Dice Casimiro García-Abadillo en Onda Cero: "Tan legítima es la voluntad del alcalde de presentarse en las listas de Madrid como lo es la de la presidenta, no entiendo por qué se mide con doble vara". Vamos a ver, si periodísticamente hay una "doble vara", empezando por el periódico que subdirige Casimiro es a favor de Aguirre, pero en cualquier caso, comparar la trayectoria de los dos en Madrid es ridículo: Gallardón lleva ganando elecciones desde 1991 y presidiendo Comunidad o Ayuntamiento desde 1995, ocho años antes de que Aguirre llegara a la presidencia y todos recordamos cómo.
Aparte de que Esperanza Aguirre no tenía ninguna voluntad de presentarse en ninguna lista, lo único que le escocía es que lo hiciera Gallardón.
Recuerdo una sesión de investidura, en 1999, cuando a Gallardón le enfrentaron con la pobre Cristina Almeida. Yo por entonces era muy de izquierdas y, por supuesto, no voté a Gallardón, sino al entrañable Ángel Pérez. Pero, ya digo, recuerdo sus palabras: "Hoy habrá gente que estará contenta por que su partido ha ganado y gente que no lo estará por que su partido ha perdido las elecciones, pero seguro que no hay nadie que esté intranquilo".
Y tenía razón. Gallardón puede acertar en su política de chirimbolos, su M-30, su zona SER, etcétera. Uno puede estar de acuerdo o no, es decir, puede votarle o no. Pero Gallardón parece un tipo razonable y sensato. Al menos lo parece. Aguirre parece una enloquecida sedienta de poder a toda costa y con cualquier táctica. Y eso, señores, me intranquiliza mucho.
Que la guerra entre Aguirre y Gallardón, batalla tras batalla, se decida mediática y prácticamente a favor de la presidenta de la Comunidad dice mucho de su partido y sus aliados en prensa. Pero dice poco en favor de los que estamos esperando algo de sentido común en política. Aunque sea un poco.