lunes, septiembre 30, 2013

El último mate a una mano de Audie Norris


Tiene treinta y dos años y las rodillas destrozadas pero sigue sintiendo el miedo y el respeto a su alrededor. Después de un año casi en blanco, acaba una temporada 1992/93 que no le ha ido nada mal a Audie Norris: doce puntos y nueve rebotes en treinta minutos de juego. No es una barbaridad, no son los dieciséis y diez de la 1989/90, el apogeo de su carrera en el Barcelona, pero él nunca fue un jugador de números, ni siquiera en esa época: eso se lo dejaba a los Solozábal, Epi, Sibilio, Jiménez y compañía.

Norris era el hombre que lo hacía posible. El facilitador. El hombre que daba las ligas, camiseta interior roja bajo tirantes azulgrana. Su dominio apabullante no era un dominio de SuperManager, no era un dominio Tanoka Beard, era cualquier otra cosa: el dominio del físico, de la agresividad… la seguridad de que el tiro de tres metros con las manos muy por encima de la cabeza acabará en canasta. La seguridad de que el rebote ofensivo será suyo y machacará el aro a una mano. Eso era Norris: certezas. De hecho, todo aquel Barcelona de los 80 era un cúmulo de certidumbres, de seguridad. Un equipo hecho a la medida de Aíto García Reneses, donde nadie brillaba demasiado y nadie fallaba nunca. Un rodillo.

Eso, al menos, hasta la eclosión del Joventut de Badalona. Es curioso: les quitaron a Montero por un dineral pero les regalaron a Ferran Martínez y el vecino pobre se puso a ganar títulos como loco: una liga, dos ligas, una final de Liga Europea… Norris cumplió los treinta años pero ese no fue el problema: el problema fue que también los cumplió Epi, que los cumplió Solozábal, que Aíto se cansó de perder Final Fours o el público se cansó de que Aíto las perdiera… y que no había sucesión. Pareció haberla, con José Luis Galilea, Lisard González, Roger Esteller, Oliver Fuentes, Jose Antonio Paraíso… pero no, no la había. Quedó un puente estrechísimo tendido entre el pasado y el futuro. Un puente de dos pilares: Jiménez y Norris… solo que Norris se rompió la rodilla y el puente se vino abajo.

Y ahora, en el vestuario del Olímpico de Badalona, el mismo vestuario que nueve meses atrás usaran Bird, Magic, Petrovic, Jordan, Sabonis… todo tiene un aire a último baile. Acaba de terminar el quinto partido de la semifinal contra el Joventut, y el Barcelona ha perdido. Aíto está de nuevo al mando, después del experimento Maljkovic, y en la mente de todos los jugadores queda la oportunidad perdida en el Palau Sant Jordi, apenas dos días antes, cuando pudieron sentenciar la eliminatoria y meterse en la final tras un año aciago.


Al menos lo han intentado, pueden decirse. Al menos no se entregaron cuando el Joventut se puso once puntos arriba y el público cantaba el pase a la final. Al menos hizo falta que Jiménez se trastabillara al intentar el último contraataque para que el rival respirara tranquilo. Cuatro años de finales del Joventut de Villacampa, Jofresa, Corney Thompson y compañía. Al menos, y esto puede ser una buena noticia, los chavales no se han rajado: Fuentes, ocho puntos; Montero, trece; Galilea, solvente desde el banquillo. Por jugar, ha jugado hasta Almeida, aunque sean solo unos segundos.


Muchos buenos indicios pero los indicios no bastan y a Norris le duele. «Al principio de temporada, el objetivo era entrar en Liga Europea, así que hemos cumplido», dice a la prensa sin acabar de creérselo, una vez que el Estudiantes cae definitivamente con el Real Madrid en la otra semifinal. A Norris le queda una cuenta pendiente y es la cuenta de Sabonis. Norris quiere demostrar que el zar sigue siendo él. Que ya no puede ser más fuerte pero puede ser más listo. Que Sabas tiene más centímetros y más talento, pero él tiene más valor y puede trabajar el doble. ..

Puedes leer de forma gratuita el resto del artículo en la Revista JotDown, dentro de la sección "El último baile".

Luna de Miel (y XIV). Malpensa, Madrid.



Milán nos resulta una ciudad inhóspita desde el principio, la misma llegada al hotel, donde el recepcionista pretende ser amable pero no lo consigue. Un querer y no poder que se extiende en discusiones por el Wi-Fi, por el aparcamiento y por lo que haga falta. Pretende ayudarnos, eso queda claro, pero también queda claro que le molesta tener que ayudarnos y todo es rápido, malhumorado, en un inglés apresurado para que la cosa acabe cuanto antes y pueda volver a su Gazzetta dello Sport. Esta noche juega el Milan en San Siro, a pocos metros, quizás incluso tenga entradas.

Aparte de la gente, están los mosquitos. A la Chica Diploma la masacran, pero eso no es novedad. Lo que es novedad es que me masacren a mí también. En Suiza lo tolero, en La Spezia, pase... pero en las afueras de Milán, ¡hombre, hombre! Eso ya sí que no.

Así que nos despertamos el domingo -la Chica Diploma no llegó a despertar el sábado sino que lo dejó para la mañana siguiente, casi doce horas del tirón- y a mí me pica el brazo y a ella le pica el ojo y en el desayuno un tipo muy desagradable nos mira como si fuera marcianos cuando pedimos algo sin gluten y me habla con desprecio total cuando le pido un descafeinado con leche. "¡O con leche o descafeinado!", dice, malhumorado, para añadir después que de todas maneras descafeinado no hay. Tampoco hay bollos. El bar de al lado está cerrado todavía.

Como la ciudad y su gente no tiene mucho más que ofrecernos decidimos ir yendo a Malpensa, porque aunque sea el aeropuerto de Milán en realidad es mucho más el aeropuerto de Varese o incluso el de Como, y en los semáforos la gente nos pita y en el peaje el cobrador se enfada porque tardamos mucho e incluso en el aeropuerto al de Iberia, que nos ha hecho esperar dos horas hasta que se ha dignado abrir los mostradores, decide que no le gusta cómo estamos haciendo la cola, por no hablar de la cafetería donde pretendemos comer y donde la palabra "gluten" vuelve a ser un auténtico misterio para ellos.

Extraña todo esto porque todo ha sido asombrosamente fácil en pueblos pequeños, casi desconocidos, donde todo el mundo estaba a tu disposición para echarte una mano. La Chica Diploma ve el lado bueno de las cosas y decide que es la manera que tiene Italia de echarnos y que no nos duela, es decir, que nuestro mensaje sea: "Ya está bien de picaduras y borderías, volvamos de una vez a casa". Y es lo que hacemos. Y es raro. Mis padres nos recogen en Barajas -para rematar la faena, Milán nos despidió con lluvia- y pocos minutos después entras en tu casa, en tu hogar conyugal, con el poster que me regalaron mis tíos en el sofá, con el regalo de Fer Cabezas sobre la mesa, con las maletas por abrir, todo tan cercano, tan rutinario... y a la vez tan apetecible porque es bueno dar vueltas pero también es bueno pararse de vez en cuando porque si no te mareas.

Y lo que hay que hacer ahora es poner pies en la tierra, fijar objetivos, respetar agendas y recomponerse un poco para empezar algo nuevo. Algo distinto, nuevo y que merezca la pena. El antes y el después empieza hoy. O mañana, que hay que respetar el cansancio.

sábado, septiembre 28, 2013

Luna de Miel XIII. Lugano, Milán


En algunas ciudades, la belleza se convierte en una profesión más, algo casi rutinario con lo que ganarse la vida. Así, por ejemplo, en Milán, donde todo el mundo es alto y guapo y pasea del brazo de alguien aún más alto y más guapo, calles donde todo parece preparado para una secuela de "Acción Mutante". Milán con sus contrastes brutales hasta el punto de que parece normal que aquí empezara Berlusconi su desparrame, el mismo que ha provocado hoy la caída de un nuevo gobierno en Italia.

Milán y sus estratos: los turistas, en el Duomo y la Galería Vittorio Emmanuelle, procurando no molestar demasiado; la gente bien, la gente guapa de verdad, los que viven en otro planeta -la Chica Diploma cree reconocer a David Duchovny parapetado tras un inicio de calvicie-, en las calles donde las puertas de las joyerías son protegidas por vigilantes privados que rozan lo paramilitar y negros muy elegantes las abren para sus clientes blanquitos, rubios, espigados, andando como solo anda quien lleva una vida en una pasarela.

Hay algo sucio en todo esto. Sucio en lo obvio. Una suciedad berlusconiana en la que las élites se ve que se han puesto como paradigma la Atlanta del siglo XIX y ven divertido que un negrito le abra la puerta de la joyería. Yo nunca he odiado a los ricos pero en muchas ocasiones he odiado a los guapos, y quien decidió este exotismo de dependientas asiáticas y porteros africanos, seguro que tiene algo de lo peor de ambos mundos.

Luego, aparte de turistas y multimillonarios, queda la ciudad desnuda, con su fealdad, su pobreza y sus mismos subsaharianos vendiendo en masa bufandas del Milan en las inmediaciones de San Siro, donde queda nuestro hotel. Carteristas sin complejos. Yonquis. Borrachos. Pobres como ratas. La burbuja que explota, la bocina que pone fin al simulacro.

Es curioso porque esta mañana seguíamos en Suiza, visitando Lugano. Todo muy en orden: casi la misma proporción de belleza incluso más variada, nuestro FIAT Punto intimidado en medio de una colección de cochazos en el parking, un lago enorme sin barcos apenas, ni molestias, solo paisaje. Funiculares que no funcionan, bares que no necesitan abrir de día... Lugano es una ciudad tan rica que no le hace falta demostrártelo, lo lleva con una naturalidad pasmosa. La decadencia en estado puro y a la vez tan irresistible...

Quizás toda esta mezcla de perfumes -todo en Lugano huele bien, todo en la Vía Venezia huele bien- y realismo sucio sea lo que hace que a mitad de la tarde me dé un ataque de ansiedad. Síntomas stendhalianos con causas muy distintas. Simplemente estoy confuso, superado, agotado... Con miedo, incluso, descolocado. El metro de Milán es sucio y con pintadas, más aún cuando se acerca al suburbio de la feria y el estadio. Volver a nuestro lugar, al que nos corresponde. Nuestro Coslada, nuestro Barrio de Prosperidad. Tumbarme en la cama a leer a Phil Jackson, acariciar a mi mujer hasta que se queda dormida a las ocho de la tarde y ver en el Canal 24 Horas que Marian Álvarez anda por ahí ganando Conchas de Plata.

Pensar en Marian en San Sebastián, allá por 2008, cafés en los Príncipe con Roser Aguilar y pase de "Lo mejor de mí" en primera fila, los dos comentando la jugada. Marian en Medina pidiendo canciones de los Pixies, con David Pinillos, con Xenia Tostado, con el gran Emiliano... Sentir una nostalgia inmensa por no estar ya ahí, por no ser yo el que reseña la película, el que abraza a la ganadora, el que se hincha a pintxos mientras veo el derby en un txoko... La Chica Diploma sigue durmiendo. En cuanto se despierte le tengo que recordar que me prometió que volveríamos.

viernes, septiembre 27, 2013

Luna de Miel XII. Como, Bellagio.


La novela -últimamente pienso en novelas y no en relatos, aunque perfectamente esto podria ser un relato- empezaría en un pueblo de La Spezia, por ejemplo, Vernazza. Un matrimonio de treintañeros recien casados está tomando un café en una terraza y ella se fija en dos chicas muy guapas que comen una pizza compartida unos metros mas adelante, en el mismo bar-restaurante. La belleza en los pueblos de turistas con dinero no es inusual pero aun así queda fascinada por una de ellas. La otra no le parece que esté mal tampoco, hasta el punto de que lo comenta con su marido. "Esas dos chicas de ahí son guapisimas", dice, pero el hombre no se fija demasiado; son muy jovenes, parecen muy jovenes, al menos, una de ellas está de espaldas y desde la perspectiva tapa a la otra.

