Si EEUU celebraba no era en casa de Inés desde luego y todo mi día ha trascurrido aquí con un par de incursiones en terreno hostil, día nublado desde el amanecer, amago de lluvia, frío incómodo... Lecturas, Internet, DVDs, siestas, todo eso está bien, todo eso también son vacaciones. No es que estuviera planeado así exactamente, pero la primera salida, antes de comer, a Prospect Park fue un fiasco: frío y ganas de ir al baño desde la salida. Volver se hacía tan sencillo que fue inevitable.
Aquí no hay TV, aunque sí hay radio. Esta mañana pedían que llamaran los que habían perdido a alguien en el 11-S o sirviendo en el ejército. Yo sé que la mayoría no lo entienden, me basta con echar un vistazo a mi muro de Facebook para ver el disgusto que se ha llevado la gente en España por que Osama Bin Laden acabara muerto después de asesinar a decenas de miles de personas, muchas de ellas españolas, y tener un último acto de gallardía al utilizar a una mujer como escudo humano antes de entregarse. No lo entienden y a mí también me cuesta, pero la gente aquí no está celebrando la muerte de un ser humano, sino la caída de un símbolo.
Bin Laden era el símbolo de su fragilidad y sus muertos y unas cuantas decisiones delirantes que desembocaron en más fragilidad y más muertos. Por supuesto, cada país tiene sus propias catástrofes, pero que cada palo aguante su vela. Este es un país en el que cuando hay un atentado la gente se une y llora, en vez de mentir, acusarse y tirarse los muertos a la cara. No es un país perfecto, si es lo que les molesta.
Sin televisión, venía a decir, el día se hace muy poco americano. Paso más tiempo conectado a páginas españolas y se pierde la perspectiva de estar en Nueva York. No importa, ya digo que estar de vacaciones también es perder perspectivas. La Chica Portada está cansada porque no ha dormido casi y se queda en casa, Inés no llega hasta las 8 y pico y me pilla en pleno visionado de "The Hangover". Como un perrito abandonado le pido que me saque de casa y ella lo hace sin rechistar, como hace todo Inés, una persona descomunal.
Vamos al "local restaurant", un mexicano-americano donde nada es como fuera: echan un partido de los Yankees, hay representación de todas las razas, la música recuerda a los 80 y todo el mundo es agradable. Fuera, insisto, el ambiente a veces se vuelve un poco turbio, extrañas reuniones en las escaleras, goteras que inundan el bajo, tipos que pasean sin camiseta a apenas 10 grados. Un punto enloquecido de barrio pobre donde los estancos venden cigarrillos a la unidad, sospecha Amy que para que los "yonkies" del tabaco se lo puedan permitir.
En el restaurante pedimos lo de siempre, es decir, hamburguesa poco hecha con ensalada y patatas. Está muy rico, no nos engañemos. Los Yankees empatan, los Hawks ganan. Mi resumen de los días en Nueva York será una suma de trifulcas y datos deportivos, es decir, el resumen de cualquier español sobre cualquier circunstancia. Mañana, por ejemplo, los españoles hemos quedado para ver el partido, es decir, para obviar el fútbol y quedarnos discutiendo sobre cualquier extravagancia o conspiración y poder odiarnos durante días.
El odio, esa cosa tan española, tan apreciable desde la distancia.