la tónica que estamos viendo en todas las comunidades presididas por el PP. El máximo beneficiado vuelve a ser Ciudadanos, que rasca de ahí y del desastre de UPyD, aunque no se despeja la duda de quién ocupará la alcaldía durante los siguientes cuatro años. El PP, para variar, solo puede pactar con Ciudadanos, y la izquierda dependerá mucho de si al final IU entra, que está a unas décimas según el sondeo. Entre Valencia en Comù, PSOE y Compromís suman el 42,4% de los votos. Juntando a IU se quedarían en un 47%... pero como cada uno ha decidido ir por su cuenta -extraño que Podemos y Ganemos no hayan querido aliarse con Compromís- quedan de nuevo en las manos de Ciudadanos, que igual hasta se hace con la alcaldía a poco que sepa mover sus fichas bien.

Valencia (aut.) PP 28,8% (30-32), PSOE 19,5% (20-21), Podemos 17,3% (17-19), Ciudadanos 15,2% (15-16), Compromís 8,4% (8), IU  6,8% (6) Mayoría absoluta: 50

En la comunidad, la entrada de IU sí que inclina la balanza hacia la izquierda, donde, presuntamente, PSOE y Podemos se jugarán la segunda plaza y por lo tanto la presidencia de la Generalitat después de veinte años de gobiernos populares. El PP baja otra vez más de veinte puntos y el PSOE cae casi un 10%. Tampoco descarten un gobierno en minoría con Ciudadanos y el PSOE si forma parte de un plan más general. Ni Podemos ni Compromís se opondrían a esa salida pues desaloja a Fabra del gobierno. En cualquier caso, nueva hecatombe de los dos grandes partidos y excelentes resultados (32,5% conjunto) de los "nuevos".

Sevilla (cap.) PSOE 33,2% (11-12), PP 31,3% (10-11), Sevilla Sí Puede 14,6%, (4-5), Ciudadanos 11,9% (4), IU 4,6% (0-1) Mayoría absoluta: 16

Adivinen quién pierde veinte puntos con respecto a 2011... Efectivamente, el PP, que ve su dominio en los grandes municipios cada vez más socavado. El PSOE no solo no cae después de todos los escándalos sino que sube cuatro puntos y conseguiría ganar las elecciones, donde no creo que tuviera muchos problemas para conseguir el apoyo tácito de la coalición de Podemos o incluso de Ciudadanos. Dependerá mucho de los acuerdos a los que se llegue con Susana Díaz en el parlamento andaluz, por supuesto.

Bilbao (cap.) PNV 39,4% (13-14), PP 13,3% (4-5), Podemos 11,8% (4), EH-Bildu 10,6% (3-4), PSOE 10,5% (3-4), Ciudadanos 4,9% (0-1), Ganemos Bilbao 3,5%

Otra mayoría absoluta que se cae, en este caso la del PNV, pero aquí no habrá problemas de gobernabilidad en la alcaldía. Durante estos meses se ha hablado mucho de la implantación de Podemos en el País Vasco pero un 11,8% se antoja poca cosa. Extraña que no se alíen con Ganemos Bilbao, en cuyo caso llegarían al 15,3% de los votos y una cómoda segunda posición en detrimento del PP. Comparado con hace cuatro años prácticamente todos bajan cuatro puntos de media, incluídos Bildu y el PP. Lo del PSOE en otra de sus plazas fuertes es lamentable: quinta fuerza política y sin apenas relevancia, algo que se puede trasladar a nivel autonómico en las generales. Ciudadanos no entra, pero probablemente en dos meses esté en condiciones de alcanzar un escaño como poco.

Castilla y León PP 39,6% (39-43), PSOE 22,2% (21-23), Podemos 13,8% (9-11), Ciudadanos 13,3% (9-10), IU 5,6% (1), UPL 1,3% (1)

Aquí el PP no pierde veinte puntos sino solo doce, lo que hace que incluso sin llegar al 40% del voto válido pueda mantener la mayoría absoluta si todo va bien. De hecho, incluso con 39 escaños, necesitaría que Podemos, PSOE y Ciudadanos se pusieran de acuerdo para echarles del gobierno que detentan desde los años ochenta. La entrada de los dos partidos nuevos, con un 27% conjunto, es espectacular. Recordemos que las municipales y las autonómicas son elecciones muy complicadas para estos partidos que no tienen una base fuerte ya instalada en todo el país sino que dependen mucho de figuras carismáticas a nivel nacional.

