martes, abril 05, 2022

Suds and soda (the brain decoder)

 

Fue en una fiesta de carnaval en casa de mi hermano. Estaba todo el mundo, incluida la Chica Langosta y teníamos que disfrazarnos. Yo fui de terrorista. "El terrorista Patata", me decía R. por aquello de que no soltaba el bol enorme. Nos emborrachábamos, hablábamos de "The Great Escape" -Simón me preguntó qué quería decir "blow me out", pero yo no caí, como no caí en el "Mayo" de Molotov, yo siempre fui un chico inocente- y bailábamos como locos.


De esas fiestas en su casa recuerdo fragmentos sueltos que no sé si pertenecen a los mismos días. Probablemente, no, pero había un chico vestido de Sherlock Holmes y probablemente ese chico siguiera, dormido, mientras los demás apagábamos las luces y escuchábamos "Wish you were here". Sé que bajé a la calle a buscar algo que se le había perdido a M., pero no recuerdo el qué. Soy consciente de que, nada más empezar a sonar el primer sonido de violines, me levanté como una exhalación y me puse a saltar gritando "Friday, Friday".


Todo esto tuvo que ser en 1995, ¿no? Estaba en la universidad, pero no más allá del primer curso. No estaba T. por ningún lado, desde luego. Luego, otro año, hubo un concierto de dEUS pero no recuerdo dónde. No era uno de los lugares habituales. Me suena que alguna sala por la Avenida de Brasil, pero puedo equivocarme muy fácilmente. ¿Tal vez Doctor Esquerdo? Eso sería 1997, pero, entonces, ¿cuándo fue la excursión a Cuéllar? ¿Cuándo fue ese concierto del grupo de Simón que acabó en una casa congelada en Pajares del Fresno, durmiendo, como tantas veces, en la cama de la Chica Langosta pero sin la Chica Langosta?


No sé, yo todo esto lo tenía completamente atado en mi memoria, pero han pasado veinticinco años y los últimos ocho han sido escasos en horas de sueño. Me acuerdo del chico que le cantaba con un aire algo desquiciado lo de "yo te quiero pá follar, no te creas que es pá más", como si eso fuera posible y me acuerdo de Pink Floyd. Todo lo demás, borroso, muy borroso. Una Nochevieja en otra casa con muérdago en cada puerta. Hace veinte años ya de eso. Al día siguiente -a la noche siguiente, más bien- me eché novia. Fue de las mejores decisiones que haya tomado en mi vida.


*

Cuando Nadia entra por la puerta, yo le pido al Niño Bonito que coja ropa interior, se vaya al salón y se vista. Le pido que le diga a Nadia que su padre no puede más, que no ha dormido y que por favor le acompañe al colegio. Le pido que cierre la puerta y que me deje seguir alargando este último sueño que empezó a las cinco y que en rigor es el primero, no hubo nada antes. Me duele la garganta y estoy atontado, pero no sé qué parte es el resfriado y qué parte es esta nueva sucesión de noches insomnes. Estoy llevando al cuerpo a límites insospechados.


Esto es a las 8.20 aproximadamente. A las 9.30, se despiertan la Chica Diploma y el Rey Sol, algo desconcertados. ¿Por qué nadie les ha despertado antes? Porque nadie estaba despierto. A las 10.30 o así me levanto de la cama y sé que es un día perdido. Un día a contrapié, al que hay que cogerle la rueda antes de que coja demasiado tiempo. Demasiados días así, si he de ser sincero. Yo estoy convencido de que si durmiera vería las cosas de otra manera y tomaría mejores decisiones o las tomaría más tranquilo, pero... ¿era así antes de 2014? ¿Tomé un montón de decisiones maravillosas que me llevaron a lo más alto? Diría que no, la verdad.


En fin, hay que coordinar cosas, hay que cuadrar agendas, hay que cancelar y aplazar y buscar huecos en los días. Sé que he hecho algo mal, que otra vez he hecho algo mal, pero no sé cómo salir de esta. No importa, lo averiguaré. Cada camino tiene a su vez su vereda. Siempre. Solo hay que coger la brújula y aprender a orientarse, punto. Al final, todo saldrá bien, ya saben, y si no sale bien es que no es el final.


*


Fui al cine por primera vez en dos años y medio. Un pase de prensa. Cinco o seis personas, no más, en los Golem a las diez de la mañana. Un frío atroz, por otro lado -de ahí, probablemente, el catarro- y un viento de enero del que es complicadísimo protegerse. Tengo la sensación de que llevamos demasiados meses de invierno, aunque supongo que son cosas mías. En cualquier caso, es un buen rato. Pasear por Martín de los Heros e intentar recordar dónde estaba ese bar al que íbamos Ester, Lorena y su novio. Era una especie de sótano, con música en directo de vez en cuando. Un piano y una voz, poco más. Muy felices años veinte.


Un día hicimos una "Noche de los Ochenta", antes de que se hiciera tan popular. Pillamos varias pelis en el vídeo-club y nos hinchamos a palomitas. Puede que el novio de Lorena no fuera su novio aún. Puede que, como Gatsby, intentara seducirla a base de excesos. Recuerdo la entrada a su casa en Conde de Orgaz como el que recuerda la entrada a un castillo inglés por la noche, las verjas abriéndose y el vigilante acechando. No sé qué ha sido de ninguno de ellos, es una verdadera lástima. No sé qué ha sido del sitio del jazz, pero parece que ahora es un bar más de viernes por la noche, sin demasiadas complicaciones. Copas baratas y palante.


También busco la librería "Ocho y medio", en la que entrevisté a Julio Medem hace ya once o doce años, pero tampoco la encuentro. Eso debe de ser culpa mía porque veo en internet que sigue abierta. No sé, igual no llegué a esa altura, pero juraría que estaba enfrente de los Golem, en su momento, los Alphaville... en su momento el punto de reunión de todo ese grupo de pedantes ramireños que luego se juntaban en cualquier casa y bailaban a ritmo de dEUS y Blur. 


Nosotros, es decir, ellos.