El Maestro Sarif dio mucho juego. Y muchas risas. Se lo dije a Kika el otro día: "Todos intentaremos hacer algo gracioso y sólo David lo conseguirá". Falso. Lo consiguió Ernesto también, y Peter, y los demás tampoco lo intentamos demasiado. Lara escribió un relato maravilloso, el mejor que se ha escrito en estos tres meses. El mejor que se ha leído, por lo menos.
Pablo Ager vino de invitado y se llevó un par de halagos. Creo que le mereció la pena porque está en una fase en la que necesita halagos. ¿Y quién no?
Mi relato, como siempre, consiguió pasar desapercibido. Hablaba de una canción y había policías con pistolas. Todo muy mío. Acabamos tan tarde que las copas de después quedaron algo reducidas.
Tenemos nuevo tema: un zapato de tacón para el pie derecho de Virginia. Olvidado debajo de una cama en Nochevieja. Ernesto quiere hacer un relato porno. O David, no lo sé muy bien, a veces confundo lo que dicen uno y otro.
Fue una noche de lo más completa, si se piensa: además de ser entrañables y talentosos, fuimos divertidos. No es tan fácil ser divertido. No con este frío, al menos. Y este cansancio, extraño cansancio. Y el dolor de cabeza que parece que se apoderó de todos justo cuando Sarif escuchó nuestras burlas.
Coqueteamos con la desgracia.