¿Saben una cosa? Mi ídolo de los 80 era Ivan Lendl. Ya lo he dicho muchas veces: soy un tipo sobrio. Me encantaba ese tipo rocoso que se arrancaba las pestañas de los ojos y tiraba al cuerpo cuando tenía dudas. En sus partidos con McEnroe yo iba siempre con el checo, aunque por aquel entonces apenas tendría 10 años o así. Recuerdo una carta que mi madre me envió a un campamento en el que me decía que Lendl había perdido la final de Wimbledon ante Pat Cash, un australiano que no me sonaba de nada.
Era julio de 1987. Días después Stephen Roche le ganó el Tour a Perico por unos cuarenta segundos.
En septiembre, empecé quinto de EGB.
El caso es que muchos años después, conseguí ver a Ivan Lendl. En Madrid, con Bruno. En el Torneo Villa de Chamartín, que se jugaba al lado de mi casa. Era un partido contra Thomas Muster, abril de 1994. Se jugaba en tierra batida y Lendl ya estaba a un año de la retirada y no hacía más que cometer dobles faltas. Perdió un juego en blanco al servicio con cuatro dobles faltas. Fue una pena, pero siempre podré decir: vi a Lendl.
Aunque fuera otro Lendl, si uno lo piensa.
Esta mañana, Federer me ha dado un buen susto. Por un momento, pensé que le eliminaban del Open de Australia (ha ganado 10-8 en el quinto set). ¿Saben cuál es el sueño que tengo que cumplir? Ver a Roger en un partido de Grand Slam. Eso implicaría estar en Melbourne, Londres, París o Nueva York, de entrada. Pero verle antes de que sea un montoncillo de cenizas llamado Roger. Se agradecería.
P.D. Por cierto, ¿cómo es posible que la portada de marca.com apenas refleje como un destacado y no como el gran titular la muerte de Bobby Fischer? Hay pocas grandes figuras del deporte en el siglo XX que estén a su altura. La muerte de Fischer tiene el valor simbólico de la muerte de Maradona o Jordan o Spitz o Borg o...