El hombre no está para adolescentes deslumbrantes asi que la cosa queda ahi, no va a más. Pagan los cafés, pagan el barco que les lleva a su pueblo y al dia siguiente viajan 300 kilometros hasta acabar en Suiza, en un hotel perdido en medio de una montaña, entre los alpes y un lago enorme. Quedan tres días para que acabe su Luna de Miel.

Precisamente por eso, porque es preciso apurar el tiempo, al dia siguiente se levantan pronto, muy pronto -no pueden dormir, no saben por qué pero no pueden-, desayunan y cruzan la frontera de vuelta hacia Como. Ahí cogen uno de los barcos que les tiene que llevar a Bellagio despues de darles un buen paseo por las distintas villas de los multimillonarios del planeta. Uno de esos viajes con guía aleman que te atruena los oídos mientras un grupo de jubilados jalea sus ocurrencias. De repente, en medio de los motores, la recien casada vuelve a ver a las dos chicas. No han pasado ni 48 horas del encuentro en la pizzería de las 5 Tierras y ahora resulta que estan aquí, en el mismo barco -salen cada quince minutos, hay unos cuantos cada mañana- y, claro, se lo tiene que contar a su marido, que sigue algo ausente y no hace mucho caso, incluso llega a creer que se ha equivocado, que es una coincidencia imposible y que su mujer quedó tan fascinada que en ocasiones ve adolescentes bellísimas sin motivo alguno.

De hecho, al bajar a Bellagio, las chicas no están. Está mucha otra gente: otra pareja de espanoles, por ejemplo. Ella está embarazada pero en el barco se tocan la tripa el uno al otro, como si el hijo lo llevaran entre los dos. A su lado, un matrimonio de checos o eslovacos o alguna nacionalidad difusa del centro de Europa que parecen recién casados. Ellos sí están pero las chicas no, las chicas se han vuelto a perder y está bien que así sea porque el matrimonio puede tener tiempo para ellos y dejarse de fantasías: comer en una agradable pizzeria en lo alto de unas escaleras, comprar unos cuantos regalos en tiendas de artesanía y visitar los jardines de la Villa Melzi por recomendacion de la camarera. Van con el tiempo tan justo que creen que van a perder el barco de vuelta y aceleran el paso como cuando estaban delgados. Al final, llegan, se sientan incluso, y cuando suben al barco, la recién casada se pone triste porque no hay asientos al aire libre sino que todo esta dividido en dos sectores, el de arriba y el de abajo, ambos dentro de una jaula de metacrilato.

Se sientan en dos asientos cualesquiera, algo decepcionados. Ella se pone en el del pasillo por si le da por salir en un momento dado al puente de mando y hacer unas fotos. Él sigue en su mundo.

Y entonces -en realidad no sé si el relato tendría que empezar aquí- las dos chicas entran en la sala y deciden sentarse delante de ellos. No parecen tener ni idea de que han compartido bar de La Spezia ni viaje de ida. La chica morena se queda dormida enseguida; la castaña, la que se supone que es la guapa, se dedica a hacerse fotos y mandarlas por whatsapp.

Volvamos a los recien casados: ella insiste en lo guapa que es esa niña y le otorga una edad imposible, en torno a los 23 anos. Él diría que tiene 16 pero asume que no los tiene porque esa no es edad para viajar con una amiga, las dos solas, por el norte de Italia. De repente, el viaje se convierte en una observacion de la chica: sus mensajes, su móvil, su maquillaje, su camiseta... El marido tiene que reconocer que es guapa pero sigue sin parecer entusiasmado. "Tiene una nariz enorme", dice. "A ti te gustan chicas con narices mas grandes que esa", contesta su mujer, que sigue hablando sobre su belleza, una belleza que le recuerda a una modelo aunque no recuerda a quién, y sobre todo sigue hablando sobre la conciencia de su belleza, reforzada por las miradas de cada hombre que entra en la sala y se encuentra con sus ojos claros.

El pibón con conciencia de pibón. Liv Tyler en una película de Bertolucci.

Así hasta que, ya casi en Como, la amiga despierta y hablan en algo que parece italiano pero es español. Un español con toques mexicanos, estadounidenses e italianos. Un español casi incomprensible, pero que deja al matrimonio de piedra: ¿les habrá escuchado?,¿sabría que todo ese tiempo era la pantalla de cine para esos espectadores? La mujer se queda fascinada ante esa posibilidad, el marido empieza a darle importancia al asunto. Son dos niñas de papá, sin duda, pero, ¿qué niñas? ¿Dónde viven, qué hacen ahí, quién es la madre, quién es el padre? Estan preocupadas porque el barco va con retraso y van a perder el tren. ¿Hacia dónde va el tren? ¿Volveremos a encontrarlas en Milán?

¿Qué pasaría si el matrimonio se acercara y hablara con ellas? ¿En qué tono? ¿Algo misterioso o algo directo? Podrían hacerse amigos, de alguna manera. Ellos podrían acercarlas a la estación en coche y aun así perder el tren. Quizás entonces ellas tendrían que aceptar quedarse en el hotel donde ellos estan. El hotel suizo perdido en los Alpes. Al dia siguiente todos podrían salir para Milán, porque ya sabemos que el matrimonio va alli y ellas se saben los horarios de todas las tiendas, quiza sea por algo. Los cuatro podrían cenar juntos y emborracharse. Ellas tienen una edad peligrosa. Ellos tienen una edad más peligrosa aún. La recién casada repetiría constantemente a la niña lo guapa que es, algo que ella ya sabe, ¿qué tendría que hacer entonces la chica morena para llamar la atención, para entrar en el juego?

Lo que nos lleva a lo más importante:¿quién jugará con quién? ¿Serán ellos las marionetas de una aventura adolescente, manejados por dos chicas que aparecen y desaparecen cuando quieren, dos chicas coquetas que saben bajar los ojos, que saben llevarte donde quieren... o seran ellas las incapaces de salir del juego de ellos, un juego sórdido de quien ha estado ahí años antes y quiere lo que tú tienes: tu piel, tu juventud, tu arrogancia...? ¿Qué situaciones se pueden dar en ese hotel decadente, con spa y masajista? Quién saldra perdiendo? No digo ganando porque no me interesan las historias de ganadores, sino perdiendo, porque en una burbuja se puede perder todo. ¿Quién es ese matrimonio, en cualquier caso? Yo creo que la novela, el relato, debería ir por ahí, que en realidad lo que acabemos por no saber es quién demonios es ese matrimonio y por qué le gustan los juegos al límite.

Sí, definitivamente, el matrimonio debe ser el protagonista y el enigma de la historia. No desde el principio, de acuerdo, pero sí al final. O en el medio, en algún punto después de que los cuatro bajen del barco, ellas corran hacia el tren y ellos paseen por Como hasta volver al coche, al hotel, al simulacro de la coca-cola y el vaso de vino blanco en la terraza sobre el lago, conscientes de que el abismo de un universo se ha abierto y ellos no han querido entrar, es decir, no han querido ser incógnitas, algo que a él por un lado le decepciona y por otra le consuela porque así, en su imaginacion, todas las respuestas las podrá contestar como le dé la gana.

Luna de Miel XI. Serpiano, Suiza


Juntos en la terraza, la Chica Diploma se echa a llorar. No de una manera melodramática o convulsiva, no, un llanto de ojos rojos y lágrimas esporádicas, un llanto que ella resume en una canción de Love of Lesbian: "Ya está, ya hay paz, ya hay paz...". Efectivamente, hay paz en la terraza del hotel Serpiano, albergue alpino fuera de temporada, un tres estrellas en lo alto del Monte de San Giorgio, cantón italiano de Suiza, con parking, desayuno e internet incluidos a un precio ridículo.

Lo que tenemos enfrente es ni más ni menos que el lago Como, extendiéndose al paso con sus villas, sus pueblos, sus iglesias en las orillas o en mitad de cualquier colina. Al fondo, bordeándolo todo, como en un sueño, unas montañas enormes: los Alpes en medio de una niebla, aún sin descubrirse. Lo bello y lo sublime. La naturaleza. El llanto.

Sí, ya hay paz. Después de 36 años llego al lago Como con la mujer a la que amo y con la que me acabo de casar. Seguro que hay mil sitios sobre la tierra más espectaculares que los lagos suizos y mucho menos decadentes, pero yo soy un hombre decadente, muy decadente, incluso en el sentido nietzscheano del término, y solo el conocimiento de ese instinto natural me permite esquivarlo de vez en cuando.

Por lo demás es un sueño que ya tuve, que ya intuí: hace cuatro años, tirando junto a Inés piedras al lago de Grand Teton. Entonces ya escribí: "Uno se siente aquí como si estuviera en Suiza" pero yo no había estado en Suiza. Borges lo definió como "un grupo de italianos, alemanes y franceses que decidieron dejar de ser italianos, alemanes y franceses para pasar a ser suizos". Es una definición prodigiosa porque el único punto de unión de Suiza es su pragmatismo, llevado a menudo hasta el escándalo, hasta lo obsceno de la ilegalidad.

Suiza, la Suiza italiana, que por lo que me han dicho es la menos Suiza de todas, desde diferentes ángulos: en la habitación pero también en la terraza, donde las vistas son aún mejores y el día se empeña en atardecer. El mundo como una miniatura, como un videojuego, la percepción de que todo eso, toda la naturaleza te pertenece. Suiza es la corrupción del hombre porque además de lo real puede creer que posee lo ficticio, que el mundo en toda la extensión de la palabra, es suyo.

Por supuesto, eso es falso, pero qué importa. Hemos poseído la belleza de todas las maneras posibles, a nuestro antojo, recorriéndola en el espacio y el tiempo, en la catedral y la plaza, en el valle y la montaña, en el tren y el barco, la playa y el mirador. Todo ha sido nuestro durante diez días y ahora es nuestra incluso la villa de George Clooney, valiente tontería.

Y aunque sepamos que todo es mentira, que la carroza se convertirá en casa alquilada de Planetario, que los caballos serán trabajos mal pagados en una ciudad agobiante y que nadie se dejará un zapato en ningún lado -y si lo dejáramos, ¿quién nos perseguiría para devolvérnoslo?-, aunque sepamos que el simulacro es la esencia de todo, decidimos creerlo y asumirlo y pensar que sí, que ya hay paz, que hemos llegado... aunque sepamos que, dentro de cinco días, a las siete y poco, no doblarán las campanas de Manarola sino la alarma del iPhone.

jueves, septiembre 26, 2013

Luna de Miel X. Manarola. Le Cinque Terre.


El atractivo de Le Cinque Terre es que culmina la burbuja, una burbuja demasiado compleja como para ser verdad, un mundo aparte por completo en el que extraña que no haya nadie en la puerta pidiendo diez euros por el ticket de entrada más allá del que los pide por el parking...

Todo empieza en el camino, los Apeninos a nuestra derecha como uno imagina las montañas de verdad, como las ha visto en las películas, en los documentales...imponentes, grises, peladas, partiendo del nivel del mar hasta rozar los 2000 metros. A la izquierda, el mar, un mar que se empieza a ver al tomar la desviación a La Spezia y que da paso a este parque temático de pueblos colgados de los arrecifes, con las montañas frondosas detrás y los veleros y los catamaranes delante. Quien quiera campo tiene senderos bien delimitados que le llevan de un pueblo a otro, quien quiera sol, tiene pequeñas playas de piedra, quien quiera comida mediterránea tiene restaurantes en plazas con vistas al mar a precios más que asumibles.

