Jueves noche en la Puerta del Sol. Vengo de trabajar en Tres Cantos toda la tarde y llego con mi pequeña mochila hasta la salida de Montera. Un guardia de seguridad me dice: "Está cortada, solo se puede salir por Carretas", pero cuando salgo por Carretas la verdad es que ni siquiera se puede salir. Lo que hace dos días, solo dos días, era un pequeño movimiento asambleario del que entrábamos y salíamos con facilidad ahora es un monstruo de mil cabezas y mil pancartas ocupando la Puerta del Sol.
Oigo cacerolas y silbatos. No niego mi manía al ruido. Cuando hay ruido no puedo pensar y cuando no pienso me vuelvo menos inteligente. Siempre tengo en mente esa entrada de Millán-Astray con sus legionarios en la Universidad de Salamanca, pidiendo que se discutiera menos y se diera paso a la brutalidad. Muera la inteligencia. Viva la muerte. El ruido no me gusta, no. Cada vez que alguien canta en Sol aquello de "Un banquero se balanceaba sobre la burbuja inmobiliaria, como veía que no se caía, fue a llamar a otro banquero", me sobra una cacerola. Cada vez que alguien se reúne para hablar y debatir y convencer, me sobra un silbato de sindicalista. Cada vez que la inteligencia se abre paso, y si no la inteligencia, al menos el ingenio, que ya sé que no es lo mismo, me molesta más el ruido y la furia.
Sol, el jueves, es un lugar más agresivo a las 10 de la noche, incontrolado. Es normal.
Tardo media hora en cruzar la plaza. En parte me alegra y en parte me preocupa. Por lo que veo, los organizadores siguen sin aceptar la presencia de políticos y sindicatos, pero las consignas han cambiado: pancartas más duras y más previsibles, gritos desencajados que se combinan con una especie de turismo de riesgo, el rancio "El pueblo unido jamás será vencido" sustituyendo al original "El pueblo unido funciona sin partido", que a mí me parecía una cosa preciosa porque era darle en los morros a PSOE e IU y su intento de aprovecharse de la convocatoria. Del PP ya ni hablo.
Insisto: yo creo en los partidos, creo en el sistema. La gran mayoría de los que están ahí o los que han estado cuando podíamos hablarnos y reconocernos creían en el sistema y solo pretendían reformarlo. En lo que estamos todos de acuerdo es en la revisión del sistema electoral para garantizar una participación más activa de los ciudadanos y una mayor representatividad. Lo mismo que piden muchos otros partidos, no necesariamente de izquierdas. Lo mismo que pide incluso El Mundo, por no irse muy lejos.
Sin embargo, queda el miedo a que esto se salga de madre y se convierta sin más en una nueva manifestación de izquierdas con mensajes radicales. Sol, o mi fascinación por Sol, que no es necesariamente lo mismo -un amigo, el gran Diego Salazar, me decía ayer que a la vez que intentaba entender la "acampada" intentaba entenderme a mí mismo y tiene razón- era el respeto, la ausencia de banderas, la resistencia a las organizaciones, el entusiasmo no destructivo... La misma puerilidad que el intelectual que hay en mí reconoce desde el primer momento era lo que de alguna manera me producía curiosidad: yo nunca había visto eso en España.
Y el miedo ahora es que esa inocencia, por así decirlo, se pierda, como se pierden todas las inocencias, y aquello sea lo que La Gaceta o La Razón preveían, y cada vez que La Gaceta o La Razón aciertan, ya saben ustedes que Dios mata un gatito.
En fin, llego al otro lado. Calle del Carmen. El cartel de Paz Vega -la musa involuntaria de la acampada- agujereado, gente subiéndose por todos lados. Conforme uno se acerca al centro de la plaza crece el ambiente de fiesta, más pacífico. Me parece milagroso en esas condiciones en las que ya nadie puede controlar nada y se mezcla la iglesia con el capital con la ley de extranjería. Todo eso me aturde. Yo estaba ahí porque no quería PP ni PSOE. Algo más: estaba ahí porque los abusos de PP y PSOE en los últimos años han ido más allá de tal comisión o tal traje. Ha sido una perversión intelectual absoluta. Ellos y sus medios de comunicación, que siguen viviendo en una burbuja, la que sus partidos les permiten. La mierda continuamente en el ventilador.
