Aquello tuvo al menos dos fases: la primera, brutal, a partir de 1991: la guerra abierta entre serbios y croatas con el Puente de Mostar como principal escenario y la segunda, a partir de 1999, con los bombardeos de la OTAN sobre Belgrado para evitar las matanzas étnicas entre kosovares serbios (ortodoxos) y kosovares bosnios (musulmanes).
La primera me tocó en el instituto y la frase de moda era "Estados Unidos no se mete en Yugoslavia porque no hay petróleo, claro". La segunda me tocó en la Universidad y el discurso había girado maravillosamente a un "Estados Unidos es una potencia imperialista que tiene que meterse en todo". El petróleo por entonces no era motivo, lo volvió a ser en 2003.
Es muy probable que esta segunda reinterpretación del conflicto de los Balcanes fuera lo que me hizo dejar de ser de izquierdas, o al menos redujo el convencimiento: me parecía un puto disparate echarle la culpa siempre al mismo, hiciera lo que hiciera.
Por lo demás, mis recuerdos son más bien baloncestísticos, como suele suceder. En el verano de 1991 la selección yugoslava se estaba paseando por el Europeo de París. Era el tercer año consecutivo de paseo: un equipo formado por Zdovc, Petrovic, Kukoc, Radja y Divac más las aportaciones desde el banquillo de Perasovic, Sretenovic, Paspalj, Savic, y los jóvenes Djordjevic, Danilovic y Komazec. Una broma de equipo, vaya, aunque en ese Europeo en concreto Petrovic se reservó y no asistió a la convocatoria.
La declaración de independencia de Eslovenia y Croacia coincidió con el transcurso de la competición y cuando llegaron a la final contra los italianos, las autoridades eslovenas prohibieron a Jiri Zdovc jugar el partido o participar en la entrega de medallas representando a un país que para ellos ya no existía. Zdovc aceptó sin rechistar y de ahí la cosa solo fue a peor: Divac se peleó con Petrovic, Serbia fue descalificada de cualquier competición deportiva durante cuatro años y las matanzas se extendieron por toda la zona, odio acumulado de décadas y décadas, administrado cuidadosamente por Tito, curiosamente un croata.
La Unión Europea no hizo nada. Alemania acogió bajo su hombro a Eslovenia y eso libró a ese país del acoso y derribo. Los demás, allí se las apañaran. En el medio de Europa morían miles de personas, trinchera a trinchera, todos contra todos, mujeres y niños primero, pero los señores políticos discutían los criterios de convergencia económica y de vez en cuando algún portavoz miraba un poquito al horizonte, decía "Pero, bueno, compórtense" y luego seguía a lo suyo.
Efectivamente, tuvieron que pasar ocho años de cruenta guerra y la posibilidad real de que entre Milosevic y Karadzic se cargaran a todos los bosnios para que Bill Clinton dijera basta. Si Europa no iba a hacer nada pues tendría que hacerlo Estados Unidos, que ya ves tú lo que les iba a ellos en la historia. Es cierto que en vez de hacerlo por su cuenta se apoyó en ese ente abstracto llamado "la OTAN", que básicamente es Estados Unidos
cuando se pone mandón. Como aquello de "Amanece que no es poco": "
La guardia civil ha perdido las elecciones pero las ha ganado la secreta... No pasa nada porque la secreta también somos nosotros".
Entonces empezaron las manifestaciones en mi universidad, mi ciudad y mi país. Matanzas étnicas... bueno, vale; ¿cientos de miles de muertos y refugiados en campos de concentración? Tampoco es para tanto... ¿Intervención de Estados Unidos? ¡Hasta ahí podíamos llegar, imperialismo! Y bueno, pues Mijatovic salió a encabezar manifestaciones en Madrid, Djordjevic sacó lloroso una pancarta "Stop the war" al final de un partido en el Palau para ovación cerrada de todo el pabellón, muchos de ellos portando sus banderas catalanas, que en el equivalente serían como las bosnias a los ojos de un serbio y el disparate aumentó sin rubor alguno.
Al final Kosovo se partió en dos. Montenegro se escindió también y Yugoslavia pasó a llamarse Serbia, sin más, el reducto final. Aunque parezca increíble, con ese nombre todavía les daría tiempo a ganar un Eurobasket y un Mundial y contratar a Javier Clemente como seleccionador del equipo de fútbol.