Esto también es fútbol. Siempre ha sido fútbol: San Mamés,
la lluvia, el balón arrastrándose y los jugadores lanzándose llenos de agua y
barro. Ni mejor ni peor, diferente. Guardiola dijo antes del partido que para
ganarle al Athletic en San Mamés había que ser más valientes que ellos. En este
caso, hubo empate a goles y a valentía. Los dos equipos estuvieron enormes y,
si no me han dolido prendas a la hora de criticar anteriormente al Barcelona,
no veo motivo alguno para poner pegas a la actitud del equipo.
Otra cosa sería su acierto cara a puerta, que empieza a
preocupar.
Empezó el partido con un césped rápido pero jugable. Adriano
tuvo el 0-1 rematando dentro del área cómodamente pero Iraizoz paró sin
problemas. A partir de ahí, el Athletic tomó el mando del encuentro haciendo lo
que mejor sabe: presionar. Es muy complicado soportar una presión así cuando el
campo está tan peligroso. Pregúntenle a Mascherano, quien resbaló a la hora de
despejar un balón claro en la banda derecha y dio camino expedito para que
Susaeta le dejara el gol a Ander Herrera, quien, con el interior, colocó la
pelota casi en la escuadra derecha de Valdés, rompiendo así la imbatibilidad
del portero de Gavá, que iba ya para siete partidos.
El gol no amilanó al Barcelona. Xavi participó poco pero cuando
lo hizo demostró su calidad. Iniesta estuvo un poco revolucionado, Messi en un
término medio… el mejor de la primera parte del Barcelona fue Busquets, después
de Busquets, Piqué, que mantuvo un duelo espectacular con un brillante Fernando
Llorente, y después de estos dos jugadores, Cesc Fábregas, quien empataría el
partido en el momento más indicado, apenas cuatro minutos después del gol de
Herrera, con un cabezazo impresionante a lo que pareció un centro a la olla de
Abidal más que un pase medido.
Acabó la primera parte con este 1-1 en el marcador y la
sensación de que estábamos ante un gran partido. El campeón ante un dignísimo
rival, un rival que tiene que ir a más a lo largo de la temporada porque
calidad le sobra a raudales: Muniain, Llorente, Herrera, Martínez… hablamos de
jugadores de primera línea europea que formarían parte de cualquier plantilla.
En cuanto Bielsa ajuste los ritmos de presión y la combinación táctica, este
Athletic será una cosa muy seria.
La segunda parte fue otra cosa: el campo dejó de drenar
adecuadamente y se convirtió en un charco intermitente. La zona de la izquierda
según el ataque del Barcelona estaba impracticable y aquello se pareció más a un partido de rugby que a otra cosa.
Empujones hacia adelante, balones divididos, entrega absoluta. Estaba claro que
el partido no podía resolverse en una jugada de acierto sino de error. Los dos
equipos querían tocar mientras el contrario le presionaba y el campo apenas
respondía. La tragedia se mascaba.
Aunque la iniciativa correspondió al Barcelona, no se puede
decir que el Athletic bajara los brazos en ningún momento…. Hasta que llegó el
error por partida triple. Todo empezó con un despeje de Mascherano similar al
de Villa ante la Real Sociedad. Aquel centro atrás le costó al Barcelona dos
puntos en Anoeta y le iba a costar otros dos puntos en San Mamés. Un lujo
excesivo, pero cómo culpar al argentino con el enorme partido que hizo en
recuperación y conducción… En fin, el balón se iba fuera por la línea de medio
campo, sin problema alguna, y en un ataque de ansiedad, Mascherano prefirió
jugar hacia atrás al portero en vez de despejar y reorganizar el equipo. El
resultado fue un córner y tras el córner la segunda tragedia: Valdés se la come
en la salida, Abidal y Llorente rematan
casi a la vez y Piqué se introduce el balón en su portería, un balón imposible
de controlar pero un balón, al fin y al cabo, que nunca debería haber estado
ahí.
Corría casi el minuto 80 y aquel gol valía un partido. En
cualquier otra época, el Barcelona se hubiera rendido a la calamidad. Lo hemos
visto cientos de veces. El Barcelona ha tenido históricamente esa debilidad de
la que el Madrid carece: el fatalismo. Sí, el equipo de Guardiola podría haber
recurrido a mil excusas: la mala suerte, la lluvia, las lesiones… bla, bla,
bla. El Barcelona utilizó los últimos diez minutos para jugar al fútbol como
buenamente supo. La introducción de Alexis en el campo apenas mejoró al equipo
pero la de Villa sí, un hombre más directo hacia la portería. En cualquier
caso, tuvo que ser Thiago el que pusiera orden en el medio del campo.
Con él, de nuevo, el Barcelona dispuso de las mejores
oportunidades: Villa amagó pero no dio, Iniesta falló a portería vacía… y en
una jugada absurda llegó el tercer error del último cuarto de hora. En plena
ofensiva culé, tiempo de descuento, Iraizoz bloca un balón, se le escapa
mínimamente, un defensa bilbaíno se pone nervioso, la quiere despejar pero lo
hace mal, el balón rebota y cae a los pies de Messi para empujarla al lado
contrario. El cuarto gol del partido, el cuarto gol que salió de la nada.
Al final, el punto cuenta para el Barcelona. No es lo mismo
estar a tres puntos del Madrid que a cuatro. La presión de no poder permitirse
una derrota es muy importante. No quiere decir que sea el mejor escenario
posible: el Real metiendo siete por la mañana y el Barcelona sufriendo para
empatar en el descuento por la noche, pero ahora mismo es lo que hay. Desde
principio de temporada temíamos que el Barcelona perdiera capacidad competitiva
y de momento lo está demostrando. Pongan las excusas que quieran, pero fuera de
casa ya se ha dejado seis puntos para un total de ocho. El año pasado ganó sus
diez primeras salidas de un tirón.
Ahora mismo, el principal objetivo es salir vivos del
Bernabéu. Si el Barcelona consigue eso, seguirá optando a la liga, pero quedan
pocas balas que gastar. Balas desperdiciadas en despistes y tropezones. Así se
escriben los campeonatos, nada por lo que protestar.