Empecemos por el principio, una cuestión de tiempos: Raúl debutó con el Real Madrid en 1994, justo mi primer año oficial como barcelonista. Eso no quiere decir que no le tuviera simpatía. Al contrario, le tenía toda la del mundo porque era el primer jugador más joven que yo que debutaba en Primera o al menos en un equipo grande. Durante los años siguientes me hizo la vida bastante imposible. Creo que Raúl es de esos jugadores que solo se valoran cuando los sufres y créanme que un antimadridista sufrió MUCHO a Raúl. No un año, no dos, sino quince, así, uno detrás de otro.
El debate de siempre era "¿Hasta qué punto Raúl es bueno?" Un amigo lo despreciaba: "No corre, no regatea, no tiene un disparo potente, no tira faltas, cabecea mal". Raúl, como ven, era lo contrario que Cristiano Ronaldo, en apariencia un jugador vulgar... sino fuera por su capacidad competitiva. Nadie ha competido en los últimos quince años como Raúl, de una manera casi obsesiva. De hecho, lo primero que hizo cuando la adolescencia y la fama se le complicaron fue ponerse unas gafitas, casarse con una camarera y dedicarse a tener hijos. Una vez conseguido todo eso, ya con 25 años, podía centrarse solamente en lo suyo.
¿Qué era lo suyo? Meter goles, todos los del mundo. Con su equipo y con la selección, y no es fácil ser el que más goles mete o el segundo que más goles mete en la historia de un equipo como el Real Madrid.
Raúl tuvo un problema con la prensa y con su carácter. Puede que serlo todo con 18 años influyera: adoptó una pose muy distante, lejos de los focos, de las entrevistas, de la complicidad de portada de periódico... y eso le llevó a adhesiones irracionales y críticas despiadadas, sin matices, sin explicaciones. Se dijo que tapaba el camino a muchos delanteros mejores que él y que hacía y deshacía en el vestuario a su antojo. Puede ser, lo desconozco. Supongo que después de 10-15 años en un equipo, sí, eres alguien. Lo que no es fácil de discutir es que, incluso cumplida la treintena, marcó 18 goles en temporadas consecutivas con el Madrid de Schuster y el de Juande Ramos. Goles que valieron una liga y apretaron la siguiente.
La asignatura pendiente de Raúl fue la Selección. Había algo cómico en todo ello: los mismos que aseguraban que no valía para nada le pedían luego que llevara a España a la final del torneo de turno. Raúl participó en excelentes equipos y, es cierto, no consiguió llegar ni a unas semifinales. Es más, su fallo en 2000 desde el punto de penalty aún se recuerda, como si no fuera un chico de 23 años con todo un país detrás presionando.
La salida de Raúl de la selección pudo haberse hecho mejor, o al menos es complicado que se hiciera peor. Probablemente fuera un mal cálculo de las dos partes: Raúl pensó que como capitán tenía más atribuciones que las reales y Luis Aragonés no quería colaborar con un capitán así. El tiempo dio la razón al de Hortaleza y a los 28 años, ¡a los 28 años, cuando Iniesta tiene 27! Raúl jugó su último partido con la selección española, con más de cien entorchados y siendo el máximo goleador de todos los tiempos hasta que le superó Villa, que es algo así como Raúl pero reservándose precisamente para las grandes citas.
Ahora se le echa en cara a Raúl que no quiera participar del homenaje que le pretendía rendir la RFEF. Seamos claros: para empezar, a nadie le pueden obligar a recibir un homenaje. Si el jugador no quiere recibirlo, es absurdo siquiera invitarle. En segundo lugar, estoy convencido de que el dolor sigue. El malentendido, en el mejor de los casos. Ni el jugador supo adoptar un papel secundario ante una generación que arrollaba ni nadie en la Federación supo darle el punto de cariño que evitara su condición de "apestado".
El tiempo calma las cosas. Cuando Florentino Pérez deje de ser presidente del Real Madrid, Del Bosque irá a recibir su insignia. Ahora mismo, los rencores permanecen. Cuando Villar deje de ser presidente de la RFEF o Raúl esté definitivamente retirado, recogerá la de la Federación. Te linchan por jugar, te linchan cuando te echan y te linchan incluso cuando pretenden homenajearte. Un poco excesivo. Yo, pese a mi relación problemática con el jugador del Schalke, creo que puedo entenderle perfectamente.