El Barcelona tenía una misión muy simple ante el Zaragoza: que el partido no se complicara y que ningún jugador se viera más exigido de lo normal después de dos semanas de viajes interoceánicos, siempre con el partido en San Siro en el horizonte, donde el equipo de Guardiola se jugará el primer puesto en su grupo de la Liga de Campeones.
En ese sentido, el trabajo de los azulgrana fue impecable:
de nuevo con el 3-4-3 en el campo y con la presión para recuperar balón al
nivel de los últimos tres años –algo que se echó mucho de menos en los primeros
partidos de la temporada-, el Barça apabulló al Zaragoza desde el primer
momento. La única duda podía ser la posición de Keita en el pivote, pero el
juego ni siquiera pasó por sus pies sino por los de Xavi y Cesc casi en tres
cuartos del campo maño.
Aquello era un suicidio. Una cosa es echarte atrás y otra
cosa es dejar al contrario jugar a placer a 30 metros de tu portero. Con Helder
Postiga como única referencia, lejanísima, en ataque, el Zaragoza ni siquiera
amenazó con la contra y en ese escenario, ganarle o empatarle al Barcelona solo
puede depender de la suerte o de que tu portero lo pare todo, como sucedió ante
el Sevilla.
De hecho, Roberto empezó en modo Varas, deteniendo, o más bien rechazando, varias jugadas de Cesc y Messi. El partido de los dos fue sobresaliente, no así el de Alexis, al que todavía le queda mucho para ponerse en forma. Solo el triángulo Cesc, Xavi y Messi ya se bastó para poner en apuros en cada jugada al Zaragoza pero, por si eso fuera poco, la defensa del balón parado por parte de los de Aguirre rozó el ridículo durante todo el partido y eso ya sí que son demasiadas facilidades.
En una falta lateral sin peligro aparente llegó el primer gol de la tarde, obra de Piqué, a placer, rematando un centro con rosca de Xavi casi en el área pequeña sin que nadie le estorbara.
No cambió demasiado el escenario tras el gol: el Barcelona siguió donde estaba, cómodamente, y el Zaragoza no se atrevió a salir un poco no fuera a caerle una goleada mayor al descanso. Messi lo intentó una y otra vez con ese punto algo ansioso que le vemos últimamente y que hace que pierda a los compañeros de vista en algunas ocasiones. Por supuesto, es el mejor del mundo y se lo puede permitir, pero es aún mejor cuando además de marcar, asiste. Eso lleva haciendo tres años y es de suponer que esta racha un tanto individualista se pasará pronto.
Tanta precaución visitante y tantos errores locales en la definición no evitaron que el propio Messi marcara el segundo al final de la primera parte tras un pase medido de Cesc, que se encontró como en los mejor partidos del Arsenal, dominando todo el ataque de su equipo y como referencia en la llegada y la triangulación. Solo una cierta torpeza en el remate evitó que se fuera con un gol o incluso dos.
Hablar de la segunda parte es insistir en el guion. La intensidad aumentó de manera a veces mal entendida. Demasiados choques y demasiadas entradas peligrosas para un partido tan decidido. Sin nada que perder, el Zaragoza se estiró un poco gracias a Lafita, enorme jugador, y Juan Carlos, que aprovechó la ausencia de Alves en el lateral, fijado como estaba el brasileño en el ataque, de interior más que de extremo.
Nada demasiado relevante, en cualquier caso: ni un solo disparo entre los tres palos. Eso habla mal del Zaragoza pero también habla bien del Barcelona, no solo vamos a hablar de la defensa cuando la pifia. Ya saben los que me leen desde el año pasado que para mí la clave del Barça de Guardiola, más allá de la calidad de sus jugadores es su diseño táctico en defensa. Cuando funciona, es un espectáculo: no permite al equipo contrario dar más de tres pases seguidos. Con las ayudas justas y la colocación necesaria, los culés acaban robando y jugando de nuevo a los pocos segundos.
Por hablar de algo, comentaremos los goles. Puyol se estrenó en liga con el pie izquierdo en una jugada confusa donde aún no sabemos bien si fue él el que remató o lo hizo el defensa maño en propia puerta, y Villa empujó un centro de Cuenca a la red para romper su sequía goleadora. El asturiano volvió a no estar brillante pero mejoró a Alexis en la banda izquierda. Con pausa y confianza, volverá a una versión, si no óptima, al menos competitiva.
Por cierto, Cuenca volvió a demostrar que tiene sitio en la
primera plantilla sin problema alguno. Le falta un punto todavía más de
descaro, como si pudiera hacer más de lo que hace pero le diera corte. El
chaval es todo un descubrimiento, la verdad. Mejora a Afellay en todo lo que
hace y da una profundidad a la plantilla
con la que a principio de temporada Guardiola no contaba en esa posición.
con la que a principio de temporada Guardiola no contaba en esa posición.
En fin, entre detalle del canterano y desmán de Undiano Mallenco, probablemente el árbitro más sobrevalorado del fútbol español, fue pasando el tiempo sin incidencias. Messi se dolió del tobillo pero acabó de nuevo el partido sin descanso alguno. Objetivo cumplido: fácil victoria, buen juego y poca exigencia de cara a San Siro, donde las cosas, seguro, no serán tan plácidas.