Es la hostia, vaya, y yo participo de esta burbuja completamente fascinado pero a la vez con la pregunta de siempre, una pregunta inevitable visto lo visto: ¿Cuánto de todo esto es real? Porque por supuesto todo se puede tocar, desde el parking a la entrada de Manarola hasta el ferry que nos lleva desde Vernazza después de pasar por Corniglia. Todo se puede tocar y por lo tanto existe pero a la vez no puede mantenerse salvo que seas Julia Roberts y decidas dedicar un año a comer, rezar y amar.

Quizás a rebufo de los Julia Roberts, Woody Allen, George Clooney y otros ilustres visitantes del norte de Itala, la zona se ha llenado de estadounidenses con grupos esporádicos de franceses y argentinos, según nos cuenta el dueño de una tienda, porque nosotros, la verdad, argentino no hemos visto ni uno. Lo que llama la atención de los americanos no es solo su número total sino su proporción, es decir, el hecho de que prácticamente copen el turismo extranjero e interior, como si solo ellos conocieran el secreto, cuando obviamente esto no es así.

A mí esta particularidad me viene muy bien porque la lengua co-oficial de Le Cinque Terre es el inglés y yo sueño con un mundo en el que todo el mundo hable inglés para que me sirva de algo el colegio privado, así que la Chica Diploma incluso se emociona con los paisajes y yo me emociono con la comodidad, con el espejismo de lo fácil que es vivir, especialmente si uno deja las preguntas a un lado. Y así, vamos de tren en tren y de barco en barco, comemos en colinas y cenamos en plazas, dormimos en beds and breakfasts plagados de mosquitos y terrazas y nos lamentamos de habernos dejado la crema solar en las maletas, dentro del coche, en el parking de la entrada porque a los pueblos solo se puede acceder andando, salvo que le quieras pagar 10 euros al tío de la garita para que te deje las maletas en la puerta con su furgoneta.

Siempre hay excepciones, ya saben.

Solo que no queremos y nos condenamos a un poco de realidad, aunque sea un poco, y bajamos las maletas a pulso sabiendo que al día siguiente tendremos que subirlas, que no es lo mismo ni mucho menos pero contentos en el fondo porque ya va siendo hora de que el mundo se muestre como tal y ofrezca resistencia. Una vida sin resistencia, una vida manarola, a la larga, no puede ser sino un coñazo enorme.

martes, septiembre 24, 2013

Luna de Miel IX. Torre de Pisa.


Es nuestro primer paseo en dos semanas. Nos pusimos delgadísimos para casarnos y la cosa no está durando. No es intencionado: si por nosotros fuera seguiríamos eternamente jóvenes, guapos y flacos, pero en medio se han interpuesto demasiados spaghetti al pomodoro, demasiadas bisteccas, demasiados risottos. No hay equilibrio calórico que resista desayunar, comer y cenar fuera de casa durante dos semanas, así que la caminata desde los apartamentos al centro de Pisa tiene un doble objetivo: uno, moral, que es pensar que estamos quemando algo; otro, puramente físico, desabotargarnos tras unos días de demasiado coche, demasiadas curvas y demasiadas cuestas.

Por lo demás, es un paseo bonito aunque peligroso. Las afueras de Pisa son las afueras de cualquier ciudad de campo y a la vez sus caminos son básicamente carreteras en las que a veces tenemos que cruzar las rotondas a la carrera. Pisa es de lejos el lugar más tranquilo en el que hemos estado. Aquí no hay prisas y nadie se interesa siquiera en atropellarnos, así que pronto llegamos a un área que parece universitaria y ahí sí que aprovechamos un camino peatonal que sospechamos está pensado para las bicicletas.

En realidad, sorprende de Pisa que todo sea universitario. Facultades de medicina, facultades de filología... estudiantes muy guapos y muy guapas que se gastan bromas y le dan a la ciudad un tono de alegría que nos ha faltado quizá en nuestras aventuras medievales. Chicas que pasean su graduación por la calle igual que en Madrid pasean pollas de plástico o bañadores de Borat en las despedidas de solteros.

Estudiar en Pisa supongo que tiene que ser un aliciente para estar a la altura. Pongamos que uno estudia arte en Pisa -pongamos que uno estudia arte en cualquier lugar de Italia, ahora que lo pienso- y decide saltarse las clases. ¿Qué puede hacer? La culpabilidad le perseguiría por toda la muralla, por las iglesias barrocas y por ese tótem de la cultura universal que es la Piazza del Duomo, uno de esos lugares que has visto tantas veces en televisión, en fotos, en libros de texto... que parece increíble que esté ahí de verdad para ti, tu mujer y la cámara: la enorme catedral, el enorme baptisterio y la carismática torre, símbolo europeo del esplendor pasado, con sus turistas repitiendo la foto inevitable, haciendo que sujetan la torre o que la empujan.

En la vida hay dos clases de personas, los que luchan en sus fotos por salvar la cultura y los que luchan porque se caiga y a tomar por culo todo. Nosotros quedamos en un punto medio: los que no se hacen fotos más que el día de su boda y se preparan para estar guapos cuatro meses.

Después de la plaza, el Arno, el mismo Arno de Florencia, con su mismo brillo y un claro parecido en los puentes. Más universitarios, más parques, más feromonas, hasta que un taxi nos lleva de vuelta a casa, porque una cosa es mitigar los daños y otra es ir de héroe por la vida. Mañana subimos a La Spezia, la primera de las Cinco Tierras, y no será un día tranquilo, sino de largo viaje, mucho tren y hermosos parques naturales. Acercarse al mar y respirar los Alpes. Parece increíble, insisto, que este país esté a punto de irse a la mierda.

lunes, septiembre 23, 2013

Luna de Miel VIII. Lucca, Montecatini, Pistoia


La tarde acaba en un Lidl, comprando desayuno y cena para nuestros días en el Eden Park Resort, que, insisto, está bien, pero un edén, lo que se dice un edén, no es. Esta mañana seguía el chico que me recuerda a Jeffrey Brown en pelirrojo. Nosotros teníamos que recordarle que nos arreglara el mando del satélite -un poco para nada, el mando ha acabado funcionando justo cuando se ha estropeado el satélite- y él para explicarnos cómo llegar a Pisa y sobre todo a Lucca, la primera etapa del viaje de hoy.

Es nuestro octavo día en Italia, el quinto de la Chica Diploma conduciendo y además he soñado con mi padre, así que estamos los dos aún más cariñosos de lo normal y con un cansancio que deriva en una suerte de tristeza. Necesitamos algo bonito, no espectacular. Algo como Lucca, precisamente, que nos acoje con un desayuno muy tardío, las habituales murallas y carteles por todos lados anunciando el Mundial de ciclismo, que partirá de esa ciudad, pasará por Fiesole y acabará en Florencia, es decir, harán en un día lo que ha nosotros nos habrá tomado dos semanas.

A mí me enternece ese entusiasmo porque Madrid es poco entusiasta por mucho que las encuestas digan que el 170% de sus habitantes se vuelven locos por tener unos Juegos Olímpicos. Me encanta ver los carteles, las señales, la ciudad engalanada, los ciclistas por todos lados, cruzándose por las calles esta vez poco empedradas y que no están en cuesta, cosa que agradecemos por lo que decía antes del cansancio y la tristeza. Sí, Lucca es bonito, pequeño y manejable. Lucca está de un buen humor que se nos contagia y la Chica Diploma descarta su idea de volverse al hotel a descansar y nos vamos a comer a un lugar intermedio entre Montecatini Terme y Montecatini Alto, sin llegar a ver ninguno de los dos pueblos pero metiéndonos unos spaghetti y una carne de escándalo.

Lo que se gana en estos viajes es complicidad. No voy a decir que una pareja de recién casados no tenga complicidad de por sí porque entonces vaya negocio, pero la complicidad de los viajeros no es la del matrimonio. El viaje requiere de pactos tácitos, cesiones y exigencias que tardan un tiempo en fijarse y aceptarse entre risas. Algo me dice que el jueves habríamos subido a lo alto del pueblo pero es lunes y con mirarlo nos vale. "Desde aquí lo ves, ¿no?","Sí, mira, la iglesia, el campanario, y ahí habrá una plaza con una cafetería...", "pues nos vamos, entonces".

Y efectivamente nos vamos a Pistoia, una ciudad que no nos dice mucho aunque tiene elementos de variedad: por primera vez encontramos algo parecido a los bares y pubs españoles, el casco antiguo no es medieval ni renacentista sino algo posterior y aquí no se preparan para la llegada de ningún Mundial sino que están desmontando la salida de la contrarreloj Sub23. Tiene un aire a Lucca pero es más incontrolable y eso nos disgusta, así que no nos tomamos ni un café -yo sí hago mi tradicional visita a los baños públicos, donde por dos euros puedes hasta ducharte- y recogemos el coche un poco antes de tiempo, autopista de peaje hasta Pisa Nord y ahí un poco de caos, el habitual en las entradas y salidas de las ciudades cuando no tienes GPS...

... Lo que nos lleva al principio, es decir, al Carrefour que acaba siendo un Lidl porque es lo primero que encontramos, al mando que funciona para un satélite que se pixela, al edén que no es tal y a las conversaciones en el sofá sobre mi padre,porque me he dado cuenta de que la única persona con la que puedo hablar de él con total naturalidad es con mi esposa y me muero por saber qué recuerda de él, cómo le parece que era, cuándo le vio por primera vez, cuándo por última...todo lo que le debería estar preguntando a todos los que de verdad le conocían, pero no me atrevo.

Y así, mi esposa se va quedando dormida viendo el "Alla tú" italiano, yo acabo mi libro de Everett y la noche se cierra sobre un lugar que no es el Edén, de acuerdo, pero es algo. Al fin y al cabo, nosotros tampoco somos Adán ni Eva y la gente no anda señalándonos por la calle.

Luna de Miel VII. Monteriggioni, San Gimignano, Volterra


El problema de San Gimignano son las expectativas, como si todos los turistas se hubieran puesto de acuerdo en que, de todos los pueblitos enclavados en una montaña con su iglesia renacentista, su campanario, sus plazas empedradas y sus viñedos y olivos, el más impactante fuera el del nombre mas bonito, cosa con la que la Chica Diploma y yo no estamos de acuerdo; no porque San Gimignano sea feo, que hasta ahí podríamos llegar, sino porque San Gimignano no es más bonito que Montepulciano o Arezzo.

Ni siquiera tiene más encanto que Monteriggioni, uno de esos pueblos preparados para sacarle los cuartos al turista, de manera que dejas el coche en el parking, subes a la muralla, te tomas un café en la plaza y resulta que entre los dos os habéis gastado 30 euros. El encanto de Monteriggioni está precisamente en su pequeñez y en su artesanía medieval, una estética perroflauta confirmada cuando un grupo de dos chicos y dos chicas sacados de su tienda Quechua se ponen a cantar y la verdad es que lo hacen bien, con sus instrumentos básicos, sus voces de coro de iglesia y la tranquilidad de sus sonrisas puede que emporradas, puede que no, quién sabe y qué más da.

El caso es que es domingo por la mañana, brilla el sol, la música es muy agradable y hay un enorme descafeinado con leche en la mesa. Es uno de esos momentos sartrianos que uno recordará siempre.

San Gimignano, como ya he dicho, se nos queda algo corto. A mí se me queda corto, al menos, con su multitud de turistas, sus italianos domingueros y una cierta sobrepoblación que se agolpa entre las cuatro torres. La Chica Diploma está cansada de tanto conducir y sugiere saltarnos Volterra, pero esta vez soy yo el animado, el que tiene la necesidad de poner una muesca, un tic, detrás de cada nombre, y al menos por una vez tengo razón porque Volterra es sencillamente precioso. Un pueblo por el que te perderías durante horas, que es exactamente lo que hacemos porque no conseguimos encontrar el parking ni el coche. Un pueblo de iglesias del siglo XIII, museos de la tortura, heladerías suculentas y fuentes etruscas tras sus respectivas murallas.

