Soy un fan absoluto de Nacho Vigalondo. Supongo que porque tiene todo lo que a mí me falta: valor, sentido del humor, capacidad para romper barreras y dedicarle vídeos a
Coetzee. Por supuesto, él asume que esos riesgos no van a funcionar siempre y no es necesariamente un tipo confiado, seguro de sí mismo.
A veces da exactamente la sensación contraria.
Pero lo intenta, claro que lo intenta. Desde
"La Hora Chanante" a
La Costa Brava, pasando por mil
homenajes a Philip K.Dick y una nominación a los Oscars.
Nacho se presenta en el Café Manuela con el pelo más largo que otras veces y reconoce estar nervioso, agitado, en "uno de esos días" y piensa en ponerse a beber absenta a las cinco y media de la tarde, pero al final prefiere un "kiri real" o algo así y nos ponemos a hablar a gritos en una mesa que nos han colocado especialmente -el dueño del Manuela conoce a Nacho de vista y eso tiene sus ventajas- pero que está justo delante de los juegos de mesa que una vez tras otra vienen a recoger distintos clientes, con lo que Nacho tiene que mover la cabeza y esquivar brazos y manos y piernas y ansias.
Es una entrevista convencional, apenas una charla, porque no hay tiempo para charlas. Tiene demasiado bagaje detrás como para entretenerse y aunque de vez en cuando paro de escribir y nos detenemos en
Koldo Serra o
Borja Crespo, en nuestra común admiración por Txumari Alfaro o en la necesidad post-postmoderna de romper barreras y llevar de una vez a
Nacho Vegas y a Morrissey a competir a Eurovisión, la mayoría del tiempo sigo un cuestionario larguísimo que, pese a todo, no incluye
"Me huele a canela" ni
"Gremlins III".
Porque no se puede todo.
Como buen mileurista, se siente culpable de haber pasado su blog a "El País" por dinero, como si fuera una vergüenza cobrar por lo que uno hace bien y la conversación se desliza hacia el recurrente tema de "
7:35 de la mañana", con todo, uno de los mejores cortos de la historia del cine español y que le permitió convertirse en miembro de la Academia. El martes vuela a Los Ángeles a apoyar a Borja Cobeaga.
Varios trivials, tabús y monopolys después -el Manuela es una exposición de celo- acabamos hablando brevemente de mi corto, porque no creo que sea bueno hablar de ello más que brevemente y de la ilusión que Nacho tiene por
"Los Cronocrímenes" y consigo hacerme invitar a alguno de los pases previos, que no es poco.
Y entonces, sólo entonces, a las dos horas de llegar, me atrevo a hablar un poco de mí.