Nada más entrar en la Moby Dick -con la costumbre ya tan arraigada de empezar los conciertos media hora o incluso una hora tarde- Nano me pregunta: "¿Tú sales todos los días?" y la respuesta, claro, algo avergonzado, es "sí". Pero, si no, ¿de qué iba a hablarles en este blog?, ¿de Gallardón y Aguirre todo el rato? Imagínense, qué horror.
Estamos en el concierto de Ping Pong City, al que he ido por dos razones: una, porque me fío de Nano, y en general de cualquiera que ponga tal pasión en promocionar a un grupo; dos, porque me gusta la foto que ponen en el cartel, me recuerda a "Young folks" de Peter, Bjorn and John, así que convenzo a Inés y nos vamos los dos para allá.
Sin embargo, nos encontramos con un problema habitual: el sonido. Ellos no tienen sonido de retorno y no se escuchan, la acústica de la sala, además, es regular. El caso es que no lo disfrutan y se nota que no lo disfrutan. Su música es muy "brit pop", es decir, los Beatles pasados por ritmos New Wave y punk, pero siempre dentro de una tónica agradable y experimental. Tendré que escuchar la maqueta que regalaban para hacerme una mejor idea.
Nano insiste en que, cuando les escuchó por primera vez, una especie de ensayo con público en una pequeña cueva, le parecieron increíbles. Y yo me sigo fiando de Nano.