sábado, noviembre 11, 2006

Otras voces, otros ámbitos

A menudo sucede que uno empieza un libro con cierta desconfianza. El nombre del autor intimida y hay más miedo a la decepción que excitación por el disfrute. Como la vida misma. Luego resulta que lo que son -o parecen- unas primeras páginas insípidas, aburridas, en las que el lector satisfecho descubre que "en fin, no era para tanto" se acaban convirtiendo en una obra maestra porque en los grandes libros nada -ni siquiera lo insípido, lo aburrido- aparece sin razón.


Con todo, los primeros días de lectura de "Otras voces, otros ámbitos" me dejan una sensación agridulce, aunque expectante. Me gusta la estructura, admiro la capacidad de mantener y prolongar el misterio sin que uno sepa exactamente cuál es el misterio en cuestión.

Pero, como profesor, me resulta desesperante que tenga que adjetivar cada sustantivo dos o tres veces, que su estilo sea a veces tan Margaret Mitchell y tan poco Faulkner. Capote, como todo el mundo, brilla de verdad cuando pule, cuando borra, cuando es conciso y decisivo. Pero, con 18 años, ¿podíamos pedir tanto?