Conforme avanzaba la rueda de prensa y Esperanza Aguirre
seguía nombrando responsables de las manifestaciones contra los recortes en la
educación pública –interinos, 15-M, Rubalcaba, sindicatos, Tomás Gómez…- era
inevitable pensar que la cosa no quedaría ahí y seguiría con Ovrebo, Platini,
Villar, UNICEF, Khedira… hasta llegar a
un punto de identificación total con José Mourinho.
Ya se sabe que, en las malas, los gobernantes de este país
nunca tienen la culpa sino que se limitan a pasar por ahí haciendo frente a
viles conspiraciones.
Otra cosa es el nivel de lo que queda enfrente. Almudena
Grandes, por ejemplo, que en un artículo con el muy pedagógico título de
“Mentira cochina” –un titular muy LOGSE, si lo piensan- defendía la escuela
pública porque sus profesores habían pasado unas Oposiciones mientras los de la
privada normalmente venían rebotados, incapaces de pasar la criba.
No hace falta desprestigiar a nadie para defender la
educación pública, menos aún recurrir a argumentaciones que dejan abiertas unas
puertas enormes a la crítica. Desde luego, aprobar unas Oposiciones para
convertirse en profesor de secundaria no es algo fácil, pero, desgraciadamente,
no es algo que tenga siempre que ver con los méritos del candidato sino con su
facilidad para entrar de interino en el momento adecuado, sumar puntos y puntos
de experiencia, pagar unos cuantos cursos y limitarse a sacar un 5 en el examen
final.
Hace tiempo que la educación pública, o sus estamentos, se
desentendieron de cualquier criterio de calidad a la hora de seleccionar a sus
docentes. ¿Quiere eso decir que los que trabajan en institutos, centros de
formación o escuelas oficiales de idiomas son todos unos inútiles? Desde luego
que no, pero llevan años viendo cómo entraban verdaderos zotes solo a base de
dar cabezazos contra la puerta hasta que acababa cediendo.
Durante demasiado tiempo, el profesorado público ha
consentido la endogamia cuando no la ha defendido activamente. Un
concurso-oposición donde los “méritos” –insisto: cursos en ocasiones muy
dudosos y años de experiencia sin evaluación digna de tal nombre- cuentan tanto
como una prueba de conocimiento teórico y la exposición de una programación
didáctica frente a un tribunal, es un verdadero coladero de mediocres.
A cualquiera que viera cómo, con una nota que le colocaba
entre los 25 mejores de Madrid en los exámenes, acababa con 100 candidatos
delante al entrar el concurso a escena, le hubiera gustado que entonces alguien
hubiera salido a protestar, a decir “hay mucha gente muy valiosa quedándose en
la calle o trabajando con contratos muy precarios... porque el sistema de
acceso es injusto”. Nadie lo hizo. Entonces, la calidad de la enseñanza pública
no importaba mucho o al menos no tanto como para movilizar ni a medio claustro.
Entre bomberos conviene no pisarse las mangueras y ese
refrán ha funcionado en instituciones públicas de enseñanza durante demasiados
años para perjuicio de los estudiantes pero, sobre todo, de los profesores
válidos, los que se dejan la garganta y el corazón en cada clase y además
tienen que resolver los desaguisados del que llega y se sienta cómodamente
mientras ordena leer el libro de texto al alumno de turno o se pide una baja de
muy difícil explicación.
Una baja que antes acababa cubriendo alguien como yo,
parásito para Aguirre e inútil para Grandes, y que ahora no cubrirá nadie, lo
que obligará a multiplicar el trabajo de los demás. Razón suficiente para una
huelga, desde luego, pero motivo también para la reflexión y la denuncia
interna. El infierno no siempre son los otros y ese es un cuento que no solo
deberían aplicarse Aguirre y Mourinho.
Nota: Este artículo fue escrito para el diario El Imparcial pero no llegó a tiempo, aunque aparece en la lista de mis artículos no llegó a ser publicado. Data de mediados de octubre del año pasado, de ahí algunos leves anacronismos, pero me daba pena que se perdiera...