De acuerdo, cualquiera que lleve un tiempo leyendo estas
crónicas sabe que no me gusta cuando al Barcelona le marcan dos goles, le
llegan con claridad y desnuda todas sus carencias en defensa, especialmente a
la hora de bascular a los laterales, donde el Milan tuvo una vía libre que
utilizó todo lo que pudo, combinando con balones largos a Ibrahimovic. Solo con
dar un paso adelante y buscar el fuera de juego, solo con pedir una ayuda más
del extremo para tapar la banda bastaría, pero el 3-5-2 es lo que tiene: no
todo el mundo puede estar en todos lados.
Concedo todos esos despistes tácticos. Concedo que se
regalaron balones imperdonables en la salida del balón y que el Milan no sólo
marcó dos goles sino que pudo marcar otros dos o tres, siempre desde atrás,
siempre entrando en el área culé como cuchillo en mantequilla… pero es que el
partido fue demasiado bonito como para poner pegas de ese tipo, lo siento.
Sin el balón el Barcelona jugó regular, incluso mal, pero
con el balón aquello fue una maravilla. Pongamos las cosas en su sitio y no nos
malacostumbremos: jugar contra el campeón de la liga italiana, en su campo,
estadio lleno, rival motivado, marcarle
tres goles, tirar una al travesaño y disparar otras cuatro o cinco veces a
bocajarro dominando por completo el medio del campo es algo que no podemos
considerar habitual y despreciarlo sin más. No siempre se ha dado, desde luego,
y nada indica que se vaya a volver a dar.
Hay en este ciclo histórico del Barcelona algo de rizar el
rizo, en eso podemos estar todos de acuerdo. No solo una narrativa a veces
cargante sino un intento de demostrar algo en cada partido. ¿Me juego el primer
puesto del grupo en Milán? Pues salgo con tres defensas, uno de los cuales es
un medio centro. Así se ha manejado Guardiola en muchas ocasiones y así se
manejó en San Siro. La victoria fue inapelable. Por cada gol que pudieron meter
los italianos, los catalanes pudieron meter dos.
No siempre ha sido así. La narrativa hablará de un juego
elegante, romántico, ofensivo… pero Guardiola ha destacado estos años
precisamente por ser una versión elaborada de Cruyff. Un Cruyff que hubiera
jugado años en el Brescia. El Barcelona ha ganado tres ligas y dos Champions
por su calidad en ataque, de acuerdo, pero sobre todo por su capacidad para
detener siempre al rival, convertir los partidos en un monólogo donde cada uno
siempre está en su sitio para presionar o cortar el balón. Matar los
resultados.
Este año sucede todo lo contrario. El Barcelona alterna
partidos de una solidez defensiva envidiable –esta misma temporada, Valdés ha
batido el record de imbatibilidad del club- con otros de una endeblez
preocupante. El de Milán ha sido el séptimo partido en este curso en el que
Valdés ha recibido dos goles. No tengo todos los datos a mi alcance pero dudo
que se llegara a ese número en total en ninguna de las dos temporadas
anteriores.
Parece como si, cansado de ganar, el Barça se hubiera
dedicado a divertirse. Ya no es el equipo demoledor de antes, que se ponía por
delante y dejaba al rival sin argumentos. Ahora los partidos suben, bajan,
pasan por distintas fases… Probablemente, eso le haga menos competitivo al
equipo de Guardiola, pero sin duda le hace más espectacular. Lo importante será
lo que pase a corto-medio plazo, es decir, si esa apuesta por el 3-4-3 o el
3-5-2 consigue traducirse en fluidez en ataque sin descuidar la defensa.
Porque el ataque del Barcelona cuando sus mediocampistas se
juntan es un espectáculo. Jugadas en las que cada jugador aparece por donde no
se le espera. A veces, Thiago por la derecha, de repente Cesc entrando por el
medio, o Xavi llegando desde atrás, o Messi pegado a la derecha, Keita de
pivote o de conductor o presionando en un lateral… Movimiento constante con y
sin balón, imposible de frenar para el rival, absolutamente imposible.
No lo hizo mal el Milan ni mucho menos. Supo detectar las
debilidades del contrario y explotarlos. En cuanto se recuperaba el balón, a la
banda, donde habría siempre ventaja o cuando menos un uno para uno. Si la
recuperación era en defensa, balón largo para que Ibrahimovic la dejara a un
jugador de frente. No se rindió cuando Van Bommel se introdujo en su propia
meta un centro de Villa, no se rindió cuando Messi marcó de penalti el 1-2 y ni
siquiera se rindió cuando, agotado, recibió el mazazo del tercer gol, una delicatesen
de Messi que culminó Xavi con elegancia.
Como equipo veterano que es, el Milan siempre dio la cara y
tuvo respuestas, igual que hizo en el Camp Nou. Tuvo a su favor un excelente
portero, con dos o tres paradas impresionantes y la habitual colaboración de
Villa, que marró dos o tres grandes oportunidades, una de ellas, en el área
pequeña, imperdonable. Se retiró muy enfadado el asturiano del terreno de
juego, aspirante a ocupar la siguiente plaza en la lista de delanteros
cabreados con Guardiola, pero tendrá que reconocer que, aunque cumple a la
perfección su labor de abrir el campo por su banda, el acierto de cara a la
portería deja mucho que desear.
Al menos esta vez estuvo más comedido a la hora de caer en
fuera de juego.
Sostenido con alfileres en el partido, el campeón italiano
aún pudo empatar casi en el descuento un partido que en todo momento mereció
ganar el Barcelona. A eso me refería cuando hablaba de competitividad: no
puedes dejar que te rematen en el área dos veces en el minuto 89 un equipo
físicamente derrumbado y sin presencia en el campo. El Barça mejorará mucho
cuando Pedro y Alexis alcancen su mejor versión y es extraña la exclusión de
Cuenca del equipo, salvo que el chaval esté agotado por sus últimas
actuaciones.
De momento, el objetivo es ir sobreviviendo y aprendiendo.
Encontrar soluciones a problemas que puedan surgir en abril, mayo, junio…
cuando los títulos se deciden. Mientras el Madrid se enfrasca en una euforia
comprensible, el Barça ya se ha llevado dos Supercopas, ha conseguido pasar
primero de grupo en la Champions y la siguiente meta será llegar a la cita de
Japón a como mucho un partido de diferencia de los de Mourinho. Si lo consigue,
todos estos fallos, estas desubicaciones, estas faltas de entendimiento puede
que ya se hayan corregido para cuando lleguen los momentos cumbre de la
temporada.
Hasta que lleguen acostumbrémonos a este arriba y abajo que
va a acabar con muchos corazones.