Durante los múltiples partidos de pretemporada, pudimos ver
una muestra de casi toda la cantera barcelonista, desde el filial al Juvenil,
exceptuando los que iban cumpliendo sus compromisos con las diversas
selecciones nacionales en categorías inferiores. Si algún jugador llamó la
atención entonces fue Isaac Cuenca. Por supuesto, muchos tuvieron detalles e
importancia, incluso Jonathan Dos Santos apuntó al primer equipo como lateral
derecho, pero aquel Cuenca era una cosa seria.
No sabía yo por entonces que el chico había sido decisivo en
el ascenso del Sabadell a Segunda División. Jugar en 2ªB, jugar en condiciones
duras, en general, fortalece a cualquiera. Que se lo pregunten a David Silva, que llegó a
pasar un año entero en 2ª con el Eibar, ni más ni menos.
El caso es que la aparición de Cuenca ha ayudado al
Barcelona a resolver un claro problema de fluidez que iba más allá de las
puntuales actuaciones de Messi. Cuenca ofrece lo que ningún otro jugador puede aportar
ahora mismo salvo quizá Dani Alves cuando se incorpora desde el lateral:
desborde por la banda, uno contra uno… y unos centros fantásticos, con rosca,
la típica “banana” para que cualquiera, incluso Cesc, se limite a poner la
cabeza para marcar gol.
Con Cuenca y Adriano de insólitos extremos, el Barcelona
salió al campo algo frío, incómodo. Valdés salvó al equipo del 1-0 y batió de
esa manera el record de imbatibilidad que tenía en sus manos el mítico Reina
desde los años 70. Gran parte del mérito, por supuesto, es del guardameta de
Gavá, cuya mejoría en los últimos años es palpable… pero igual que metíamos
palos a Guardiola a principios de temporada por la desorganización constante de
su defensa, démosle ahora el mérito del orden y la solidez. Al Barcelona no
solo no le marcan desde septiembre sino que apenas le llegan a puerta.
Sí, volvemos a la figura de Guardiola. Messi proyecta tanta
sombra que su técnico parece que solo tiene que ponerle en el campo y quedarse
mirando. Bueno, algo de eso hay, pero para que Messi pueda sentenciar los
partidos, tiene que haber un trabajo detrás que se nota especialmente cuando
falta. El Barcelona tuvo tres partidos malos en ataque y Guardiola se inventó
dos extremos muy pegados a las bandas, se sacó a Cuenca de la chistera y
permitió que los dos falsos delanteros tuvieran más espacios. Messi y Villa
ante el Mallorca. Messi y Cesc ante el Viktoria Pilzen.
Abriendo el campo y con un Piqué imperial, el Barcelona se
fue haciendo con el control de un partido incómodo por el frío, el campo y una
afición checa realmente admirable. Poco después de la parada de Valdés, Messi
forzó un nuevo penalti –van tres en cuatro partidos después de unos quince sin
que le señalaran ninguno-que derivó además en la expulsión del defensa local y
el posterior lanzamiento se convirtió en el 0-1.
Obviamente, ahí se acabó el partido. Piqué se incorporó como
un centrocampista más, Cesc se quedó de acompañante de Messi, Thiago volvió a
hacer uno de esos partidos en los que está en todos lados y no hace nada mal,
la transición al estrellato, y el Viktoria se limitó a verlas venir, que no es
poco. Antes del descanso, una jugada con varias paredes terminó en los pies de
Messi para fusilar el 0-2. Era el quinto gol del argentino en cuatro días, no
sería el último.
La segunda parte sobró por completo. Algo habitual en los
partidos de Real Madrid y Barcelona, necesitados de ahorrar cada gramo de
fuerza. El único que lo intentó una y otra vez fue Cuenca, saliendo hacia fuera
en vez de hacia dentro, la especialidad de Villa o Pedro. Tras un maravilloso
centro suyo con el defensor encima, Cesc cabeceó el 0-3. La mitad de los
jugadores se fueron a abrazar al canterano. Decir ahora si este jugador va a
ser una estrella o siquiera un jugador decisivo es mucho decir. Incluso es
irrelevante: el caso es que ahora mismo cumple un papel importantísimo y lo
cumple a la perfección.
No quiso cebarse el Barcelona en la goleada, aunque alguna
oportunidad tuvo para ello: Thiago remató al poste tras un pase imposible de
Messi, quien tuvo también su oportunidad en lanzamiento de falsa. Hubo que
esperar al descuento para ver una combinación entre Messi, Cesc, de nuevo Messi
y Piqué, cuyo taconazo de filigrana en tres cuartos del campo contrario
permitió al argentino marcar su segundo hat-trick consecutivo. Son 22 goles en
17 partidos oficiales, cinco ya en la Champions League, donde ha sido el máximo
goleador las últimas tres temporadas. Desde que llegó Guardiola al banquillo,
lleva 160 goles. Ha jugado 176 partidos, varios de ellos como suplente. Con eso
se dice todo.