Una vez que los dos están fuera, solo quedan dos opciones: apostar por Fontàs o por Mascherano. El hecho de que el canterano haya hecho toda la pretemporada con el equipo y a la hora de la verdad juegue el argentino, con cinco días de entrenamiento, es toda una declaración de intenciones... Si Mascherano va a jugar de central, Busquets se queda como único medio centro para toda la temporada. Oriol Romeu podría ser una opción más adelante, pero fue sorprendentemente vendido al Chelsea.
Obviamente, la llegada de Cesc responde a un plan de Guardiola para equilibrar esa cuestión. Ahora mismo, es un problema, y grave.
Tan grave que el Madrid pudo hacerle un ocho en la primera parte al Barça. El equipo de Mourinho salió por fin a ganar, a por todas, presionando arriba, con un impresionante Benzemà, rápidas recuperaciones de balón y transiciones vertiginosas. El Barça no tenía salida, el Madrid monopolizaba el peligro y así llegó el gol de Özil, que justificó el intenso dominio blanco. A partir de ahí, el Barcelona se recuperó un poco: parte de culpa la tuvo el cansancio del Madrid, que se echó diez metros atrás, normal en pretemporada, y Messi retrocedió al medio del campo para enganchar... hasta entonces no había tocado el balón.
Diez minutos mágicos del argentino bastaron para dar la vuelta al marcador. Dejó a Villa en un uno para uno que el asturiano colocó en la escuadra con un disparo enorme y después venció en el choque a Khedira y Pepe y marcó el 1-2 al filo del descanso.
La jugada fue un ejemplo de lo que sería el partido: balón dividido, Khedira entra mal, Pepe y Messi chocan... y el portugués se va al suelo y protesta. Da la sensación de que los jugadores tienen un ojo puesto en el árbitro del minuto uno al noventa y eso no ayuda ni al espectáculo ni al colegiado ni a los propios jugadores. Un partido en el que cada jugada es discutida por diez tíos a la vez: cinco para protestarla y otros cinco para pedir tarjeta es un partido condenado a la violencia.
La rozó Pepe en un par de ocasiones desmedidas, el árbitro no quiso protagonizar otra rueda de prensa y prefirió mirar a otro lado. Alves, mientras, se retorcía como siempre en el suelo, otro gesto que no le ayuda en absoluto. Por lo demás, el partido del brasileño fue infame, al nivel de la pasada Copa de América con Brasil.
Vayamos a la segunda parte: el Madrid volvió a salir arriba, pero el Barcelona continuó con una buena inercia. Alexis estuvo muy peleón aunque poco brillante. Hizo bien de Pedro pero después Pedro haría aún mejor de sí mismo. La decisión de Pepe de subir al medio campo a presionar a veces ayudaba a su equipo, embotellando al rival, y en otras dejaba al Barcelona en un peligroso tres para tres en el área rival.
El Madrid demostró coraje, como siempre: no solo empató a balón parado, en otra jugada desastrosa de la defensa del Barcelona, sino que pudo marcar dos o tres goles tranquilamente, hasta que la salida de Xavi al campo equilibró el partido. Siendo sinceros, el resultado debió haber sido muy favorable al Madrid, que jugó más y mejor. Los estertores del encuentro nos dejaron dos penaltis para sazonar la rueda de prensa: uno muy claro de Valdés a Cristiano Ronaldo y otro casi igual de claro -menos para Sanchís- de Marcelo a Pedro.
¿Por qué no los pitó el árbitro? Porque pitar un Madrid-Barça se ha convertido en un asunto imposible: ya lo comenté antes, jugadores continuamente al borde de la violencia, otros exagerando cada entrada, cinco de cada lado protestando y en medio el público de uno u otro estadio gritando como locos. El colegiado pensó que Cristiano se tiraba y luego pensó que Pedro hacía lo propio. Llega un momento en el que uno no puede culparle por esos errores: cuando se juega constantemente a intentar engañar al árbitro es normal que este acabe desconfiando de todos.
En definitiva, el Barcelona salió vivo de un partido en el que no mereció ni de lejos empatar. Ahora bien, Messi es Messi y eso seguirá siendo así muchos años. El Madrid puede salir contento, se lleve o no el título en el Camp Nou: ha demostrado que puede jugar de tú a tú y ser superior, incluso tener más posesión de balón. Le falta calmar ese estado de sobreexcitación constante en el que vive estos partidos. Su entrenador no ayuda, pero ellos son los que tienen que tomar esas decisiones. Esperemos que la vuelta, en ese sentido, sea más tranquila.