Supongo que en breve saldrá el recuento de golpeados, navajeados y contusionados en Nochevieja. Porque la Nochevieja da para todo. Yo me quedo con las calles de Madrid, no más llenas que de costumbre, solamente un poco más elegantes -dependiendo de lo que cada uno entienda por elegancia-, la gente de los bares cantando al unísono cuando encienden las luces, los choques de manos e incluso los abrazos por medio de la calle Huertas, todo para celebrar que ha venido el año nuevo, que por fin ha venido el año nuevo, ahí, como una esperanza enorme que todos queremos agarrar y que, de momento, nos limitamos a tratar con mimo y cariño.
Como a un bebé recién nacido.
Un bebé con aires, eso sí. En realidad, podría pedirnos lo que quisiera y aún así se lo daríamos, claro que sí. Nos tiene entregados.
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