domingo, noviembre 06, 2011

Athletic Bilbao 2-Barcelona 2



Esto también es fútbol. Siempre ha sido fútbol: San Mamés, la lluvia, el balón arrastrándose y los jugadores lanzándose llenos de agua y barro. Ni mejor ni peor, diferente. Guardiola dijo antes del partido que para ganarle al Athletic en San Mamés había que ser más valientes que ellos. En este caso, hubo empate a goles y a valentía. Los dos equipos estuvieron enormes y, si no me han dolido prendas a la hora de criticar anteriormente al Barcelona, no veo motivo alguno para poner pegas a la actitud del equipo.

Otra cosa sería su acierto cara a puerta, que empieza a preocupar.

Empezó el partido con un césped rápido pero jugable. Adriano tuvo el 0-1 rematando dentro del área cómodamente pero Iraizoz paró sin problemas. A partir de ahí, el Athletic tomó el mando del encuentro haciendo lo que mejor sabe: presionar. Es muy complicado soportar una presión así cuando el campo está tan peligroso. Pregúntenle a Mascherano, quien resbaló a la hora de despejar un balón claro en la banda derecha y dio camino expedito para que Susaeta le dejara el gol a Ander Herrera, quien, con el interior, colocó la pelota casi en la escuadra derecha de Valdés, rompiendo así la imbatibilidad del portero de Gavá, que iba ya para siete partidos.

El gol no amilanó al Barcelona. Xavi participó poco pero cuando lo hizo demostró su calidad. Iniesta estuvo un poco revolucionado, Messi en un término medio… el mejor de la primera parte del Barcelona fue Busquets, después de Busquets, Piqué, que mantuvo un duelo espectacular con un brillante Fernando Llorente, y después de estos dos jugadores, Cesc Fábregas, quien empataría el partido en el momento más indicado, apenas cuatro minutos después del gol de Herrera, con un cabezazo impresionante a lo que pareció un centro a la olla de Abidal más que un pase medido.

Acabó la primera parte con este 1-1 en el marcador y la sensación de que estábamos ante un gran partido. El campeón ante un dignísimo rival, un rival que tiene que ir a más a lo largo de la temporada porque calidad le sobra a raudales: Muniain, Llorente, Herrera, Martínez… hablamos de jugadores de primera línea europea que formarían parte de cualquier plantilla. En cuanto Bielsa ajuste los ritmos de presión y la combinación táctica, este Athletic será una cosa muy seria.

La segunda parte fue otra cosa: el campo dejó de drenar adecuadamente y se convirtió en un charco intermitente. La zona de la izquierda según el ataque del Barcelona estaba impracticable y aquello se pareció  más a un partido de rugby que a otra cosa. Empujones hacia adelante, balones divididos, entrega absoluta. Estaba claro que el partido no podía resolverse en una jugada de acierto sino de error. Los dos equipos querían tocar mientras el contrario le presionaba y el campo apenas respondía. La tragedia se mascaba.

Aunque la iniciativa correspondió al Barcelona, no se puede decir que el Athletic bajara los brazos en ningún momento…. Hasta que llegó el error por partida triple. Todo empezó con un despeje de Mascherano similar al de Villa ante la Real Sociedad. Aquel centro atrás le costó al Barcelona dos puntos en Anoeta y le iba a costar otros dos puntos en San Mamés. Un lujo excesivo, pero cómo culpar al argentino con el enorme partido que hizo en recuperación y conducción… En fin, el balón se iba fuera por la línea de medio campo, sin problema alguna, y en un ataque de ansiedad, Mascherano prefirió jugar hacia atrás al portero en vez de despejar y reorganizar el equipo. El resultado fue un córner y tras el córner la segunda tragedia: Valdés se la come en la salida, Abidal  y Llorente rematan casi a la vez y Piqué se introduce el balón en su portería, un balón imposible de controlar pero un balón, al fin y al cabo, que nunca debería haber estado ahí.

Corría casi el minuto 80 y aquel gol valía un partido. En cualquier otra época, el Barcelona se hubiera rendido a la calamidad. Lo hemos visto cientos de veces. El Barcelona ha tenido históricamente esa debilidad de la que el Madrid carece: el fatalismo. Sí, el equipo de Guardiola podría haber recurrido a mil excusas: la mala suerte, la lluvia, las lesiones… bla, bla, bla. El Barcelona utilizó los últimos diez minutos para jugar al fútbol como buenamente supo. La introducción de Alexis en el campo apenas mejoró al equipo pero la de Villa sí, un hombre más directo hacia la portería. En cualquier caso, tuvo que ser Thiago el que pusiera orden en el medio del campo.

Con él, de nuevo, el Barcelona dispuso de las mejores oportunidades: Villa amagó pero no dio, Iniesta falló a portería vacía… y en una jugada absurda llegó el tercer error del último cuarto de hora. En plena ofensiva culé, tiempo de descuento, Iraizoz bloca un balón, se le escapa mínimamente, un defensa bilbaíno se pone nervioso, la quiere despejar pero lo hace mal, el balón rebota y cae a los pies de Messi para empujarla al lado contrario. El cuarto gol del partido, el cuarto gol que salió de la nada.

Al final, el punto cuenta para el Barcelona. No es lo mismo estar a tres puntos del Madrid que a cuatro. La presión de no poder permitirse una derrota es muy importante. No quiere decir que sea el mejor escenario posible: el Real metiendo siete por la mañana y el Barcelona sufriendo para empatar en el descuento por la noche, pero ahora mismo es lo que hay. Desde principio de temporada temíamos que el Barcelona perdiera capacidad competitiva y de momento lo está demostrando. Pongan las excusas que quieran, pero fuera de casa ya se ha dejado seis puntos para un total de ocho. El año pasado ganó sus diez primeras salidas de un tirón.

Ahora mismo, el principal objetivo es salir vivos del Bernabéu. Si el Barcelona consigue eso, seguirá optando a la liga, pero quedan pocas balas que gastar. Balas desperdiciadas en despistes y tropezones. Así se escriben los campeonatos, nada por lo que protestar.