lunes, noviembre 06, 2006

El mundo no es un pañuelo, es un moco

Lo que mi psicóloga no quiere entender: el mundo se ha hecho increíblemente pequeño en los últimos quince años. No hay referencias posibles. Todos estamos demasiado cerca, apretados. Conocemos a más gente en un día que en una vida de hace cuarenta años. Nos conectamos con el planeta por vía telefónica, tenemos nuestras agendas llenas de teléfonos a los que se puede llamar en cualquier momento del día.

La oferta se ha multiplicado de una manera que es insoportable. El verdadero problema psicológico de nuestra generación es ese: la multiplicación de la oferta, que ha hecho confundir los deseos con la realidad. La realidad siempre nos pilla fuera de casa. No disfrutamos. No somos felices. Pensamos siempre en lo que nos falta, porque siempre hay algo que no tenemos y que debemos tener.

Se culpa a la publicidad de ello. Es la historia del huevo y la gallina. La publicidad no tendría sentido si no reflejara una pulsión ya existente. Las necesidades no se crean, se recuerdan.

Y en medio, nosotros. La oferta es mediática, es electrodoméstica, es financiera, es sentimental. Somos los hijos de los padres divorciados, pero al menos nuestros padres se casaban. Se casaban jóvenes y con entusiasmo y nos parían y luego se separaban y se volvían a casar varias veces. ¿Nosotros? ¿Qué es una relación estable en estos tiempos? ¿Seis meses, un año?, ¿cuál es nuestra idea del compromiso?

Vivimos el amor como vivimos una nevera. Siempre encontraremos una mejor y más completa en el mercado. El mercado es infinito y está aquí, en la ventana de al lado. Deseos y realidad, pulsiones y razonamientos. Infelicidad y resignación. Pareciera que no hubiera términos medios pero es nuestro trabajo buscarlos. La única solución a los ansiolíticos. Me aterra ver que los profesionales no se dan cuenta de eso...

De lo contrario, insisto, la felicidad nunca nos encontrará en casa. Los deseos -desde Siddharta Gautama pasando por Schopenhauer- sólo provocan insatisfacciones.

Es la realidad, estúpidos!