lunes, agosto 29, 2011

Super 8


A los diez minutos de la película, J.J. Abrams tiene que tomar una decisión: centrarse en la historia de esos niños de pueblo americano, con sus pequeñas miserias paternas, y su locura por el cine de serie B o montar un pitoste tremendo a base de explosiones, efectos especiales, escenas milagrosas... con la influencia que eso tendrá en los niños, claro, que pasarán de ser un grupo de inocentes soñadores a una banda de superhéroes a lo grande.

Desgraciadamente, toma la segunda opción, y la película, como el tren, descarrila.

"Super 8" no es "Los Goonies", ni "ET" ni "Encuentros en la tercera fase". Lo más parecido a ese cine que se ha hecho en los últimos años es "Héroes", de Pau Freixa y Albert Espinosa y simplemente porque ellos sabían cómo se siente un niño ante una aventura. En "Super 8" ni siquiera hay rastro de la aventura más que dentro de tal hipérbole que, ya digo, permite que el protagonista pueda ser un chaval de 12 años descubriendo el mundo o el mismísimo Capitán América sin que, en rigor, haya ninguna diferencia.

No es una película difícil de ver, y permítanme que aclare esta frase porque es un poco confusa: dura dos horas y se pasan volando entre explosiones, apariciones extraterrestres y carreras desatadas en medio de electrodomésticos que surcan los aires. Sí, está bien hecha, son J.J. Abrams y Steven Spielberg... pero hay algo de inverosímil en todo ello. Puede que sea la edad, tanto la mía como la del mundo. En Los Goonies, los malos tenían un punto tierno, un punto de "El gordo y el flaco"... y los niños tenían un problema mucho más grave que una invasión extraterrestre: se iban a quedar sin casa.

Volvamos a "ET": el alien era una monada, una monada incluso cursi, visto desde la distancia... y "Encuentros en la Tercera Fase" es una película descomunal porque tiene personajes: personajes atónitos, enloquecidos, que buscan salidas que les enfrentan a sus familias, a sus amigos. Todas esas películas parten del verdadero pasmo ante el descubrimiento del mundo. No me parece el caso de "Super 8", ahí todo es demasiado artificial, más mezcla de "La guerra de los mundos" y películas de serie B tipo "Aracnofobia" con monstruos -terrestres o no- que amenazan a la raza humana sin verdadero conflicto de personajes.

En esta película, todo el mundo tiene prisa y nadie echa de menos a Willy el Tuerto.

Cuando los conflictos aparecen -sí, los niños se gustan, los padres se odian- hay un punto de topicazo y poca naturalidad en las historias, como si fueran lo que parecen: un relleno entre efectos especiales. Lo dicho: Abrams podía haber elegido entre los niños y la Historia y decidió elegir la Historia. No digo que sea una apuesta fallida pero desde luego no es la apuesta que uno espera encontrarse cuando va el cine con todos esos guiños de la crítica detrás.

Como aventura es insostenible. Tan insostenible que en vez del ingenio se apela a la indestructibilidad de los protagonistas. No hay trampas en subterráneos, solo hay poder jedi de convicción sacado de la nada y la capacidad de todos los buenos de las películas para salir indemnes de todo tipo de catástrofes, aunque viendo el detalle enfermizo de cada acción en la pantalla uno no se lo pueda creer. Un niño de doce años que ve cómo el mundo se derrumba a su alrededor y en vez de sufrir y angustiarse, decide salvar a su novia, no es un niño: en rigor, es un monstruo. O Superman. O el Capitán América. Elijan.

Puede que sea una buena película, pero no es la película ochentera spielbergiana que les venden los periódicos. Eso, me temo, ya quedó enterrado hace demasiado tiempo.