Es difícil encontrar una belleza tan inquietante como la de Berta Socuéllamos en "Deprisa, deprisa", de Carlos Saura. Un juego entre inocencia y crueldad, sin saber nunca hacia qué lado se inclinará finalmente. Curiosamente, Berta no era actriz, como no lo eran sus compañeros de reparto. Digo "curiosamente" porque su interpretación es algo más que "natural" o "realista".
El cine de género de los 70 y los 80, encabezado por Eloy de la Iglesia, es una de mis debilidades, he de reconocerlo: ese aire de arrabal chunguitero, tiroteos en plena calle, señoras que fallecen en una cabina de teléfono, persecuciones por carreteras secundarias... Supongo que se ama o se odia, no hay término medio.
Cuando se intenta buscar un término medio uno acaba como Albaladejo, haciendo "Volando voy".
Todos sabemos lo que pasó con El Vaquilla, El Pirri, Manzano, etc. Todos conocemos, más o menos, la historia de "La Ciudad de los Muchachos" y proyectos semejantes. Sin embargo, de Berta Socuéllamos, sorprendentemente, no se ha vuelto a saber nada. Internet no es una fuente fiable: unos dicen que murió de sobredosis y otros aseguran que sigue viviendo en Villaverde, casada con José María Hervás, otro de los protagonistas de la película.
Como uno siempre quiere pensar bien, mejor aceptar la segunda hipótesis. La primera resulta demasiado "ad-hoc".
En ese caso, alguien debería rescatarla si aún está a tiempo. Si no, al menos rescatar su imagen perturbadora de niña con bigote postizo.