Si algo hay que agradecerle a Philip Roth en su penúltimo libro, "La conjura contra América" es que no caiga en la tentación de un pacifismo barato. De hecho, en cierto sentido, el libro es un alegato contra el pacifismo barato y cómo la "paz" sin más puede llevar al horror más absoluto.
La historia es atractiva: temerosos porque el gobierno Roosevelt haga que Estados Unidos entre en la Guerra Europea de 1939, el pueblo americano decide confiar la presidencia a Charles A. Lindbergh, el famoso aviador del "Espíritu de Saint Louis" y un auténtico héroe nacional. La propaganda de Lindbergh se basa simplemente en un "no a la guerra", pero lo que esconde es una comunión de principios con la Alemania nazi.
Los protagonistas de la historia, una familia de judíos demócratas del barrio de Newark, New Jersey, ven como sus vidas se van complicando entre la paranoia y las medidas represoras de una administración antisemita gobernada por Lindbergh y Henry Ford.
Bien, esta es una de esas novelas en cuyo argumento está condensada toda la trama. Realmente, una vez sabido esto, la novela no avanza en ningún momento. Todo son reflexiones acerca de lo terriblemente malo que es el presidente Lindbergh y lo estúpidos que son sus votantes. Reflexiones particularmente vacías si tenemos en cuenta que el miedo a la intervención armada no impidió, de hecho, a los estadounidenses reelegir en 1940 al presidente Roosevelt.
La manera de contar la caída de Lindbergh y la vuelta a la normalidad democrática coincidiendo con el bombardeo de Pearl Harbour es decepcionante. Tremendamente decepcionante.
Por lo demás, es un best-seller entretenido.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 5 horas