miércoles, octubre 18, 2006

Maike Lüdenbach y la teoría de los diez años

Dani Flaco tiene toda la razón: "No se puede nacer en 1986". Debería estar prohibido hacer que los demás se sientan tan viejos. Maike dice que le han llegado a echar 30 años, aunque eso es una exageración. Se ve que es joven, quizás en torno a los 22-23. Cuando se la oye hablar, cuando empieza a mostrar retazos de lo que ha sido su vida hasta ahora, uno se siente tentado a subir la estimación por encima de los 25. En ningún caso, 30.

Estamos en la Ronería culminando un largo día. Sobre todo para ellos que se encontraron un retraso en Barcelona y varios atascos en Madrid. Antes, la fiesta de Sol XXI ya comentada, los tres metidos junto a Astur, de la distribuidora Diablo y la entrañable Sandrita en un mini-camerino con luces de estrella de variedades. Antes, también, una cena extraña en el VIPS, a dos mesas de distancia de Koldo Serra, que me anuncia el pre-estreno de su película para el 1 de diciembre.

No sólo eso sino que se acuerda de mi nombre, algo nada habitual en este mundo. Irrelevante, por otro lado, ¿qué es un nombre?

Maike hablando sobre la juventud como si ella ya hubiera pasado esa época -1986, Mundial de México, Butragueño marcando cuatro goles a Dinamarca, ultimísimos coletazos de la Movida con la agonía de "La edad de oro", de "La bola de cristal", Enrique Tierno Galván enterrado...- y coincidiendo en prácticamente todo: la culpa es de los padres, que siguen siendo niños. Hasta sus hijos son juguetes y cuando se cansan se les compra algo y se les exige que jueguen con ello.

Luego está la ansiedad y el mundo al instante en cada momento. Todo el mundo en su inmensidad reducido a una pantalla de ordenador. La comunicación casi obligada, el control del teléfono móvil, el SMS, el correo electrónico, el GPS... La prensa adoctrinando como buen Gran Hermano: "¿Conoce usted a un famoso? Escríbanos para contárnoslo", en los artículos de mi ex-periódico.

Hay borregos y hay violentos, claro, pero la multiplicación de oportunidades -una multiplicación histórica, sin ningún parangón posible en ninguna época anterior- también sirve para que haya chicas de 20 años sacando su segundo disco, olvidando una carrera aparcada de modelo, hablando de ex-novios que salen por todos lados, analizando los problemas de la cocaína y las razones no necesariamente morales de su rechazo, pasando de 2Pac Shakur a D´Angelo sin olvidar a Christina Rosenvinge, un buen espejo en el que mirarse...

Y, después de todo, la música, claro. Nunca nos olvidemos de la música por mucho que los demás hagan lo que hagan: los versos del Flaco, la devoción de Sandra, el miedo de Maike al fracaso, porque lo que realmente nos importa nos maneja como una montaña rusa: de arriba a abajo y luego arriba. Helter Skelter.

Un bar que vuelve a ser acogedor, Ron poniendo las mejores canciones que se han escuchado en mucho tiempo, Maike haciendo cálculos: "todos los artistas tardan unos diez años en conseguir el éxito". Eso la deja en los 26 años. Tiene margen. Aún no ha calculado cuantos años puede durar ese éxito. No parece interesarle.

Flaco y yo nos miramos, pensando: "¿y si se nos han pasado esos diez años y no nos hemos dado ni cuenta?, ¿querrá eso decir que...?"

Pues sí, a lo mejor es lo que quiere decir, pero ¿qué vamos a hacer ahora que lo sabemos? Lo que está en nuestras manos es no rendirnos.