Otra vez la oscuridad mezclada con la miopía. La sensación de estar completamente solo encima del escenario, aunque oigas los ruidos y las voces, aunque puedas mirar a tu izquierda y ver a Antonio, mirar a tu derecha y ver a Pancho. El temblor en las piernas, difícil de controlar, sólo tensándolas por completo. Creo que prefiero un temblor en las piernas a un temblor en las manos, mucho más complicado de disimular.
La mirada de Lalita, la única que llega, desde la primera fila, mi nombre repetido con entusiasmo. La sonrisa de artista, porque uno aprende a sonreír, tanta televisión, tanto escenario, tanta presentación de libros... El miedo atroz que va pasando conforme la letra se va desenrollando, la inseguridad a la hora de esperar el acorde adecuado para entrar.
Los halagos, también, pero ¿quién no va a halagar al sobrino de Pancho? Privilegios de sangre.
Un concierto raro, porque lo que iba a ser una gran fiesta quedó en algo íntimo, con B. y yo como únicos espectadores desde nuestra mesa compartida. Carmela y Rocío, las hijas de Sabina, sentadas justo detrás de nosotros (por cierto, ¿no hay algo sucio en hacerse fotos con chicas de 15 años sólo porque son hijas de alguien, no es como heredar una condena? Y, obviamente, no lo digo por Antonio...). Si por mí fuera, Rocío sería actriz y Dani, actor.
Si fuera por Dani tampoco habría problemas.
El agotamiento producto de los nervios. Uno se vuelve un maleducado cuando le entra el agotamiento. Es difícil de explicar pero es así. Lo que quiere es irse a casa, y no aprecia los cumplidos, ni atiende a los familiares, ni valora como debe el hecho de que alguien diga "yo leo tu blog", porque al fin y al cabo no son tantos los que lo leen.
Conversaciones pendientes con Marian y Víctor Alfaro. Será en Clamores, quizás, el 13 de marzo. Quizás sea antes, con un poco de suerte.
El recuerdo de Las Bridas en un vídeo de móvil. El recuerdo de las cinco de la madrugada y el whisky sobre la mesa. Ángel González cantando, Amaranta y Lena sonriendo. No hubo nada de eso ayer. Un día raro, ya lo he dicho. Un éxito rotundo, también. Casi 500 personas sin contar invitados. Muchas caras de cansancio y el cansancio sólo puede indicar un trabajo bien hecho.