Cuando hace unos meses, Telecinco anunciaba una supuesta encuesta en la que Belén Esteban conseguía varios escaños en las elecciones generales, todos nos reímos con la broma. Las últimas elecciones municipales hacen pensar que esa broma puede costar cara. No en forma de Belén Esteban, por supuesto, sino de algo mucho peor.
No veo relación causa-efecto entre el movimiento 15-M y los resultados de las municipales. Más bien considero a los dos expresiones de un mismo descontento, un descontento casi desesperado ante una situación que igual es más desesperada de lo que muchos intelectuales creíamos. Si el 15-M ha funcionado como movimiento de protesta pacífica, insisto, no es por su brillantez a la hora de exponer grandes ideas políticas ni por su excelsa inteligencia, sino porque recogía lo que estaba en el aire: la desesperación, más que la indignación. Uno va a Sol como el que va al psicoanalista a explicarle todas las frustraciones que lleva encima.
En las elecciones municipales y autonómicas hemos visto mucho de esa frustración o si quieren falta de confianza. El PP da brincos porque ha conseguido un 2% más de votos en el peor momento de su rival por antonomasia y todo el mundo lo analiza así, como si el Barcelona ganara una liga, sin pararse a pensar cómo es posible que un partido que crece solo un 2%, menos de lo que ha crecido UPyD por poner un ejemplo, se hace inmediatamente con Baleares, Aragón, Castilla La Mancha, Cantabria, Sevilla, A Coruña, Santiago y un largo etcétera.
Todo por un 2%. Algo falla.
Lo que nos lleva al tema de la representatividad, que está en el 15-M y está en algunos votos incomprensibles del 22-M y puede ser un problema impresionante en el futuro. Ahora mismo, España es terreno libre para el populismo. El descrédito de PP y PSOE es total, inaudito. Su mediocridad, reflejada en cada análisis torticero, cada medida descabellada, cada cambio inmediato de gestión, cada incapacidad de autocrítica... les ha llevado a ensimismarse y lo que es peor, ensimismar a la prensa, que sigue, cautiva, de mitin en mitin para divulgar manifiestos oficiales y solo emitir los vídeos que el partido en cuestión ha puesto a su disposición.
Las terceras vías no tienen por qué ser buenas en sí mismas, quiero decir, me es indiferente si hay dos, tres o cuatro partidos con opción de gobierno en el país mientras sean partidos con un mínimo de democracia interna y un mínimo de interés en el ciudadano al que representan, que tiene que ser algo más que un cliente de una campaña de marketing. Si ahora mismo, buena parte de España pide esa tercera vía y pide un cambio en la ley electoral que impida que un partido, con el 37% de los votos se haga con tres cuartos del país, es porque nadie se fía de ese partido, sea el que sea.
Porque a mí no me da miedo la derecha, me da miedo el miedo a la derecha, precisamente. Me da miedo aceptar la mediocridad del PSOE solo para que no ganen los malvados derechistas. Parecemos Intereconomía al revés: odio al contrario, miedo al contrario. Así es imposible que nos escuchemos los unos a los otros. Toda propuesta queda en nada porque lo que funciona es "ojo, que vienen estos", sea en la versión "ojo, que nos van a quitar las pensiones, privatizar la sanidad y recortar los derechos" sea en la versión "ojo, que Rubalcaba va a organizar unos nuevos GAL, permite la entrada de ETA en las instituciones y lleva el país al desastre moral".
Toda esa basura que se echan entre ellos es la basura que crea fanáticos. Y entre fanáticos es difícil entenderse.
En la huida de esa irrealidad, muchos ciudadanos han manifestado su falta de confianza hacia los partidos políticos mayoritarios de distintas maneras: unos han hecho terapia de grupo en Sol, otros -casi un millón, que se dice pronto- han optado por ir a votar pero no elegir ninguna opción, que ya es triste, y otros directamente no han votado o lo han hecho por opciones en principio minoritarias... pero que han acabado siendo las triunfadoras, con una sensación más de miedo que otra cosa.
De acuerdo, Belén Esteban no se presentó. Pero se presentó Cascos. No digo que sea lo mismo, pero se trata de un hombre nacido en Asturias que ha ejercido toda su carrera como político en Madrid y en un momento dado decide que quiere un retiro dorado como presidente de su comunidad natal. El PP de Asturias, con sus propios líderes, se niega. Cascos se enfada, abandona el partido, crea uno propio llamado FAC -igual que hubo quien creó un GIL- y se presenta a las elecciones como una alternativa rebelde y cercana, lejos de los aparatos inmovilistas de los partidos y sus máquinas de poder. ¡Él, que inventó la máquina de poder del PP en los 90!