En resumen, excelentes resultados para Podemos y Ciudadanos, con más escaños para los primeros pero más capacidad de decisión para los segundos, en cuyas manos quedan casi todos los ayuntamientos citados aquí. El PP solo se acerca al 40% en Castilla y León y pierde muchísimo en todas las plazas, lo que les coloca en torno al 30% a nivel nacional, no mucho más. El PSOE lo tiene aún peor. puede beneficiarse de varios pactos "anti-PP", pero los resultados son catastróficos en todos lados excepto en su querida Andalucía, en este caso concreto, en Sevilla, que recuperarían después de varios años. En los demás sitios, desastre tras desastre, con unas cifras que invitan a pensar que una vez que Podemos y Ciudadanos presenten a sus gallos a las generales, el PSOE lo va a tener complicado para pasar incluso del 20%, una cifra ridícula que aun así, quién sabe, les podría dar incluso el gobierno. Tiempo al tiempo.

domingo, abril 05, 2015

Nevermind


Mi llegada a Nirvana fue calmada, sin prisas. La primera vez que escuché "Smells like teen spirit", si no me equivoco, fue en Menorca, durante unas vacaciones con la familia, éxito veraniego que no parecía distinguirse mucho de las modas de esos días: Guns N´Roses, los renovados Aerosmith... Hace más de veinte años de todo esto así que es probable que me equivoque, pero creo que hasta el "In Utero" no me convencí de que ese chico rubio tenía algo que contarme. Estaba entre los quince años y los dieciséis y venía de Mecano y el Zona de Baile, así que la transición no podía ser fácil.

Eso sí, la llegada del "In Utero" supuso la asimilación de algunas de sus frases más melodramáticas: la insinuación del "Heart Shaped Box" que tan bien me venía a mí, adolescente rencoroso, con su "Hey, wait, I´ve got a new complaint", la autocompasión sin matices de "Pennyroyal tea" que después se desgarraría por completo en el "Unplugged", y, por supuesto, la virulencia enigmática del "Rape me" y ese "I´m not the only one" en bucle. A partir de ahí, lo demás adquirió sentido y pertenencia: de repente, a todos nos gustaba Nirvana, era un punto de unión, de comunión casi.

Juntos descubrimos entonces el "Nevermind", desde la indescifrable "Lithium" a la escondida "Endless, nameless" y juntos descubrimos las joyas del primer disco, empezando por "School" y siguiendo por "Love buzz" o "About a girl" -"this is a song of our first record, most people don´t know it", decía Kurt casi con desprecio a los chicos MTV- y nos grabábamos los unos a los otros las rarezas, las caras B, todo lo que podíamos encontrar en Doctor CD o tiendas del estilo.

Jorge Tomasi, por ejemplo, me grabó el "Incesticide", el maravilloso "Incesticide", justo el fin de semana antes de que Cobain se pegara un tiro.

A partir de ahí, empezó el mito, claro, pero un mito con sentido. Cobain murió a los 27 años y murió con la merecida consideración de genio. Si las dudas sobre su talento compositor se han multiplicado en los últimos años ha sido precisamente por la insistencia en su suicidio, en el póster de chico de mirada triste que prefiere arder a difuminarse lentamente. A raíz de su muerte, los debates se multiplicaron y creo que fue algo sano: estaba bien hablar del suicidio y no orillarlo, como se hace siempre. A Cobain, además, hay que agradecerle que no dejara margen para la ambigüedad: nada de botellas de vodka esparcidas por la habitación ni de barbitúricos con champán y cadáver en la bañera.

El día que supimos de su muerte no fue un 5 de abril sino un 7, creo. Cuando le encontró el electricista, vaya. Courtney Love leyó una carta muy emotiva por los altavoces de su mansión cerca de Seattle en la que no dejaba pasar oportunidad de insultarle a cada línea. La carta tenía dos frases que a mí se me quedaron grabadas. La primera, excelente disculpa, decía: "I´m too much of an erratic, moody person and I don´t have the passion anymore". La he utilizado, para mí mismo, mil veces. La segunda, la despedida, era "Love, peace and empathy". Creo que llegué a firmar con esa despedida alguna de mis ya de por sí dramáticas cartas del verano de 1994, incluso de la primavera de 1995.

