lunes, febrero 16, 2015

Elígeme



A mediados de los ochenta, Joaquín Sabina se hizo socio  de la Sala Elígeme, en la calle San Vicente Ferrer, 23, barrio de Malasaña. Los fundadores habían sido, un año antes, Víctor Claudín y Pedro Sahuquillo y la cosa estaba más o menos encauzada pero sin duda la presencia del de Úbeda, camino a la fama, fue un atractivo para el local, no sé si para el negocio. Eran los tiempos en los que todo era fácil y Joaquín me dedicaba canciones en los conciertos o venía a casa a comer con mi abuela, mi madre y mi tío, incluso amagábamos con grabar los coros de una canción del "Hotel, dulce hotel" en la habitación de Pancho.

Con esto no quiero decir que Joaquín no tuviera ya estatus por entonces. Lo tenía, pero era un estatus de concursos de cantautores, de colaboraciones con Batanero, Pastor y Ruibal. Como resumía ayer mi madre, era "de la familia" y por supuesto recuerdo la excitación de sus primeros éxitos de verdad, los del "Juez y parte" y sobre todo aquel mítico doble concierto en el Teatro Salamanca, donde teníamos la sensación de que nos iba la vida a todos, desde mi abuela a sus 66 años hasta yo mismo a los ocho o nueve.

Lo curioso de aquella época, en cualquier caso, no es que mi abuela y yo fuéramos a los grandes conciertos sino que fuéramos a los pequeños, es decir, a los que se celebraban precisamente en el Elígeme. Solo en una década como los ochenta podía un niño de menos de diez años entrar en un garito, pedir su cocacola y ver un montón de actuaciones muerto de sueño mientras le presentaban a Miguel Pardeza. Era el principio de Viceversa como grupo, una época brillante, llena de buenas canciones, pero demasiado corta, con demasiados vaivenes. Yo, en realidad, no acababa de enterarme bien nunca de qué pasaba: si Javi, si Manolo, si Susanita, si Amparo, si Paco Espínola, si Pilar, si Encarna... Recuerdo, eso sí, los partidos de baloncesto en casa de Paco Beneyto, quinto piso de la calle Ramos Carrión, 3. Los recuerdo tanto que ya han aparecido en dos de mis libros.

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Por cierto, sobre Elígeme, en general, imprescindible la página de Víctor Claudín.

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A Sergio Blanco lo recuerdo en el Búho Real, en uno de los primeros conciertos de su hija María. Lo recuerdo tal y como lo recuerdan todos ustedes: espigado, algo deslavazado y con una sonrisa siempre en la boca. Aplaudía a rabiar y sabía sentirse orgulloso sin necesidad de acaparar protagonismo alguno. Años antes, muchos años antes, organizamos una fiesta familiar en Salamanca y a mí me tocó cantar "Cantinero de Cuba" con Manolo Morán. No sé exactamente lo que pasó pero creo que metí la pata en algo y Manolo me quería matar. Esto fue antes de los años del Elígeme, pero no mucho antes, no crean.

La muerte de alguien conocido evoca en cada uno sus propios retazos de vida. A mí, inevitablemente, me une a María, los tiempos del Trovadicta y la sorpresa diaria, o los tiempos del Costello y cuando se vino a tocar, ya como Mäbu, a nuestro Fuera de Contexto. Ayer, en cuanto me enteré, le mandé un mensaje por Facebook. Juraría que tenía su móvil pero debí de perderlo en algún traslado. Era un pésame raro, el pésame a alguien que no estás seguro de que te recuerde pero que por alguna razón se ha quedado atrapada en tu cariño.

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A rebufo del sensacional e inesperado resultado electoral de Ciutadans en las elecciones catalanas de 2007, algunos de sus impulsores, encabezados por Arcadi Espada, decidieron fundar un periódico que pudiera llegar también a esa "tercera España" que pretendía huir de etiquetas y que vivía, al menos en parte, en los comentarios del blog de Arcadi. Así me lo explicaron Pepe y Verónica cuando me contaron el proyecto en el verano de 2008, probablemente 2009. El periódico se acabó llamando Factual y acabó en un derrumbamiento lleno de impagos, desapariciones y estupendismos.

Desde entonces, y no sé muy bien por qué, no puedo evitar sentir una cierta desconfianza hacia la matriz, es decir, Ciutadans. La desconfianza del que intuye que, si las cosas salen mal, se comportarán con la misma arrogancia y miseria moral. Un partido que ha estado a la deriva durante muchos años, con candidatos como Miguel Durán o Javier Nart, es un partido que no me interesa en absoluto, por mucho que Albert Rivera, con ese pelazo que gasta ahora, me parezca un orador francamente brillante.

Mi falta de interés en Ciutadans, o Ciudadanos, o como lo quieran llamar, no evita que esté convencido de que sus resultados electorales van a ser excelentes dentro de un populismo chic, es decir, la moda de nuestro tiempo. Me dan miedo, eso sí, lo erráticas que puedan llegar a ser sus coaliciones posteriores de gobierno, incluso su posible apoyo al PP o al PSOE en comunidades donde el PP y el PSOE han arrasado con todo. Por muy bien que hable Rivera, conmigo sigue teniendo un problema: que no me lo creo. Ni siquiera me creo que él se lo crea, que es peor. Obviamente, estos son prejuicios que la realidad colocará en su sitio pero alguien que lleva desde los nueve años rodeado de gente rara sabe detectar el peligro con una facilidad desoladora.