Otro de esos pueblos intactos que tanto nos sorprenden. Intacto desde Tarquinio Prisco, desde Tito Livio, desde la misma fundación de lo que luego bajaría al Lazio y se llamaría Roma. Rómulo y Remo retratados a menudo en esculturas de piedra, compitiendo con Pinocchio por ser la estrella local, el canterano por excelencia de la Toscana. Volterra y sus escaleras, sus arribas y abajos tan de Siena...y a la vez tan vacía, tan de atardecer ya de domingo, poco antes de coger de nuevo el coche, sortear curvas y aparecer en las afueras de Pisa, un complejo de apartamentos que a la Ragazza Sensa Glutine le recuerda, y no sin algo de razón, a los moteles de carretera americanos, con su empleado barbudo y treintañero que no sabe muy bien cómo funcionan las cosas, sus casas alineadas y su sensación de hogar precario.

La Chica Diploma duerme doce horas y sueña con nuestro hijo. Yo duermo ocho y sueño con mi padre, con decirle a mi padre que está muerto y que no se preocupe, algo que parece chocarle pero no demasiado. Incluso dice algo así como que ya se lo imaginaba y parece tranquilo. Lo último que sabemos de la vida de mi padre, o lo primero que sabemos de la muerte de mi padre, es que se le cayó una lágrima justo en el último aliento. A mí me parece demasiado poético como para que signifique algo, pero lo que es innegable es que la lágrima cayó y en ese momento dejó de vivir, así que a partir de ahora, si ustedes lo encuentran en sus sueños, cosa poco probable -pero quién sabe y qué más da- procuren construir la conversación a partir del hecho de la lágrima, es decir, del hecho de que hay alguien muy vulnerable por ahí y probablemente necesite ayuda.

sábado, septiembre 21, 2013

Luna de Miel VI. Arezzo, Cortona, Siena


Uno de los momentos del viaje es cuando cruzamos un arco a la izquierda y aparece la Plaza del Campo de Siena. Es de noche, una noche de sábado que en Italia se vive a lo grande, con una elegancia de provincias, de adolescentes engominados y perfumados. La Chica Diploma me avisa, porque ella estuvo cuando tenía 17 años, pero aun así la belleza es inmensa. En general, toda la belleza de Siena abruma porque, si Florencia es viajar en el tiempo, ¿esto qué es?, ¿cómo se puede vivir cada día, cada noche en una ciudad no ya renacentista sino medieval, con sus arcos,sus esculturas, sus frescos...una ciudad museo con coches a toda velocidad subiendo y bajando las cuestas.

Venimos sorprendidos de lejos, la verdad, de Arezzo y de mucho antes. ¿Cómo es posible que toda la Toscana se conserve como si jamás hubiera sufrido una guerra, una conquista, un pillaje? Cada ciudad, incrustada en su respectivo monte, se mantiene con una elegancia que choca con la realidad de país en bancarrota, país rescatado. En las calles no hay pobres, no hay borrachos, solo coches de época paseándose por las calles mientras las banderas y los escudos rodean las plazas.

¿Cuánto de todo esto es un simulacro, o, más bien, cuánto de todo esto no es un simulacro, Tadzo en una playa de las afueras de Venecia?

Imposible saberlo. De nuevo, todo es precioso, una preciosidad insisto, acentuada por el entusiasmo del fin de semana. Los aires de fiesta. Los chicos y chicas. La emisora de elección es RDS, aunque la Chica Diploma se harte cada vez más de Tiziano Ferro y Eros Ramazzotti. Es una emisora que se da poco a las sorpresas y cuando por fin cambiamos resulta que suena Luca Carboni y recuerdo que hace 25 años de aquello de "Luca lo sabe, sabe que Silvia se pincha ahora...". Lo de este país con el pasado empieza a ser una cosa enfermiza y en Corcona estoy a punto de hacerle una foto a un cartel electoral de Berlusconi que es de 2013 pero ya tiene un punto ajado, amarillento...

De Corcona salimos ya al atardecer pero nos perdemos de nuevo. La buena noticia es que perderme cada vez me desespera menos y supongo que eso quiere decir que empiezo a relajarme y bromeamos con los coches que se dedican a adelantar de tres en tres en una carretera de doble sentido, ya casi de noche y en línea continua. Cada pocas curvas vemos un ramo de flores en una cuneta pero si uno lo piensa pocas parecen porque en resumen este es un país tan apegado a lo que fue que el presente es cosa de suicidas. Un país a toda velocidad hacia ningún lado. Todos corriendo, cada uno a lo suyo.

Todos menos el camarero del restaurante de Siena, que nos tiene sin poder pagar durante veinte minutos mientras el Barça golea en Vallecas y yo pierdo definitivamente la liga del Top Eleven en la última jornada, cosa que a la Chica Diploma -en este país conocida como la Ragazza Senza Glutine y sus Celiacci- no sé si le desagrada del todo porque intuye que así voy a dejar el teléfono móvil en paz.

Obviamente se equivoca.

Luna de Miel V. Montepulciano.


Escribe Mark Oliver Everett: "El matrimonio siempre me había parecido algo que hace la gente normal. Muchas veces había pensado que la gente lo hacía porque es lo que todo el mundo hace. Pero cuando conocí a una persona tan extraordinaria, tan absolutamente única y me convencí de que era la única manera de verse, la idea empezó a resultar más y más atractiva. Iba a ser una aventura rara, muy rara, pero divertida."

Se lo leo a la Chica Diploma y le pido que no haga caso a lo de "la única manera de vernos" porque ella no es rusa y no necesita una green card para vivir conmigo en Estados Unidos y ella me dice:"Pero qué bonito eres" y me empieza a besar como a un niño bueno.

Coincido con Everett: yo nunca quise casarme, yo nunca quise tener hijos...hasta que conocí a la Chica Diploma. Si no fuera por ella iba yo a levantarme a las 7,45 para salir a las 9,30, sortear desviaciones y recorrer la SR2 desde Siena hasta Montepulciano, pasando por Montalcino y Pienza, hasta las 8, que volvemos de nuevo agotados a casa. Si no fuera por ella, por su entusiasmo ante cada castillo, cada viñedo, cada pueblo encima de un monte con sus calles empedradas, sus bodegas, sus tiendas de queso y su desdén al turista tan habitual en todos los pueblos turísticos.

Si no fuera por la alegría de su cara cuando vuelve de hacer una foto en medio de la carretera -se ha italianizado, toma las curvas a la velocidad local, toca el claxon, se cabrea, gira en cualquier recodo y deja el coche donde puede para sacar el móvil, aunque nunca llega a los extremos que se ven por aquí, realmente increíbles- yo no soportaría quedarme en el asiento escuchando la RDS Grandi Successi y su colección de Jovanottis. A mí, el campo, lo siento, no me dice nada. Puedo observar lo bonito o lo feo de un paisaje pero sin emociones. No soy así, haber elegido muerte.

Así que yo tolero sus fotos y ella tolera mi gruñonería. El niño bueno convertido en niño malo hasta que llegamos a Montepulciano, el pueblo más bonito de los que hemos visto con diferencia, también en cuesta, también con iglesia renacentista, bodega, viñedos, quesos, turistas...pero un magnetismo que hace que cada plaza sea especial y cada terraza pida un café y una calma. Juegos Olímpicos para Montepulciano ya.

No así Pienza ni San Quirico. Una por exceso -demasiado de todo, demasiado parecido- y otra por defecto -un montón de ancianos, un montón de gatos, un montón de desidia-. Todo esto antes de volver a casa cargados de cena para ver el baloncesto para perdernos de nuevo y acabar encontrándonos por sorpresa porque de momento nuestra vida, y no solo en la Toscana, se resume en una cadena de casualidades.

Que es algo muy Woody Allen, por cierto, si lo piensan.

jueves, septiembre 19, 2013

Luna de miel IV. Greve in Chianti.


Fiesole se prepara para el Mundial de ciclismo en ruta como se preparan los adolescentes que saben que serán el centro de la fiesta. Los profesionales se mezclan con los aficionados, todos subiendo los cuatro kilómetros que separan el pueblo de la capital. Hay por tanto un aire de fiesta y unas vistas maravillosas, toda Florencia vista desde arriba, brillante bajo el sol. Es el principio de nuestro primer día de coche y lo primero que nos ha dicho la chica de Avis es que sí, es muy probable que tengamos algún tipo de accidente.

 No lo dudo. Todos los tópicos sobre la conducción italiana se quedan cortos respecto a la realidad, y esto vale para coches, autobuses, ciclistas y especialmente moteros. Es la suya una temeridad extraña, una temeridad tranquila, como si llevar haciéndolo toda la vida les eximiera del destino. La Chica Diploma lo lleva bien; yo, no tanto. Yo me pongo muy nervioso cuando hay atascos y no sabemos si nos perdemos o no y juntamos mapas e indicaciones pero no hay manera de saber si has acertado en la última rotonda hasta que efectivamente aparece el cartel sorpresa dándote la razón. El objetivo desde Fiesole es llegar a Greve in Chianti y así se lo hacemos saber a un chico joven, casco en mano, para que nos diga al menos si hay que salir carretera arriba o carretera abajo. Sus explicaciones son tan confusas como mi italiano y sucede lo lógico, nos perdemos un poco hasta que encontramos la carretera que lleva a Siena. La nuestra.

 Y es una carretera llena de locos pero una carretera hermosa. Carretera de viñedos y castillos y pueblos amables con café y terraza en la plaza mayor. Pueblos que no necesitan engalanarse ni hablar inglés y así acabo en una farmacia charlando con la dependiente, explicando lo mejor que puedo que mi esposa ha sido devorada por los mosquitos -no les culpo- y vuelvo a sorprenderme de que mi italiano sea torpe y difuso, sí, pero nos saque de apuros. Greve, por lo demás, es una maravilla, como lo es cada rincón de un camino que te obliga a ir a 40, a 50, mientras empezamos a tener miedo de que en la villa que hemos alquilado ya no haya nadie, mucho más cuando resulta que nos perdemos de nuevo, que el acceso a Siena es una nueva locura y tengo que hacer como uno de esos concursantes de programas de supervivencia: bajarme del coche y preguntar en bares, en arcenes, a cualquiera que me sepa decir cuál coño es la Via Fiorentina...

...y como en los programas de supervivencia, los buenos ganan y llegan a tiempo pero hoy no se abrazan porque están cansados. Arrastran maletas hasta la recepción, se ponen los pijamas y planifican días y días de viñedos, villas y castillos, confiando en que los mosquitos y el sueño les respeten más al día siguiente.

miércoles, septiembre 18, 2013

Luna de miel III. Bistecca alla fiorentina


Me he dado cuenta de que la mayoría de las definiciones que hago de Florencia son por oposición: Florencia no es Nueva York, Florencia no es Lisboa... y así podríamos seguir toda la luna de miel porque, lógicamente, Florencia no es muchas cosas y si destaca por algo es precisamente por ser difícil de definir.

Un ejemplo: el "bistecca alla fiorentina", plato típico de la ciudad recomendado por el mismo dueño del hostal nada más llegar el lunes. El viajero escritor, el que sueña con llegar a una ciudad y pontificar: "Los florentinos son..." buscará en la gastronomía algo de ayuda para sus dogmas pero en este caso resulta que el plato de la ciudad es un entrecot. No digo "un tipo de entrecot". No. Un entrecot. Un puto entrecot con su costilla a un lado y su carne tierna. Muy rico y muy grande, vale, pero un entrecot.

