Un cierto desencanto después de la fiebre revolucionaria. Es normal, nada que reprocharme. Mucha gente dice que las cosas no se están haciendo como deberían hacerse. Yo lo digo. Las cosas nunca se hacen como deben hacerse salvo que las haga uno mismo, el eterno vicio español. No, a mí tampoco me gusta ver a Sol convertido en un festival de comisiones de espiritualidad, pero diez días discrepando de las soluciones no nos puede impedir ver que los problemas son los mismos.
Y lo serán mucho mayores en el futuro y os necesitamos: necesitamos a los cinco millones de parados -de izquierdas y de derechas- a los que trabajan por sueldos de miseria en condiciones lamentables -de izquierdas y de derechas- y a los que despiden de empresas con ganancias multimillonarias, sin pedirles el carnet de ningún partido. Necesitamos a todos porque esto es una democracia, efectivamente, y por mucho que grites, se supone que el asunto es convencer a la gente. Mientras no lo consigamos, no iremos a ningún lado, ese es el camino.
Me cansa repetir lo mismo todo el rato.
Convencer, aunar, protestar. Alguien en Twitter me pide tratamiento además de diagnóstico. Los ciudadanos podemos diagnosticar con mayor o menor precisión nuestras enfermedades. En cualquier caso, podemos quejarnos de lo que nos duele. Pero los tratamientos, en un estado de derecho, siempre se dan en los Congresos y los deciden los Gobiernos, y para eso necesitamos más gente, más plural, más segura de que su protesta no alimenta ningún tipo de odio partidista sino simplemente rompe la burbuja de intrigas palaciegas Chacón-Rubalcaba-Zapatero con su corifeo mediático.
Todo lo que nos querían el 21-M, ¿se acuerdan?
La realidad vivida por un lado y la realidad narrada por otro. Esta realidad, mírenla con atención:
Yo no puedo pedirle a nadie que apoye acampadas, asambleas ni "revoluciones". No veo nada inmoral en no apoyar los movimientos que yo apoyo. Son opciones. Me gustaría que todos estuviéramos de acuerdo, eso sí, en que eso de ahí arriba no puede repetirse. Gente sentada en el suelo mientras unos tipos con la cara tapada y ninguna identificación les fríen a palos. Yo no pido que compartan las ideas de esa gente ni que les caigan bien. Igual a mí tampoco me caen bien y no pasa nada.
Pero se hace difícil de entender que estas cosas pasen. Que la decisión de una Junta Electoral no sirva para disolver una concentración pero un partido de fútbol sí sirva. On est vraiement fous, que diría Cohn-Bendit. El desapego se multiplica, especialmente en Barcelona, una ciudad que se jugaba un cambio histórico en la alcaldía el pasado domingo y que aun así registró una abstención del 47,03% y un número total de votos nulos o en blanco del 6,21%, record en toda España. En las elecciones más importantes de la historia de la ciudad, insisto.
Bien, podemos seguir entreteniéndonos con las intrigas de los partidos -que tienen su punto, lo reconozco- o volver a los problemas de la gente a la que representan esos partidos. No es cuestión solo de políticos sino de prensa. El 21-M lo tenía todo el mundo bastante claro. Una semana después, la gravedad, una vez más, acaba venciendo.
La fiesta del aguafiestas
-
[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 2 horas