… ahí McEwan se estanca. Al menos en su última novela, “Sábado” y en la que le dio el Booker Price de 1998, “Amsterdam”. Pareciera como si el escritor quisiera introducirse en un mundo que no conoce, darle un final a su historia propio de Patricia Highsmith adentrándose en estilos que no le resultan cómodos.
El final de “Amsterdam” no es tan desastroso como el de “Sábado” pero comparten puerilidad. No es ya que no sean verosímiles, es que resultan incluso inocentes, nada que ver con el formidable estilo de las doscientas páginas anteriores.
Este tipo de fallos no convierten a Ian McEwan en un mal escritor, pero sí arrojan dudas sobre si realmente es uno de los grandes de nuestros tiempos. Aunque son sólo dos obras, claro. Un consejo: léanlas y saquen sus conclusiones. Me equivoco muy a menudo.