martes, enero 02, 2007

Ficciò, de Cesc Gay


Quizás en el cine deberían hacer como en el Casino, que te pudieras apuntar a una lista y te prohibieran la entrada. Para determinados días. Por ejemplo, y por diversas razones, el Año Nuevo de ayer invitaba a todo menos a meterme a ver una película catalana, lenta, pródiga en silencios.

Lo que, en otro momento hubiera podido ser una delicia, un disfrute -adoro los silencios y, especialmente, la facilidad de los cineastas catalanes para manejarlos- se convirtió en una tortura inacabable.

También sería conveniente que, además de prohibir el acceso a los espectadores según su estado de ánimo, prohibieran a los directores hacer películas cuando no tienen absolutamente nada que contar. Eso ayudaría, en parte, a resolver el primer problema.