No es que ahora "esté pasando algo". Esto es solo una reacción esperable a una serie de acciones estúpidas. Es el reflujo. Conviene analizar, entonces, no a dónde vamos, sino de dónde venimos. Inside job.
Me gusta la acampada de Sol porque quizá todos ellos sean idiotas pero al menos no son sus idiotas y eso les tiene paralizados. No espero que nadie se quede tranquilo con esto, pero en lo que no parece más que la acción destructiva de la masa frente a todo se esconde precisamente una visión de los partidos políticos como masas amorfas que no representan a nadie más que a su propia masa de borregos. El éxito de Sol dependerá de hasta qué punto consigan convencer a ese rebaño de que hay otras alternativas más deseables. El mundo, ya lo dije hace unos días, es cada vez más pequeño y cada vez más fragmentado. Es la era del individuo y, a menudo, un individuo incontrolable, porque la cantidad de información que absorbe es mayor de la que nunca ha recibido nadie.
Un chico de 18 años se conecta a Internet y siente la ficción de que el mundo, entero, está a sus pies, a la espera de su comentario. Es normal que no quiera que le traten como a un imbécil sin cabeza.
González Pons insistía ayer en que la manifestación era "contra el Gobierno", es decir, contra el PSOE. Gabilondo, en El País, contestaba que no, que era "contra el neoliberalismo", cuyo máximo representante, aclaraba, era el PP. No se enteran de nada. Sol nació precisamente contra esos análisis: contra los blancos y negros, contra el "y tú más", contra el olvido de la ciudadanía para vivir en su propio mundo de coches oficiales y ruedas de prensa sin preguntas. La masa se mueve mediante la propaganda y este es un caso curiosísimo: aquí, mucha gente, en masa, se ha movido contra determinada propaganda. La que te dice que eres bueno si votas a la izquierda y malo si votas a la derecha. La que te dice que eres un irresponsable si votas a la izquierda y tendrás futuro de verdad solo votando a la derecha.
La que sigue pensando que todo se puede resumir en esos dos conceptos. Una pancarta lo dejaba claro el otro día: "¿Izquierda vs Derecha? No. Políticos vs Ciudadanos". Lejos de mi intención generalizar contra los políticos, lo he escrito varias veces. Pero hay una manera de hacer política que parte del supuesto de que los ciudadanos son tontos. Sus propios votantes son tontos. Y eso es intolerable. "Estáis todos despedidos", culminaba la pancarta en la otra cara, invitándoles a probar el paro en primera persona.
Es un mensaje simplista y demagógico, pero menos simplista y demagógico que cualquiera de los mítines que estamos viendo por todo el país. Y mejor que cualquier cacerola, desde luego. El ruido es el principal enemigo del que quiere decir algo. El ruido confunde y agrede. El ruido puede vencer en un momento dado, pero no convence nunca. Volvemos a Unamuno. Lo que pagaría porque Ortega estuviera vivo y me dijera lo que tengo que pensar. Como no lo está, me las apaño, entre grandes desgarros personales, para colocarme en un término medio, entre una revolución que no deseo y un ninguneo que creo que no se merecen.
Mañana, aquí, no habrá política, es día de reflexión y yo lo respeto. El domingo volveremos con las elecciones. No les pido que estén de acuerdo conmigo, solo que intenten entender que hay algo que trato de captar y analizar, algo que no es tan sencillo como un hashtag y a la vez menos complejo que un movimiento revolucionario. Y que, en el proceso, disculpen mis errores.
Al fin y al cabo, en nada empieza de nuevo el fútbol y volveremos a la normalidad.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 2 horas