"Las vidas americanas no tienen segundo acto", frase atribuida por Michael Winterbottom a Francis Scott Fitzgerald en "24 Hour Party People".
Frase imprescindible si se quiere entender la literatura norteamericana del pasado siglo, desde luego y, en particular, su gusto por el relato corto sin final explicable.
Porque, efectivamente, el final de una historia es el final, sin más. Sin continuaciones. Acabada una cosa se acaba todo. Queda la rutina. Los americanos apuestan, pero sólo una vez. Nunca han tenido una gran facilidad para construir personajes complejos, precisamente la simplicidad de sus personajes es lo que nos fascina a los europeos, empeñados siempre en reconstruir y reinventar hasta el último suspiro.
Hasta que la realidad entra en el lecho de Procusto y duerme un feliz sueño.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
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