jueves, mayo 05, 2011

Dumbo- Brooklyn Bridge


Hacia la mitad del puente de Brooklyn desaparecen las obras y se puede ver todo Manhattan. Es fácil marearse, tanto que prefiero no tentar a la suerte. Inés dice que cuente mis pasos, es una chica lista. Hago vídeos y fotos. La mayoría de las cosas que hago, ya saben, es para luego poder recordar que las he hecho. Hace mucho frío aunque ya no llueve. Estamos muy alto y el viento nos empuja a los lados. Bajo nosotros pasan los coches, a la derecha, los ciclistas; a la izquierda, la Estatua de la Libertad.

Venimos de dar una vuelta por lo llamado Dumbo, que es algo así como District Under Manhattan and Brooklyn y una O que querrá decir algo, pero no lo recuerdo. Disculpen mi falta de rigor. Dumbo es una zona algo hip, de moda, con lofts para ricos en lo que no deja de ser casi un barrio portuario de edificios muy viejos. El periódico de los Testigos de Jehová preside la escena. Hemos comido en un café-bar lleno de sonrisas y buenos modos. Una tosta de salmón y un café descafeinado, combinación improbable. Después hacia abajo, hacia el East River, hasta llegar a sus orillas, donde, supongo, en verano, la gente como Fer Cabezas se trae el bañador y se hace unos largos.

Es otra ciudad, por completo. Lo que he aprendido esta vez es que no solo Estados Unidos es un país que no existe sino que Nueva York, como tal, tampoco existe. Quizás exista Manhattan, con una cierta coherencia interna, pero en cuanto pisas Brooklyn, te pierdes.

Por ejemplo, el camino de autobús entre casa de Inés y casa de Carmen, maleta en mano. Un autobús de los años 50, lleno hasta arriba, que atraviesa las zonas más pobres del sur y el este de la ciudad. Los "projects", luego el barrio judío, luego el barrio latino, casi una hora de rodeos y paradas constantes hasta llegar a Williamsburg. Mucha gente ha hablado del glamour de Brooklyn pero, como decía antes, hablaban de un barrio que no existe. El que yo he visto, el de autobús a cámara lenta es un barrio abandonado a su suerte. Como Inés dijo: "Solo los pobres necesitan el autobús aquí, y como no protestan, no lo mejoran".

En fin, turismo de niño rico por calles de negros pobres. Materia de cortometraje. Williamsburg, obviamente, es distinto. Williamsburg es el barrio de los "hipsters", los modernos de la ciudad, los que llevan sombrero y vestido de rayas con muchos colores. La Chica Blackberry era hipster mucho antes de pisar este barrio por primera vez pero le encaja a la perfección. El otro día, mientras andábamos por Times Square, uno de los que venden entradas para espectáculos de stand-up comedy, la miró y le preguntó directamente: "¿De qué parte de Brooklyn eres?" Su alegría fue enorme cuando acertó el barrio.

Alegrías. La niebla cubre por completo el Empire State pero no el edificio de Verizon. Hay otro rascacielos que se retuerce justo frente al Ayuntamiento. Estamos en el Downtown. El viernes lo veremos con más detenimiento, pero el caso es que estamos aquí, en la parte financiera y yupi de la ciudad. El otro lado del puente de Brooklyn, por fin franqueado sin necesidad de ansiolíticos ni dogmatiles. Buen chico. Allí, junto a un pequeño parque cogemos el metro. Qué limpio todo, qué aireado, qué irreal. Uno y otro lado, uno y otro mundo. Cuántos como yo llegaron antes aquí y dijeron lo mismo, lo sé.

En el metro hay una señora que huele muy mal, una rumana que pide con niño recién nacido en brazos -todas las rumanas que piden, en todos los países, tienen cara de adolescente y llevan un niño recién nacido mientras piden dinero- y unas seis estaciones hasta Union Square. Ahí, trasbordo a la L y otras seis estaciones hasta Grand St. que es donde vivo ahora. En la habitación de la Chica Blackberry hay un poster de James Dean, una colección de fotogramas en blanco y negro y un sombrero. Fuera, Pablo fríe algo que huele a pescado. De vez en cuando entra frío. Sospecho que la ventana está abierta.