El Madrid se dejó la
liga el año pasado en los dos partidos contra el Barcelona pero sobre todo en
esa multitud de partidos contra Sporting, Deportivo, Almería, Zaragoza,
Levante, Mallorca, Osasuna… en los que el equipo blanco salía desactivado,
contemplativo, tan seguro de su victoria que solo en los últimos minutos, a
base de furia y rabia, salía de su letargo.
Algo parecido le va a pasar al Barcelona este año, da la
sensación. El éxito de la narrativa estaba dando por buena una temporada
claramente por debajo del rendimiento de otros años: el empate en San Sebastián
fue un despropósito, la defensa de tres en Valencia estuvo a punto de costar
una goleada, en Bilbao se empató en el descuento y ante el Sevilla, pese al
inmenso Varas, el Barça mostró unos problemas brutales a la hora de crear
peligro.
Ante el Getafe, más de lo mismo. Por supuesto, los de
Guardiola coparon la posesión y tiraron 18 veces más que su rival. ¿Qué
esperaban? Estas cosas los grandes las tienen que dar por sentado y no recurrir
al tópico de “claro, es que se cerraron”. Pues, efectivamente, es lo que suelen
hacer los equipos pequeños y en eso consiste ganar una liga, en solventar estos
partidos pestosos: frío en el estadio, campo en horribles condiciones y apenas
tres días de descanso después de un partido en Milán de lo más intenso.
Los jugadores del Barça parecieron desde el principio disgustados,
como si quisieran estar en cualquier lado menos en Getafe a cinco grados y con
la pelota dando botes improbables. Su juego fue lento y previsible, incapaz de
desbordar la línea de ocho que colocó Luis García frente a su portería.
Guardiola sabía que el Barça se jugaba gran parte de la liga en este encuentro,
pero sus jugadores no dieron la sensación de entender el mensaje, salvo, como
siempre, Xavi y Messi, impecables en el empeño y los únicos capaces de
desbordar.
La primera parte fue tediosa a más no poder. Salvo los
primeros 10 minutos, en los que el Getafe se las vio y se las deseó para
achicar el peligro, no se vio apenas buen fútbol en el Alfonso Pérez. Guardiola
sorprendió alejando a Messi del área, devolviendo a Villa al centro de la delantera
y alternando a Alexis en las dos bandas, siempre hacia dentro. Aquello no hizo
sino aumentar el embudo. Por supuesto, hubo oportunidades y Moyà salvó un
remate del chileno que se colaba, pero no había buen juego, solo insistencia,
acumulación.
Cuando tienes una plantilla tan corta, dependes demasiado
del sobre-esfuerzo y no hay que olvidar que estos jugadores llevan tres años y
pico de sobre-esfuerzos constantes: de septiembre a junio con el Barcelona, en
julio con la Selección. Lo has ganado todo y te falta ese punto de hambre, le
ha pasado a todos los equipos de la historia y le va a pasar al Barcelona de
Guardiola porque no deja de ser un equipo más. “Recuerda que eres mortal”
debería haber susurrado en la oreja la prensa afín en vez de dedicarse a la
glorificación diaria.
En partidos sueltos, incluso al más alto nivel, el Barça
puede seguir siendo el mejor del mundo. Otra cosa es la regularidad. Al equipo
le faltan un central y un delantero desde principio de temporada. No hay
sustituto de Bojan y no hay sustituto de Milito. Puede que Alexis en algún
momento llegue a valer 40 millones, pero recién salido de una lesión y empeñado
en la jugada individual con regateo constante, no aportó nada al juego de
ataque del Barcelona en Getafe.
A su lado estaba Villa. Del asturiano ya he hablado
demasiado este año. Su trayectoria deportiva es tan irreprochable que sería
injusto seguir cebándose.
El problema es que, cuando Messi retrasa posición, no hay
plan B. No hay soluciones de emergencia. No hay un delantero que te consiga dos
goles salvadores. En el Madrid, cuando Benzema anda flojo sale Higuaín, cuando
Ozil no tiene el día le sustituye Kakà. Por supuesto, el Barça tiene su modelo,
sus Pedros y sus Cuencas. Y ha funcionado. Pero llega un momento en el que la
cuerda se rompe. En San Sebastián, no tener un central mejor que Fontàs costó
dos puntos. En Getafe o contra el Sevilla, no tener un rematador que supla la
mala racha de Villa ha costado ya cinco.
No hay regularidad en este Barcelona, solo chispazos. Con
chispazos uno puede meter 30 goles en casa sin recibir ni uno o ganar una nueva
Champions, no lo descarten. Pero la liga es muy difícil, porque la liga y especialmente
sus inviernos requieren una mentalidad y una fe que es complicado mantener en
determinado momento. Thiago, por ejemplo, estuvo desastroso, pero, ¿qué
quieren? Tiene 20 años. Su temporada hasta ahora ha sido fantástica pero no
deja de ser un chico de 20 años que un día va y juega mal. Y ese día no hay
relevo.
En fin, volviendo al partido, la segunda parte fue un calco
de la primera. Acumulación y tensión azulgrana, defensa numantina de un Getafe
que apenas se vio realmente inquietado. Abusando de la entrada por el centro o
del balón colgado, los de Guardiola veían cómo pasaban los minutos sin
encontrar soluciones. Thiago se fue y entró Keita, que difícilmente será nunca
una solución ofensiva. El embudo seguía presente y todo se vino abajo cuando Varela
marcó en un corner absurdo y de una manera ridícula: entrando desde atrás
mientras Keita vigilaba a su portero. Ni al balón ni al jugador miró el jugador
malí, solo al frente… y por detrás le robaron la cartera para rematar a placer.
El gol disparó las alarmas: Pedro y Cuenca entraron en el
campo por el inoperante Alexis y un Maxwell también bajo de forma. La idea,
supongo, era abrir las bandas lo máximo posible para que Messi, Villa y Xavi la
liaran por en medio. Tampoco funcionó. Apenas se intentó, de hecho. El recurso
a los extremos se acabó convirtiendo en un recurso al balón bombeado. Cinco
defensas esperando para despejar mientras los bajitos del Barça buscaban un
hueco imposible.
Colocar a Piqué de ariete sirvió al menos para que esa
táctica tuviera más sentido pero no hacía falta tanta narrativa para acabar con
el central bajando balones. Pudo empatar muchas veces el Barça: en dos tiros
precipitados de Pedro, en un tiro al poste de Messi, en otro remate postrero de
Pedro que salvó Moyà, incluso en un gol que anularon al 10 argentino tras fuera
de juego de Keita dudoso. Es lo mismo. Al Barcelona le da igual estar a cinco
puntos que a seis antes de jugar en el Bernabéu. Si quiere seguir vivo tiene
que ganar.
En ese sentido, la derrota incluso ayuda porque ya no
disimula las carencias. Esperen de este equipo una gran Champions League pero
no le pidan mucho más en la liga. Los jugadores están saturados y no hay
relevos. Le pasa a todos los equipos, no es ningún drama. Se llama fútbol.