Desde luego, no puedo decir que Nirvana ni Kurt Cobain me hicieran una persona más feliz, pero sí creo que me permitieron conocerme mejor. Conocer mejor mi parte oscura, por así decirlo. O, al menos, convivir con ella antes de acabar encerrado en un cobertizo después de huir de la clínica de desintoxicación. Quizás, al contrario, solo aumentaron mi concepción exageradamente estética de la vida.

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Sondeo en Madrid: el PP de Esperanza Aguirre se queda en un 35% de los votos y entre 20 y 22 concejales. Teniendo en cuenta que la mayoría absoluta está en 29 es un resultado horrible. Rajoy se ha comido el sapo de rescatar a su archienemiga para salvar la capital a cualquier precio y al parecer la capital pende ahora mismo de la voluntad de Albert Rivera de hablar con voz propia y negarse a ser muleta de alguien a cuyo alrededor ha crecido la corrupción por todos lados, dejándola como una extraña isla en un mar de basura.

En cualquier caso, el resultado para el PP es desastroso en clave nacional, porque si en Andalucía no llega al 30%, en Madrid lo supera por los pelos y en Cataluña y País Vasco está cerca de ser un partido residual, es complicado ver de dónde va a sacar los votos necesarios para llegar a ese 29,7% que le da La Razón para las generales. Lo curioso del caso -y lo desesperante- es que incluso ganando las elecciones con menos de tres de cada diez votos válidos, la ley electoral le seguiría dando al PP en torno a los 140 escaños, algo parecido a lo que pasó con Susana Díaz en Andalucía, que con un porcentaje muy bajo consiguió una mayoría suficiente en el parlamento.

Esta encuesta de La Razón, que, como todas, la pueden consultar en Electomanía, apunta a un bajón de Podemos en beneficio de Ciudadanos. Mucha gente lo considera imposible porque "Podemos es de izquierdas y Ciudadanos es de derechas". Es un análisis de lo más simplón. Incluso concediendo que Podemos es un partido claramente de izquierdas, incluso de una izquierda vieja y ramplona, y Ciudadanos coquetea con cierto tipo de liberalismo mezclado de un practicismo en ocasiones algo brusco... no debemos equivocarnos: el votante que acude a esas formaciones es en su gran mayoría un votante más o menos descontento con el sistema pero sobre todo descontento con la gestión de los grandes partidos. Antes, todo ese voto, tanto el antisistema puro y duro como el antisistema en la práctica, se lo llevaba en las encuestas Podemos. Ahora, tiene que compartirlo. ¿Hasta qué punto y en qué porcentajes? Lo sabremos en mayo.

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Al hilo de lo anterior, hay que insistir: "bipartidismo" es aquella forma de gobierno en la cual dos partidos -pongamos el demócrata y el republicano en Estados Unidos o el liberal y el conservador en la Restauración española- se alternan en el gobierno sin posibilidad de una tercera opción. En España se alcanzó algo muy parecido al bipartidismo cuando PP y PSOE no solo se sucedían en La Moncloa -algo que seguirá pasando, me temo, durante lustros- sino que ni siquiera tenían que pactar con otros partidos porque copaban el 80-90% de los escaños.

Este es el bipartidismo que se está acabando, aunque, y en eso hay que recomendar "La urna rota" de Politikón, editado por Debate, la propia ley electoral está configurada para que los dos principales partidos siempre estén sobrerepresentados en el Congreso. Esos dos principales partidos pueden ser PP y PSOE o cualesquiera otros dos, pero entenderán que pretender "asaltar los cielos" cuando papá y mamá apenas suman el 53% de los votos pero se llevan casi el 70% de los escaños es muy complicado.

sábado, abril 04, 2015

El paseo con la negra flor



El disco acaba con Santiago Auserón gritando "Nos vemos en el próximo tour". Así quedará para siempre porque no hubo próximo tour y no lo podrá haber ya después de la muerte de Enrique Sierra. A veces me parece que cuando hablo de genios dejo fuera a Auserón demasiado alegremente. Si no es el mejor compositor de pop español de los últimos treinta años desde luego lo parece. Dejándome llevar podría escribir cosas como que "La ley del desierto/la ley del mar" o "La canción de Juan Perro" son los dos mejores discos de los ochenta y quedarme tan ancho.

