Soy un tipo dominado por las técnicas publicistas. Esta mañana casi contrato un seguro para mi tarjeta de crédito y por la tarde he ido a ver "Bobby", la película cuyo cartel ocupa todas las marquesinas de autobús de Madrid.
El filme se centra en el día de la muerte de San Robert Fitzgerald Kennedy que vino al mundo a redimirnos de nuestros pecados y entregar su vida por la salvación de los Estados Unidos -con imagen de la bandera americana ondeando al final, por supuesto-. En ese funesto día, varias historias se entrecruzan en el hotel donde se celebrará el triunfo o se lamentará el fracaso de las primarias en California.
Como "Vacaciones en el mar" pero con actores buenos.
Hagamos un poco de memoria histórica: Robert F. Kennedy, hermano de JFK y Fiscal General durante el Gobierno de éste (1960-63) se lanza al ruedo político como candidato del partido demócrata. Antes, tiene que superar las primarias de ese partido y las cosas no le van bien: el senador Eugene McCarthy, considerado el relevo natural del hasta entonces presidente Lyndon B. Johnson, gana en Wisconsin, Pennsylvania, Connecticut y Oregon. RFK consigue el triunfo en Indiana.
Así las cosas, el propio Kennedy afirma que, si pierde California, se retira de la puja electoral. Su discurso consiste en repetir "paz" y "justicia". Paz en Vietnam. Justicia entre razas. Pocos días después de anunciar su presencia en las urnas, asesinan a Martin Luther King, algo así como su "alter ego". Es 1968.
Aparte del pequeño contrasentido que supone que el Fiscal General de la Administración JFK -que empezó el envío de tropas a Vietnam del Sur- utilice dicha guerra como única arma política, Bobby tiene un problema electoral: su discurso está dirigido a las minorías. A los negros, a los latinos, a las mujeres, a los pacifistas. Sí, de acuerdo, es el verano del amor, pero aún así en EEUU sigue dominando mayoritariamente el conservadurismo racial y un patriotismo rancio.
Esperando el resultado de California, varios miembros del equipo de Bobby entran y salen del Hotel Ambassador, sus historias se cruzan con las de los moradores habituales del edificio -una cantante avejentada, una estilista cornuda, un director de moral relajada, un camarero chicano loco por el béisbol, una pareja de recién casados con firmes ideales políticos...- hasta que llega el momento de anunciar la victoria de Kennedy, su persistencia en la lucha electoral y el fatal desenlace.
Como película hagiográfica es perfecta. Si a uno le gusta mucho la figura de RFK la puede disfrutar. Como película con mensaje, aburre. Más que nada por la manía de repetir cada mensaje dos veces. Como película pastiche no está mal. A veces resulta entretenida. Los personajes no son malos y están muy bien interpretados.
Con todo, me parece prescindible. Creo que es una de esas películas para consumo interno que llegan a Europa y no sabemos muy bien qué hacer con ellas...
Por cierto, y para los interesados: al final Eugene McCarthy también retiró su candidatura y el elegido en la Convención Demócrata fue Hubert Humphrey. Fue derrotado en noviembre de 1968 por el candidato conservador, Richard Nixon, quien se apuntaría el tanto de firmar la paz en Vietnam y que fuera derrotado por un puñado de votos en 1960 por un tal John Fitzgerald Kennedy.