Que el Barcelona es campeón ya lo saben ustedes porque lo han visto en la tele o lo han leído en algún lado, así que no insistiré en ello. Su devenir esta temporada o al menos en la segunda vuelta está suficientemente documentado en esta página y quizás al final de temporada será momento de hacer balance global de la temporada. De momento, quedémonos en lo que pasó en el Ciudad de Valencia, si es que eso es posible sin atender a las necesidades y expectativas previas.
No creo que el Barcelona saliera a empatar frente al Levante. Simplemente, su primera parte fue un desastre: consiguió acumular un 80% de posesión y ni siquiera tirar a puerta hasta el minuto 28. Ahora bien, ese primer disparo, un cabezazo de Keita en lo que más que una asistencia de gol parecía un pase para controlar de Xavi, acabó en las mallas y puso el 0-1. Hasta entonces, el juego del Barcelona había sido tremendamente previsible, plano y lento. El terreno de juego tampoco ayudaba pero eso no quita para que se cierna una cierta preocupación sobre las últimas actuaciones del equipo culé.
Todos estamos pensando en Wembley y es lógico pensar que los jugadores también y se reserven tanto física como mentalmente. Otra cosa es la sensación de hartazgo que da el equipo más o menos desde febrero, con esfuerzos muy puntuales. El toque genera peligro de dos maneras: si se hace con gran rapidez y precisión, lo que permite que los espacios se generen solos al llegar tarde el rival o si se consigue cambiar el ritmo de la circulación con un desborde que descomponga la estructura contraria.
Ahora mismo en el Barça solo hay tres jugadores que puedan dar ese cambio: Messi, Iniesta y Pedro. Solo el argentino estaba en el campo, así que básicamente a lo que se dedicó el equipo es a mover el balón delante de los jugadores del Levante y esperar a que Messi se regateara a cuatro para generar peligro. Por supuesto, Leo lo hizo incluso dos veces, una que envió al poste y otra que se fue por centímetros tras golpear en un defensa, pero no me parece una gran táctica de ataque.
Aparte de la electricidad de Messi y algunos intentos de Afellay, el ataque del Barça fue tan plano como en los últimos partidos, lo que vuelve a dejar en evidencia las excesivas precauciones que tomó un Real Madrid probablemente superior en este momento durante sus cuatro partidos. Volviendo al holandés, su partido fue notable en la intención, no tanto en el acierto. Equivocó la jugada demasiadas veces. Pegado a la banda e intentando desbordar fue cuando más peligro causó. Siempre quedaba en uno contra uno frente al lateral del Levante. Demasiadas veces, sin embargo, eligió ralentizar y jugar hacia dentro.
De Villa, una vez más, no hubo noticias, más que dos disparos lejanos y muy desviados. Guardiola le señala como una pieza clave de este equipo lo que nos invita a pensar que Guardiola es un tío con un corazón enorme.
Tras el gol del Barcelona llegó el empate del Levante en una jugada cómica. Piqué, que acababa de recibir la bronca de Pep por no tirar un fuera de juego, volvió a quedarse enganchado unos dos metros que habilitaron a Caicedo. Aun así, precisamente por arrancar desde tan atrás, tenía toda la ventaja sobre el balón: podía elegir darle un patadón, cederla con el pecho a Valdés o simplemente pasársela al portero para que este despejara. Hizo un poco de las tres cosas: intentó darla con el pecho, se lió, la acabó intentando despejar dándola al aire, tocó luego la pelota con la otra pierna lo justo para que se le viniera encima a Valdés sin tiempo para reaccionar… y de todo ello sacó Caicedo su golito.
Para enmarcar.
La segunda parte fue más de lo mismo: un poco más de rapidez en la circulación, pero ahorro total de fuerzas. Cuando Messi se cansó de intentarlo uno contra cinco y le convencieron de que el empate hacía a todos felices, asistimos a los clásicos quince minutos de “que se besen, que se besen”. Lógico, pero decepcionante para el espectador neutral. El Levante está muy cerca de salvarse con 44 puntos –por ahí estará la permanencia, ojo- y el Barça gana su tercera liga consecutiva, que, teniendo en cuenta su corta plantilla y la millonada que se viene gastando su máximo rival año tras año, es una puta barbaridad, que diría Guardiola.
Felicidades a todo el equipo y especialmente a Abidal, impecable después de volver de su tumor.