Pep Guardiola es nombrado entrenador del primer equipo en 2008, justo a la finalización del contrato de Rijkaard. El Barcelona viene de terminar la liga en tercer lugar, a 18 puntos del Madrid, campeón por segundo año consecutivo, y la noticia no es recibida precisamente con entusiasmo. La prensa y buena parte de las encuestas de la afición piden un golpe de mano, un tipo duro con el vestuario y que dé resultados inmediatos. Quieren a Mourinho y Guardiola es un bulto sospechoso que difícilmente gobernará un vestuario partido en mil pedazos: Ronaldinho, Deco, Eto´o, Márquez, los canteranos... cada uno por su cuenta.
El club entra en una crisis institucional gravísima. No es que el fichaje de Guardiola sea el desencadenante, pero desde luego no ayuda. La oposición acorrala a Joan Laporta y convoca una moción de censura que gana ampliamente, pero sin llegar a los dos tercios necesarios para echar al presidente. La afición no solo está dividida entre Mourinho y Guardiola sino sobre todo lo está entre Laporta y Rosell, el hombre de los fichajes multimillonarios, el gran negociador. En otras palabras, y ante el mini-ciclo victorioso del Madrid, la gente pide nombres. Galácticos.
No es algo nuevo en la historia del Barcelona. De hecho, el club casi siempre había confeccionado sus plantillas alrededor de grandes figuras internacionales a precio multimillonario: Kubala, Cruyff, Maradona, Romario, Rivaldo, Ronaldinho... Ni siquiera Cruyff, como entrenador, había cambiado esa tendencia. El "dream team" giraba en torno a Koeman, Laudrup, Stoichkov y a última hora Romario. A su alrededor, un grupo de compañeros con cierto talento y capacidad de lucha pero condenados a la sombra: los Ferrer, Juan Carlos, Salinas, Goikoetxea, Begiristáin, Bakero y compañía.
Así que, en esas, el chico "suave" ¡y encima canterano! llega al banquillo. No pide ninguna estrella, es más, solicita el traspaso de las tres que habían dominado 2005 y 2006: Ronaldinho, Deco y Eto´o, solo que no consigue la venta del camerunés y se lo tiene que quedar. A cambio, ficha un lateral derecho, Alves, un centrocampista con llegada, Keita, y repesca a Piqué, por entonces cuarto o quinto central del Manchester United.
Guardiola tiene en su mente una revolución pero nadie lo sabe: las estrellas de fuera al servicio de la gente de la casa. Lo que nunca había pasado en el Barça con ningún entrenador. Toda la responsabilidad la dejará en manos de Xavi, Iniesta, Puyol y Messi. A partir de ellos, se creará el resto. No se queda ahí: cuando tiene problemas en la construcción de juego -Márquez no es ni su sombra, Yayá resulta inconsistente- sube del filial a Busquets. Cuando ve que los partidos van enfilados empieza a darle minutos a Pedro. Con los dos había conseguido el ascenso de tercera a Segunda B el año anterior.
Los resultados no ayudan: el equipo pierde en Soria ante el Numancia para empezar y luego empata ante el Racing en casa con un único gol y de penalty. ¿Se arredra Guardiola? No, dobla la apuesta: sigue el trabajo de presión defensiva, que acabará siendo único en el mundo y que sin duda ha aprendido en Italia, combinándolo con el toque y el movimiento a los espacios como solución ofensiva. En Gijón, donde muchos creen que se juega el puesto, gana 1-6. Esta ha sido la constante de estos años de Guardiola. Veamos por ejemplo, el Mundialito de Clubs de 2009: aquello no era ninguna tontería, era el único gran título que le faltaba al Barcelona y había una clara obsesión en el entorno, al fin y al cabo, el equipo mágico de Ronaldinho había empezado su viaje al infierno en 2006 en ese mismo torneo.
Perdiendo 1-0 y a falta de media hora, quita a Henry y pone a Pedro, que marca el empate. Ya en la prórroga, se la juega con Jeffrén, prácticamente inédito en la primera plantilla. El canario vuelve loco el partido y finalmente el Barça se corona campeón del mundo con un gol de Messi con el pecho.
Messi. Otro punto. Hasta la llegada de Guardiola era un talentoso y escurridizo extremo derecho, acostumbrado a jugar a pierna cambiada. Sí, había marcado grandes goles y a sus 21 años se le presumía un enorme futuro, pero su posición parecía clara: la banda. Guardiola vio algo que los demás no habían visto: en el momento clave de aquella temporada, el 2-6 del Bernabéu, quita a Messi de la banda, pone ahí a Eto´o -que se lo toma como una afrenta, lo que provocó su salida inmediata aquel verano- y lo pone como falso delantero y falso mediocampista. En esa posición, Messi ya no solo desborda con regate y velocidad sino que da ritmo al juego, aumenta la velocidad de balón y se sacrifica en defensa. En esa posición, la que Guardiola ha inventado para él, se convierte en el mejor jugador del mundo y tres veces máximo goleador de la Champions League.
Todos estos cambios de filosofía: presión defensiva, compromiso total, cambio táctico de ubicación de jugadores, gestión de la plantilla dando la vuelta a una tradición de décadas ya bastarían para tener en consideración a Guardiola como un buen técnico pero no cuajarían sin resultados. ¿Quieren resultados? Bien, en la 2008/09 ganó Liga, Copa y Champions por primera vez en la historia para un club español. En su segundo año, ganó las dos Supercopas, el Mundialito y repitió Liga. A la tercera, Supercopa, Liga y Champions. En resumen, 10 títulos en menos de tres años. En agosto podrían ser 12.
Su equipo ha batido los records de puntuación temporada tras temporada, record que acababa de batir el Madrid de Schuster, con estrellas jóvenes como Robben, Sneijder, Higuaín, Gago... que anunciaban un futuro exultante. Ha sido el menos goleado los tres años -cada temporada perfeccionando un sistema táctico defensivo que es una obra de arte- y ha firmado goleadas de escándalo ante rivales de máxima altura. Los canteranos siguen protagonizando el equipo y son decenas los jóvenes que ha hecho debutar en estos tres años.
Sin embargo, el entusiasmo sigue sin cuajar y Guardiola lo sabe. Sabe que en el fondo sigue siendo sospechoso y que una revolución tarda años en afirmarse. Sus éxitos siempre se deben a los árbitros, la calidad de sus jugadores o la herencia recibida de Rijkaard. Nada se habla de su engranaje táctico ni de lo mucho que influyó en que jugadores bajo sospecha -sobre todo Xavi y en parte Iniesta, débiles, bajitos, en un momento en el que la gente compraba Diarras por 35 millones de euros- sean ahora los mejores del mundo. Guardiola no es un curita ni un filósofo, es un tipo tremendamente práctico y que ha conseguido cambiar los cimientos de su club y del fútbol internacional hasta el punto de que Alex Ferguson, 25 años en el Manchester, acabe el partido sonriendo y admitiendo, sin más, "nunca, ningún equipo, nos había superado de esta manera".
No servirá. A Guardiola se le seguirán exigiendo muchas cosas. Todas se pueden resumir en una: no es Mourinho. Como en verano de 2008. Ustedes mismos.