martes, noviembre 15, 2011

Mi Festival Eñe 2011


Mi primer propósito cuando acepté el trabajo en el blog de la Revista Eñe para cubrir el festival fue no hablar nunca de mí. Como le dije a Toño, el director de la revista, si estoy siguiendo el blog de un evento quiero saber lo que pasa en ese evento y no si al blogger le duele la cabeza o si ya se ha bebido dos cervezas y está achispado o si vaya resaca llevo que lo flipo. Eso es algo que queda entre el blogger y su paracetamol y que no tiene por qué interesarle a nadie más.

Mi blog, por tanto, tenía toda la pinta de que iba a ser agotador y aburrido, y probablemente es exactamente lo que fue, aunque, lo reconozco, algo de mí conté, algo de mi cansancio o de mi capacidad para enterarme de algunas cosas y de otras no. Una cosa es copar el artículo y otra cosa es deslizarte por él como Campo Vidal en un debate presidencial.

Tuve toda la libertad del mundo. Nadie, absolutamente nadie, me dijo lo que poner o no poner. Nadie, absolutamente nadie, me ha hecho después ningún comentario del tipo "¡pero cómo se te ocurre...!". No creo que esto se deba a que mi trabajo sea perfecto -lo he releído y no lo es- sino a que mis jefes tienen un concepto adecuado de lo que es contratar a alguien, pagarle, dejarle trabajar y delegar en confianza de que sabe hacer lo que está haciendo. Mi experiencia es que cuanto más te pagan, más respeto tienen a tu trabajo. Basta con que hagas algo gratis para que te vengan con mil exigencias.

Así pues, tengo poco que contar del Festival que no esté ahí y en cualquier caso mal estaría que yo utilizara este espacio para ajustar cuentas profesionales.

Sí quería introducir algunas impresiones puramente personales, después de haber leído cosas en varios lados. Mi hiperactividad ha hecho que en los últimos años me haya movido muchísimo en los mundos del cine, la música y la literatura. De hecho, autoproclamándome escritor, el "mundillo literario" es probablemente el que considero más ajeno y creo que me alegra. En el Festival quedó más claro que nunca: yo estaba ahí trabajando, punto. Portátil en el regazo y tratando de explicar, de mostrar. Mis interlocutores eran simplemente los lectores, no pretendía dorarle la píldora a nadie ni hundir a nadie ni tenía amigos ni enemigos.

De hecho, no los tengo. No conozco prácticamente a nadie y nadie me conoce a mí: ni editores, ni agentes, ni escritores. No nos debemos nada.

Vuelvo a la disección de los tres mundos: el del cine me parece el más sano aunque sin duda es el más expuesto y eso a veces descoloca a sus componentes. Por supuesto, hay ligoteos y tonteos y mamoneos. Claro que los hay. Son veinteañeros y treintañeros normalmente muy guapos que se reúnen en un espacio muy pequeño. ¿Qué esperan? Pero yo he estado en decenas de festivales de cine, especialmente cortometrajes, y lo que se habla es precisamente de cine. Luego sí, que si el roncola y la chica de al lado. Pero lo primero es lo primero.

Lo único que me agota del medio es que todos tengan una opinión inmediata sobre cualquier cosa que pase en el mundo. Si algo sale en las noticias, 25 actores salen en Facebook a decir algo en favor o en contra a los dos minutos. Generalmente, además, coinciden en la misma opinión. Cómo lo consiguen, no lo logro entender, pero sucede. No tanto entre guionistas y directores, gente, quizá, para lo bueno y para lo malo, más pragmática y aburrida.

La música es el mundo del petardeo por excelencia, el mundo en el que sabes que todos se llevan mal con todos pero lo disimulan. La música hace extraños compañeros de cama en todos los sentidos. Relaciones de poder difusas. Efecto groupie. Difícil asimilación de dónde estás y por qué, demasiado empeño en ser el nuevo Leonard Cohen o el nuevo Jim Morrison o cualquier cosa más cutre. La música, el mundo de la música, es estética. Es literatura, por encima del mundo literario.

