Aquí el previo...
Lo primero que uno debe tener claro cuando llega a la entrevista con un actor en plena promoción de su película es que la jefa o el jefe de prensa te van a decir, nada más llegar, que hay un problema. Y que ese problema, por supuesto, es culpa tuya. Algo que no has mandado, una instrucción que no diste, una hora que no era la adecuada, algo que al actor o la actriz le resulta innegociable…
Lo segundo que uno debe anticipar, para evitar ataques de
ansiedad innecesarios, es que ese problema lo van a resolver en cinco minutos
porque ese es su trabajo y así todos quedamos contentos: Panenka puede sacar
sus fotos “aunque no nos lo habíais pedido oficialmente y ya ha pasado la hora”
y en el servicio de prensa de la distribuidora sienten que el mundo es un
poquito mejor gracias a ellos, lo cual, por otro lado, es verdad.
Mañana de locos en el hotel “Me” de la madrileña Plaza de
Santa Ana. Desfile de fotógrafos, redactores y presentadores de televisión y
radio. Ir y venir de caras conocidas: Lluis Homar, Marta Etura, Alberto Ammann…
un pequeño caos organizado en el que, tímido, metido en una especie de reservado,
dentro del restaurante del hotel, nos espera Daniel Brühl.
Jose le explica quiénes somos y qué queremos. “Nada de
sensacionalismos”, advierto, “fútbol y cine, eso es todo” y a Daniel le parece
bien, me recibe con cordialidad, una sonrisa enorme en la boca y un “me suena
tu cara” que puede ser verdad –Brühl y yo nos conocimos hace tres años y medio
en un festival de cortometrajes de Fuerteventura- pero que probablemente no sea
sino una confusión. En aquel festival yo solo era una cara más. Él era LA CARA
con mayúsculas.
En fin, Brühl y yo metidos en la mesa reservada, grabadora
en mano como en los viejos tiempos, hablando de Mundiales, selecciones y
equipos perdedores. Es fácil saber cuándo a alguien le gusta de verdad el
fútbol. Mucho más fácil si ese alguien lleva horas hablando sobre un personaje
de una película y de repente le preguntas por Schweinsteiger. La sonrisa del
aficionado, la ansiedad casi, el nervio con el que habla del subcampeonato de
México, de la unificación alemana meses antes de Italia 90, el corazón dividido
que supone ser mitad alemán y mitad español en estos tiempos de semifinales y
finales… y la carcajada para reconocer que, sí, que al árbitro mejor insultarlo
en español, donde va a parar.
Durante diez minutos Daniel Brühl es Daniel Brühl, el
hincha, el futbolero, el que entiende de tácticas y entrenadores noruegos.
Luego, aún con la sonrisa en la boca, se despide y va a otra mesa, a otro mundo,
otro chico con cara que quizá le suene, grabadora en mano dispuesto a
preguntarle por su personaje. La normalidad y la rutina del actor en gira.
Y aquí el primer punto de la entrevista o su primera respuesta, más bien...
"Mi primer recuerdo futbolístico fue el Mundial
de 1986. No me dejaron ver la final y la ganó Argentina. Me pasé un buen rato
llorando, fue un momento de verdad horrible. El Mundial del 90 fue una de esas
casualidades de la vida porque llegó meses después de la reunificación alemana.
Era un momento política e históricamente muy fuerte y si además le añadimos lo
que afecta el fútbol a la gente, a las masas, fue como la guinda del pastel. Recuerdo
que estaba en España, pasando las vacaciones en el pueblo de mi madre, y jugaba
al fútbol. Todos me querían para su equipo porque, aunque no fuera muy bueno,
lo de ser “el alemán” llamaba mucho la atención en ese momento. Había esa
imagen competitiva.
Sinceramente, la próxima Eurocopa prefiero que la gane Alemania, porque ahora España ya lo ha conseguido todo..."
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