Bien, pues gana las elecciones, así de simple. Hola, soy Álvarez Cascos y voy contra el sistema, ¿se acuerda de mí? Claro, encantado, tome Asturias. Hola, soy la izquierda abertzale, estuve sembrando el caos durante décadas pero ahora soy una alternativa democrática a la esclerotizada clase política vasca, ¿se acuerda de mí? Por supuesto, tome San Sebastián, la junta de Guipúzcoa y el mayor número de concejales del País Vasco.
El país está tan desesperado que esto pasa y nadie se da cuenta. Todo el mundo titula "El PP gana al PSOE", sin prestar atención a los síntomas. Síntomas graves. Sol grita "No nos representan" y buena parte de España corea con papeletas, no por un contagio sino por pura iniciativa. La suma de PP y PSOE en estas elecciones es la más baja desde 1991. La suma PP-PSOE-IU, la más baja desde 1987. Aquí ha pillado cacho hasta Anglada.
Muchas cosas no ayudan: esa viscosa campaña electoral de banderas al viento, música atronadora que impide pensar e insultos y mentiras. El PP sacó una campaña encubierta en la que, con el color rojo y la tipografía de la publicidad del PSOE, acusaba anónimamente a ese partido. La Junta Electoral les obligó a quitar los anuncios o firmarlos. En Alonso Martínez sigue uno tal cual, sin firmar ni historias. ¿Quién me lo impide? Es difícil pedir a los acampados en Sol que renuncien a un derecho tan básico como el de expresión pacífica en nombre de no sé qué regulación cuando los propios partidos hacen lo imposible por romper sus reglas.
Otro detalle: coincidiendo con el 15-M, Strauss-Kahn, presidente del FMI, es detenido, acusado de intento de violación. Yo no sé si eso sucedió tal cual o no y hasta que no haya sentencia firme al respecto, obvio la acusación. El caso es que ha tenido que dimitir. A cambio se lleva casi un millón de dólares de indemnización y un sueldo vitalicio de decenas de miles de euros al mes. Es muy complicado pedir que el pueblo se identifique con las instituciones, que no salga a gritar contra los excesos de las instituciones financieras cuando se lee algo así en un país con 5 millones de parados y otros 10 millones de contratos precarios.
Sin que nadie salga a la ayuda.
En fin, a lo que iba. El análisis del 22-M nos deja algo más que un mapa. Quedarse como tontos mirando el mapa es de una pobreza intelectual tremenda y no cabe duda de que prensa e intelectuales se han contagiado de la mediocridad de los políticos. A veces pienso que nuestro sistema es un "niño bonito" al que nadie se ha atrevido a criticar sus chiquilladas por miedo a que se le acuse de peligroso izquierdista. El miedo a la izquierda es tan mediocre como el miedo a la derecha. En el psicogrupo de Sol al menos los de derecha e izquierda nos escuchamos unos a otros, algo es algo.
Conseguir un estado de derecho, de bienestar, pacífico y legalista, no es algo que cae del cielo. Hemos tardado decenas de siglos en conseguirlo y hay que cuidarlo, claro que sí, pero sin miedo a regañarlo o se volverá un niño mimado y caprichoso. Criticar el hermetismo de los partidos políticos, su falta de contacto con la realidad, su empeño en protegerse a sí mismos incluso en casos relacionados con la justicia, su poca diligencia a la hora de combatir la corrupción y su miedo escénico a "los mercados", esa entidad metafísica que nadie sabe quién es exactamente pero lleva ya demasiados años salida de madre, no es ni de izquierdas ni de derechas, sino de sentido común.
Mientras falte el sentido común, la inteligencia y la capacidad de empatía y comprensión por los problemas concretos, crecerá el desencanto y la desesperación. Y el populismo. Y los Cascos, los Anglada, los Bildu... La falta de confianza de la gente en sus representantes es máxima y muy peligrosa. El que crea que toda esa desconfianza y rabia contenida cabe en un hashtag y no merece más análisis se equivoca. Se equivoca mucho. Está pasando algo y es algo grave. Porque el siguiente en presentarse puede que no sea Belén Esteban, precisamente, y ya no tenemos ni la menor idea de cómo van a reaccionar los ciudadanos, sin nada donde agarrarse.