Lo triste de Leo Bassi es su empeño en llegar tarde a todos los sitios: al dadaísmo, al happening, a la Ilustración... Su desubicación constante. Antiguo y radical, le llamaban en "La Hora Chanante".
Sí, antiguo, muy antiguo. Rancio, incluso, con un intenso olor a naftalina. El crucifijo contra la razón. Maravillosa metáfora dieciochesca. Desde Nietzsche para acá, el crucifijo ha perdido la batalla, no hay ningún interés en seguir enviando cruzados. Leo Bassi quiere ser Nietzsche pero desde fuera de Nietzsche, desde la "razón".
No sabe lo que quiere decir, la razón es ahora mismo la más moderna de las religiones.
Luchar contra el Crucifijo, en Madrid, en 2007. Nosotros, los hijos de nuestro tiempo, del triunfo absoluto del racionalismo irracional, abstracto, lleno de superchería y milagro; del ateísmo que engendra a su vez la fe ciega en la ciencia, la técnica, la paz, la utopía hasta convertir a cada una a su vez en un pequeño dios adorado, no le vemos mérito a esa batalla. Es una batalla tardía, pasada. ¿Quiere escandalizar Leo Bassi? Bien, le sugiero Riad o Teherán. Adelante, hay motivo.
A menudo se autocalifica de "bufón". Tampoco sabe lo que significa eso. El bufón entendido como monstruo, como divertimento mediante el escándalo, lo grotesco, lo antinatural... según los criterios de diversión, escándalo y naturaleza del poderoso. Siempre la mano del Rey y su cortesana detrás de los delirios pactados del bufón.
Eso es Leo Bassi. Lo peor es que se cree un valiente. Luchar contra el Crucifijo y creerse un valiente. Me resulta divertido. Como ateo, me resulta muy divertido. Casi tanto como cuando explotaba boñigas en la televisión. Igual que un niño pequeño. Un niño pequeño de otro siglo.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 6 horas