Hablamos de una ciudad que cree que ha inventado el entrecot y eso descoloca bastante. Por supuesto ha inventado muchas cosas y puede que uno ya se crea el ombligo del mundo, pero esto es chocante.

Si alguna conclusión se puede sacar de todo esto es que Florencia tiene un punto ensimismado y he de reconocer que las ciudades ensimismadas me gustan solo para un rato porque parece que piden a gritos que alguien les diga: "Pues no es para tanto". Desde Twitter, Rubén Roca matiza que no quiso decir como yo sí dije ayer que Florencia era hortera y me da otra pista para saber en qué cajón de estantería colocarla: Florencia es un viaje en el tiempo, especialmente de noche.

Sí, puede ser. Desde luego, tiene sentido, aunque las noches de Forencia, al menos por la noche y en el Duomo son raras. Las plazas se vacían de 8 a 10 y de repente se llenan de nuevo, de manera que resulta complicado dormir con los gritos y los David Guettas improvisados del bar de abajo. Flotencia, lo hemos dicho varias veces, no es muchas cosas pero sí es un poco Avignon, es decir, una ciudad papal sin Vaticanos, una ciudad medieval con ínfulas. La noche de Florencia, esa noche silente de edificios recortados con luz pálida yo solo la vi antes en esa pequeña ciudad apóstata de la Provenza.

Allí viajabas a la Edad Media, sin matices; aquí viajas a esa versión Woody Allen de la Edad Media que fue el Renacimiento.

Aparte de la historia de la ciudad queda la historia del matrimonio. Un matrimonio que se levanta muy pronto para evitar colas en la entrada a la Catedral y cumple con sus obligaciones turistoides, incluyendo el Baptisterio y los 250 escalones que suben al campanario. Después, sin prisa pero sin pausa, la Capilla Medici, reconvertida en museo, la Basílica de San Lorenzo y la de Santa María Novella, que es una verdadera preciosidad. De hecho, todo esto son intentos de ponerle pegas al pibón del anuncio. Si dejamos el cinismo al lado, la ciudad es un escándalo y la Chica Diploma puede comer sus pizzas sin gluten, sus helados sin lactosa y comprar chaquetas en una galería subterránea a un precio muy razonable.

Después de la comida, el día se empieza a hacer largo. Un cansancio mental más que físico, como si la asunción de la belleza tuviera sus límites. Entramos en un café que parece regentado por Gao Ping, bordeamos la fortaleza del norte, entramos en barrios normales, algo lisboetas, Plaza de la Independencia, Plaza de San Marco... y acabamos en la Annunziata, una plaza con encanto, escaleras y yonkis, lo que uno le pide a una plaza de una ciudad moderna.

Como son aún las 4,30 prolongamos un poco más el paseo, esquivando las colas para ver el David verdadero y centrándonos en las fachadas de la calle Tornabuoni hasta llegar de nuevo al río Arno, que es otra preciosidad. La verdad es que la ciudad se nos ha dado bien, no tenemos queja, solo un cierto dolor en las piernas que hace que volvamos al hostal para que yo vea el baloncesto y mi mujer duerma una horita y pico, como duerme ella, sin avisar: un segundo estáis reservando juntos un hotel en Londres y al siguiente lo que queda es un soplido monocorde y una boca entreabierta.

Queda la noche pero yo lo único que espero de la ciudad ya es un buen copazo. Eso me bastaría. Un poco de noche no renacentista. Ni siquiera digo malasañera. Con que Florencia hiciera el esfuerzo de parecerse un poco más aún a Barcelona antes de que nos vayamos a Siena me bastaría.

Luna de Miel II. Forte di Belvedere


Pese a todo, pese al cansancio, el sueño y las emociones fuertes, nos levantamos antes de las 8,30. Florencia tiene el horario que le corresponde y aquí las mañanas empiezan más temprano y las noches llegan antes, a eso de las 8. La Chica Diploma se asoma a la ventana y va viendo la Plaza del Duomo como reflejo de la propia ciudad: casi vacía al despertar, con algunos grupos organizados a las 9, hasta arriba de gente esperando para entrar en la catedral, el campanario, el baptisterio, a las 9,30.

Nosotros holgazaneamos hasta que conseguimos pedir la prima colazione en mi italiano solvente dentro de la deficiencia. En realidad, yo no debería saber hablar este idioma: solo lo estudié durante un mes, hace once años, y pasaba una de cada dos tardes ligando con la chica de al lado, una economista que trabajaba en Price Waterhouse Coopers y no podía decirle a nadie que su novio trabajaba con ella porque la empresa les hubiera despedido.

Hablamos mucho de la crisis y de 2008, 2009... pero 2002 era tela marinera, también.

En fin, que salimos mapa en mano, compramos bolsos, pasamos al lado de la Galería Uffizzi amenazando con volver y acabamos en el Palazzo Pitti tras pasar el Ponte Vecchio. Tenemos una regla y es que no hay reglas, que no vamos a planear en exceso, a crearnos obligaciones. Si nos apetece entrar en un sitio y no hay cola, entramos. Si no nos apetece o tenemos que pasar horas de pie, seguimos paseando. La ciudad frente a sus postales. Si cien taleros imaginarios valen lo mismo que cien taleros reales, ¿por qué el David de Miguel Ángel va a valer más que el de la Piazza della Signoria?

Esa regla, o su ausencia, es lo que hace que Pitti sí pero Uffizzi no y los ojos se llenen de Medicis y de Botticellis, Tintorettos, Caravaggios y ese largo etcétera. Después, salimos a los jardines y de alguna manera nos sentimos más cómodos porque si algo ha conseguido la Chica Diploma es que me sienta más cómodo fuera de los edificios que dentro. Subimos las escaleras de los Jardines de Bomboli y nos acercamos a la Fortaleza de Belvedere, bajando por la Costa San Giorgio como si aquello fuera Sintra y nosotros tuviéramos un hambre inhumana.

Solo que no tenemos hambre sino sueño y cansancio, y a mi mujer le da una bajada de tensión y acabamos en uno de esos supermercados para turistas en serie aprovisándonos de frutos secos salados, y la ruta de la tarde se acorta, reduciéndose al Museo del Bargelo, con su sucesión de patios y estatuas, y una vuelta alrededor de la Basílica de Santa Croce, que ya ha cerrado cuando llegamos a la plaza, cosa que a la Chica Diploma parece aliviarle porqe las bolsas han vuelto a los ojos, el cansancio a las bolsas y de vuelta al hostal por la Vía Preconsolo solo se para en una tienda en busca de manoletinas, señal inequívoca de decadencia.

Así que como la regla es que no hay reglas y el sábado para el hombre fue hecho, no el hombre para el sábado, nos permitimos una tarde de WiFi e "Isabel", una serie algo tramposa pero muy bien hecha, y de repente vuelven a ser las 8 pero de la tarde y la Plaza se vacía de nuevo y nosotros quedamos con Bea para cenar en uno de esos restaurantes donde un camarero te habla en italiano, otro en inglés y otro en español mientras tú intentas rematar como puedes todos los centros y de paso te dejas media liga del Top Eleven.

Es una manera como otra cualquiera de acabar un segundo día en Florencia: sentados en una terraza tomando un café que en rigor no deberíamos poder pagar, fingiendo ser ricos, porque Florencia es de ricos o, como me decía alguien en Twitter, "es de horteras", de ganadores. Es una ciudad de apariencias, el reverso de Lisboa. La indiferencia del burgués frente a la del oficinista. Y sin embargo se parecen entre sí en una cosa: las dos ciudades exageran como exagera Madrid cuando se vende como "relajante". Otra cosa es que las exageraciones nos disgusten. Si nos disgustaran, nos habríamos quedado en casa.

Si nos disgustaran, para empezar, ni siquiera nos habríamos casado.

martes, septiembre 17, 2013

Luna de miel. I. Piazza del Duomo


A la Piazza del Duomo le pasa lo contrario que a Times Square, que por la noche se viste de puta y coquetea cansinamente con los turistas. La Piazza del Duomo, no. La Piazza del Duomo aprovecha la noche para recortar Santa María del Fiore contra el negro, una catedral cromática iluminada, brillante, de los edificios más bonitos que se pueden ver en el mundo y que resulta que está ahí, justo delante al abrir la ventana del hostal, un bed and breakfast recomendado por Booking sin ascensor pero con un dueño amabilísimo que me felicita por ser joven y hablar bien italiano, dos cosas que, obviamente, son mentira, pero ya se sabe que los italianos, incluso en la Toscana, incluso en este norte tan suizo, son un poco zalameros.

 Y así, la Chica Diploma y yo salimos a pasear a las nueve y media que parecen las once de la noche en un septiembre que parece noviembre. Supongo que el silencio en el centro es algo que el madrileño no puede concebir. Callejeamos los dos, agotados, deslizando las suelas como si arrastráramos grilletes -yo me quedé dormido en el avión, nada más despegar; ella tiene los ojos casi cerrados del cansancio- y confiamos en encontrar un milagro detrás de cada esquina, porque Florencia parece la típica ciudad que esconde ollas al final de los arcoiris incluso cuando no hay arcoiris.

 Por lo demás, todo tiene un aire irreal, y es bueno ponerlo en palabras: estoy en Florencia, estoy casado, mi esposa -¡mi esposa!- es absolutamente preciosa, mi padre ha muerto, publiqué un libro que salió en El País, tengo 3000 personas esperando algún comentario brillante en Twitter que suele no llegar y acabo de celebrar el concurso de popularidad más exitoso de la vida de un hombre, que es su boda. Una boda maravillosa, de viernes a domingo, que acaba en el cementerio de La Almudena, llorando ante la tumba de mi abuela, llorando ante la tumba de mi abuelo y llorando ante la tumba de mi padre. 2007, 2010 y 2013.

Repartiendo flores de una boda que no vieron, una boda de la que no supieron nada salvo mi padre, que llegó a estar invitado, con su sitio asignado en la mesa presidencial y todo. Habría estado tan orgulloso. Por supuesto, no lo habría demostrado, pero lo estaría, seguro.

Mi esposa dice que no parezco feliz porque escribo sobre estas cosas. Escribo sobre nostalgias y muertes, entre otras lindezas. Yo, sin embargo, creo que he tenido bastante suerte, una de esas vidas a las que les puedes reprochar poco, siempre teniendo en cuenta que una vida es una vida es una vida y tampoco vamos a pedirle ahora peras al olmo. Tuve una infancia feliz, una adolescencia feliz y una juventud aprovechada, donde la infelicidad era algo perfectamente asumible.

Otra cosa es que esto desborde todo lo anterior, que lo desborda. Lo irreal, ya digo, de Santa María del Fiore esperando tras la ventana, de la hermosísima Chica Diploma en la ducha, de las dos semanas que quedan hasta que la realidad vuelva, del mismo hecho -ella me dice que no lo meta todo en el mismo saco pero es que ese mismo saco soy yo- de que ahora sea mi propio padre y me dedique a regalarme dinero para la boda e invite al desayuno a mis amigos y que así vaya a ser siempre, dividido o multiplicado por dos, según se vea, mientras los cafés cuestan cinco euros en las terrazas y nadie hace caso a la copia del David de Miguel Ángel, sus manos enormes, desproporcionadas, con ese aire de realidad disfrazada que es en el fondo toda realidad que se precie.

viernes, septiembre 13, 2013

No gana el que tiene más ganas (no sé si me explico)



En Sofres, de madrugada, nos poníamos de acuerdo en ver los mismos vídeos, las mismas canciones. Éramos el típico grupo de veinteañeros unidos por la precariedad. Ninguno queríamos estar ahí pero a ninguno nos querían en ningún otro lado, así que qué le íbamos a hacer. Además, sobre todo en perspectiva, Sofres estaba bien. Yo una vez escribí lo contrario y mi ex jefa me lo echó en cara con su elegancia habitual pero la verdad es que estaba bien: nos pagaban puntualmente, el trabajo no era exagerado y al trabajar de madrugada el control era nulo.

