El CD de Pedro exactamente donde lo había dejado aquel lunes nefasto, esperando encima de la mesa camilla, todo sin tocar, tal y como estaba el pasado martes: sus gafas encima de la cómoda, los discos de Ana Belén en un cajón del armario, la foto de su nieta junto a la ventana, los libros -mi libro entre ellos- acumulando polvo en una estantería que no llegó a usar.
Decir ahora que Gloria Varona murió la pasada madrugada provocará que muchos fans de la música española se asusten, pensando en la compositora de "No me importa nada", la hermana del famoso guitarrista, la que firmó letras para Miguel Ríos, Ana Torroja, Ana Belén, Luz Casal, el propio Joaquín Sabina... Mi madre, en definitiva.
Sin embargo, no es así, porque Gloria Varona nunca compuso ninguna canción; los libros mienten.
El malentendido surgió en el principio de los tiempos, cuando Pancho decidió firmar Pancho L. Varona y mi madre hizo lo mismo y entonces la "L" de López desapareció y todo se quedó en el segundo apellido, el de su madre, el de mi abuela. Francisco López pasó a ser Pancho Varona, Gloria López pasó a llevar el nombre de su madre.
No se puede decir que Gloria Varona, ahora que vamos enfocando el personaje, tuviera una vida fácil, pero tuvo una muerte orgullosa. Uno puede morir tranquilo si no sufre y si sabe que puede dejar este mundo en paz. Es el caso. Gloria vivió rodeada de sus hijos y sus nietos durante sus últimos años y los vio crecer en todas las direcciones: hacia Sanabria, hacia San Vicente, hacia la literatura, hacia la adolescencia...
Tuvo que llevar las riendas de esta familia durante mucho tiempo y la familia ha respondido. Huérfana desde muy pequeña, joven en la Guerra Civil, viuda con dos niños a los que mantener, super-abuela que se ocupó de mi infancia, mi adolescencia, mi juventud, mi madurez...
Creo que lo importante no es sólo que ella pueda estar orgullosa de nosotros, es lo orgullosos que nos sentimos nosotros de ella. "Ni para morir ha dado problemas", decía mi tío ayer. Exacto, mi abuela, Gloria Varona, nunca dio ni un problema, siempre estuvo ahí para solucionarlos, angustiada demasiadas veces por no encontrar salidas mientras los años iban pasando y limitaban los caminos.
No se le puede pedir a nadie que viva para siempre. Mi abuela nunca quiso vivir para siempre, contemplaba con horror la idea de llegar a los 100 años, aunque todos pensábamos que... bueno... era vasca y muy cabezota, así que... pero no, 88 fueron suficientes. El número de flores que llegaron a lo largo del día al tanatorio de la M-30, el continuo pasar de gente dentro y fuera de la pequeña sala, los abrazos y llantos y sonrisas y recuerdos que se mezclaban en una tarde que anochece hablan bien a las claras de en qué se han convertido sus hijos.
Hablan bien a las claras de en qué los ha convertido ella.
El 28 de septiembre de 2007 mi infancia ha muerto. Viva mi infancia.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 9 horas