Es cierto que a veces la pretenciosidad de Auserón me abruma, pero esa pretenciosidad tiene su sentido y está reservada a las canciones más oscuras. Arcadi Espada decía que una buena actriz era aquella que entraba en una habitación, daba los buenos días y todo el mundo se la creía sin dudar. En ese sentido, el prodigio de Radio Futura es ese paseo con la negra flor en el que todo trascurre con una normalidad costumbrista deliciosa para acabar, sin más, con un "se está haciendo tarde y empieza a refrescar y se está nublando el cielo y nos vamos a mojar, así que, adiós, cariño; adiós, mi amor... y al final de la rambla me encontré con la negra flor".

La simplicidad de esa conversación o el vitalismo de "A cara o cruz", de esos 37 grados y un montón de huesos -"dices que soy un vulgar caradura pero tú te aprovechas de la luz al bailar"- o de esa escuela de calor que durante un par de años visitaba cada jueves, cada viernes, cada sábado, tribus ocultas cerca del pincha...

Todo esto cantado mientras volvemos de Mazagón a Madrid, ya casi en la entrada a la M-40, no ya con entusiasmo sino con rabia, recordando todas las canciones que un día hablaron de mí, por decirlo con Jonás Trueba, y que ya no podrán hablar de mí jamás sino de otros, como, insisto, nunca habrá un próximo tour por mucho que oigamos repetido el anuncio. Las canciones de la Chica Langosta, las canciones de la Eva Primigenia, las canciones de los mundos posibles que se ven acotados poco a poco a uno: el mundo, sin más.

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La lectura de "Canadá" está siendo sorprendente. Cuesta pensar que ese libro es de Richard Ford. Por supuesto, la traducción no ayuda, ya lo he dicho varias veces y es inútil insistir, pero el autor tampoco pone mucho empeño de su parte. Parece el típico libro crepuscular en el que las ideas se van perdiendo y retomando y el escritor tiene la necesidad de explicarlo todo mil veces, incluso lo más absurdo, quizá porque él mismo no acaba de entenderlo bien y tiene miedo de contagiar a sus lectores.

Hay además un problema de base, que no es poca cosa: el narrador. La historia está contada por un niño de quince años en 1960 que parece cualquier cosa menos un niño de quince años en 1960. Algo parecido, quizás, a un niño de once o doce, iniciándose en el mundo de los adultos, alguna década antes, puede que en el período de entreguerra, en plena prohibición. La inocencia de ese narrador a una edad a la que debería estar matándose a pajas y coqueteando con los abismos aguanta cien páginas pero no quinientas.

Ford además sacrifica el resto de personajes para resaltar a su protagonista, que, me temo, es de alguna manera un trasunto de lo que él fue de adolescente, o, más bien, de pre-adolescente. Hay fuerza en muchos de los que aparecen y desaparecen de la narración, pero están siempre como de perfil: así, los padres, sobre todo el padre, y por supuesto el señor Remlinger, dueño de un hotel fronterizo. La historia debería de ser sobre ellos dos e intuyo que, en parte, así es, o al menos que esa era la pretensión del autor, pero, ay, puso al niño en medio, y los niños, en literatura, o son malvados, o estorban.

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Una trampa en la página 418: "...Mi padre decía que en Detroit todo el mundo tenía un buen empleo bien pagado y seguro médico. Era el crisol de Estados Unidos. El centro de poder. El manto de muchos colores. Atraía el mundo entero hacia sí. Detroit hace, el mundo toma". Puede que fuera verdad en pleno apogeo de la General Motors, antes del milagro japonés y el coreano, que son muchos milagros contra una sola ciudad, por muy ruda que sea. En cualquier caso, conforme el lector va avanzando por el párrafo lo que le viene a la cabeza no son las palabras de Ford sino las imágenes de la ciudad desmontada, las fábricas vacías, el ayuntamiento declarado en quiebra, la mayor tasa de paro del país, Michael Moore con la camarita...es decir, el Detroit de 2012 en adelante.

¿Dónde está la trampa? Que el párrafo está escrito en 2012.

jueves, abril 02, 2015

Intrusos en el paraíso


Luego hay momentos que valen por una semana. Por ejemplo, la Chica Diploma y yo en la playa de Mazagón, virgen, vacía, en pleno atardecer, algo de aire frío entre la calima que no nos deja ver los límites. Sensación de estar en un sueño con el Niño Bonito delante sonriendo para las fotos cuando no está hurgando en la arena, tanteándola, retándola como hacía con la hierba, nuevas superficies y nuevas texturas. Es una playa maravillosa por muchas razones pero sobre todo por su iluminación o, más bien, su falta de iluminación. Lo único real en este simulacro llamado Parador con sus palmeras y sus tumbonas para los madrileños propietarios de Mercedes y Audis.