Uno de esos trabajos que te permiten salir a las cuatro de la mañana a ver caer las Perseidas, tumbados en un parque de Alfonso XIII, justo antes de coger el primer 40 o bajar andando hasta casa -20 minutos- berreando "Idiotheque", de Radiohead.

Entre los vídeos que veíamos -yo, además, veía películas, entre ellas la magistral "Cleo, de 5 a 7"- se encontraba siempre el "No es lo mismo", de Alejandro Sanz, y no es que a mí Alejandro Sanz me guste mucho ni me gustara mucho en 2003, 26 años, noches furtivas en Barajas, desayunos en cafeterías de barrio donde te podías enamorar de chicas solo por lo bien que olían... pero la canción decía justo lo que quería escuchar, o, más bien, lo que yo quería decirle a la Chica Ratón, que, recuerden, había huído a los Pirineos con la sana intención de enamorarse de otro."No es lo mismo tú que otra, entérate, no es lo mismo".

Aunque por supuesto era mentira, porque si tienes que explicarle a alguien que es especial... es porque de especial no tiene nada, y en los momentos de autoestima, los momentos veinteañeros yo soñaba con presumir de aquello de "tengo pomadas pá todos los dolores, remedios contra toda clase de errores, también recetas pá la desilusión",que es una manera estupenda de venderse a uno mismo...hasta que llegó el otoño, la Chica Ratón volvió, y se hizo obvio que yo, ni pomadas, ni remedios, ni recetas ni nada que se le parezca. Solo canciones de Robbie Williams y películas de Ewan McGregor.

Y quizá fue entonces cuando decidí dejar de venderme, o quizá no, quizá fue más tarde, cuando me di cuenta de que nadie iba a comprar en medio de una crisis y que "con el coste de la vida, lo nuestro, se está quedando en ná", estrategia -o llámenlo como quieran- que no me ha ido tan mal porque esta mañana, a las 13 horas, me he casado con la chica más guapa que he conocido nunca, de manera que si un día dije que el 27 de septiembre de 2007 había muerto mi infancia, se puede decir que el 12 de septiembre de 2013 se ha acabado mi adolescencia, que ya venía siendo hora... Eso sí, lo de Alejandro Sanz no lo he solucionado. Es su cantante favorito.

miércoles, septiembre 11, 2013

El último regate de José Luis Pérez Caminero



El «gol de Caminero» lo marcó en realidad Roberto Fresnedoso. Estas cosas pasan a menudo en el fútbol. Por ejemplo, «el gol de Redondo» en Old Trafford lo marcó, como casi siempre, Raúl, y el «gol de Abreu» ni fue gol ni fue nada. La jugada en sí tiene un contexto y una estética: jornada 37 de liga, a cinco del final en aquellas insufribles ligas de 22 equipos. El Atleti viene de perder una ventaja muy sustancial y tiene al Barcelona a solo tres puntos. Diez días antes ambos equipos se han enfrentado en La Romareda para disputarse la Copa del Rey y aún se recuerda en el Camp Nou el escozor del gol de Pantic en la prórroga.

Son, por tanto, tiempos de venganza, de estadio lleno y agresivo, Johan Cruyff apurando sus últimos chicles en el banquillo blaugrana. La victoria o la guerra civil. La victoria o la derrota en la guerra civil, más bien, porque el conflicto estalló en el momento en el que «el Flaco» dejó de ganar títulos y Núñez se vio legitimado a echarle la culpa de todo. El Atleti sabe que si pierde puede ceder el liderato y sabe también que está agotado, que ha sido un año inesperado, de emociones demasiado fuertes y es difícil manejar tensión acumulada de aguantar el liderato durante toda la temporada.

El equipo se basa en el dominio del medio campo. Todo su dominio está ahí. Un medio campo atípico, no demasiado deslumbrante, con Vizcaíno, un medio centro defensivo cumplidor; con Simeone, todoterreno, ídolo de las gradas, hábil en el juego limpio y en el sucio si hace falta, siempre voluntarioso y a veces incluso efectivo; con Milinko Pantic, la calidad en estado puro, el especialista en faltas y córneres que se acabará convirtiendo en especialista en todo y aún más en marcarle goles al Barcelona.

Y, como pegamento, con algo de la firmeza de Vizcaíno, algo de la llegada y fortaleza de Simeone y algo de la técnica y calidad de Pantic queda Caminero, un personaje difícil de interpretar, con sus declaraciones polémicas, sus tristezas, sus no saber si me quedo o si me voy…

Caminero había sido canterano del Real Madrid y estrella del Valladolid en segunda división, que no es un currículum como para optar al Balón de Oro. El Atleti se fijó en él en 1993 como se fijaba en unos quince jugadores por año, la necesidad de empezar de cero cada mes de agosto. El acierto fue total: su primera temporada en el Calderón acabó con Caminero en la selección, perilla en ristre, marcando contra Italia en cuartos de final y acercando a España a una gloria que nunca llegó. Caminero como estandarte del jugador que nunca se rinde, un jugador Clemente, un tipo listo pero a la vez indefinible: el Frente Atlético le cantaba: «Caminero, más cojones que el caballo de Espartero» a ritmo de Antonio Molina, pero no sé si lo cantaban con un total convencimiento. Caminero no era Simeone. Caminero no era Arteche. Caminero ni siquiera era un tío constante, sino que abusaba de las genialidades.


Esta genialidad, por ejemplo. La gran genialidad. La que Almodóvar inmortalizó en Carne Trémula mientras Javier Bardem y Liberto Rabal —¿qué fue de Liberto Rabal?, ¿no tendría Caminero algo de Liberto Rabal, de estrella del momento que poco a poco se va difuminando mientras a Simeone le llueven los Oscars?— se agarraban de los huevos. Unidos por el Atleti. La genialidad del minuto diez en el Camp Nou, citada jornada 37 de liga de la temporada 1995/96. La jugada empieza con una hermosa colección de cabezazos hasta que se transforma en un contraataque en el que los jugadores se vuelven indetectables. Ese es el encanto de aquel Atleti de Antic: es imposible saber por dónde te iba a venir cada mediocampista y para cuando lo averiguabas, ya tenías a Kiko o a Penev preparados para enchufar el gol. 

Puedes terminar de leer el artículo sobre el final de Caminero en el Atleti y la autodestrucción del propio Atleti del doblete de manera gratuita en la revista JotDown

martes, septiembre 10, 2013

I don´t care, I love it



En la bolsa del amor, mis acciones fueron las primeras en acabarse. No crean que esta es una metáfora cursi o la letra de una canción de Pablo Alborán: de hecho fue así. En 2003 a alguien se le ocurrió el juego en cuestión y, si quieren mundanizar un poco todo esto, sepan que las "acciones" se llamaban "flukis", que es un término muy poco Fórmula 40. Cada acción tenía un valor y tú podías comprar acciones de Guille Ortiz como podías comprar de cualquier otra persona con un dinero previo establecido y te daban rendimientos según esa persona ligara más o menos. Básicamente, era un rito de apareamiento y al que lo organizó creo que le fue bastante bien pero a mí y a los que confiaron en mí nos fue de pena porque desde ese momento pasaron dos años y pico hasta que volví a estar con una chica.

Fui el Lehmann Brothers del amor. El AIG de las relaciones de una noche.

Esto viene a cuento de la diferencia que siempre he notado entre las expectativas que los demás han depositado en mí y la imagen que yo tenía de mí mismo, salvo momentos repelentes de los que, en general, me arrepiento. Por ejemplo, cuando escucho la canción de Icona Pop, aquella del anuncio, la que da título a esta entrada, y esas dos chicas dicen "tú naciste en los setenta pero yo soy una perra de los noventa" me es imposible no respirar con alivio porque en el fondo siempre pensé que mi futuro sería ese: una chica quince o veinte años menor que yo a la que no entendería en absoluto y que se burlaría de mí en una canción que daría la vuelta al mundo.

Así he sido yo siempre de pesimista, lo que no quiere decir en absoluto que eso fuera lo que deseaba, al contrario. Yo creí que acabaría con una inestable de veinte años porque yo sería un inestable de cuarenta y no podría aspirar a mucho más, pero quería una chica dulce, inteligente, conversadora, lo que durante años Fer y yo hemos llamado "una chica limpia" sin saber muy bien a qué demonios nos referíamos.

Lo sorprendente, por tanto, es que me case en dos días con la Chica Diploma y lo esté llevando con tanta naturalidad. En serio, me asombro cada día, como si no fuera posible, como si hubiera algún truco escondido y en cualquier momento una señorona del casino de Torrelodones fuera a decirme: "Mal, lo has hecho mal". Solo que no veo el truco por ningún lado y desde luego yo con estas cartas me planto, señora, me planto de por vida.

Ella dice que no está nerviosa por la boda porque es como si ya estuviera casada conmigo. La entiendo. Yo dije algo muy parecido el sábado en la despedida de soltero, pero en realidad lo que pienso es "dios mío, es que esto es verdad, es que va a ser oficial en nada y llevará mi anillo y yo el suyo y sí, es reversible, pero, ¿?¿cómo demonios lo he conseguido?". Porque casarse con la Chica Diploma es algo al alcance de muy pocos, porque la Chica Diploma aparte de ser preciosa y muy lista, está viva. Llora y ríe y le importan las cosas y eso, de verdad, no es tan común, aunque a mí a veces me parezca que le importan demasiado algunas cosas y a ella le parezca que a mí me importan demasiado poco.

Así que, bueno, estoy nervioso, pero no tanto por la posibilidad del error -sí por la responsabilidad, porque decirle a alguien que se case contigo y luego fallarle debe de ser horrible- sino por esa sensación de que en cualquier momento algo va a estropearse, como quien quiere cobrar el billete de lotería cuanto antes no se lo vayan a robar o se den cuenta de que uno de los niños ha leído el número mal.

Esta mañana pensaba en la suerte que tuvo también mi padre. Se casó con dos mujeres bellísimas, lo que hace un total de tres mujeres bellísimas entre padre e hijo, una media más que aceptable. Me hubiera gustado hablar de esto con él, nos hubiéramos reído. Yo creo, sinceramente, que él tampoco se lo esperaba, pero puede que sí. El problema con mi padre se redujo a eso, a que era imposible saber lo que pensaba así que yo le hice imposible saber lo que pensaba yo. Un acuerdo nefasto.

Es una pena. Si todo hubiera ido bien lo habríamos compartido con una sonrisa de pillos, una sonrisa de "esto no se lo esperaba nadie y se la hemos jugado". Excepto los accionistas que apostaron por mí con sus flukis en 2003, cuando yo tenía 26 años, salía de dos relaciones a la vez y lo más que podía prometer a mi público era trabajo, no títulos.

Pero no, no todo fue bien, y de hecho casi todo fue mal.

lunes, septiembre 09, 2013

La España más cutre se retrata en la decepción de Madrid 2020


En la Puerta de Alcalá acabó la música innecesariamente atronadora para dar paso a la retransmisión en directo en pantallas gigantes. No éramos muchos, un centenar, quizá dos. Las cinco de la tarde de un sábado no es el mejor momento para organizar un concurso de popularidad, pero aun así los que estaban aplaudían entregados y los turistas, un buen porcentaje, se unían a la claque con respeto y naturalidad. Habló Juan Antonio Samaranch Jr. y habló en inglés. Eso fue una novedad porque en la rueda de prensa anterior habíamos tenido que pasar por el trago de ver cómo nuestra alcaldesa no entendía nada de lo que le preguntaban y el propio presidente del COE le decía a un periodista: “Sorry, no listen the ask” para pedirle que repitiera una pregunta.

