¿Saben? Cuando se me mete una canción en la cabeza -una buena canción- de manera obsesiva y repetitiva, no hago ningún esfuerzo por echarla de ahí a patadas -cosa que, desgraciadamente, me pasa también con las personas, aunque no sean necesariamente "buenas", merde alors- sino que me regocijo en ello, retrocedo constantemente en el iPod hasta encontrarla de nuevo, me aprendo la letra, me aprendo la pose y la hago banda sonora de mi vida hasta que el hechizo acaba.
Que puede ser en cualquier momento.
Y ahora la cosa va por aquí (perdonen el sonido de esta versión, pero la buena ya la pueden encontrar en el disco):
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
Hace 11 horas