De hecho, a la playa se puede llegar de dos maneras. Una es más incómoda que la otra pero más exclusiva: bajas unas escaleras interminables y utilizas tu llave de cliente para poder entrar, como si aquello fuera la villa de George Clooney y enfrente tuvieras el lago Como. Pero no, esto es Huelva. Nada más terrenal que Huelva y, lejos del paraíso, lejos de este exceso de libretas que no son las nuestras y generaciones ajenas -encontramos dos parejas de nuestra edad, eso es todo, y nuestra edad ya empieza a ser cosa seria- queda la realidad turista de Matalascañas o El Rocío, con su arena, su polvo, sus chiringuitos y sus sardinas llenas de espinas pequeñas, imperceptibles.

Todo forma parte de la irrealidad en la que llevamos instalados varios años, una irrealidad que hace que necesitemos un tiempo para analizar las cosas y solo al cuarto o quinto día la Chica Diploma me mire sonriente y dice: "Bueno, ¿no ha estado tan mal, no?"

Y no, no ha estado tan mal. No está estando tan mal, de hecho, porque aquí seguimos: ella bañando al niño en la habitación 40 con sus formidables vistas al mar; yo, en el salón anexo a la cafetería, en bermudas, tecleando mientras Carla Suárez las pasa canutas contra Andrea Petkovic. Sí hay, insisto, una cierta sensación de simulacro que no soy capaz de explicarle a Yaiza Santos porque es algo muy personal, muy estético, muy de I don´t belong here. Vuelvo al miércoles por la tarde-noche, el niño jugando con la arena, la Chica Diploma y yo sentados en una toalla verde y pensando: "¿Quién iba a decir que íbamos a estar aquí?" y en esa frase está todo: quién iba a pensar que nosotros, quién iba a pensar que aquí, quién iba a pensar con él, que sonríe por el día y mueve la mano haciendo amigos e incluso ha conseguido ponerse de pie en la cuna y ya no sabe hacer otra cosa... pero no deja de llorar por la noche, muerto de miedo o de hambre o de lo que sea, convertido en "el niño de los cojones" para las demás familias que intentan descansar la Semana Santa en el sur, lejos de la realidad.

A veces, echo de menos la potencialidad. Supongo que la potencialidad ahora está en mi hijo, en todo lo que será capaz de hacer. Yo ya lo he hecho. Uno de mis principales problemas para asumir el futuro es que el futuro ya ha pasado, ya estuve ahí, ya lo logré. Nuestros sueños no eran baratos pero tampoco eran caros, no asquerosamente caros al menos. Una chica preciosa en una playa virgen, el sol bañando el mar y alargando el amarillo sobre el azul mientras un niño de diez meses se parte de risa.

Por lo demás, le decía hoy a la Chica Diploma en Matalascañas, lo bonito del sur es precisamente su potencialidad constante. "Sexualidad" lo llamé primero, y después, para mitigar el efecto, "carnalidad". Volver a tener trece años y esconderme tras los barcos pesqueros para magrear a niñas de mi edad. El descubrimiento del cuerpo y de sus placeres. Las inseguridades y las convicciones. El sur, al menos el sur de playa y calor, es una tierra joven pese a todo. Una tierra que quiere ser. A los melancólicos a menudo nos abruma, pero tendremos que aprender: no todo va a ser San Sebastián, Santander, Londres... buhardillas donde leer a Carver y a Ellis.

Tendremos que aprender a reconocer la vida y aceptar el paraíso. No es poca responsabilidad: aceptar el paraíso, considerarse digno del paraíso, es abrumador. Mucho mejor mirarlo de refilón y pensar que no te pertenece, que es todo un juego. El simulacro, de nuevo. La Chica Diploma sosteniendo al Niño Bonito en sus rodillas y subida a un balancín mientras yo me siento en el otro extremo. A veces, sube ella; a veces, subo yo. A veces, nuestros pies quedan colgados, ya separados del suelo pero sin grandes pretensiones y el Niño Bonito aplaude como si él estuviera convencido de que lo estamos haciendo de maravilla, como si no entendiera por qué nos lo preguntamos tan a menudo. Como si toda la vida, a partir de ahora, fueran a ser playas del sur tras la calima y doceañeras insinuantes. Como si nadie tuviera derecho a hacerle sentirse un intruso en ese sueño.