España cutre, España paleta, España que no sabe dar una imagen de sí misma mínimamente moderna, educada, internacional.

Cuando acabó Samaranch se despertó algo parecido al entusiasmo, un entusiasmo que se fue congelando cuando vimos los tres representantes que venían a continuación: Mariano Rajoy, gritando como si estuviera en el Congreso ante el run-run habitual y leyendo un texto en español; Ignacio González, que mitigó los daños y al menos utilizó un inglés correcto... y Ana Botella, completamente superada por las circunstancias.
Era imposible seguir creyendo después de eso y el silencio se hizo en la plaza. La alcaldesa no solo destrozó un inglés que no entendía y que se convertía por tanto en una interpretación mil veces ensayada y tremendamente sobreactuada, sino que se puso a hablar de cafés con leche y de lo bien que se lo había pasado en Buenos Aires como si fuera la monitora de un campamento de verano y no la máxima responsable de uno de los más importantes proyectos internacionales.

Tres políticos españoles son muchos políticos como para que una candidatura no se hunda. Una candidatura, por otro lado, sostenida por la mentira permanente o al menos la manía tan española de “hacer como si nada” y vivir en una realidad paralela. Les voy a ser sinceros: yo soy madrileño y me encanta el deporte. Probablemente esta era la última oportunidad de ver cómo mi ciudad acogía unos Juegos y me habría encantado que se los dieran... pero lo que he estado viendo estos días ha sido la representación de la España que más odio, la que me hace daño, la del “que inventen ellos”.

Todo ha sido tan marcadamente español que asusta: mientras los políticos y sus medios —imposible diferenciarles- llevaban cantando el éxito durante meses, las casas de apuestas colocaban a Madrid en un lejano tercer puesto. Tercer puesto de tres. Miren, yo no sé si albergar unos Juegos es una bendición o es un desastre económico, pero cuesta pensar que si de verdad fuera una panacea absoluta, algo por lo que mereciera construir de antemano —y gastar de antemano- el 80% de las instalaciones a ver si toca algo, no se presentarían tres ciudades. Como mínimo, suena extraño.

Se ocultaron los favoritismos de casas de apuestas y expertos, se confió en el típico “si no se dice, no existe”, se mandó a gente claramente no válida: Ignacio González sonreía sin saber muy bien qué hacer, Ana Botella personificó un alud de incompetencia propio de alguien que no ha sido votado como alcaldesa, que ha llegado a ese puesto no por sus méritos y sus capacidades sino por su ascendencia en un partido político y que no está ni de lejos preparada para algo así. Comparen con Livingstone y Coe en 2005. Lo mismito. Alejandro Blanco, exhausto, intentando convencer con las mismas armas de siempre: las mismas instalaciones construidas ya para 2012, el mismo mensaje de “qué bien os lo vais a pasar en España”, las mismas imágenes de la Eurocopa de 2008, las mismas castañuelas y tablaos flamencos que llevamos vendiendo desde los años cincuenta.

Aquella no era la imagen de un país moderno ni preparado porque España no es un país moderno ni preparado. Es un país donde medran y deciden los que más morro le echan, donde la trampa se ha hecho regla, donde la única manera de ganar una votación así habría sido que durante el apagón televisivo, Bárcenas se hubiera puesto a repartir sobres y Eufemiano Fuentes, pastillas. Es el país de la Operación Puerto, que no es poca cosa en deporte. ¿Se creen que eso sale gratis? ¿Se creen que se puede ser un país señalado por exportar médicos y sustancias dopantes sin control alguno y a la vez competir por unos Juegos? ¿Se cree Alejandro Blanco que alguien puede confiar en él cuando dice que el problema de España es que “la legislación antidopaje es tan avanzada que causa retrasos”?

Pues sí, se lo creen, porque en el día a día es lo que han vivido desde hace muchos años: hacer cualquier cosa, cualquier chapuza, pasarla por el baño de la propaganda y los titulares y salirse con la suya. Un presidente que lleva opositando al puesto desde 2003 y en diez años no ha sido capaz de aprender dos frases seguidas en inglés. El presidente del “It´s very difficult... todo esto” junto a la alcaldesa del “relaxing café con leche in the Plaza Mayor”. Si esa es la imagen que quiere dar Madrid de sí misma, le va a pasar lo mismo cada cuatro años: su proyecto, sólido, llegará a la final, y ahí sus comunicadores, pésimos, volverán a no convencer a más de 30 miembros del COI.

Cambiemos de imagen, cambiemos de España, exijamos un mínimo de calidad, responsabilidad y preparación a los que mandan y no este enchufismo constante, grasiento, de puesto de la Verbena de la Paloma. Con eso, no nos da para competir contra Tokio, lo siento. Hay otro Madrid, hay otra España y está esperando. En buena parte, esperando fuera de nuestro país porque no ha quedado más remedio. Porque mientras centenares de famosos de todo tipo viajaban con gastos pagados a Buenos Aires a ver si se pegaban una buena fiesta, los trabajos de esa “otra España”, sus sueldos o sus proyectos de investigación desaparecían. Dejemos de mentir y dejemos de mentirnos. No vayamos a Argentina a presumir de una recuperación económica que el FMI no prevé hasta 2015, no saquemos pecho de nuestra propia incompetencia... No tratemos al COI como si fueran unos niños. Son cualquier cosa menos eso.


Y desde luego un café con leche no va a bastar para convencerles de lo contrario, por muy relajante que sea.

Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial, dentro de la sección "La Zona Sucia"

domingo, septiembre 08, 2013

Preguntas que el COI podría haber hecho a Madrid 2020 si de verdad hubiera querido hacer sangre


1- Hace cuatro años, presentaron ustedes un proyecto similar a este con la presencia como jefa de la candidatura de Mercedes Coghen, cuya hija además nos hizo un hermoso parlamento. Por lo que sabemos, Mercedes Coghen está ahora mismo imputada por casos de corrupción que tienen que ver con su gestión al frente de la oficina de Madrid 2016 y su relación con el organismo Noós. ¿Han tomado ustedes las debidas precauciones para evitar que algo así se repita?

2- El citado organismo Noós está siendo objeto de una profunda investigación judicial que tiene como imputado a otro de sus principales lobbyistas en las candidaturas de Madrid 2012 y Madrid 2016, Iñaki Urdangarín, ¿cuál era exactamente su implicación en los anteriores proyectos? ¿Se mantuvo alguna relación entre Madrid 2020, Noos y Urdangarín hasta la imputación del lobbyista en abril de 2012?

3- Ustedes nos han presentado un proyecto que tiene la austeridad económica por bandera, ¿cómo casa ese proyecto con la deuda acumulada del Ayuntamiento de Madrid?, ¿qué parte de esa deuda tiene que ver con la construcción previa de infraestructuras relacionadas con unos Juegos Olímpicos que aún no les hemos concedido?

4- En su dossier nos dicen que en torno al 80% de las instalaciones están construidas y por lo tanto no será necesaria una gran inversión. Asimismo, y si no nos equivocamos, cuentan con 60.000 voluntarios para la organización del evento. ¿Cómo casan estos datos con la presunta reactivación económica del país que se supone provocaría la organización de los Juegos si no va a haber inversión y apenas habrá puestos de trabajo?

5- Una de las instalaciones que dan por construida y fiable para los Juegos es el Madrid Arena. Según hemos sabido, en octubre de 2012 hubo un incidente que acabó con la muerte de cinco adolescentes. Pocas semanas después se supo que esa instalación no estaba en condiciones para acoger ningún tipo de evento deportivo ni musical. ¿Cómo van las obras de remodelación?, ¿en qué consistía exactamente el problema?, ¿se han tomado responsabilidades de gestión con respecto al incidente en cuestión por parte del Ayuntamiento de Madrid que pretende organizar los Juegos?

6- ¿Son fiables las demás instalaciones o requerirán de obras suplementarias? En ese caso, ¿afectará a la proclamada "austeridad" del proyecto?

7- Como saben, aquí juzgamos tanto el proyecto como la capacidad de gestión de ese proyecto por parte de los responsables, sean políticos o de otro tipo. Ustedes han dedicado la primera parte de su exposición a los parlamentos del jefe de Gobierno, el presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid y la alcaldesa del Ayuntamiento. ¿Cuál es su experiencia anterior como gestores?, ¿cuáles son los requisitos que han tenido que cumplir para acceder a sus cargos políticos?

8- Nos han tranquilizado las palabras del presidente Rajoy acerca de la recuperación económica de España, aunque nos preocupa que entren en colisión con las del FMI que sitúa esa recuperación en 2015. Entendemos en cualquier caso que ustedes tienen un plan B por si los datos del FMI son más fiables que los suyos y que no afectará a la organización de los Juegos. Asimismo, les vamos a conceder el beneficio de la duda y deseamos de corazón que la recuperación económica en España realmente esté ya en vías de mejora, especialmente en lo que respecta a la altísima tasa de desempleo. ¿Podría explicarnos en cualquier caso cuál es la situación específica de Madrid, cuál es su proyecto económico, difiere en algo del estatal?, ¿cómo explicaría el aumento de la tasa de paro en los últimos meses, es algo coyuntural, tienen estudios al respecto?

9- Permítannos que insistamos en este tema, pero para nosotros es importante: la gestión que pretenden hacer de la organización de los Juegos se basa en la austeridad. Aceptamos y valoramos ese punto, pero observamos con cierta preocupación que su otra gran apuesta para el futuro en cuanto a activación económica sea el complejo Eurovegas. Es más, hasta cierto punto, a este Comité le parece que los valores olímpicos no casan demasiado con los del citado complejo. ¿Podrían concretar si su objetivo es la austeridad o el gasto?, ¿se han presentado a los dos proyectos a ver qué cae o realmente creen en el espíritu olímpico y lo de Eurovegas hay que considerarlo como una cesión al sector privado contraria a sus principios?

10- Una última apreciación en torno a la austeridad: hemos asistido en los últimos días a la llegada de varios centenares de invitados que, por lo que entendemos, llegan con los gastos pagados. Entre esos invitados se encuentran dirigentes y deportistas del más alto nivel con los que nos alegramos de compartir su compañía, pero también hemos llegado a ver actrices. ¿Están controlados todos los gastos de la delegación en Buenos Aires?, ¿los componentes e invitados de la delegación han sido elegidos según su importancia y sus méritos en el proyecto?

11- Señor Blanco, usted nos ha contestado con mucha diligencia a nuestras preguntas sobre dopaje, pero permita que tengamos alguna duda más. En esta sala se ha mencionado la Operación Puerto, cuya trama de dopaje masivo lideraba el doctor Eufemiano Fuentes. ¿Podría aclararnos la vinculación del doctor Fuentes con las delegaciones olímpicas españolas de Los Angeles 1984, Seúl 1988 y Barcelona 1992?

12- Una reconocida cliente del doctor Fuentes, pues aparece tanto en los papeles de la Operación Puerto como, sobre todo, en los de la llamada Operación Galgo, es la ex atleta olímpica Marta Domínguez. Por lo que sabemos, la señora Domínguez no se ha retirado oficialmente de la competición, ¿ha recibido algún tipo de sanción deportiva por su colaboración con el señor Fuentes?

13- Debemos insistir, pues fue una de las imágenes de su candidatura para los Juegos de 2012 y 2016, ¿les parece razonable que la señora Domínguez no solo sea senadora sino que incluso haya dirigido comisiones antidopaje en su parlamento?, ¿ayuda eso a la credibilidad de su lucha contra esta lacra que tanto le preocupa al COI? Se lo pregunto porque la señora Domínguez milita en el mismo partido que representa tanto al Estado, como a la Comunidad como al Ayuntamiento.