Dice el tópico que cuando dos músicos se encuentran, se abrazan y se dan palmaditas entusiastas en la espalda. Cada una de esas palmaditas es un puñal y los dos lo saben. Pero sonríen. Me gusta que la gente sonría.

La literatura... ah, durante años yo me hice el interesante con el mundo literario porque pensé que no estaba a la altura, ahora simplemente es un mundo que no me interesa como tal. Dejo todo claro de entrada: yo quiero escribir muy bien, tener el mejor agente, publicar con una gran editorial, vender muchísimos libros, dar entrevistas y dedicarme a esto. Yo no voy de purista por la vida, no, la literatura me gusta como actividad y me gusta como salida profesional, que nadie se equivoque. No tengo problema en tener amigos escritores si me caen bien. Los tengo, de hecho. Si me caen bien, insisto, como tengo amigos informáticos.

Pero "el mundillo literario"... Qué cosa más cutre, ¿no? Demasiada gente que se cree demasiado algo y no se sabe el qué. Odios enquistados. Críticas ácidas. Ataques al hombre y no a la obra. Boicots. Peleas. Un grupo frente a otro grupo. Crear tendencia. La necesidad de pertenecer a una generación, un estilo, una reforma, una contrarreforma. Es agotador. Si todo se limitara a "me gusta tu libro" / "no me gusta tu libro" todo sería más fácil. Tengo amigos que escriben muy bien y amigos que no escriben tan bien. Diría lo mismo de mis enemigos, pero es que no los tengo, en serio. Si los tuviera y escribieran bien lo diría, si escribieran mal criticaría exclusivamente el libro en cuestión.

Hay mucha pose muy ridícula en la literatura, digámoslo ya. Mucha bronca estéril. Mucha casta barata. Mucho elitismo y mucho malditismo. Todas esas fotos de primer plano con un dedo sujetando la cabeza, como si no pudiéramos parar de pensar o como si viviéramos en una eterna resaca. Cuando se llega a un Festival como Eñe pasan cosas así, que me siento muy perdido, muy aparte: no salgo por las noches, no voy a fiestas, no me emborracho, no vuelvo de resaca al día siguiente, no hago nuevos amigos, no conozco a editores ni a agentes, no conozco a nadie de mi generación.

Trabajo. Soy de los pocos gilipollas que están ahí trabajando y no tratando de crear una impresión en el mundo. Solo intento entender algo y explicarlo, a menudo sin éxito.

Los lobbies. Los grupos de presión. Para vender 500 libros, qué cosa absurda. Hace un par de años, cuando Recaredo Veredas me invitó a formar parte de Culturamas yo ya le dije que no formaba parte del "mundillo", que no conocía a nadie. Él me dijo que no era verdad, que sí que era parte. Año y medio después entendí que precisamente por eso me invitaba a participar, en la esperanza de que yo de verdad fuera "alguien". Su desilusión debió de ser tremenda. La mía ni les cuento. Dos años después, todo sigue igual: no, no soy nadie. No quiero serlo. Quiero escribir cosas que sean algo, por supuesto, pero, ¿yo?, perfectamente prescindible. Puedo pasar por 20 posts casi de puntillas.

Ese es mi encanto. La constancia, la lealtad y a la vez la prudencia.

El tío más gilipollas del Círculo de Bellas Artes.

Te dan una oportunidad de puta madre para medrar  y tú te vas a casa a subir fotos hasta las tres de la mañana. Exacto. Me pagan por ello. Me gusta, además. No creo que nadie pueda decir que soy un cabrón engreído, no creo que nadie pueda decir nada, en general. Sobre lo que escribo sí, barbaridades, pero yo soy otro, se lo tengo dicho a mi fisioterapeuta aunque ella no se lo crea.

Una experiencia de la leche, en definitiva. Poder gozar de un Festival con tantos y tan buenos escritores, disfrutar de cada charla y además sentir la obligación no solo moral de estar a eso y no al mamoneo. De la leche, en serio. Nunca les agradeceré lo suficiente ni a Diego ni a Camino ni a Toño estas 36 horas enloquecidas de noviembre de 2011.