14- Apreciamos y agradecemos su lucha institucional por fomentar el deporte, pero observamos con cierto pesar que la mayoría de sus Federaciones están en quiebra, así como buena parte de sus equipos profesionales. Asimismo, se nos informa de que el deporte amateur en España está pasando por una crisis de instalaciones y fondos bastante grave. Ustedes nos han pedido que les demos los Juegos, según palabras del señor Samaranch porque el espíritu olímpico no trata de dinero sino de unir. ¿Cómo pretenden unir con el deporte como nexo sin potenciar las competiciones amateurs, donde participan la gran mayoría de los ciudadanos?, ¿creen que el éxito puntual de 50 deportistas es reflejo de la situación del deporte en su país?

15- Por último, pues no queremos robarles más tiempo, ¿podrían explicarnos la situación de los deportistas olímpicos en su país que no dependen de patrocinadores o sociedades anónimas deportivas?, ¿cobran puntualmente sus becas, les permiten estas dedicarse en exclusiva al deporte?, ¿se les anima a continuar como formadores una vez acabadas sus carreras profesionales? En resumen, ¿es su candidatura la propia de gente que ama el deporte o de un grupo de políticos y empresarios que pretende lucrarse con él?

sábado, septiembre 07, 2013

The Wolf Pack


Cuando salimos del Colonial, Fer propone ir al Honky porque la ruta tradicional era esa, pasando en ocasiones por el Top of the Pops cuando existía. Cuando en los bares había gente. Tiene sentido pero son las cuatro y pico de la mañana y todos tenemos muy buena voluntad y muy pocas fuerzas y Pablo menciona el Lady Pepa´s y por un momento pienso que estaría bien ir al Lady, claro que sí, que eso sería una despedida de verdad, la despedida a lo que fueron algunos años enloquecidos y que probablemente no volverán. 

Uno se casa para no tener que volver a comer espaguetti recalentados a las cinco de la mañana en un sótano de Malasaña.

Entre otras cosas.

El caso es que, de camino, decido que el Lady es demasiado decadente, incluso para una despedida de soltero. No hay cuerpo para el Honky pero probablemente tampoco habría paciencia para el Pepa´s así que mejor ser clásicos y volver al Toni 2. Honestamente, el Toni 2 es otro de esos sitios de los que da gusto despedirse, un sitio al que espero no volver más. Sería una excelente señal. De camino por Barquillo perdemos a Sofía pero aun así quedamos ocho, los ocho del inicio, los ocho del autobús camino del Casino, los trajes de gala, la cena buffet, las conversaciones de sobremesa redonda, enorme, la ludopatía en el aire, la calma antes de la tormenta...

Los ocho de la ruleta americana y los ocho de las mesas de cartas. Nunca había podido sentarme en una mesa de cartas del Casino de Madrid y es más divertido que ver una bola rodar hasta que se para en un número. Es más divertido porque depende de ti y porque las señoras se enfadan cuando juegas mal. "Tú has ganado el doble pero la mesa ha perdido". "La mesa" como concepto ludópata. El casino como patio de vecinas. Las señoras ponen sus 40, sus 50 euros por jugada y nos enseñan a apostar cuando debemos y a plantarnos si es necesario, siempre que no les toquemos las narices. "Acabaréis aprendiendo pero os costará mucho dinero", dicen, mientras Fer y yo contamos las fichas y pensamos "Si esto es perder, ¿cómo demonios será ganar?".

Los ocho, guapos, en la treintena. Es curioso que de los siete acompañantes en mi despedida de soltero, cinco hayan nacido en 1983. Tan curioso, si quieren, como el hecho de que la propia novia sea de 1983. Inés dice que ha sido pura cabezonería, que me empeñé tanto en enamorarme de chicas del 83 y el 84 que lo acabé consiguiendo. Puede ser verdad pero eso no explica lo de los cuatro chicos, con su comienzo de crisis, sus dudas y sus resignaciones.

No es una despedida de soltero al uso más que nada porque lo que se usa es humillar al novio y humillarse a uno mismo si es posible y nosotros somos gente aburrida, así que lo más por lo que tenemos que pasar es por algunas miradas extrañas según bajamos Fernando VI, porque combinar elegancia y Bocata VIP es complicado, y sí, acabamos en el Toni 2, pero ni siquiera nos agarramos al piano a berrear Rocío Jurado sino que nos sentamos en un par de sofás de terciopelo rojo, pedimos botellas de agua, y hablamos de Özil y Bale .

Y así pasa la noche, tranquila, entre amigos. El sentido de la despedida es que puedas decir adiós a algo que hacías y que crees que no echarás de menos. Despedirte de algo con una polla en la cabeza habla muy mal de tu pasado. Lo hablamos en la cena y lo hablamos en el taxi: yo creo que no voy a echar de menos mi vida de soltero. Los paradigmas de la vida de soltero, que incluyen, como hemos visto, antros poco deseables y multitud de noches perdidas cantando Vetusta Morla o Standstill durante la vuelta solo a casa esquivando cadáveres. Lo siento pero me cansé de esquivar cadáveres y abrir universos. En el fondo, estar soltero para mí era la posibilidad constante de abrir universos, empezar narrativas. Eso me dejaba poco tiempo, todo hay que reconocerlo, y puede que haya llegado el momento de cuidarse y que los universos simplemente sean otros.

Echar de menos es fácil desde la distancia precisamente porque estás en la distancia. Cuando estaba ahí no siempre era feliz. No voy a decir que no lo fuera nunca porque sería mentira pero tampoco vamos a confundir cinco estrellas con el firmamento y pensar que todas las noches fueron mágicas. No lo fueron. Las chicas lloraban y los chicos coqueteaban con la perversidad. A veces era al revés. Tiempos por los que hay que pasar porque está bien pasarlos, saber que has estado ahí y poder no volver. No necesitarlo. No querer volver. No necesariamente una huida sino una despedida. Perder la oportunidad de ganar el doble pero que la mesa gane. La ludopatía entendida como obra social. El matrimonio.

viernes, septiembre 06, 2013

Paseos psicoanalíticos


En la calle Montera, casi llegando a Sol, han puesto a un tipo disfrazado de bocadillo de jamón serrano. Sinceramente, he visto muchas técnicas raras de promoción, pero ninguna como meter a un tío en algo que sabemos que es un bocadillo de jamón porque él lo dice... pero lo mismo podría ser un perrito caliente rebosante de Ketchup Prima, y lanzarlo a las calles a pelearse con Pocoyó. La primera pregunta que me viene a la cabeza cuando lo veo, mientras bajo a toda velocidad para cruzar Sol, subir por Espoz y Mina, Callejón del Gato, Plaza de Santa Ana y así seguir mi paseo diario hasta Planetario-Arganzuela es "Si mi negocio dependiera de que un tío se tuviera que poner a 35 grados un traje de lana con forma de bocadillo, ¿le haría ponérselo?, ¿cuánto le pagaría por ello?, ¿compensaría el dinero?"

Son preguntas que hay que hacerse de vez en cuando para saber quién eres. A veces me pregunto qué pasaría si a alguien de Cuatro o de Intereconomía o de donde fuera me invitara a esos "Campamentos de Verano" que hacen con el fútbol como excusa para gritarse y decir tonterías. Si eso pasara y el dinero fuera suficiente como para reducir el número de horas y poder leer y escribir más y, como se suele decir, "garantizar el futuro de mi familia", ¿lo haría?, ¿iría a pelearme con Tomás Roncero y Juanma Rodríguez? Nadie me va a hacer esa pregunta en ningún lado así que es bueno que me la haga yo, creo que es muy bueno poder articular una respuesta y definirte de alguna manera.

O estar preparado, simplemente.

Bien, a la primera pregunta, la respuesta es "no". No voy a hacer que nadie haga eso, no le voy a hacer a nadie pasar por eso. Jamás. Si necesita dinero, le buscaré otro empleo. Si no tengo suficiente dinero para ofrecer empleos dignos, no seré empresario. Esa es la idea, respetar el orden social, un mínimo acuerdo moral para no comernos los unos a los otros. La respuesta a la segunda pregunta es "no lo sé". Yo diría que no, pero no lo sé, porque gritar no hace mal a nadie... puede ofender al gusto, vale, pero los que tienen un gusto medianamente desarrollado no ven esos programas. De momento me quedo con un "no" que podría ser "sí" si el dinero fuera mucho. ¿Nos vamos conociendo? Espero que un poco.

Por lo demás, ya digo, de paseo en paseo. El que más me gusta, el más repetido, es el que me lleva a Delicias, sube hasta Atocha, cruza el Reina Sofía, remonta la cuesta de la propia calle Atocha, acorta por Matute y se planta en Santa Ana. Después, ya saben, Callejón del Gato -tuve durante años una psicóloga en el Callejón del Gato; me parecía una imagen perfecta de mi vida: terapia y espejos distorsionados-, Espoz y Mina, Sol, Montera y Fuencarral hasta algún punto que puede ser Tribunal, Olavide o los cines Verdi, como ayer, cuando vi "The Act of Killing" con la Linda Vaquerita y creo que me perdí demasiadas cosas. Tampoco me lo pusieron fácil, todo hay que decirlo.

Mi psicólogo -mi nuevo psicólogo, un psicólogo menos espectacular, de Francisco Silvela y terapia gestalt- dice que paseo tanto porque así todo el mundo me deja tranquilo, porque mientras paseo no escucho el móvil y nadie me cuenta ningún problema y así puedo desconectar de este último año y pico, dos años y pico, diría yo, que han sido como para tumbar a cualquiera.

A cualquiera que se deje tumbar.

Puede que tenga razón, es decir, seguro que tiene razón pero tampoco quiero decirlo muy alto porque hay gente que entiende que hagas cosas solo y gente que se puede ofender y no quiero ofender a nadie. Soy hijo único, siempre he necesitado mi espacio, iba solo al cine ya de adolescente y ahora me paseo Madrid en busca de compañeros vivos. De paso, adelgazo, que el traje me tiene que quedar bien y quedan ocho días. Es curioso, porque esta idea de huir paseando choca con la de huir metido en un tonel, la huida "apártate, que me tapas el sol", la idea Diógenes en Sol o donde fuera, tienda Quechua, estatismo total, nobody moves and nobody gets hurt. Los paseos, de hecho, son carreras esquivando solidarios a sueldo por Fuencarral o dejando atrás dueños de Tipos Infames que intentan venderme lámparas por Hortaleza.

Qué gran gente los Tipos Infames, por cierto. Le dije a Curro que me casaba y pareció alegrarse. Luego hablamos de editores pero los editores me empiezan a aburrir. Al principio les aburría yo a ellos y ahora me aburren ellos a mí. Tampoco es nada personal, volvemos a lo de hacer las cosas solo de vez en cuando, aunque sea agotador, aunque los pies se cubran de ampollas y duela hasta la fascia y sigas adelante cambiando pisadas, haciendo lo que sea por avanzar a toda velocidad, cuesta arriba y cuesta abajo, el bocadillo de jamón serrano buscando clientes y los ingleses tomando paellas en las terrazas.

Imaginar que el dolor no es lo que te impide dar la siguiente zancada sino el miedo al dolor. Que el dolor, en sí, es soportable, casi siempre es soportable, pero el miedo... el miedo no. Como decían en "The act of killing" -de eso sí me enteré, ya ven- lo que te quita la dignidad es el miedo. El dolor, no, el miedo. Y si quitas el miedo, quitas prácticamente todo. Esto se lo podría decir Paulo Coelho, lo sé, lo que quizá no se atrevería a decirles y ya se lo digo yo gratis es que es imposible. Inténtelo si quieren, pero es imposible.